La confianza sin reserva de Santa Gertrudis en el Supremo, su confianza ilimitada y plena en la misericordia y en el amor de Dios, son clave para obtener la santidad.
Los Santos Padres siempre nos han enseñado que la medida de nuestra esperanza y confianza es la medida de las gracias que recibiremos del Cielo, porque es debido a nuestra confianza sin reserva en El, que Dios será más honrado y glorificado. Nada será negado a quien tenga una confianza ilimitada.
Nuestro Señor nos ha revelado: “Es imposible que alguien no reciba todo aquello en lo cual cree y está esperanzado en obtener… cuando los hombres esperan cosas grandiosas de mí, Yo siempre les daré más de lo que esperan.”
Santa Gertrudis tenía esta confianza ilimitada, la cual abre el corazón de Jesús, que es donde aguarda la misericordia infinita de Dios. Todos los dones que ella recibió se los atribuía a su confianza plena, e invitaba a todos a tener ésta confianza ilimitada en nuestro Salvador, para así recibir de Él inconmensurables gracias: “Todo lo que he recibido”, afirmaba ella, “se lo debo a la confianza que tengo en la generosidad de Dios.”
Oh si, Jesús es el tesoro infinito entregado por el Padre Eterno, puesto a disposición de todos, y es su supremo regocijo como Salvador distribuir sus dones a todo aquel que confíe en Él.
En muchas ocasiones le dijo a la Santa de la falta de confianza de los hombres. A aquel religioso que oró en vano para obtener un favor en particular, Jesús le reveló lo complacido que estaba con la confianza ilimitada que Gertrudis tenía en su bondad. “¿Por qué no te comportas como Gertrudis, mi virgen escogida?”, nuestro Señor le preguntó. “Se encuentra tan firmemente establecida en mi Providencia, que no hay nada que ella no desee desde la plenitud de mi gracia. Por lo tanto, no hay nada que yo le vaya a negar.”
Tendemos a desconfiar en Dios debido a que lo comparamos con nosotros mismos. Si solo nuestros corazones comprendieran que Jesús es todo amor, toda misericordia. Tiene tesoros de gracias para todos, pero pocos vienen para llevárselos por medio de esta dulce confianza.
Gertrudis ha recurrido a Jesús en todo, tal y como lo hiciera un niño pequeño que depende enteramente de su madre.
A sus ojos, nada era tan trivial que no pudiera ser recomendado a Él.
Por ejemplo, habiendo perdido una aguja en un pajar, le imploró a Nuestro Señor que se la encontrara. “Mi amado Jesús, en vano buscaría esta aguja, sería tiempo perdido. Te pido me la des tú mismo.” Al instante se encontró con la aguja entre sus dedos. Una y otra vez, Nuestro Señor alentó esta confianza tan preciada para Él.
“¿Jesús, que debo de hacer para que estas oraciones sean todavía más eficaces?”, Gertrudis le preguntó. Volteando hacia ella con su semblante lleno de dulzura, Nuestro Salvador le contestó, “¡La confianza por sí sola fácilmente obtiene todas las cosas!”
En alguna ocasión en que Gertrudis se encontraba aquejada por tentaciones, imploró la ayuda Divina. Nuestro Señor, con su extraordinaria misericordia le habló: “Cualquiera que sufra por tentaciones humanas y que se cobije bajo mi protección, pertenecerá a aquellos de los cuales puedo decir: [Eres mi paloma, la elegida entre miles, aquella que traspasó mi corazón con solo una mirada.] Y esta confianza hiere mi corazón de manera tan profunda, que si fuera incapaz de aliviar esta alma, causaría una tristeza tal en mi Corazón que ni todo el regocijo del Cielo podría calmar…”
Aquella confianza donde verdaderamente tengo el poder, la sabiduría y la bondad para aliviar al alma de todas sus miserias, es la flecha que traspasa mi corazón, y causa tal violencia en mi amor, que nunca podría abandonarla a ella.”