Meditaciones
Por el Padre Fray
Luis de Granada
Año 1912
“Acompaña al Señor a la casa del pontífice Caifás y ahí
verás eclipsado el Sol de justicia, y escupido aquel Divino Rostro en que
desean mirar los ángeles. Porque como el Salvador siendo conjurado por el
nombre del Padre que dijese quién era, respondiese a esta pregunta lo que
convenía a aquellos que tan indignos eran de oír tan alta respuesta, cegándose
con el resplandor de tan grande luz, volviéronse contra Él como perros
rabiosos, y allí descargaron sobre Él todas sus iras y rabias. Allí todos le
dan de bofetadas y pescozones: allí escupen con sus infernales bocas en aquél
Divino Rostro: allí le cubren los ojos con un paño, y dándole bofetadas en la
cara juegan con Él diciendo: Adivina quién te dio.
¡Oh maravillosa humildad y
paciencia del Hijo de Dios! ¡Oh hermosura de los ángeles, rostro era ese para
escupir en Él! Al rincón más despreciado suelen volver los hombres la cara, cuando
quieren escupir; y en todo ese palacio ¿no se halló un lugar más despreciado
que tu Rostro, para escupir en Él? ¿Cómo no te humillas con este ejemplo tierra
y ceniza?¿Cómo ha quedado en el mundo rastro de soberbia después de tan grande
ejemplo de humildad? Dios calla escupido y abofeteado: los ángeles y todas las
criaturas tienen las manos quedas, viendo así maltratar su Criador, y el vil
gusanillo trastorna el mundo sobre un punto de honra?
¿De qué os espantáis,
hombres, por ver a Dios tan abatido y maltratado en el mundo; pues venía a
curar la soberbia del mundo? Si te espanta la aspereza de la medicina, mira la
grandeza de la llaga; y verás que tal llaga tal medicina como esta requería,
pues aun con todo esto no está sana. Te espanta ver a Dios tan humillado; yo me
espanto de verte a ti todavía tan soberbio, estando Dios tan humillado. Te
espanta ver a Dios abajado al polvo de la tierra; yo me espanto de ver, que con
todo esto el polvo de la tierra se levante contra el cielo, y quiera ser más
honrado que Dios.
¿Cómo no basta este tan maravilloso ejemplo para vencer la soberbia del
mundo? Bastó la humildad de Cristo para vencer el corazón de Dios y amansarlo,
y no bastará para vencer el tuyo y humillarlo? Dijo el ángel al Patriarca Jacob:
no te llamarás ya más Jacob, sino Israel será tu nombre, porque si para con
Dios fuiste poderoso, cuánto más lo serás para con los hombres?
Pues si la
humildad y mansedumbre de Cristo prevalecieron contra el furor y contra la ira
divina, ¿cómo no prevalecen contra nuestra soberbia? Si aplacaron y amansaron
un corazón tan poderoso como el de Dios airado, ¿cómo no truecan y amansan el
nuestro?
Espántome, y mucho me espanto, cómo con esta paciencia no se vence tu
ira, con este abatimiento tu soberbia, con estas bofetadas tu presunción, con este
silencio tan profundo entre tantas injurias los pleitos que tú revuelves porque
te tocaron en la ropa.