Traducir

martes, 1 de agosto de 2017

LA PSEUDO-RESTAURACIÓN (CAPITULO II): R.P. TAM


NdB: Una maniobra típica de la Revolución es dar dos pasos adelante y luego uno para atrás. Es una maniobra indispensable para eliminar, recuperar, y adormecer a la reacción. Esto es lo que hace la falsa resistencia de Mons. Williamson y sus ayudantes, reunir todos aquellos inconformes con el acuerdismo doctrinal de la FSSPX e inconformes de otro tipo nada relacionado con asuntos doctrinales.  

Después de tenerlos ubicados y controlados cambian las reglas: ya no hay que ser radicales, se permite asistir de cualquier forma a las misas de la FSSPX, ignoran los motivos sobrenaturales que nos obligan a separarnos de ellos, acaban promoviendo la FSSPX y la nueva misa de forma solapada o abierta, se promueve el tradiecumenismo, forman grupos de poder (muchos obispos tradicionales que poco o nada hablan del modernismo rampante de Francisco y sus errores), persiguen a los inconformes; no tienen posturas doctrinales públicas; están realmente más cerca de la FSSPX que lo que hicieron creer a sus fieles. Entre ellos hay quienes saben que están mal encubriendo errores, pero prefieren "respetar" al líder antes que contradecirlo y caer en su "desgracia", prefieren la amistad con los hombres antes que a Jesucristo.


Por otra parte la FSSPX por miedo a perder lo "ganado" hacen pactos y concesiones con los modernistas romanos, perdieron completamente el sentido sobrenatural de la lucha y se entregan al enemigo confiando en "no perder" en vez de conquistar por Cristo y su Iglesia, traicionan a Mons. Lefebvre que murió dando gloria a Dios "excomulgado" ilícitamente por los modernistas. 

La Iglesia Católica nunca hizo ninguna concesión doctrinal a sus enemigos, pues que tienen en común la verdad con la mentira, ¿que tienen en común Dios y Belial? ¿Por qué ahora ya no le importa a la FSSPX pactar con el enemigo y fingir que nada pasa? ¿Ese es el ideal de la vida cristiana? El ideal de la vida cristiana de luchar por Cristo ha cambiado en la FSSPX, ese es el cambio radical que "nadie" en la FSSPX nota.

Para más detalles y semejanzas con la crisis actual continúen leyendo este libro. En este capítulo se describen las teorías filosóficas pseudocristianas que dieron paso al liberalismo.
Adelante Católicos Cristeros...





Capítulo II.

¿Qué es la Pseudo-Restauración?

§ 1.- La Pseudo-Restauración

Siendo la Revolución un fenómeno histórico que tiene unas causas y una lógica muy precisas, su estudio es una ciencia. En su desarrollo histórico, sufrió metamorfosis; así paralelamente a la sociedad temporal, observamos las mismas transformaciones en la Revolución en la Iglesia. (12)

La Revolución en la Iglesia es un fenómeno que supera el pontificado de cada Papa. Cada uno cumple una parte. (13)
El pontificado actual y la gestión de la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Card. Ratzinger, se manifiestan, al menos en parte, como una pseudo-restauración: mientras que Pablo VI avanzaba dos pasos, el Papa Wojtila y el Card. Ratzinger, en ciertos puntos, están por hacer un paso atrás. Es una maniobra típica de
la Revolución, indispensable para eliminar, recuperar, y adormecer a la reacción.

La historia, maestra de vida, enseña que, en la sociedad temporal durante la Revolución liberal, llamada francesa, Robespierre y los Jacobinos tendían a las consecuencias más radicales, entre otras el igualitarismo económico; esta actitud creó violentas reacciones en el ala burguesa de esta misma Revolución, que solamente quería el igualitarismo religioso, político y social. Para sobrevivir la Revolución debió dar un paso atrás: Napoleón combatió a los “extremistas” reintroduciendo la Monarquía, pero conservando en el Código de Napoleón los nuevos principios de libertad, igualdad, fraternidad, es decir los derechos del hombre. 

En efecto, negada la existencia de la Verdad objetiva, el derecho a practicar públicamente cualquier convicción de su propia conciencia se impone naturalmente, de ahí nacen el relativismo y el igualitarismo religioso, civil y político.

Napoleón introdujo por la fuerza este código liberal en toda Europa, y hoy todos los Estados, anteriormente católicos, tienen una constitución liberal que implica un cambio cultural y social, con la transformación de los modelos de vida del país. (14)

En la Iglesia, que a diferencia de la sociedad temporal, ha recibido la promesa de la indefectibilidad, está por producirse la misma situación, según una interesante analogía: Se comprende fácilmente que los modernistas a quienes falta la visión sobrenatural, busquen recuperar la reacción según el ejemplo histórico de que disponen.

Después de los excesos en la teología, en la moral y en la liturgia de la época de Pablo VI, que provocaron fuertes reacciones, la Revolución busca dar un paso atrás, en ciertos dominios.

El Card. Ratzinger lo declara oficialmente, y con autoridad en la famosa entrevista de la revista Jesús (Noviembre de 1984) publicada con la mención “texto aprobado por S. E. Card. Ratzinger el 1 de octubre”; uno de los subtítulos afirma: ”¿Restauración? Sí, si esto significa un nuevo equilibrio”.
“Si por restauración se entiende una vuelta al pasado, entonces no es posible restauración alguna: La Iglesia se encamina hacia el cumplimiento de la Historia, fijos los ojos en el Señor. Pero si por “Restauración” se entiende la búsqueda de un nuevo equilibrio, después de las exageraciones de una apertura al mundo sin discernimiento, después de las interpretaciones demasiado positivas de un mundo agnóstico y ateo, entonces, sí, esta “restauración” es deseable, además, está en marcha...”
“El problema de los años sesenta era el de adoptar los mejores valores representados por dos siglos de cultura «liberal» (15). 
Porque hay valores que habiendo nacido fuera de la Iglesia, pueden, una vez enmendados, encontrar su lugar en su visión del mundo, esto se ha hecho. Pero hoy el ambiente es diferente, demasiadas cosas han empeorado, respecto a lo que justificaba un optimismo tal vez ingenuo. Es necesario buscar nuevos equilibrios.”

La Revolución ha conseguido "hacerse amar por aquellos mismos
de los cuales es su enemiga mortal".

§ 2- Joseph de Maistre “profeta” contra toda Pseudo-Restauración




Los méritos de Joseph de Maistre, a pesar del silencio oficial, son muy grandes. Como verdadero maestro del pensamiento, supo ver y creer en la lógica de la Revolución. Su diagnóstico tiene el mérito de estar entre los primeros y más definidos de la historia; supo prever con certeza sus trágicos desarrollos, y, como buen contrarrevolucionario, prever también la pseudo-restauración napoleónica.

A) La Restauración

A partir de 1792, por fidelidad al Rey depuesto y por no prestar juramento a la Constitución liberal, el senador de Maistre se marcha, sin pensarlo dos veces, al exilio (se refugia en Lausanne en 1793). 

En 1797, estando en Suiza, publica su “Considerations sur la France”. Este libro explosivo despertó providencialmente de las ilusiones y torpezas, a los medios católicos y monárquicos, que con total ceguera, esperaban una futura reconciliación entre la secta revolucionaria y los soberanos caídos. Este libro pronto resultó el
texto fundamental de los círculos contra-revolucionarios, haciendo de su autor el principal teórico de la reacción legitimista, preparando las condiciones doctrinales y psicológicas de lo que debió ser, 17 años más tarde, la “Restauración”. 

En el campo contrario, el ensayo fue leído atentamente por el mismo Bonaparte que, captando la gravedad del peligro, obligó al gobierno de Saboya a prohibir su difusión en el Reino de Cerdeña.

Después intentó por la diplomacia alejar al Conde de Maistre de las cortes europeas.
Por paradójico que esto pueda parecer, los principales obstáculos a la obra de J. de Maistre vinieron precisamente de las Casas Reales, convencidas como estaban de poder “salvar lo que sea posible” únicamente cediendo a todos los compromisos, y con el pretexto de mantener la misma distancia con los “opositores extremistas”; en realidad, estaban tan ansiosos en mantener el diálogo con sus enemigos revolucionarios e inmovilizar así a sus amigos contrarrevolucionarios, temiendo que una defensa intransigente de los principios arruinara la precaria alianza con los herederos de los jacobinos. 

Bien pronto el Conde comprendió que la ceguera de los soberanos hacía que la Revolución consiguiera “hacerse amar por aquellos mismos de quienes era la peor enemiga, y esa misma autoridad que la Revolución busca inmolar, la abraza estúpidamente antes de recibir el golpe fatal” (J. de Maistre).
El llegó a convencer al mismo Zar para que se adhiriese a la liga antinapoleónica dirigida por Austria, que poco después, derrotó a los ejércitos de Bonaparte haciendo así posible la tan deseada Restauración.

B) Las decepciones de la “Restauración”

Esta “Restauración” precisamente defraudó amargamente las esperanzas del Conde, que para apresurarla había afrontado exilio, pobreza e incomprensiones. De Maistre ante todo luchaba porque los principios cristianos fueran restaurados, para restablecer el lazo entre Dios y las naciones luchando contra las tendencias y los
gérmenes de disolución que habían engendrado la Revolución; por el contrario las Casas Reales de Europa, se limitaban a reponer en el trono a los soberanos legítimos, pero sin curar el mal revolucionario, y además, aceptando numerosas “reformas liberales” como el Código Napoleonico. 

Por otra parte, las decisiones del histórico Congreso de Viena que cimentaron el futuro de Europa, indignaron profundamente al Conde. De Maistre entendía muy bien que la “Restauración”
basada, no sobre la fe sino sobre la diplomacia y las fuerzas políticas, no iba a resistir mucho tiempo a la influencia revolucionaria. La evidente debilidad de las monarquías restauradas mostraba claramente que no había cesado la infiltración masónica de las Cortes Reales, sino que por el contrario, había progresado.

“Sería un grave error el creer que el Rey de Francia ha sido repuesto en el trono de sus antepasados: en efecto, él ha subido al trono de Bonaparte. Al principio la Revolución fue democrática, luego oligárquica, hoy es monárquica, pero ella sigue su camino.”

La política restauradora, según de Maistre, no golpeaba el corazón del monstruo de numerosas cabezas, no destruía las raíces de la subversión sino que se limitaba a oponer una revolución nueva y “moderada” a la antigua revolución radical: y con estas palabras lapidarias afirmaba: “La Contra-Revolución no será una revolución en sentido contrario, sino lo contrario de la Revolución”. Es decir,
el restablecimiento integral del Orden Cristiano.

En 1817 por fin el conde regresó a su Patria, llegó a París donde fue acogido con entusiasmo por los medios monárquicos que en él veían al profeta de los principios de la “Restauración”, mientras que, paradójicamente, era recibido con cierta frialdad por Luis XVIII que temía las críticas corrosivas a la Constitución de 1814, en la cual el Rey Borbón había mantenido importantes “reformas” revolucionarias.

La Divina Providencia le hizo encontrar a otro gran enemigo de Napoleón, el venerable padre Pío Brunone Lanteri, fundador de las “Amistades Cristianas”, la más influyente asociación contrarrevolucionaria de la época que lo admitió como miembro en 1817; desde allí trazó una especie de breve manifiesto programa en su carta al Conde Stolberg.

En medio del embarazoso silencio de los discípulos de la Restauración que habían fundado la “santa alianza” sobre un compromiso entre las diferentes Casas Reales y la secta masónica, basada en una religiosidad deista y un interconfesionalismo equívoco, el mensaje del Conde fue recibido como una teoría irrealista, mientras que en ese tiempo el revolucionario Talleyrand, con su diplomacia de ilusionista conseguía hacerse seguir incluso por los reaccionarios. 

Por el contrario, el Conde de Maistre, por su intransigencia lúcida y realista, era despreciado, item más, por la realeza que, sin embargo, él había defendido. El se daba cuenta que los abandonos de los gobiernos de la “Restauración” apresuraban la crisis de los Tronos y el regreso con fuerza de la tempestad revolucionaria y escribía: 

“... La Revolución es más terrible que en los tiempos de Robespierre: creciendo se ha perfeccionado. No ha sido vencida sino que sigue en pie: avanza, corre, se eleva...”. La historia le daría
la razón.

Actualmente todo el mundo admite que la influencia del pensador de Saboya ha contribuido en forma determinante al desarrollo cultural que condujo a la condena de los errores de la Revolución francesa y del liberalismo filosófico-político, condenas formuladas en las encíclicas de León XIII y San Pío X. Igualmente se le debe
el renacimiento general de los estudios políticos en el ambiente católico, después de un tiempo bastante prolongado en el cual habían sido descuidados o simplemente abandonados a corrientes de pensamiento extraño, por no decir hostil a la tradición auténticamente católica.

§ 3.- Antecedentes históricos de la Pseudo-Restauración

Todas las herejías que han tratado de cambiar la doctrina católica constituyen, para la Revolución en la Iglesia, antecedentes muy instructivos.

Particularmente interesante es la analogía entre la Pseudo Restauración y las alternativas político-sociales inventadas por los humanistas contra la Cristiandad medieval.

Etienne Gilson, en su libro “Metamorfosis de la Ciudad de Dios”, (16) en cierta forma ofrece una analogía de las cristiandades alternativas al Orden Social encarnado en la Edad Media bajo la mirada vigilante del Magisterio romano.

La Revolución humanista es la verdadera ruptura con la concepción cristiana del mundo; ella contiene como en germen todo el potencial de las Revoluciones sucesivas que han ido devastando al mundo, y hoy día a la Iglesia. 

Los humanistasestando más próximos y siendo mejores conocedores de la Cristiandad que nosotros, supieron mejor que nadie dónde y qué veneno inocular.

Gilson ve en el franciscano inglés Roger Bacon (17) la cabeza de la Revolución cultural humanista en el siglo XIII. En sus escritos trata de difundir la idea de unificar todos los pueblos, la sabiduría debiendo guiar al universo. En el “Compendium” hace la crítica de los defectos de la sociedad medieval y propone una teoría de unificación del mundo. Ahí plantea el siguiente problema: ¿cómo hacer que la fe sea universal? ¿Por qué camino la Iglesia puede obtener este resultado? (18).

Bacon propone apelar a los conocimientos naturales y a lo que todas las religiones tienen en común. Gilson dice: “La doctrina de Bacon marca la primera metamorfosis caraterizada y difícilmente discutible de la noción de Ciudad de Dios."

(...) Si la Ciudad de Dios llega a ser la Iglesia, los Estados serán la Ciudad terrena, entonces la Iglesia debe absorber los Estados con el fin de mantener la unidad de una sola Ciudad. Para evitar esta dificultad, Roger Bacon parece haber sentido la necesidad de incluir efectivamente todo el saber humano en la sabiduría cristiana
para asegurar el triunfo universal de la fe.” (Cf.op. cit. Cap. III, pp.106-108).

El segundo pensador examinado por Gilson es Dante Alighieri. En sustancia, su teoría de la sociedad universal, todavía con estructuras imperiales, sustrae lo temporal a la autoridad espiritual al hacer autónoma la autoridad del Emperador respecto a la del Papa. “La sociedad universal por él prevista será pluralista” dice Gilson, opuesta al modelo concreto en el cual él vivía.

En “De Monarchía”, Dante abre el camino haciendo la apología del Imperio como único medio de evitar la guerra y crear la paz. El exagera los favores divinos y las virtudes naturales del pueblo romano.

Al comentar “De Monarchía” Gilson escribe:” Una tesis semejante no podía satisfacer a los legisladores franceses (...) ni a los teólogos ansiosos por asegurar la autoridad del Papa sobre el Imperio... porque esta misma es la que Dante pone en duda.

Si Roma debe a la naturaleza y a Dios el haber conquistado el imperio del mundo no se ve bien con qué derecho el Papa tendría jurisdicción sobre él... Dante afirma que de hecho el Imperio depende directamente de Dios solo”.

En resumen Gilson: en la teoría del sol y de la luna (el Papa y el Emperador), algunos sostienen que, como la luna recibe la luz del sol, así el emperador recibe la autoridad del Papa; aquellos se equivocan, dice: el Emperador sólo recibe una luz que lo ayuda espiritualmente en el ejercicio de su autoridad. (Uno está tentado de
reconocer la teoría de la inspiración cristiana de la sociedad cara a Maritain y al Opus Dei).

Así en la teoría de las dos espadas, Dante niega que los dos están en manos de Pedro. Y concluye que “el Papa y el Emperador dependen directamente sólo de Dios.” Gilson termina diciendo: “Esta plena autonomía de lo temporal, permite a Dante, por primera vez, parece, el ideal del género humano verdaderamente universal...

En la jerga política de la Tercera República Francesa, se dirá que el Imperio universal de Dante es “neutro” y que su mismo laicismo cimienta su universalidad. Todos los hombres están llamados a integrarlo sin distinción de raza o de religión

(...) He aquí por qué la distinción entre el Imperio y la Iglesia se modifica aquí por una distinción correspondiente entre filosofía y teología, razón y revelación. Su “laicismo” alcanza aquí un “racionalismo” que es su misma condición.
Haciendo de la razón filosófica la luz propia de lo temporal, Dante descartaba la dificultad opuesta a la constitución de una sociedad universal del género humano por el particularismo de las religiones.

Estamos en el siglo XX, ya no hay “Monarquías” y los pueblos están todavía preguntándose cómo unirse. No se podría reprochar al altísimo poeta de no haber encontrado desde el siglo XVI, respuesta a nuestros problemas.

Dante aceptaba implícitamente dos postulados... El primero que la razón natural sería, por sí sola, capaz de alcanzar el acuerdo entre los hombres sobre la verdad de una misma filosofía.... Peor aún es el segundo error que comete en su manera de entender la subordinación de lo temporal a lo espiritual.

¿..Puede haber un imperio universal, sea cual sea su forma política sin que se subordine a Dios a través de la jurisdicción de la Iglesia, dentro de la cual, lejos de perder su autonomía, hallaría su razón de ser? Puede haber Iglesia sin que haya unidad política en la Tierra; pero ¿puede haber unidad política sin que haya reconocimiento, por parte de lo temporal, de la autoridad directa de lo espiritual, no solamente en el terreno de la moral, sino también en la política? A partir de Dante, nadie podrá en adelante ignorar que esta es la cuestión.”

El tercer autor que Gilson estudia es el Cardenal alemán Nicolas de Cues (1401-1464), un verdadero precursor de la Iglesia Conciliar, una autoridad en la materia.

“El mensaje de Nicolas de Cues es muy sencillo”, Gilson lo expone así:
“...Desde que sabemos cómo es concebida la universalidad de la religión cristiana, no podemos menos que estar sorprendidos de una tan maravillosa impunidad” (19). (La tolerancia del error es una característica de la Revolución humanista, n.d.l.r.)

La religión es un factor de unidad, pero las religiones son un factor de división. Hace falta, por tanto, que haya una sola religión, y el Cardenal no duda un instante en que ésta no pueda ser la religión Católica, apostólica y romana, pero tampoco duda en que son necesarios ciertos arreglos para que pueda alcanzar a las demás
religiones. Esta es precisamente la tesis que defiende en “De pace fidei” (1454). (20)

Su principal preocupación son las guerras de religión. (21)
Horrorizado por esta idea durante varios días, tuvo al final una visión (22), que le revela el modo de poner fin a estas disputas religiosas. Si reuniéramos en un Congreso algunos hombres dotados de reconocida inteligencia y respaldados por las diversas religiones que hay en el mundo ¿no se hallaría entre todas ellas un mínimo acuerdo real, sobre el cual pudiera establecerse una paz duradera? El tratado de Nicolás de Cues es como el “glosario” oficial de este congreso celestial de las religiones.

“Cese el odio, el sufrimiento y la guerra, y todos conocerán que sólo existe una religión con diversidad de ritos. Si esta diversidad de ritos no puede ser suprimida, o si es mejor que perviva para que los pueblos rivalicen en el culto a Dios, pueda haber, al menos, así como Tú mismo eres Uno, una sola religión y un solo culto divino. 

¡Señor, sé indulgente! Tu cólera es amor y tu justicia compasión. Tén piedad de tu frágil criatura.”

Nos encontramos con frases de nuevo cuño y, para esa época, literalmente sorprendentes. En primer lugar aquélla donde se manifiesta el sentimiento ecuménico de Nicolás de Cues: es a un sólo y un mismo Dios al que las diferentes religiones sirven de diferentes maneras y que llevan nombres diferentes. 

En segundo lugar, esa otra donde se afirma con tanta energía la tesis fundamental: a pesar de la diferencia entre las diversas confesiones religiosas, sólo hay una religión.” (23)

Continúa hablando a los miembros del congreso: “El Señor tuvo piedad de su pueblo y decidió reducir mediante un entendimiento pacífico todas las diferentes religiones a una sola religión, cuya unidad ya nunca más sería rota. A vosotros, Delegados, Él ha encargado el cumplir este proyecto. Para ayudaros, Él confiará a
los ángeles de su corte vuestra protección y vuestra conducción. Como el lugar más conveniente para esta reunión Él designa Jerusalén... “.

Gilson continúa: “A decir verdad, el griego mismo es el primero que duda en que la Asamblea general de las religiones pueda llegar a ponerlas de acuerdo. ¿Un pueblo podría aceptar otra religión que aquélla por la cual ya dio su sangre? A lo cual el Verbo responde que para ningún pueblo se trata de adherirse a una fe nueva, sino de tomar conciencia de la fe común que ya les une.

Aquí termina el libro sobre “De pace fidei” (La paz de la fe) del Card. Nicolás de Cues, a quién nadie puede acusar de timidez espiritual ni de estrechez de vista.

Este pequeño libro es doblemente sorprendente porque fue publicado y porque la Iglesia nunca lo condenó...” (Esto nos lleva a pensar que el “espíritu de Asís” continuará porque viene de lejos).
Otro humanista llama la atención de Gilson: Tommaso Campanella (1568-1639). Él nos da una síntesis de su pensamiento:

“La Ciudad del Sol debe extenderse a toda la tierra...; propone la idea de una reforma de la república cristiana... donde se encuentra a Moisés, Osiris, Júpiter, Mercurio, Mahoma y otros más, y en un lugar de honor estarían Jesucristo y los Doce Apóstoles...

No nos espantemos (...) de ver a Jesucristo por encima o no de la humanidad, colocado con Mahoma, y entre los grandes iniciados. Desde Roger Bacon y Nicolás de Cues, la diversidad de las religiones aparecía a más de uno como un hecho con el cual se debía contar...

En esta Ciudad del Sol (...) reina la comunidad de bienes e incluso de las mujeres (...)a las que el mismo impetuoso Tertuliano había creído que debía excluir. (...)

Campanella le corrige: las mujeres también. Sin ser la abadía de Thélème (lugar en el que también se practican los cultos
tradicionales ¡pero en privado! n.d.l.r.), la Ciudad del Sol, excluye de sus claustros todo exceso de ascetismo, y el sincretismo religioso extrañamente liberal que ahí se cultiva no es enemigo de los amores y de los placeres... Es enemigo de Aristóteles...
Sin duda se exageraría si se dijera que él sueña con una religión natural para reemplazar al cristianismo, porque quiere llevar al cristianismo a los límites de la religión natural.

Campanella considera aquí la reforma, si no del cristianismo, al menos de la teología y de la vida cristiana, por la eliminación de todo lo que ahí se introdujo de contrario o de extraño a la ley natural salvo los sacramentos.

...Los solares, aun no siendo cristianos, están sin embargo cercanos al cristianismo (...) sus doctrinas y sus costumbres se pueden llamar perfectamente complementos cristianos... (¿Maritain habría tomado de ahí sus teorías? Ver “Humanismo integral”, cap.5,§1-5, n.d.l.r.).

Se ve en T. Campanella, a veces a un cristiano sincero... a veces un deísta que se empeña en destruir las mismas bases del cristianismo......la invención de la brújula, de la prensa, de las armas de fuego, anuncia la  unificación del planeta, sin duda hay que arrancar antes de plantar y derribar antes de construir.

Los biógrafos de Campanella no se ponen de acuerdo en este punto. Unos (...) no ven en él más que un teólogo casi ortodoxo (...) otros entienden su obra como una tentativa de naturalizar completamente el dogma y dar así a los hombres con qué fundar una sociedad universal.

Campanella había creído realizar al menos dos descubrimientos. Primero, que la sociedad espiritual de la Iglesia se debía metamorfosear en una sociedad temporal de todos los pueblos de la tierra... Luego, que esta transposición de la ciudad de Dios al plano de la ciudad de los hombres implicaría otra referente al lazo
común de la ciudad futura: Este lazo por lo demás no podía ser otro que el de la fe, a menos que la misma fe aceptase convertirse en razón.

§ 4.- El perfeccionamiento de Maritain

Maritain nos ayuda a comprender la Pseudo-Restauración porque se puede decir que él hace pasar la “poesía” humanista de la “utopía a la ciencia”.

No quedará a los Papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II más que concretar el “modernismo real” con todas sus metamorfosis.
Maritain, después de haber criticado al humanismo clásico, demasiado antropocéntrico, y a la Cristiandad de la Edad Media demasiado teocrática, crea la alternativa de un humanismo cristiano y el ideal histórico de una nueva cristiandad.

En el capítulo 4, § 1, “El humanismo integral”, nos recordará que la nueva cristiandad es “un cierto régimen común temporal cuyas estructuras muestran, según grados y modos muy variables, la impronta de la concepción cristiana de la vida.

No hay más que una verdad religiosa integral; sólo hay una Iglesia Católica; puede haber civilizaciones cristianas y cristiandades diferentes.

Al hablar de una nueva cristiandad, hablamos de un régimen temporal o de una edad de civilización cuya forma animadora sería cristiana, y que correspondería al ambiente histórico de los tiempos donde entramos.(24)

A) El ideal histórico de la cristiandad en la Edad Media.
La descripción que hace Maritain del orden cristiano es admirable: En efecto, para destruir algo hay que conocerlo íntimamente.

En el Cap. 4, §3, nos presenta la idea del Santo Imperio o de la concepción cristiana y sagrada de lo temporal. He aquí las dos ideas dominantes:

1.- La fuerza al servicio de Dios;
2.- La civilización temporal era en cierta forma una función concreta de lo sagrado, implicando imperiosamente la unidad de religión, es decir una religión única, exclusiva (el pluralismo religioso no podía sino debilitar la unidad). Esto se resume en una idea: El “Sacrum Imperium”; un hecho histórico lo prepara: el
Imperio de Carlomagno.

Cinco notas caracterizan esta concepción cristiana y sagrada de lo temporal:

I.- La unidad orgánica. Esta unidad está fundada en el nivel más alto: La Religión Católica; ésta es muy visible entre el rey y el pueblo francés, como entre el rey y el pueblo español, y cuando se pierde este ideal religioso comienza la decadencia.

La característica de la Edad Media es el esfuerzo por unificar el mundo, en lo temporal bajo la autoridad del emperador, y en lo espiritual, por la Iglesia, bajo la autoridad del Papa.

Las disputas, como dentro de una familia, no rompían la unidad. El centro de la unidad estaba colocado muy alto, lo más alto posible: en lo espiritual, la Religión estaba en los corazones y la unidad política era la consecuencia y su manifestación pública.

Los Papas conocían esta necesidad y querían una gran unidad doctrinal, teológica, y filosófica, cuyo centro era la Universidad de París. Los Papas la sabían necesaria y deseaban una gran unidad política de los pueblos cuyo centro supranacional era el Emperador romano germánico.

II.- El predominio efectivo del papel ministerial de lo temporal. “Lo que es del César”, siendo distinto de lo que es de Dios, era lógicamente usado como instrumento de la religión: por ejemplo el brazo secular, el rey, llamado “el obispo del exterior”, las cruzadas.


"Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba las naciones... Hoy sólo quedan los monumentos..." (León XIII, Inmortale Dei).

III.- Empleo de la estructura temporal para fines espirituales. Las instituciones del Estado están al servicio de la religión (la Justicia, el Ejército, la policía, etc). Por ello, lo herético no era sólo herético sino destructor, agente de subversión del fundamento espiritual sobre el cual reposa el edificio social.

IV.- La diversidad de las categorías sociales. Se concibe la autoridad temporal de acuerdo al tipo de la autoridad paterna, sacralizada por la fe y heredada del “pater familias” romano. El rey es el padre del pueblo.

Como el hijo objetivamente es inferior al padre, así ocurre con las diferentes clases sociales. La sociedad del trabajo es una extensión de la sociedad doméstica.

La corporación es una familia unida para trabajar, ella une al patrón y a los obreros que pueden ser ricos o pobres, pero no se podía concebir, como hoy, la existencia de una clase obrera reducida al rango de la máquina.

Esta estructura jerárquica feudal tiene la flexibilidad orgánica propia de la vida familiar, a veces brutal, como puede ser un padre, pero que no permite la indiferencia ni el desprecio que conoce el obrero en el mundo moderno. 

El principio de autoridad en la Edad Media procede del modelo creado por la orden benedictina: El Abad es el padre, modelo de la autoridad revestido de un carácter sagrado, y los monjes son sus hijos.

V.- Una obra para construir en común: El Imperio para Nuestro Señor Jesucristo. Todos trabajan para el mismo fin: construir una estructura social al servicio de Nuestro Señor Jesucristo, es la política bautizada.

Después de haber dicho todo esto, Maritain describe, muy superficialmente la revolución que destruye al orden cristiano y que engendra un estado de desorden y de angustia. Y añade: “Las consideraciones precedentes muestran en todo caso cuál es el interés para nosotros en imaginarnos un tipo de cristiandad específicamente diferente del tipo medieval y gobernado por otro ideal histórico que el del Sacro Imperio. 

En este punto alcanzamos lo que será el objeto del próximo capítulo, donde quisiéramos caracterizar, en su contraste con el ideal cultural medieval, el ideal de una nueva cristiandad tal como puede concebirse hoy” (pág. 174).

B) El ideal histórico de una nueva cristiandad.
Según Maritain (cap .5, §1) la nueva cristiandad se funda sobre los mismos principios católicos, pero desea una concepción “profano-cristiana” y no “sacracristiana” de lo temporal.

Este ideal se opone tanto a la Edad Media como al liberalismo y al humanismo antropocéntrico: es un humanismo integral.

“Ésta no sería ya la idea del imperio sagrado que Dios posee sobre todas las cosas, sería más bien la idea de la santa libertad” (pág. 176).

I.- Pluralismo jurídico.
“Pero es en el dominio de las relaciones entre lo espiritual y lo temporal que el principio pluralista que nosotros creemos característico de una nueva cristiandad encontraría su aplicación más significativa. El primer hecho central, el hecho concreto que aquí se impone como característica de las civilizaciones modernas por oposición a la sociedad medieval; ¿no es acaso en los tiempos modernos en donde una misma civilización, un mismo régimen temporal de los hombres admita en su seno la diversidad religiosa? (25).... Aquí hay que invocar el principio pluralista del cual hablamos, y aplicarlo a la estructura institucional de la ciudad... y en consecuencia aplicar el principio del mal menor.

... y que por consiguiente, la ciudad se decida a acordar a las diferentes familias espirituales que habitan en su seno, estructuras jurídicas...

Por tanto, es hacia la perfección del derecho natural y del derecho cristiano que se orientaría, aún en sus grados más imperfectos y más alejados del ideal ético cristiano, la pluriforme estructura jurídica de la ciudad.

... De este modo la ciudad sería vitalmente cristiana y las familias espirituales no cristianas, gozarían de una justa libertad”. (26)

El estímulo político es esencial para este nuevo orden temporal que ya no se fundamenta en la fe católica sino sobre una orientación, una aspiración. En efecto, para que el rey o los elementos políticos ilustrados sean buenos y virtuosos, hay que suponerle los dones de la gracia y de la caridad, aun cuando sus súbditos los ignoren o no conozcan la fe católica. De ahí se sigue que una tal sociedad está bajo el reinado de Cristo; y el principio de la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo es aplicado (¡sic!) de la misma manera que aquel otro según el cual no se puede edificar nada sin Cristo (¡resic!).

Según Maritain, a diferencia de la Edad Media, el lazo que mantiene unida a la ciudad pluralista ya no es la unidad máxima en la fe y sus intereses, sino que muy al contrario, una unidad mínima en la persona y sus intereses temporales. Esta sociedad sin unidad en la fe y la religión puede llamarse cristiana a pesar de reunir
en su seno a no cristianos... Esta concepción de la ciudad se halla muy lejos del liberalismo porque reconoce la necesidad de la religión y de la Edad Media, porque admite la heterogeneidad, el pluralismo.

En la cristiandad de la Edad Media, la unidad política participa de la unidad de la Iglesia, y la fe es la fuente de donde brota dicha unidad. Habiendo destruido esta unidad la reforma protestante, la filosofía busca cumplir la función que cumplía la Iglesia. Esto es lo que obsesiona a Descartes, a Leibniz, Hegel, Comte; sin embargo
el fracaso es patente; la filosofía siempre da lugar a numerosas contradicciones.

Se debe renunciar a buscar la unidad en la fe, como ocurría en la Edad Media, en la razón como intentara Leibniz, en la filosofía positiva objetivo de Comte, o en un mínimo moral kantiano, invocado en Francia por los primeros teóricos del laicismo.

La simple unidad en la amistad no basta para constituir el cuerpo social; hace falta una forma. Si esta forma es cristiana, entonces prevalece la concepción cristiana frente a la manera profana y pluralista expuesta antes.

Esto se puede alcanzar, continúa Maritain, si se encuentran hombres capaces de comprenderla y de explicarla a los demás, si la división filosófica y religiosa de la civilización es superada, así como las fuerzas violentamente opuestas al cristianismo, los prejuicios exclusivistas del cristianismo histórico y por fin las corrientes irracionales de las masas.

II.- La segunda nota.
La podríamos definir como una concepción cristiana del Estado profano o laico, es decir la afirmación de la autonomía de lo temporal en tanto que fin intermedio.
En la Edad Media, lo temporal a menudo era simplemente un 
medio, un instrumento en relación con lo espiritual.
En el transcurso de los tiempos modernos, se ha independizado de lo espiritual, de lo sagrado y, en una relación de autonomía que excluye su instrumentalización, ha llegado a su mayoría de edad.
“... y esto además es una ganancia histórica que una nueva cristiandad debería conservar. No es, ciertamente, ¡que la primacía de lo espiritual sería algo desconocido!

Lo temporal estaría subordinado o postergado a lo espiritual, no ya, sin duda, a título de un agente instrumental como ocurría a menudo en la Edad Media, sino a título de agente principal menos elevado; no ya que el bien común terreno fuese tomado, ante todo, como simple medio para la vida eterna, sino que se lo tomaría como lo que es esencialmente a este respecto, es decir, como fin intermedio y subsidiario.

Subordinación real y efectiva, -esto contrasta con los modernos conceptos galicanos o liberales; pero subordinación al fin y al cabo, que ya no tiene en ningún caso la forma de la simple ministerialidad, - y esto es lo que contrasta con la concepción medieval.

Así surge y se aclara la noción de ciudad laica vitalmente cristiana o de Estado laico cristianamente organizado”. (27)

III.- La libertad de la persona.

La persona goza en cierta forma de una “extraterritorialidad” que relaciona lo político con lo temporal. (Nosotros nos preguntamos: ¿Qué hay de la “extraterritoialidad” en relación a las consecuencias públicas y políticas de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo? n.d.l.r.).

Aquí encontramos el segundo hecho central, el del orden ideológico, por el cual los tiempos modernos se oponen a la Edad Media. El mito de la fuerza al servicio de Dios, se lo ha reemplazado por el de la conquista u obtención de la libertad”. (28)

(12) Ver Giancarlo Zizola: “La Restaurazione di Papa Wojtila”, pág. VII. Ed. Laterza. 1985.
(13) Filipo Gentilioni, “Il manifiesto”, 10.12.1985.20
(14) Ver “Notas sobre la Revolución en la Iglesia”, cap. 7. Zapotiltic, México.
(15) Aquí se encuentra el meollo del error del Cardenal Ratzinger: el juicio sobre el mundo
moderno y sobre la Revolución. Lo demás es consecuencia lógica.
(16) Etienne Gilson. Metamorfosis de la Ciudad de Dios. Ed. Troquel S.R.L. pág. 93. Buenos
Aires 1954.
(17) Condenado en 1277 por el Capitulo General de la Orden Franciscana.
(18) Ver el ensayo de Mons. Lefbvre sobre el nuevo método para evangelizar la fe. “El golpe maestro de Satanás
(19) “Su irenismo concuerda de forma simultánea con su concepción de Dios, como unión de los opuestos y de los extremos. Dado que Dios es infinito, es al mismo tiempo lo máximo y lo
mínimo. (La “docta ignorantia” que es el intelecto de la fe, hace, evidentemente, más fácil la conciliación de las diferentes religiones). Dios es el ser y el no-ser, la luz y las tinieblas, etc. De ahí nace una “teología circular” que, continuando con la de Denys, nos conduce a esta ignorancia que es el “intellectus” místico. De ahí surge, también, una concepción de la Iglesia como unión de las almas en la fe en Jesucristo” (“De docta ignorantia”, I.4. y III, 11 y 12, citados por Gilson). Ésta es la teoría de las doctrinas ocultas que afirma: “El ser eterno es el todo y la nada, lo mejor y lo peor, el amor y el odio, las sombras y las luces” (“Revista Internacional de las Sociedades Secretas, tit. XVII, 1928, pág. 373). 
El Padre Julio Meinvielle decía que Nicolás de Cues “recibió la influencia de la Cábala, aunque sea de forma indirecta, a través de diversas corrientes”. (J. Mein-
vielle, “De la Cábala al progresismo”, Ed. Epheta, Buenos Aires, 1994, pág. 181). [Hay materia suficiente para escribir un libro sobre la diferencia entre la falsa y la verdadera mística, recomendada por el Magisterio Romano. La Revolución trata de esconderse en lo incomprensible.]
(20) Ver la tésis de Maritain, “Humanismo Integral”. cap. 4 tit. 2 y 3.
(21) Es una constante de la Revolución el utilizar el peligro de la guerra para obtener todo tipo de compromisos: el objetivo es la paz; el medio, la unificación; (Juan XXIII “Pacem in Terris”, Juan Pablo II “El bien supremo de la Paz”. Oss. Rom. 6/1/1991; Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Eslovena: “Vivimos una época muy peligrosa, la era atómica. No hay más salvación que la que nos viene por la fraternidad universal” (Oss. Rom. 29/2/1984).
(22) Hace mención de una revelación privada para contradecir al Magisterio Romano. Hoy en día también los Papas del Concilio Vaticano II tienen necesidad de hablar de un nuevo Pentecostés
para justificar todos los cambios.
(23) Ésta es la tesis del esoterismo. Ver la “La Tradizione Cattolica”, año 1, no 4, Montalenghe 1986. pág. 7. San Leonardo de Brindes durante la cruzada contra los musulmanes, en Alba Reale.
"... La religión de Jesucristo... se extendía gracias al favor de los príncipes y a la sombra de la protección que los gobernantes le daban" (León XIII, "Inmortale Dei").
(24) Jaques Maritain, “Humanisme integral", Ed. Montaigne, Paris 1945, pág. 144.Símbolos del Sacro Imperio Romano.
(26) Maritain, “Humanisme integral”, pág. 179.
(27) Maritain, “Humanisme integral”, pág. 19038

La Seudo-Restauración “La tercera nota característica de una Nueva Cristiandad concebible, sería, con esta insistencia sobre la autonomía del orden temporal, una insistencia también en la extraterritorialidad de la persona respecto a los medios temporales y políticos.
(28) Maritain, “Humanisme integral”, pág. 191