Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
El Sagrado Evangelio contiene una amonestación que hizo Cristo a sus
discípulos, persuadiéndoles que se guardasen de los falsos profetas, que venían
a ellos con pieles de ovejas y en la verdad eran lobos carniceros, a los cuales
habían de reconocer por sus obras y no por sus palabras; porque no es digno de
crédito ni del cielo el que solo confiesa a Dios con la boca, sino el que hace
su voluntad y la pone por obra.
Punto I.- Considera lo primero, que Cristo nuestro Señor te encarga que
atiendas y cuides de tu alma, y que sea este el primer desvelo de tu corazón,
atalayar y mirar con quien tratas y con quien hablas, qué palabras te dicen,
qué consejos te dan y qué doctrina te enseñan, no suceda que te engañen y
caigas en errores por tu descuido. Atiende también a los pensamientos que
llaman a las puertas de tu corazón, porque aunque parezcan buenos al principio,
suelen rematar en mal, y muchas veces el demonio se finge ángel de luz para
engañar. ¡Oh, Señor! Dadme prudencia y conocimiento de la verdad, y discreción
para discernir entre lo bueno y lo malo, y gracia para que siempre vele y nunca
me descuide en lo que tanto importa, como es mi alma y tu servicio.
Punto II.- Considera lo que dice Cristo, que muchos vienen con piel de
oveja y en lo interior son lobos carniceros; atiende y considera su tú eres de
estos; mira si en lo exterior eres cristiano, y en lo interior pagano e infiel,
y aún peor en las costumbres. Mira si tienes nombre y profesión de religioso o eclesiástico, y en la vida eres peor que
muchos seglares que viven mejor que tú, y la tuya no conviene con tu estado; ni
lo interior con lo exterior. ¡Oh, pecador! Qué cuenta darás a Dios, que sabe
todas tus maldades, y juzgará rectísimamente, y mirará no a lo exterior como
los hombres, sino a lo interior del alma y el espíritu en que consiste la
verdadera virtud. Piensa esto despacio y pídele a Dios gracia para corregir tu
vida, y vivir en lo interior y exterior en sus ojos y conforme a Su Santísima voluntad.
Punto III.- Considera lo que dice el Salvador, que el hombre se conoce
por las obras como el árbol por el fruto. Mira cuáles han sido las tuyas en tu
vida y qué frutos hallará en ti el Señor de la viña, cuando venga a recogerlos.
Abre los ojos y mira tú pobreza en el acatamiento del Señor, y que en lugar de
fruto de buenas obras has dado cardos y espinas de vicios y pecados; llora tu
vida pasada y saca de aquí propósitos muy firmes de enmendarla, y de recuperar
en lo porvenir lo que has perdido en el pasado.
Punto IV.- Considera lo que añade el Redentor, que no todos los que le
llaman Señor y los que le alaban con la boca, entrarán en el reino de los
Cielos, sino los que hacen la voluntad de Su Padre celestial. Pondera la
importancia de entrar en el cielo, y qué desgracia sería si fueses excluido de
él, y no se permitieran entrar y medita lo que pide el Señor para merecer aquel
reino, que es hacer en esta vida Su voluntad. Atiende cuál es la que tienes que
cumplir según tu estado y profesión, y resuélvete a ejecutarla con todas las
veras posibles sin tardanza. Ofrécete al Señor para hacer en todo y por todo su
santa voluntad, desnudándote de la tuya, sin tener otro querer o no querer más
que lo que su Divina Majestad quiere o no quiere.
Considera cómo Cristo te ha plantado en el paraíso de su Iglesia para
que des fruto de buenas obras y tú le das de malas; y si mandó arrancar la
higuera infructuosa, ¿Qué hará con la espinosa? ¿Qué juicio te espera, y qué
sentencia dará contra ti el Señor? Tiembla de sus juicios y de la cuenta que te
ha de pedir de tus obras, y ruégale con lágrimas que te de tiempo y gracia para
mejorarlas.