Al cardenal John Fisher, arzobispo de Rochester, Enrique VIII lo mandó
decapitar en el siglo XVI por odio a la fe católica y al primado del Romano
Pontífice. Fue compañero de martirio de Santo Tomás Moro y estaba completamente
aislado.
En la Iglesia de Inglaterra hubo una defección general y uno de los
aspectos más pavorosos de la protestantización de Inglaterra fue precisamente
la apatía y la facilidad con que la masa de los católicos ingleses se pasó al
protestantismo. Es decir, por un simple interés de carácter político, por una
simple conveniencia personal y profesional, cambiaron infamemente de religión.
Y esto normalmente, sin dramas de conciencia ni nada, lo que prueba que toda la
estructura religiosa de Inglaterra estaba podrida. La iglesia inglesa se colocó
cómodamente en manos del poder temporal. Con esto, hizo una especie de pacto
con la indiferencia del mundo, con las ventajas del mundo, un pacto para
aceptar la temporalización y laicización. Tomó una actitud pre revolucionaria,
o sea que estaba completamente infestada del espíritu revolucionario cuando
vino Enrique VIII e hizo el cisma contra el Papa. Y entonces la Iglesia en
Inglaterra, ya preparada por una larga putrefacción anterior, se derrumbó.
La crisis actual de la sociedad y la apostasía general en la Iglesia
provocada por el modernismo se asemeja a la apostasía de Inglaterra. ¡Cómo
estas cosas vienen de lejos, y cómo son las sucesivas traiciones las que
preparan después las grandes catástrofes! Antes de aparecer la herejía
modernista hubo todo un enmohecimiento del elemento católico, derivado de una
actitud de inercia frente a las posiciones de la Revolución Francesa. Adhesión
sin restricciones a las formas democráticas más impregnadas del espíritu de
Rousseau, adhesión a la separación entre la Iglesia y el Estado, adhesión
perezosa y miope a toda la atmósfera moderna que fue invadiendo la sociedad.
Con esto, un estado de atonía, de indiferencia doctrinal, de simpatía hacia
toda especie de errores, un estado de cosas que después fue conduciendo
naturalmente para una combustibilidad cuando apareció la primera llama del
progresismo. Entonces, vemos hoy la masa de católicos sumergirse también en un
cambio de religión, en virtud de concesiones que se habían preparado hace mucho
tiempo. Es la historia que se repite, son los grandes procesos de atonía y
tibieza, de decadencia, de indiferentismo, que preparan después a toda la masa
católica para la apostasía actual.
Pero a pesar de la frialdad e indiferencia de la humanidad, la Iglesia como institucion Divina permanece santa. Es en la Iglesia donde
encontramos los mártires y los hombres de admirable carácter, que prefieren sufrir cualquier cosa a ceder ante el enemigo de Dios y de Su reino, como San Juan Fisher, exponiendo la
propia vida para mantenerse fiel a la Iglesia y a sus dogmas.