Cuando el Padre de San Roque supo que estaba cerca la hora de su muerte,
mandó llamar a su hijo y le dijo:
*Hijo mío, ha llegado la hora en
que he de salir de esta vida llena de turbaciones y miserias, para ir a dar
cuenta a Dios, e ir a gozar, si me hace misericordia, del reino sempiterno con
Él. No quiero irme sin darte algunos avisos que te serán muy provechosos para
pasar tus días en la inocencia y la piedad.
-Esmérate sobre todo en servir a
Dios.
-Represéntate muy a menudo los
padecimientos y tormentos que sufrió Jesucristo por nuestra salvación.
-Huye de la avaricia, que es la
fuente de toda especie de pecados.
-Socorre con todos tus alcances a
las viudas, los huérfanos y demás personas desamparadas.
-Sé el ojo del ciego, el pie del
cojo, el padre de los pobres, y queda bien persuadido de que, consagrando a
estas obras de misericordia los cuantiosos bienes que te dejo, te has de
granjear la gracia de Dios y las bendiciones de todos.