INTERVENCIÓN DIVINA EN LAS CRISIS DE LA IGLESIA
R. P. Arturo Vargas
TRIUNFO MUNDIAL DE LA HEREJIA.
El Patriarca hereje de
Constantinopla recibió la carta del Papa como una victoria completa para su
tesis, utilizando para su causa la autoridad del Papa y el deber que todos los
fieles tenemos de obedecerlo, como cabeza suprema de la Iglesia.
(Situación
que se planteó a los mismos fieles después de Concilio Vaticano II, con las
consecuencias que ya nos son conocidas y resumidas por estas palabras de Mons.
Lefebvre “Queridos amigos Roma perdió la fe, Roma va hacia la apostasía”
(octubre de 1987) por desgracia no podemos afirmar lo contrario, con gran
consternación vemos como la Roma actual ya no es la Maestra de la Verdad sino
maestra de la herejía modernista que resume en si a todas las herejías a las
que la Iglesia se ha enfrentado durante toda su historia. Hoy como antes se nos
pide obediencia, obediencia que no tiene razón de ser por ir en contra de la
Verdad Única ni tampoco la puede imponer la congregación San Pio X si se quiere
conducir a los fieles a un redil que ya no es el de Nuestro Señor Jesucristo so
pena de la negación de los sacramentos para aquellos que no están de acuerdo
con ellos, es lamentable, es lamentable…)
Lo que desgraciadamente fue un golpe demoledor para la causa ortodoxa,
clérigos y seglares hasta el momento firmes en la ortodoxia, al ver que el Papa
Honorio I apoyaba al Patriarca Sergio y desautorizaba la labor de San Sofronio,
consideraron un deber de conciencia obedecer al Papa y abandonar a San Sofronio
pasándose en masa al bando de la herejía.
(Desde Pablo VI hasta Juan Pablo
II Mons. Lefebvre se vió perseguido, desautorizado y descreditado. A pesar de
todo eso él se mantuvo firme e inconmovible a tal punto de ser “excomulgado”
por la consagración de los obispos y morir en ese supuesto estado de “EXCOMUNION”
para que ahora sean sus propios discípulos quienes lo entregan a quienes
perdieron la fe como más arriba dijimos y esta conducta es reprobable y llevada
al colmo cuando afirman con cierta irrealidad que, “Para mí, Lefebvre habría
dicho que sí”, según lo afirmó en su momento Mons. Fellay, en sus
declaraciones a de Vatican Insider).
Pero Cristo Nuestro Señor
si bien permite que su Iglesia pase por agudas pruebas y crisis que, duran
décadas, o siglos, quizá para probar la entereza y fidelidad de los buenos
cristianos; NO PERMITE NUNCA QUE LA SANTA IGLESIA LLEGUE A SER DEFINITIVAMENTE
VENCIDA, y la salva, dando un apoyo sobrenatural a esos santos caudillos que
hace surgir siempre en estas ocasiones.
(Así ha sido siempre, lo es y lo será. Muy oscuro parecía
el destino de la Iglesia cuando terminó el Concilio Vaticano II, señales de un
caudillo no se veían y Dios, en su misericordia divina, nos envió dos; Mons.
Lefebvre y Mons. De Castro Mayer a quienes tuve la dicha de conocerlos, tratar
familiarmente dado que, en su sencillez y simplicidad, se prestaban a admirar y
respetar; y mi ordenación providencialmente se la debo a Mons. Lefebvre de
cuyas manos recibí el sacramento del sacerdocio y, en consecuencia, recibí de él,
lo que él recibió: esa hermosa herencia apostólica que ahora con la gracia de
Dios Nuestro Señor Jesucristo y la ayuda de su Santísima Madre, quiero defender
y transmitir, quiera Dios logre mi intento.)
San Sofronio, al leer la
carta del Papa, recibió un golpe tan inesperado como contundente, pero asistido
de la divina inspiración y de gran fortaleza, que nunca falta a estos grandes
santos, lejos de doblegarse a las órdenes del Papa y, considerando que este
había sido engañado por Sergio, mandó al Sumo Pontífice al presbítero Esteban
con el fin de que éste explicara a Honorio I con toda amplitud los términos y
alcance de la controversia y, a la vez, le entregara la carta sinodífica en
defensa de la ortodoxia. (Quien no ve en esta actitud la conducta
de el gran apóstol amonestando a San Pedro cuyo émulo lo fue el mismo Mons.
Lefebvre no solo los que compartimos con él la mesa, asistimos a sus
conferencias y platicamos con él, sino también los que no lo conocieron más que
por sus libros y sus alocuciones por los medios de comunicación, vimos en él a
otro San Sofronio guardando las debidas distancias y los tiempos. ¿Cuántas
veces no advirtió a los sumos Pontífices sus errores y sus desviaciones
doctrinales? Muchas. Ya en presencia de ellos, ya por escrito, ya privadamente
como en público llamo la atención a los jerarcas de la Iglesia modernista hasta
que comprendió que seguir así era perder el tiempo y desistió, no sin un
inmenso dolor de su alma como quien era un verdadero hijo de la Iglesia y un
hombre de Dios).
El Papa recibió al enviado
de San Sofronio, pero desdichadamente, desechó sus puntos de vista (paradójicamente lo mismo
le sucedió a Mons. Lefebvre lo escucharon hasta que se les acabo la paciencia
para después despedirlo o dejarlo largas horas esperando o enviando a otra
autoridad para que lo atendiera y le confirmó la orden de guardar
silencio, mandando una segunda carta de la cual solo se conservan algunos
fragmentos donde se lee: “EN CRISTO NO
DEBEMOS NOSOTROS AFIRMAR DOS VOLUNTADES SOLAMENTE DEBEMOS CONFESAR DOS
NATURALEZAS UNIDAS EN UN SOLO CRISTO…DEBEMOS RECONOCER UN OPERANTE UNICO QUE ES
CRISTO, EN SUS DOS NATURALEZAS, Y EN VEZ DE DOS ENERGIAS (VOLUNTADES) QUE SEAN
PROCLAMADAS MEJOR, CON NOSOTROS, LAS DOS NATURALEZAS”
SAN SOFRONIO ANTE EL DILEMA
CAPITAL DE OBEDECER AL PAPA, PERMITIENDO EL TRIUNFO DE LA HEREJIA O DEFENDER LA
ORTODOXIA, DESOBEDECIENDO AL PAPA.
En esta segunda carta el
Papa daba definitivamente el triunfo a los herejes y ordenaba una vez más a San
Sofronio guardar silencio, dicha carta en el santo, como es natural, provocó los
más terribles conflictos en su conciencia. Por una parte, si por defender la
verdad revelada por Dios y la verdadera doctrina de la Iglesia, desobedecía al
Papa, podría quebrantar la fe y la confianza en el Primado de Pedro, además,
desobedeciendo al Papa podría poner en peligro el principio de la autoridad en
la Iglesia y sentaba un precedente, que podría conducir a la anarquía y al
desastre. Pero, por otra parte, si por evitar tan grandes males, obedecía al
Papa, traicionando a Cristo y a la verdad revelada, esto conduciría al desastre
total de la Santa Iglesia, ya que en estos momentos, los únicos portavoces y
defensores de la verdadera doctrina, eran San Sofronio y los pocos que aún le seguían.
(El texto anterior nos
pone ante una realidad que en la actualidad nos vemos constreñidos a meditar y
analizar, con la luz del Espíritu Santo, la situación en la cual Nuestro Señor
Jesucristo nos pone en estos momentos de la Iglesia. A mi humilde forma de ver
San Sofronio nos ahorra mucho terreno en el tema, pues esta situación de la
actual Iglesia modernista nos es más clara que en los tiempos de San Sofronio.
Las mismas razones que lo llevaron a tomar tan dura decisión son, por fortuna
las que nosotros debemos hacer nuestras sin resquemores de ninguna índole, sin
ninguna reserva alguna de nuestra parte y sin temor a errar recordando aquellas
memorables palabras de nuestro amado Redentor:
“Todo el que me niegue en
la tierra Yo lo negaré en el cielo y todo el que me confesare en la tierra Yo
confesaré en el cielo”
es como si dijera en otras palabras: Todo el que me defendiere en la tierra e
hiciere lo mismo con mi doctrina y luchare por los derechos de mi casta Esposa
la Iglesia Yo haré otro tanto y aun mas por él en el cielo. San Ambrosio, San
Atanasio entre otros tantos nos
enseñaron junto con San Sofronio que primero esta Dios antes que los hombres
por muy altos cargos que estos tengan dentro de la Iglesia y todo esto
porque el mismo apóstol San Pedro amenazado por el pontífice Caifás contesto
con sencillez y simplicidad: “Es preciso
obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Demostrando con ello que los derechos y autoridad de
Dios son superiores a los derechos de los hombres y su autoridad. Por último
Mons. Lefebvre como Mons. De Castro Mayer, ¿acaso no hicieron lo mismo que sus
antecesores? No prefirieron la reprobación de las autoridades Romanas
modernistas, la crítica amenazante del mundo y sus secuaces y hasta la traición
de sus mismos discípulos? Basta recordar triste entrega de la obra de Mons. De
Castro Mayer (asociación pía San Juan
María Vianey entregada por don Rifan, hombre de confianza de Monseñor) a
Roma de parte de quien en ellos confiaba, este mismo camino que sigue la
Fraternidad San Pío X).
Ante terrible disyuntiva,
San Sofronio optó por la que el consideró el menor mal, o sea, DESOBEDECER AL
PAPA Y ENFRENTARSE A EL, para defender la ortodoxia, en contra de la herejía y
salvar así a la Santa Iglesia de la catástrofe que sobre ella se cernía.
La Iglesia Católica
posteriormente dio su juicio definitivo sobre la decisión que San Sofronio tomó
ante la disyuntiva a la que fue sometido, ya que, por una parte, lo canonizó,
mientras que por otra, fulminó un terrible anatema en contra del Papa Honorio
I, contra los Patriarcas y Obispos que encabezaban la herejía. Además al elevar
a los altares a San Sofronio, santificó su “REBELDÍA” en contra de un Papa y un
episcopado mundial que habían faltado gravemente a sus deberes de sostener y
defender la verdadera fe, sentando así un precedente que servirá de norma de
conducta a los clérigos y seglares que, con el devenir de los siglos, se
encuentren ante UNA SITUACIÓN SEMEJANTE, ANTE EL TERRIBLE DILEMA
(Estoy firmemente convencido que esta
situación de SANTA REBELDÍA enarbolada por los dos grandes Obispos fue justa y
necesaria, como también la posición nuestra debe ser firme teniendo como
fundamento mediato el ejemplo que nos legaron estos dos grandes defensores de
la Verdad y la Doctrina de Nuestro Señor. En nuestros momentos de flaqueza, de
duda y de incertidumbre miremos a estas dos grandes lumbreras que, desde su
nada, con tan solo la confianza en la Providencia Divina hicieron frente a los
Papas de su tiempo y al los episcopados de todo el mundo. Su ejemplo y valentía
nos debe dar fuerza para continuar la lucha santa que ellos empezaron y
preferir, como ellos, a morir “excomulgado” por esta Roma modernista antes que
traicionar la causa de Cristo nuestro redentor. Conozco a un sacerdote que tuvo
la valentía de decir ante uno de los Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre
que: “Prefería seguir “excomulgado” antes que aceptar las propuestas de la Roma
modernista”, recemos por él para que permanezca firme si está con aquellos que
dijeron NO A LOS ACUERDOS) Y cuando esta
situación toque a nuestras puertas recordemos que en una semejante, excepcional
y extraordinaria San Sofronio se enfrentó a ella; ya que en SITUACIONES
NORMALES, todos los católicos, sacerdotes y seglares, debemos obediencia al
Papa y a los Obispos, como sucesores respectivamente de San Pedro y de los
Apóstoles, en todo aquello en que Cristo les dio potestad para atar y desatar.
APÉNDICE. Como su nombre lo
dice, es una continuación que no data de ese tiempo heroico de San Sofronio,
pero si está íntimamente relacionado con el por ser la causa común de estos dos
tiempos de la Iglesia Católica semejantes y paralelos en defensa de la fe y
doctrina y que, para los conocedores de esta gesta histórica, tiene los mismos
ingredientes de aquella aunque de diferente modo. Esta gesta a la que nos
referimos tuvo lugar en México católico hasta los tuétanos en 1920, fecha en la
que empezó una gran encrucijada para el México descendiente de la España
católica, aunque ésta ya desde hacía casi cien años había renunciado a estos
territorios entregándolos a las logias masónicas que se estaban formando en los
estados del norte.
1926-1929 son las fechas
claves en donde el pueblo mexicano libro una batalla sin igual contra el
comunismo ateo enquistado en el gobierno de ese tiempo de corte
marxista-Leninista. Durante esta guerra o cruzada por la fe y la doctrina
católica. (Quien quiera
saber más detalles sobre ella les recomiendo mis artículos editados en este
mismo blog con el titulo LOS CRISTEROS) Dios
suscitó para este momento muy especial no solo caudillo y líder sino un pueblo
con una gran convicción providencial de defender los derechos de Cristo y su
Iglesia: Digo caudillo en el General Goroztieta, hombre cabal y de palabra que
terminó su vida como católico después de ser agnóstico; Anacleto Gonzales
Flores (hoy beato) fundador de un movimiento llamado A. C. J. M. (Asociación
Catolica de Jóvenes Mexicanos) que tuvo mucha participación en la guerra
Cristera. Del primero no tengo cita solo su corta estancia entre los cristeros;
del segundo son memorables las siguientes palabras con las que arengó a sus
jóvenes antes de partir a la guerra:
“De sobra sé
que lo que va a comenzar para nosotros ahora es un calvario. Dispuestos hemos
de estar a coger y a llevar nuestra cruz. A Uds., que han querido
espontáneamente batir la masa y afrontar conmigo las más difíciles situaciones,
los he llamado para plantearles ahora con crudeza el problema tal cual es. Si
los convido en este momento a continuar la tarea, no quiero que alguno este
engañado acerca del alcance que tiene la invitación: los convido a sacrificar
su vida para salvar a México. Siento la sagrada obligación de no engañar, yo,
que soy aquí el responsable de la decisión de todos. Si me preguntará alguno de
Uds., que sacrificio le pido para sellar
el pacto que vamos a celebrar, le diría dos palabras: TU SANGRE. El que quiera
seguir adelante, dejen de soñar con curules, triunfos militares, galones,
brillo, victoria y dominio sobre los demás. México necesita una tradición de
sangre para cimentar su vida libre de mañana. Para esa obra está puesta mi vida
y para esa tradición les pido la vuestra.” (Anacleto González Flores.)Está de más decir que son
dignas de meditación profunda y es como si las dijera Nuestro Señor Jesucristo
en esos momentos.
La voz de todo un pueblo
que en el congreso de 1920 fue clausurado después de su inminente triunfo, a
pesar de las autoridades que trataron de disolverlo, que se ofreció a Dios, por
las manos de Nuestra Señora de Guadalupe, con estas palabras: “"Ángeles santos, que en cálices
preciosos recibís la Sangre que brota de esas llagas No las llenéis hasta los
bordes! Dejad lugar para la sangre nuestra! Queremos, como el gran San Pablo,
poner con las tribulaciones nuestras lo que le falta a la Pasión de Cristo,
para México, el hijito mimado de María Guadalupe, sea también el soldado más
valiente del Rey muerto que reina vivo!" Que este escrito nos haga entender que, como católicos de este momento
histórico de la Iglesia, estamos obligados con un pacto de sangre que se selló
en el Calvario con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, a en conciencia luchar en la defensa de la fe y
la doctrina bajo de recibir el castigo eterno si no lo hacemos.