VIDA Y OBRAS DE MONSEÑOR LEFEVBRE
LA PRIMERA
COMUNION
En
enero de 1908 la familia se instaló en una casa más grande, en la calle
Nacional 131. Los hijos mayores fueron
matriculados pagando media pensión: René en el Sagrado Corazón y Jeanne en la
Inmaculada Concepción, situada en la plaza Notre Dame 7, esta última
institución fue construída y fundada por las hermanas de la Santa Unión, a las
que sucedieron en 1905 las Ursulinas secularizadas. La inmaculada Concepción
admitiría varones en los primeros años de primaria y de ellos formó parte
Marcel Lefebvre: una foto de 1911 muestra a una parte de los niños sentados en
la hierba del jardín, ante la estatua de la Inmaculada y entre ellos se
reconoce al niño Marcel. En este mismo colegio hizo su primera comunión el 25
de diciembre de 1911, después de un retiro preparatorio y la confesión, no le
hizo falta ningún permiso especial para comulgar con tan poca edad, porque el
Padre Varrasse aplicó de buen grado el decreto de San Pio X justo del año
anterior. Pero el decreto del Papa encontró resistencias aquí y allá, de las
que se quejo San Pio X EN UNA OCACION A Monseñor Chesnelong, obispo de Valence:
“En Francia se critica duramente la comunión precoz que hemos decretado. Pues
bien, aseguremos que entre los niños habrá santos, y ya lo verá Ud”. Y así se
fue.
Durante
la Misa de gallo, celebrada por el Padre Varrasse, Marcel tuvo su primer
coloquio íntimo con Jesús Sacramentado, era el menor de los quince niños que
comulgaron con él ese día. Ya en casa, tomo su mejor pluma y escribió al Papa
para darle las gracias por haber podido comulgar a los seis años, gracias a su
decreto. En adelante podrá comulgar cada día, “Su alma se elevaba directamente
a Dios con la mayor sencillez, observaba su hermana Christiane, sin darse
cuenta irradiaba a Dios, la paz y el sentido del deber. Pero el niño no era
ajeno a los acontecimientos que afectaban a la familia, la empresa de su padre
y pronto la guerra.
UN
PATRON CRISTIANO DEL NORTE EN ACCION
El
ambiente que reinaba en el norte dejó marcado a Marcel Lefevbre, era una región
donde se trabajaba, diría más tarde, y el trabajo lo dominaba todo. A las cinco
y media de la mañana las fabricas se ponían en marcha; el obrero llegaba a las
seis y se quedaba en el trabajo hasta que tocaba la campana y eso era casi seis
de cada siete días. Esa vida monótona transcurría bajo un cielo gris que no
daban ganas de distraerse ni de trabajar. La gente amaba el trabajo y se habría
quedado triste si no acudía al trabajo, era su vida.
Durante
mucho tiempo el patrón y su familia vivieron en el mismo lugar de trabajo, como
el abuelo Floris Lorthiois (1793-1972). La vivienda solía estar unida a la
fabrica, y eran muchos los patrones que llegaban antes al trabajo que los
obreros, hacían una breve pausa a medio día junto a sus esposas y volvían de
nuevo al trabajo hasta las nueve o diez de la noche.
René
Lefebvre, formado por su padre en esa severa escuela, amaba su trabajo, pero ante
todo sabía santificar el día con la santa Misa y la comunión matutina, luego tras
tomar una taza de café negro, recorría a pie los diez minutos que lo separaban
de su domicilio y la hilandería paterna. Allí continuaba con la tradición
hilandera de la familia, produciendo hilo para madeja de la famosa marca
Sphinx.
Justicia y caridad social. Las corporaciones.René
Lefebvre con sus obreros era bondadoso y bueno, pero, obligado por las penurias
económicas, le era difícil abdicar de su autoridad. En el siglo XIX, el liberalismo
reinante tenía una idea inexacta del salario justo, consideraban como un simple
componente del costo. Para compensar la insuficiencia de los salarios, los
patrones del norte crearon algunas obras de beneficencia, pero lo hacían no
obligados por el deber de justicia a cuyo deber no se sentían obligados sino
que lo daban por caridad. De esta opinión no era partidario René de La Tour du
Pin quien sostenía que el salario debía ser dado en justicia porque tenía en
cuenta las necesidades del obrero y de su familia, la encíclica Rerum Novarum
de Leon XIII (15 de mayo de 1891) vino a darle parcialmente la razón. Pero los
patrones no limitaban su ayuda a las obras de caridad, tales como alojamientos gratuitos
o mutuales de seguros sino que, también crearon verdaderas obras de justicia
social, como las cajas de ahorros, pero sobre todo auténticos cuerpos
intermedios. A iniciativa de Camile Fron Vrau, en Lille, del Padre Fichaux, en
Turcing, treinta y seis patrones fundaron en 1884 la Asociación Católica de
Patrones del Norte (ACPN). Ésta creó corporaciones o sindicatos mixtos que
agrupaban a patrones y obreros en el ámbito de la empresa y de la profesión, para
evitar enfrentarlos entre sí con el famoso slogan de las “clases sociales”.
Con
casi cincuenta años de anticipación, los patrones del norte aplicaron
eficazmente los principios que Pio XI enunciaría en “Quadragesimo anno” (1931):
“La justicia social nunca será tan perfecta como para que la caridad no deba
atenuar sus defectos y, aunque fuera lo bastante perfecta como para eliminar
todas las causas de injusticia, sería capaz de producir la unión de los
corazones que solo opera la caridad” (AAS.23. 1931, 223: ccep. 1,
1326-1327 n° 56).
Paralelamente
a las corporaciones, la ACPN fundó algunas cofradías de Nuestra Señora de las
Fábricas, que sumaban cuatro mil socios y se basaban en el principio del
apostolado de obrero a obrero por medio de los trabajadores ejemplares
designados por los patrones: los “decenarios”. Los miembros tenían sus
ceremonias y procesiones públicas. Gracias al binomio corporación-cofradía
refloreció todo un orden social cristiano. René Lefebvre, aferrado a los
principios de orden y jerarquía, fue un ardiente defensor del sistema de las
corporaciones, porque, por su misma naturaleza, son contrarrevolucionarias,
refractarias a las luchas de clases y promotoras en cambio de la caridad que
las une.
LA VOCACION (1914-1923)LAS DESGRACIAS DE LA GRAN
GUERRA
Llegó la gran guerra que marco la infancia de Marcel Lefebvre, quien la describió tal
como la vivió: “De la noche a la mañana, todos los hombres fueron movilizados y
las mujeres y sus hijos se quedaron solos en sus casa. En los colegios solo
quedaron los profesores enfermos o mayores de edad. En las parroquias también tuvieron
que ir los vicarios, donde había cinco o seis sacerdotes solo quedaron uno o
dos. Luego, con rapidez, empezaron los combates. Las noticias llegaban del
frente, confirmadas posteriormente por los heridos que volvían a la
retaguardia, había muchos muertos y prisioneros”.
René
y Gabrielle Lefevbre dos patriotas combatientes.René
Lefebvre, padre de seis hijos, no podía ser movilizado, pero ofreció su ayuda a
la Sociedad de Auxilio a los Heridos Militares (SAHM) DE Turcoing. Iba en coche
a través de los puestos alemanes en busca de heridos franceses. Muy pronto los
ejércitos enemigos avanzaron mas allá de Lille, el 2 de septiembre de 1914,
pero los alrededores de Lille no fueron ocupados sino hasta octubre. La entrada
de las tropas bávaras en Lille, el 13 de octubre, estuvo precedida de un
intenso bombardeo. Desde Turcoing, Marcel Lefebvre veía las llamas y asistía al
desfile de húsares y ulanos (lanceros a caballo).
Una
vez ocupada Turcoing, René Lefevbre optó por cuidar a los heridos franceses y
aprovechó la oportunidad para facilitar la huida de prisioneros ingleses. En
enero de 1915, sintiéndose vigilado, ocultó las provisiones de lana detrás de
los falsos muros y viajo a Holanda con documento belga, luego viajó a
Inglaterra, desde donde realizó misiones para la inteligencia belga. De regreso
a Francia, se convirtió en escolta de los servicios radiológicos de la SAHM en
el frente y luego en administrador del Hospital 60 de Paris.
La
Sra. Lefevbre se quedó a cargo de la familia y de la fábrica, su entereza de ánimo
sorprendió más de una vez a Marcel. La población se encontraba a un paso de una
gran hambruna, Marcel recordaba las sopas populares que iban a comer en los
salones municipales, los pollos americanos que llegaban podridos, el pan negro
y viscoso bajo la corteza.
Los
alemanes requisaron las reservas de las fábricas en 1915, descubrieron las que
habían sido ocultadas y luego se llevaron o destruyeron las máquinas con el fin
de causar un daño grande y prolongado a la temida competencia; finalmente,
exigieron que colaboraran a la guerra del Reich. Los patrones, como era de
esperar, se opusieron rotundamente por lo cual los encarcelaron ese mismo día y
deportaron inmediatamente a 131 habitantes de Roubaix a Gustom, en Meclemburgo,
entre los que se encontraba Felix Watine, hermano de la Sra. Lefebvre. La valiente
y patriota cristiana realizó el agere contra o el contraataque: le dedicó más
tiempo al dispensario donde contrajo la sarna. La religiosa que la curaba, les
decía con admiración a sus hijos: “Su madre es una santa”. En la ambulancia del
colegio no se negaba a cuidar a los soldados heridos alemanes, pero cuando las
diaconisas alemanas se alojaron en su casa, les cerró la puerta de los salones
de la planta baja donde ellos mismos estaban, y a las tropas de paso solo les
ofreció las habitaciones vacías del segundo piso. Esa fue la gota que derramó
el vaso; la encerraron varios días en los sótanos del ayuntamiento de Turcoing.
Pruebas impresionantes.
Vocación de RenéEl
frente estaba muy cerca, en Bélgica, Ypres y el famoso Mont-Kemmel. Marcel
recordaba esas tardes y las noches donde el horizonte resplandecía
constantemente por el estallido de los obuses; todo el cielo se encendía y se oía
un continuo fragor. Al día siguiente llegaban los cortejos de vehículos con
heridos alemanes al hospital improvisado frente a su casa. El viernes Santo de
1916 los alemanes anunciaron la movilización de todas las chicas de más de
diecisiete años capaces de trabajar en los centros de armamento. Dieron la
orden que todas las personas esperaran en la vereda. Detrás de las cortinas,
los niños Lefebvre asistieron a la redada. Las continuas inquietudes, y ahora
esos reclutamientos crueles, se grabaron en su alma.
“Aquello marcó nuestra
infancia, decía Monseñor Lefebvre, aunque solo se tuvieran nueve, diez u once,
las imágenes quedaban grabadas en la memoria, ¡La guerra es realmente
espantosa! Es evidente que eso hizo mella en nosotros los hermanos mayores; los
cinco quedamos marcados por aquellos acontecimientos, y pienso que nuestra vocación
de debió en parte a ello, porque vimos que la vida humana era poca cosa y que
había que saber sufrir”.
En
1917 la guerra le trajo a la Sra. Lefebvre otra separación, que tendría un
papel providencial en el futuro de Marcel. René, hijo mayor, había cumplido
catorce años, para escapar del trabajo obligatorio al servicio de Alemania
logro reunirse con su padre en Versalles en abril de 1917, gracias a un tren de
la cruz roja que pasaba por Suiza. Allí se quedó dos años para concluir sus
estudios en el seminario menor de Gradchamp, le abrieron las puertas fácilmente
no porque vieron en él una vocación misionera que se manifestaba en su interior,
sino porque procedía de una región ocupada.
Finalmente
el armisticio llegó el 11 de noviembre de 1918, que trajo la paz sobre la ruina.
El Sr. Lefebvre ya podía regresar. El 2 de diciembre toda la familia fue a
Lourdes para dar gracias a la Santísima Virgen; luego se quedaron un tiempo en
Versalles, junto a René. El R.P Henrri Collin, su profesor de filosofía,
preparó al pequeño Joseph para su primera comunión a la edad de cinco años y
casi diario le daba clases a Marcel. El Padre Collin, cuando se enteró de la
vocación de René, le aconsejo al Sr. Lefebvre que lo enviara a Roma puesto que
el mismo Padre había estudiado en el seminario francés de Roma allá por los
años de 1910 a 1914. En Pascua de 1919, René, recibió la sotana, contaba
entonces con dieciséis años, volvió a su casa para pasar el verano con su
familia y salió para Roma el 24 de octubre.
2. En el colegio del
Sagrado CorazónLa preguerra: 1912-1924Marcel
permaneció con las Ursulinas hasta el 19 de de noviembre de 1912, y en el invierno entró como alumno
externo de la institución del Sagrado Corazón, fundado en 1666 por los Padres
Recoletos, el colegio San Buenaventura tuvo que cerrar en 1790 y en 1802 el
ayuntamiento de Turcoing abrió en su lugar una escuela secundaria cuya
dirección encomendó al clero secular de la diócesis, que era la de Cambrai. En
1853 el colegio se estableció en la calle de Lille, en una fabrica vacía, en
1871, el superior del Padre Lecomte, lo consagró al Sagrado Corazón.
La
amplia capilla era el centro de la vida del colegio, donde orientados hacia el
altar, se reunían los cientos de alumnos para la Misa matutina, que a diario se celebraba y
también en este lugar se celebraban; el inicio de cursos, las confirmaciones y
la comunión solemne. El rosetón que coronaba el altar llamaba la atención de
Marcel y lo atraía cada vez que lo veía, es decir, cada mañana. Este rosetón
representaba la presentación, donde la Virgen María niña subía con gesto
decidido los peldaños del santuario para entregarse al Señor. Esta visión
generosa quedó grabada en su alma.
Marcel
entró al noveno grado, en la sección del Padre Beaudier, y tenía como amigo al
que, al pasar del tiempo, llegaría a ser su gran amigo, Robert Lepoutre. El
Padre Achile Leleu era el superior por
aquel tiempo. El colegio quedaba a cinco minutos de su casa. Cada mañana,
después de oír Misa o recibir la sagrada comunión en su defecto, en Notre-Dame
los dos chicos salían rumbo al colegio para la primera clase de las ocho, se
dictaban clases hasta las diez, luego venia un tiempo de estudio hasta el
mediodía, momento de la comida la cual se podía hacer en el colegio o en la
casa para los que vivían cerca. Continuaban las clases a la una y media con
treinta minutos de estudio y después seguían hasta las cuatro, seguidas de un
corto recreo. Luego había estudio hasta las seis y media y conferencia
espiritual, salían a las siete.
A
Marcel le tocaba soportar en las calles las burlas de los compañeros de su
hermano mayor, dueño de sí mismo el no respondía sabiendo que tarde o temprano
se enfadarían de ese juego. Sin embargo otros que no tenían su temple fueron víctimas
de las bromas de sus compañeros y los agredían fuera de la vigilancia del
colegio, Marcel acudió siempre al socorro de estos infortunados jóvenes y
dispersaba a los provocadores para su mayor confusión. Al inicio del curso de
1913 pasó al octavo grado, en la sección del Padre Pator; mantuvo un buen
promedio y obtuvo cinco menciones de honor.