lunes, 28 de abril de 2014

VIDA Y OBRAS DE MONSEÑOR LEFEVBRE



LA PRIMERA COMUNION

En enero de 1908 la familia se instaló en una casa más grande, en la calle Nacional 131.  Los hijos mayores fueron matriculados pagando media pensión: René en el Sagrado Corazón y Jeanne en la Inmaculada Concepción, situada en la plaza Notre Dame 7, esta última institución fue construída y fundada por las hermanas de la Santa Unión, a las que sucedieron en 1905 las Ursulinas secularizadas. La inmaculada Concepción admitiría varones en los primeros años de primaria y de ellos formó parte Marcel Lefebvre: una foto de 1911 muestra a una parte de los niños sentados en la hierba del jardín, ante la estatua de la Inmaculada y entre ellos se reconoce al niño Marcel. En este mismo colegio hizo su primera comunión el 25 de diciembre de 1911, después de un retiro preparatorio y la confesión, no le hizo falta ningún permiso especial para comulgar con tan poca edad, porque el Padre Varrasse aplicó de buen grado el decreto de San Pio X justo del año anterior. Pero el decreto del Papa encontró resistencias aquí y allá, de las que se quejo San Pio X EN UNA OCACION A Monseñor Chesnelong, obispo de Valence: “En Francia se critica duramente la comunión precoz que hemos decretado. Pues bien, aseguremos que entre los niños habrá santos, y ya lo verá Ud”. Y así se fue.


Durante la Misa de gallo, celebrada por el Padre Varrasse, Marcel tuvo su primer coloquio íntimo con Jesús Sacramentado, era el menor de los quince niños que comulgaron con él ese día. Ya en casa, tomo su mejor pluma y escribió al Papa para darle las gracias por haber podido comulgar a los seis años, gracias a su decreto. En adelante podrá comulgar cada día, “Su alma se elevaba directamente a Dios con la mayor sencillez, observaba su hermana Christiane, sin darse cuenta irradiaba a Dios, la paz y el sentido del deber. Pero el niño no era ajeno a los acontecimientos que afectaban a la familia, la empresa de su padre y pronto la guerra.


UN PATRON CRISTIANO DEL NORTE EN ACCION


El ambiente que reinaba en el norte dejó marcado a Marcel Lefevbre, era una región donde se trabajaba, diría más tarde, y el trabajo lo dominaba todo. A las cinco y media de la mañana las fabricas se ponían en marcha; el obrero llegaba a las seis y se quedaba en el trabajo hasta que tocaba la campana y eso era casi seis de cada siete días. Esa vida monótona transcurría bajo un cielo gris que no daban ganas de distraerse ni de trabajar. La gente amaba el trabajo y se habría quedado triste si no acudía al trabajo, era su vida.


Durante mucho tiempo el patrón y su familia vivieron en el mismo lugar de trabajo, como el abuelo Floris Lorthiois (1793-1972). La vivienda solía estar unida a la fabrica, y eran muchos los patrones que llegaban antes al trabajo que los obreros, hacían una breve pausa a medio día junto a sus esposas y volvían de nuevo al trabajo hasta las nueve o diez de la noche.
René Lefebvre, formado por su padre en esa severa escuela, amaba su trabajo, pero ante todo sabía santificar el día con la santa Misa y la comunión matutina, luego tras tomar una taza de café negro, recorría a pie los diez minutos que lo separaban de su domicilio y la hilandería paterna. Allí continuaba con la tradición hilandera de la familia, produciendo hilo para madeja de la famosa marca Sphinx.


Justicia y caridad social. Las corporaciones.René Lefebvre con sus obreros era bondadoso y bueno, pero, obligado por las penurias económicas, le era difícil abdicar de su autoridad. En el siglo XIX, el liberalismo reinante tenía una idea inexacta del salario justo, consideraban como un simple componente del costo. Para compensar la insuficiencia de los salarios, los patrones del norte crearon algunas obras de beneficencia, pero lo hacían no obligados por el deber de justicia a cuyo deber no se sentían obligados sino que lo daban por caridad. De esta opinión no era partidario René de La Tour du Pin quien sostenía que el salario debía ser dado en justicia porque tenía en cuenta las necesidades del obrero y de su familia, la encíclica Rerum Novarum de Leon XIII (15 de mayo de 1891) vino a darle parcialmente la razón. Pero los patrones no limitaban su ayuda a las obras de caridad, tales como alojamientos gratuitos o mutuales de seguros sino que, también crearon verdaderas obras de justicia social, como las cajas de ahorros, pero sobre todo auténticos cuerpos intermedios. A iniciativa de Camile Fron Vrau, en Lille, del Padre Fichaux, en Turcing, treinta y seis patrones fundaron en 1884 la Asociación Católica de Patrones del Norte (ACPN). Ésta creó corporaciones o sindicatos mixtos que agrupaban a patrones y obreros en el ámbito de la empresa y de la profesión, para evitar enfrentarlos entre sí con el famoso slogan de las “clases sociales”.


Con casi cincuenta años de anticipación, los patrones del norte aplicaron eficazmente los principios que Pio XI enunciaría en “Quadragesimo anno” (1931): “La justicia social nunca será tan perfecta como para que la caridad no deba atenuar sus defectos y, aunque fuera lo bastante perfecta como para eliminar todas las causas de injusticia, sería capaz de producir la unión de los corazones que solo opera la caridad” (AAS.23. 1931, 223: ccep. 1, 1326-1327 n° 56).


Paralelamente a las corporaciones, la ACPN fundó algunas cofradías de Nuestra Señora de las Fábricas, que sumaban cuatro mil socios y se basaban en el principio del apostolado de obrero a obrero por medio de los trabajadores ejemplares designados por los patrones: los “decenarios”. Los miembros tenían sus ceremonias y procesiones públicas. Gracias al binomio corporación-cofradía refloreció todo un orden social cristiano. René Lefebvre, aferrado a los principios de orden y jerarquía, fue un ardiente defensor del sistema de las corporaciones, porque, por su misma naturaleza, son contrarrevolucionarias, refractarias a las luchas de clases y promotoras en cambio de la caridad que las une.


LA VOCACION (1914-1923)LAS DESGRACIAS DE LA GRAN GUERRA


Llegó la gran guerra que marco la infancia de Marcel Lefebvre, quien la describió tal como la vivió: “De la noche a la mañana, todos los hombres fueron movilizados y las mujeres y sus hijos se quedaron solos en sus casa. En los colegios solo quedaron los profesores enfermos o mayores de edad. En las parroquias también tuvieron que ir los vicarios, donde había cinco o seis sacerdotes solo quedaron uno o dos. Luego, con rapidez, empezaron los combates. Las noticias llegaban del frente, confirmadas posteriormente por los heridos que volvían a la retaguardia, había muchos muertos y prisioneros”.


René y Gabrielle Lefevbre dos patriotas combatientes.René Lefebvre, padre de seis hijos, no podía ser movilizado, pero ofreció su ayuda a la Sociedad de Auxilio a los Heridos Militares (SAHM) DE Turcoing. Iba en coche a través de los puestos alemanes en busca de heridos franceses. Muy pronto los ejércitos enemigos avanzaron mas allá de Lille, el 2 de septiembre de 1914, pero los alrededores de Lille no fueron ocupados sino hasta octubre. La entrada de las tropas bávaras en Lille, el 13 de octubre, estuvo precedida de un intenso bombardeo. Desde Turcoing, Marcel Lefebvre veía las llamas y asistía al desfile de húsares y ulanos (lanceros a caballo).


Una vez ocupada Turcoing, René Lefevbre optó por cuidar a los heridos franceses y aprovechó la oportunidad para facilitar la huida de prisioneros ingleses. En enero de 1915, sintiéndose vigilado, ocultó las provisiones de lana detrás de los falsos muros y viajo a Holanda con documento belga, luego viajó a Inglaterra, desde donde realizó misiones para la inteligencia belga. De regreso a Francia, se convirtió en escolta de los servicios radiológicos de la SAHM en el frente y luego en administrador del Hospital 60 de Paris.


La Sra. Lefevbre se quedó a cargo de la familia y de la fábrica, su entereza de ánimo sorprendió más de una vez a Marcel. La población se encontraba a un paso de una gran hambruna, Marcel recordaba las sopas populares que iban a comer en los salones municipales, los pollos americanos que llegaban podridos, el pan negro y viscoso bajo la corteza.


Los alemanes requisaron las reservas de las fábricas en 1915, descubrieron las que habían sido ocultadas y luego se llevaron o destruyeron las máquinas con el fin de causar un daño grande y prolongado a la temida competencia; finalmente, exigieron que colaboraran a la guerra del Reich. Los patrones, como era de esperar, se opusieron rotundamente por lo cual los encarcelaron ese mismo día y deportaron inmediatamente a 131 habitantes de Roubaix a Gustom, en Meclemburgo, entre los que se encontraba Felix Watine, hermano de la Sra. Lefebvre. La valiente y patriota cristiana realizó el agere contra o el contraataque: le dedicó más tiempo al dispensario donde contrajo la sarna. La religiosa que la curaba, les decía con admiración a sus hijos: “Su madre es una santa”. En la ambulancia del colegio no se negaba a cuidar a los soldados heridos alemanes, pero cuando las diaconisas alemanas se alojaron en su casa, les cerró la puerta de los salones de la planta baja donde ellos mismos estaban, y a las tropas de paso solo les ofreció las habitaciones vacías del segundo piso. Esa fue la gota que derramó el vaso; la encerraron varios días en los sótanos del ayuntamiento de Turcoing.


Pruebas impresionantes. Vocación de RenéEl frente estaba muy cerca, en Bélgica, Ypres y el famoso Mont-Kemmel. Marcel recordaba esas tardes y las noches donde el horizonte resplandecía constantemente por el estallido de los obuses; todo el cielo se encendía y se oía un continuo fragor. Al día siguiente llegaban los cortejos de vehículos con heridos alemanes al hospital improvisado frente a su casa. El viernes Santo de 1916 los alemanes anunciaron la movilización de todas las chicas de más de diecisiete años capaces de trabajar en los centros de armamento. Dieron la orden que todas las personas esperaran en la vereda. Detrás de las cortinas, los niños Lefebvre asistieron a la redada. Las continuas inquietudes, y ahora esos reclutamientos crueles, se grabaron en su alma.


“Aquello marcó nuestra infancia, decía Monseñor Lefebvre, aunque solo se tuvieran nueve, diez u once, las imágenes quedaban grabadas en la memoria, ¡La guerra es realmente espantosa! Es evidente que eso hizo mella en nosotros los hermanos mayores; los cinco quedamos marcados por aquellos acontecimientos, y pienso que nuestra vocación de debió en parte a ello, porque vimos que la vida humana era poca cosa y que había que saber sufrir”.


En 1917 la guerra le trajo a la Sra. Lefebvre otra separación, que tendría un papel providencial en el futuro de Marcel. René, hijo mayor, había cumplido catorce años, para escapar del trabajo obligatorio al servicio de Alemania logro reunirse con su padre en Versalles en abril de 1917, gracias a un tren de la cruz roja que pasaba por Suiza. Allí se quedó dos años para concluir sus estudios en el seminario menor de Gradchamp, le abrieron las puertas fácilmente no porque vieron en él una vocación misionera que se manifestaba en su interior, sino porque procedía de una región ocupada.


Finalmente el armisticio llegó el 11 de noviembre de 1918, que trajo la paz sobre la ruina. El Sr. Lefebvre ya podía regresar. El 2 de diciembre toda la familia fue a Lourdes para dar gracias a la Santísima Virgen; luego se quedaron un tiempo en Versalles, junto a René. El R.P Henrri Collin, su profesor de filosofía, preparó al pequeño Joseph para su primera comunión a la edad de cinco años y casi diario le daba clases a Marcel. El Padre Collin, cuando se enteró de la vocación de René, le aconsejo al Sr. Lefebvre que lo enviara a Roma puesto que el mismo Padre había estudiado en el seminario francés de Roma allá por los años de 1910 a 1914. En Pascua de 1919, René, recibió la sotana, contaba entonces con dieciséis años, volvió a su casa para pasar el verano con su familia y salió para Roma el 24 de octubre.



2. En el colegio del Sagrado CorazónLa preguerra: 1912-1924Marcel permaneció con las Ursulinas hasta el 19 de de noviembre  de 1912, y en el invierno entró como alumno externo de la institución del Sagrado Corazón, fundado en 1666 por los Padres Recoletos, el colegio San Buenaventura tuvo que cerrar en 1790 y en 1802 el ayuntamiento de Turcoing abrió en su lugar una escuela secundaria cuya dirección encomendó al clero secular de la diócesis, que era la de Cambrai. En 1853 el colegio se estableció en la calle de Lille, en una fabrica vacía, en 1871, el superior del Padre Lecomte, lo consagró al Sagrado Corazón.


La amplia capilla era el centro de la vida del colegio, donde orientados hacia el altar, se reunían los cientos de alumnos para la  Misa matutina, que a diario se celebraba y también en este lugar se celebraban; el inicio de cursos, las confirmaciones y la comunión solemne. El rosetón que coronaba el altar llamaba la atención de Marcel y lo atraía cada vez que lo veía, es decir, cada mañana. Este rosetón representaba la presentación, donde la Virgen María niña subía con gesto decidido los peldaños del santuario para entregarse al Señor. Esta visión generosa quedó grabada en su alma.


Marcel entró al noveno grado, en la sección del Padre Beaudier, y tenía como amigo al que, al pasar del tiempo, llegaría a ser su gran amigo, Robert Lepoutre. El Padre Achile Leleu era el superior  por aquel tiempo. El colegio quedaba a cinco minutos de su casa. Cada mañana, después de oír Misa o recibir la sagrada comunión en su defecto, en Notre-Dame los dos chicos salían rumbo al colegio para la primera clase de las ocho, se dictaban clases hasta las diez, luego venia un tiempo de estudio hasta el mediodía, momento de la comida la cual se podía hacer en el colegio o en la casa para los que vivían cerca. Continuaban las clases a la una y media con treinta minutos de estudio y después seguían hasta las cuatro, seguidas de un corto recreo. Luego había estudio hasta las seis y media y conferencia espiritual, salían a las siete.


A Marcel le tocaba soportar en las calles las burlas de los compañeros de su hermano mayor, dueño de sí mismo el no respondía sabiendo que tarde o temprano se enfadarían de ese juego. Sin embargo otros que no tenían su temple fueron víctimas de las bromas de sus compañeros y los agredían fuera de la vigilancia del colegio, Marcel acudió siempre al socorro de estos infortunados jóvenes y dispersaba a los provocadores para su mayor confusión. Al inicio del curso de 1913 pasó al octavo grado, en la sección del Padre Pator; mantuvo un buen promedio y obtuvo cinco menciones de honor.