Oh Jesús, Sabiduría
Eterna y encarnada te adoro presente en la gloria del Padre durante la
eternidad y presente en María desde el tiempo de la Encarnación. Te agradezco
que hayas venido al mundo y te hayas hecho humano entre los humanos, servidor
del Padre, para librarnos de la esclavitud del pecado.
Lástima grande que por
mi ingratitud e infidelidad no he cumplido las promesas del Santo Bautismo. Yo
no soy digno de llamarme hijo tuyo, ni siquiera tu servidor. Y en mi hay mucha
maldad que merece tu repulsa y tu indignación. Por eso no me atrevo a acercarme
directamente a tu Santísima Majestad.
Es por ello que acudo
a la intercesión de tu Santísima Madre, que me has dado como Mediadora ante Ti,
y por su ayuda e intercesión espero alcanzar la contrición y el perdón de todos
mis pecados, y una continua común-unión contigo en santa amistad y la
conservación de la Sabiduría.
Te saludo pues Oh María
Inmaculada, templo viviente de la divinidad, en donde la Sabiduría Eterna,
escondida, ha puesto su morada para recibir la adoración de los ángeles y de
los seres humanos.
Te saludo, oh Reina
del cielo y de la tierra. A ti están sometidas todas las criaturas. Te saludo,
oh Refugio seguro de los pecadores, cuya misericordia no falta a nadie. Te pido
que escuches favorablemente los deseos que tengo de recibir la Divina
Sabiduría, y que recibas mi consagración total.
Yo N.N. pecador
infiel, renuevo hoy y ratifico en tus manos las promesas y compromisos del día
de mi bautismo. Renuncio a Satanás, y a sus seducciones y a sus obras y me
consagro por completo a Jesucristo que es la Sabiduría encarnada, para llevar
en su seguimiento la cruz de mis sufrimientos de cada día, hasta el final de mi
vida.
Te elijo hoy y te
reconozco oh María; en presencia de la Iglesia militante y de la Iglesia
Triunfante, como mi madre y Soberana. Te ofrezco y consagro mi persona, mi
vida, mi cuerpo y mi alma, mis bienes internos y exteriores y el valor de mis
buenas acciones pasadas, presentes y futuras, todo en calidad de servidor tuyo,
para que dispongas de mí y de cuanto me pertenece, sin reserva, según tu amable
parecer, para la mayor Gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.
Recibe oh Virgen
amabilísima esta humilde ofrenda de mi servidumbre, en honor y en unión a la
humilde obediencia que el Hijo de Dios tuvo hacia Ti como a Madre Santísima.
Todo lo ofrezco en homenaje al poder que ambos tenéis sobre este pobre
miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con que la
Santísima Trinidad te ha favorecido. Me propongo que, de ahora en adelante como
verdadero servidor tuyo, procuraré aumentar el aprecio que otros te tengan, y
obedecer tus santas inspiraciones.
Oh Madre admirable:
preséntame a tu querido Hijo, en calidad de humilde servidor, a fin de que, ya
que El me redimió viniendo por medio de Ti al mundo, ahora me reciba también
por medio de ti.
Oh Madre de
misericordia: concédeme la gracia de conseguir la verdadera Sabiduría de Dios y
de colocarme entre los que tus más amas, entre los que más enseñas y mejor
conduces y proteges; entre tus hijos y servidores preferidos.
Oh Virgen fiel:
concédeme la gracia de ser en todas las cosas tan fiel discípulo y tan buen
imitador y servidor de la Sabiduría Eterna, Jesucristo, tu Hijo, que llegue por
tu intercesión y a ejemplo tuyo a la plenitud de la amistad con El en la tierra
y a su gloria eterna en los cielos. Amen
Fuente: Tratado de la
verdadera devoción a la Virgen Santísima, de San Luis María Grignon de Montfort