“AMOR DE LA CRUZ” VS
“SENSIBILISMO”
(Inspirado en los
escritos de la Reverenda Madre Concepción Cabrera)
El sensibilismo es hijo
del amor propio. El Mundo actual se caracteriza por el sensibilismo y
sensualidad, el mundo se alimenta de la soberbia y de los sentidos. Aún en el
orden de la piedad. ¡Cuanto campo abarca el sensibilismo y cuanto también ayuda
a falsificar la piedad!
Se ha llegado a arraigar
la creencia de que la religión esta fundada en el sensibilismo. ¡Error Craso!
Todo lo contrario: La religión no lo tolera siquiera, porque Ella es LA
VERDAD, y el sensibilismo es LA MENTIRA; ella va a lo
solido, y el otro va a lo ficticio; ella va al fondo de las virtudes, y él se
contenta con la superficie de ellas; él es la soberbia unida con el fingimiento
y la delicadeza, y ella la hermosa realidad que lleva consigo la Luz Divina que
ilumina. De suerte que el sensibilismo ES EL ANTAGONISMO DE LA RELIGION
CATOLICA.
En la vida espiritual se
ha introducido también tan grande daño. Las almas se mueven al compás de la
sensibilidad, y no caminan por la fe que debería ilustrarlas, y por la razón
que debiera sostenerlas. Buscan el apoyo de la sensibilidad, y cuando éste
desaparece, desaparece la ficticia virtud de que estaban poseídas. El
sensibilismo es el falso oropel que cubre la piedad, y aún muchas veces dentro
de las eminentes órdenes religiosas; hay que destruir el sensibilismo: la Cruz tiene esa finalidad, Ella lo destruye,
pero para volver a edificar con cimientos firmes.
Viene el reinado del dolor a echar abajo al
sensibilismo y a plantar en el corazón las sólidas y verdaderas virtudes, que
no se mueven a cualquier viento que les sopla, sino que enraizadas en la Cruz,
jamás se bambolean en las tempestades tantas de la vida humana. Viene la Cruz a
derrocar el reinado de la falsedad y de la mentira, es decir, el del
sensibilismo que todo lo inunda, y hace brillar a la verdad purísima, la cuál
es el verdadero y único camino para el Cielo.
El mundo espiritual anda muy errado en esta
materia: se mueven las almas al compás de la sensibilidad y, cuando se acaba
ésta, se acaban también las virtudes.
Esto no es recto, no; las sólidas virtudes nada
tienen que ver con el sensibilismo. Ellas subsisten en las altas y bajas del
corazón; en las penas y en las alegrías; en las tormentas del alma y en la serena
calma de un día sin nubes. Como el centro de todas ellas es la Cruz, mientras
más el dolor las cobija con su fecunda sombra, más crecen, se desarrollan y
hermosean.
La virtud que se funda en la sensibilidad es nula,
vana y de ningún valor, hoy es, y mañana desaparece como el humo. La
imaginación es el apoyo de las virtudes sensibles, y éste apoyo es tan voluble
e inestable que cambia de dirección al menor viento que le sopla.
Un grande escollo es en la vida espiritual el
sensibilismo: millones de corazones están presos dentro de esa red, y satanás
hace grandes cosechas de ello. Vive el hombre de los sentidos, postergando a la
hermosísima virtud de la fe. Solo se puede uno purgar totalmente del
sensibilismo con la rectitud y la solidez de la religión cristiana.
La soberbia encopetada es el sensibilismo y, por
tanto, el Espíritu Santo lo rechaza. Satanás en él se transforma, dando a la
piedad un tinte falso, una atracción hipócrita, con la que envuelve a las
almas, para hacerlas después su presa.
Del sensibilismo nace un cierto interés sensible
por Cristo. A éste su Sacratísimo Corazón sin duda rechaza.
Mucho partido saca Satanás del sensibilismo, y con
él engaña a una cantidad extraordinaria de almas: sabe muy bien enmelarlas, y
transformado en angel de luz, logra así engañarlas míserablemente. El
sensibilismo es el campo abierto de las ilusiones espírituales. En él se
revuelca Satanás a sus anchas, y solo la Cruz es capaz de destruirlo.
El remedio contra el sensibilismo en la Cruz. Las
almas crucificadas, cuya voluntad se funda en la rectitud, en el deber, y en la
fe, se encuentran muy lejos del sensibilismo, y son tierra dispuesta para
sembrar las sólidas virtudes.
La religión modernista de hoy se encuentra inbuida en este maldito
sensibilismo. La Iglesia Conciliar ha procurado amalgamar el espíritu católico
con la sensibilidad y el sensualismo, cosa imposible. El resultado de ello ha
sido que el Espíritu Santo se ha alejado y en Su lugar los sentidos son los que
reinan en el alma solapadamente, y con espesas capas de virtudes varias. La
ruina de la religión católica es el sensibilismo; porque en donde no reina el
Espiritu Santo, ahí hay ruina sin remedio. El Espíritu Santo debe ser el
principio, el medio, y el fin de nuestra santificación; nuestro aliento y nuestra
vida; nuestra atmósfera y su centro, su corazón y su cabeza. En donde no se
hace gran caso del Espíritu Santo, y no se le toma como punto de partida, ahí
se introducirá insensiblemente el sensibilismo, echando abajo a las familias.
¡Es tan fácil contristar al Espíritu Santo, y ello aún en el fondo mismo de las
órdenes religiosas! ¡Es tan delicado el Espíritu Santo, y tan débil el hombre y
tan astuto Satanás! El católico que no se entrega constantemente al trabajo de
su perfección, crucificando sus pasiones, sentidos y potencias, y éstos siempre
y a cada paso, con heroicidad, firmeza, generosidad y energía, muy expuesta se
encuentra a la tibieza y a perder o cuando menos, a desmembrar, el verdadero
espíritu católico.