Considera que San José en calidad de esposo y de padre era siempre el
compañero inseparable de Jesús y de María. Oh señor San José, yo os tomo en
este día por mi compañero en todas mis cosas y os suplico que seáis mi guía en
los viajes, mi apoyo en los peligros y, sobre todo, que no permitáis que me
aparte del camino de los santos mandamientos. Pero como reconozco mi grande
miseria, os suplico que me fortifiquéis en mis fatigas, que me animéis con el
recuerdo de vuestros trabajos y que me comuniquéis un tal valor que, unido
siempre con vos, llegue al feliz término de la gloria. Pasados los cinco
minutos recibe interiormente a San José, forma la resolución de seguir en un
todo su divino llamamiento, concluye rezando con todo fervor por siete veces:
Señor San José, dignísimo esposo de María y padre virginal de Jesús, ruega por
nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén, Jesús.