Invocar a los santos en nuestras necesidades es una cosa tan útil y
provechosa, que la feliz experiencia de
todos los días nos lo afirma más y más, porque de hecho los santos son
honrados con mayor gloria accidental a medida de la devoción que les tenemos,
porque Dios es honrado en las alabanzas que dirigimos a sus escogidos, porque
nuestro Señor premia nuestra devoción concediéndonos por la intercesión de los
santos las gracias que le pedimos. Mas así como no todos los santos son
iguales, así queremos notar aquí que no todos tienen la misma protección, pero
así como la Virgen, por gracia y privilegio, puede lo que Dios puede, así, de
un modo semejante, podemos decir de San José cuyo poder es tan grande ante Dios
que sirve para alcanzar todas las cosas. Nada más justo, pues, que arreglar una
devoción diaria a San José, que abrace
los siete días de la semana, en los que le pediremos, entre muchas otras
cosas, la gracia de extender su devoción por medio de las imágenes, de
conformarnos con la voluntad de Dios en los trabajos de la vida, de invocarlo
durante en día por medio de jaculatorias, de ponernos bajo su amparo como nuestro
protector especial, de tomarlo por nuestro compañero como Jesús y María y de
detestar el pecado de modo que tengamos una buena y santa muerte.