Meditaciones sobre la Santísima Virgen María
Por el Padre Rodríguez Villar
1961
Hoy meditamos en la fiesta
del nombre de María, la fiesta del día del Santo de la Santísima Virgen, ¡Gran
día, gran fiesta debe ser para sus devotos, para sus hijos amantes!
Nadie podía darle un nombre completo y adecuado sino el mismo Dios, y
ese nombre es ¡María!
Se comprenderá cual será esta grandeza si es Dios el autor del mismo.
Por eso el Evangelio que tan pocas palabras dice de la vida de la Santísima
Virgen, no omite este detalle de tanta importancia, y expresamente dice: “y el
nombre de la Virgen era María”.
Deduce de aquí cómo debemos respetar y venerar este santísimo nombre y
cómo después del nombre de Jesús no hay otro ni más santo, ni más dulce, ni más
útil, para nosotros, que el nombre de María. Si el nombre de Jesús es
santificador, también santifica el nombre de María si sabemos pronunciarlo con
todo el respeto y amor que se merece. ¡Cuántos milagros efectuados con la invocación
del nombre de María! No hay nada más dulce a las almas santas, ni más
provechoso a las almas pecadoras, que juntar esos dos nombres benditos de Jesús
y María y pronunciarlos e invocarlos muy a menudo para acostumbrarse a sacar de
ellos la inmensa utilidad que su frecuente repetición lleva a las almas. ¿Lo
dices muchas veces con verdadero fervor, especialmente en las tentaciones,
dificultades, contrariedades y penas de la vida?
Es muy importante meditar lo que significa. Se dan más de 300 significaciones
del nombre, y fue providencia del Señor que significase muchas cosas y muy
buenas todas, para darnos a entender que en la Santísima Virgen se recopilan
todas las excelencias y perfecciones.
1° Hermosa.- La hermosura por
excelencia. “Hermosa como la luna”, la canta la Iglesia, porque así como en las
oscuridades de la noche, donde todo es feo y triste, aparece la luz plácida,
serena y bella de la luna, destacando en medio de las tinieblas y brillando más
que todas las estrellas juntas, así María destaca y descuella por su blanca
hermosura y la comunica a todos los que de Ella quieren participar.
También la dice Tota pulchra. Toda
hermosa. Esto es que en Ella no hay nada que no sea hermoso; su cuerpo, su
alma, sus ojos, sus sentidos, su corazón… todo; porque en Ella no hay nada feo,
ni manchado con ninguna cosa que mancille esa hermosura.
2° Señora y Dominadora.- Y qué
cierto es que es verdadera Señora –nunca fue esclava, ni sierva del demonio,
del pecado, de las pasiones. Sólo esclava del Señor, pero por eso mismo Reina y
Señora. El pueblo cristiano así lo entiende y por eso la llama Nuestra Señora. Recuerda cómo es Señora de los Ángeles que se glorían en
poderla servir. Los ángeles fueron muchas veces sus criados; en la Anunciación,
en la huída a Egipto, en la cueva de Belén, en el mismo Calvario, ángeles de
dolor fueron a sostenerla y a llorar con Ella. Es Señora de los demonios, que la temen y al oír tan sólo su nombre,
huyen. Ante este santo nombre doblan las rodillas los Cielos, la tierra y los abismos. El demonio teme a la
Señora, aún más que a Jesús, pues así Dios lo quiso, para que la humillación
fuera mayor y más admirable el triunfo de María. Es, en fin, Señora de los hombres, pero Señora y Reina de misericordia. Jesús
ha dividido su reino y su cetro, y, quedándose Él con la justicia como Juez que
es de vivos y muertos, ha dado a María el poder de la misericordia. Su Majestad
y grandeza no ofende, no aterra, sino que arrastra amorosa, pero violentamente,
aunque sea muy dulce esta violencia. Por eso es Reina y Señora de
corazones. Nadie sino Ella, tiene
derecho a mandar en nuestro corazón.
3° Mar y estrella del mar.- El
mar es el conjunto de todas las aguas de la tierra y del cielo, que caen por
medio de la lluvia y a él van a parar. Así, dice el Génesis, que al crear Dios
la tierra, reunió todas las aguas en un punto y las llamó el mar. Del mismo
modo sucedió con María; todas las gracias que el Señor repartió entre todas las
criaturas, ángeles y hombres, las reunió en María, y por eso, es el mar de
gracias, donde se encuentran todas las que queramos buscar.
Del mar se levantan las nubes, que luego caen en forma de lluvia a
fecundar la tierra; así derrama María del océano inmenso de sus gracias, las
que hacen fructificar a las almas en virtud
y santidad. Las aguas del mar son amargas, como fueron amargas las
penas del corazón de María, verdadero mar de amargura, pues sufrió más que
todos los corazones juntos en la Pasión de su Hijo. Por eso, se la llama Reina
de los Mártires, por haber padecido más que todos ellos. En fin, es Estrella del mar porque es la luz que
guía a los navegantes de este mar del mundo, del mar de las pasiones, en el que
fácilmente podemos naufragar, en el que navegamos generalmente a oscuras, pues en
todo instante nos ciega el amor propio y la fuerza de la pasión dominante. Ella es la estrella que está en lo alto para
que siempre la podamos mirar, siempre la podamos encontrar. Por eso la colocó
Dios tan alto, para que desde cualquier parte la veamos. Pero por eso mismo también, no la podemos ver
si no levantamos los ojos, cuanto más los bajes a ver cosas de la tierra, menos
la encontrarás.
Trabaja por imitarla y tenerla siempre delante, repitiendo sin cesar
este dulcísimo nombre.