Capítulo XVII del Libro El Liberalismo es pecado
Dánse varios modos con que sin ser precisamente liberal,
puede un católico hacerse cómplice del Liberalismo. Y he
aquí un punto todavía más práctico que el anterior y acerca
del cual debe estar muy frustrada y prevenida la conciencia
del fiel cristiano en estos tiempos.
Sabido es que hay pecados de los cuales nos hacemos reos,
digámoslo así, no por verdadera y directa comisión de ellos
sino por mera complicidad o connivencia con sus autores.
Siendo de tal naturaleza esta complicidad, que llega
muchas veces a igualar en gravedad a la acción
pecaminosa directamente cometida. Puede, pues, y debe
aplicarse al pecado de Liberalismo cuanto sobre este punto
de complicidad enseñan los tratadistas de Teología moral.
Nuestro objeto no es más que dejar apuntados aquí
brevemente los principales modos con que acerca del
Liberalismo se puede contraer hoy día esta complicidad.
1.° Afiliándose formalmente a un partido liberal. Es la
complicidad mayor que puede darse en esta materia, y
apenas se distingue de la acción directa a que se refiere.
Muchos hay que, en su claro juicio, ven toda la falsedad
doctrinal del Liberalismo y conocen sus siniestros
propósitos y abominan su detestable historia. Mas, o por
tradición de familia, o heredados rencores, o por
esperanzas de medro personal, o por consideración a
favores recibidos, o por temor a perjuicios que les puedan
sobrevenir, o por otra causa cualquiera, aceptan un puesto
en el partido que tales doctrinas sustenta y tales propósitos
abriga, y permiten se les cuente públicamente entre sus
individuos y se honran con su apellido y trabajan bajo su
bandera. Estos desdichados son los primeros cómplices, los
grandes cómplices de todas las iniquidades de su partido;
aun sin conocerlas detalladamente, son verdaderos
coautores de ellas y participan de su inmensa
responsabilidad. Así hemos visto en nuestra patria a
hombres muy de bien, excelentes padres de familia,
honrados comerciantes o artesanos, figurar en partidos que
traen en su programa usurpaciones y rapiñas que ninguna
honradez humana puede justificar. Son, pues, ante Dios
responsables de este atentado como el tal partido que los
cometió, siempre que el tal partido los considere, no como
hecho accidental, sino como lógico procedimiento suyo. La
honradez de tales sujetos sólo sirve de hacer más grave
esta complicidad. Porque es claro que si un partido malo no
se compusiera más que de malvados, no habría gran cosa
que temer de él. Lo horrible es el prestigio que a un partido
malo dan las personas relativamente buenas que le honran
y recomiendan con figurar en sus filas.
2º Aun sin estar formalmente afiliados a un partido liberal,
antes haciendo publica protesta de no pertenecer a él,
contraen también complicidad liberal los que manifiesten
por él públicas simpatías, elogiando sus personajes,
defendiendo o excusando sus periódicos, tomando parte en
sus festejos. La razón es evidente. El hombre, sobre todo si
vale algo por su talento o posición, hace mucho en favor de
cualquier idea con sólo mostrarse en relaciones más o
menos benévola con sus fautores. Da más con el obsequio
de su prestigio personal, que si diese dinero, armas, o
cualquier otro material auxilio. Así, por ejemplo, honrar un
católico, sobre todo si es sacerdote, a un periódico liberal
con su colaboración, es manifiestamente favorecerle con el
prestigio de su firma, aunque con ella no se defienda la
parte mala del periódico, aunque con ella se disienta de
esta misma parte mala. Se dirá tal vez que con escribir allí
se logra hacer oír la voz del bien por muchos que en otro
periódico no la escucharían. Es verdad, pero también la
firma del hombre bueno sirve allí de abonar tal periódico a
la vista de los lectores poco hábiles en distinguir las
doctrinas de un redactor de las de su vecino; y así, lo que
se pretendía fuese contrapeso y compensación del mal, se
convierte para la generalidad en efectiva recomendación de
él. Mil veces lo hemos oído: "¿Malo es tal periódico? Pues
¿no escribe en él D. Fulano de tal?" Así discurre el vulgo, y
vulgo somos casi la totalidad del género humano. Por
desgracia es frecuentísima en nuestros días esta
complicidad.
3.º Se comete verdadera complicidad votando candidatos
liberales, y esto aunque no se voten por la razón de tales,
sino por opiniones económicas o administrativas, etc., de
aquel diputado. Por más que en una cuestión de éstas
puede estar conforme tal diputado con el Catolicismo, es
evidente que en las demás cuestiones ha de hablar y votar
según su criterio herético; y se hace cómplice de sus
herejías el que le puso en el caso de que fuese a
escandalizar con ellas el país.
4.° Es complicidad estar suscrito al periódico liberal o
recomendarlo en el periódico sano por falsa razón de
compañerismo, o lamentar por análoga razón de falsa
cortesía, su cese o suspensión. Ser suscriptor de un
periódico liberal es dar dinero para fomentar el Liberalismo;
más aún, es ocasionar que otro incauto se decide a leerlo
viendo que vos lo tomáis; es, además, propinar a la familia
y a los amigos de la casa una lectura más o menos
envenenada. ¿Cuántos periódicos malos debieran desistir
de su ruin y maléfica propaganda, si no los apoyasen
ciertos bonachones suscriptores? Lo mismo decimos de la
frase de cajón entre periodistas: nuestro estimado colega,
o la otra de desearle abundante suscripción, o la más
común de sentimos el percance de nuestro compañero,
tratándose respectivamente de la primera salida o de la
suspensión de un periódico liberal No debe haber estos
compadrazgos entre soldados de tan opuesta bandera como
lo son la de Dios y la de Satanás. Al cesar o ser suspendido
un periódico de éstos deben darse gracias a Dios porque
tenga Su Divina Majestad, un enemigo menos: al
anunciarse su aparición debe, no saludarse ésta, sino
lamentarse como una calamidad.
5.º Complicidad es administrar, imprimir, vender, repartir,
anunciar o subvencionar tales periódicos o libros, aunque
sea haciéndolo a la vez con los buenos, aunque sea por
mera profesión industrial, aunque sea como medida
material de ganar el diario sustento.
6.º Es complicidad en los padres de familia, directores
espirituales, dueños de talleres, catedráticos y maestros,
callar cuando son preguntados sobre estas cosas; o
simplemente no explicarlas cuando tienen obligación, para
ilustrar las conciencias de sus subordinados.
7.º Es complicidad a voces ocultar la convicción, propia
buena, dando lugar a que se sospeche que se tiene malo.
No se olvide que hay mil ocasiones en que es obligación del
cristiano dar público testimonio de la verdad, aun sin ser
formalmente requerido.
8.º Es complicidad comprar fincas sagradas o de
beneficencia sin el beneplácito de la Iglesia, aunque las
saque a pública subasta la desamortización, como no se
compren para devolverlas a su legitimo dueño. Es
complicidad redimir censos eclesiásticos sin permiso del
verdadero señor de ellos, aunque se presente muy lucrativa
la operación. Es complicidad intervenir como agente en
tales compras y ventas, publicar los anuncios de subastas,
practicar corredurías, etc. Todos estos actos traen además
consigo obligación de restituir en la proporción de lo que
con ello se ha contribuido al inicuo despojo.
9º.-Es en algún modo complicidad prestar la casa propia
para actos liberales o cederla en alquiler para ello, como
por ejemplo, para casinos patrióticos, escuelas laicas,
clubs, redacciones de periódicos liberales, etc.
10º .-Es complicidad celebrar fiestas cívicas o religiosas por
actos notoriamente liberales o revolucionarios; asistir
voluntariamente a dichas fiestas; celebrar exequias
patrióticas que tienen más de significación revolucionaria
que de sufragio cristiano; pronunciar discursos fúnebres en
elogio de difuntos notoriamente liberales; adornar con
coronas y cintas sus sepulcros, etc. ¡Cuántos incautos han
flaqueado en su fe por estas causas!
Estas indicaciones hacemos, abarcando sólo lo más común
en esta materia. Las complicidades pueden ser de variedad
infinita, como los actos de la vida del hombre, que son, por
lo infinitos, inclasificables. Grave es la doctrina que en
algunos puntos hemos sentado, pero si es cierta la Teología
moral aplicada a otros errores y crímenes, ¿ha de serlo
menos aplicada al que nos ocupa esta ocasión?