Voz de
Cristo, voz misteriosa de la gracia que resonáis en el silencio de los
corazones, Vos murmuráis en el fondo de nuestras conciencias palabras de
dulzura y de paz. A nuestras miserias presentes repetís el consejo que el
Maestro daba frecuentemente durante su vida mortal: "¡Confianza,
confianza!".
"Yo
os digo - declara el Salvador
- no os acongojéis por el cuidado de hallar qué comer para sustentar vuestra
vida, o de dónde sacaréis vestidos para cubrir vuestro cuerpo. ¿Es qué no vale
más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?
Mirad
como las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
¿Quién de
vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo?
Y, del
vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo cómo crecen: no
se fatigan ni hilan. Pues Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió
como uno de ellos. Pues si la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada
al fuego, Dios así la viste, ¡no hará mucho más con vosotros, hombres de poca
fe!
Así que
no os preocupéis diciendo: ¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos? o ¿qué vestiremos?
Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que
de todo eso tenéis necesidad.
En los
muchos años que San Pablo, el Ermitaño, vivió en el desierto, un cuervo le
traía, cada día medio pan. Sucedió que San Antonio fue a visitar al ilustre
solitario. Conversaron largamente los dos santos, olvidados en sus piadosas
meditaciones de la necesidad del alimento. Sin embargo pensaba en ellos la
Providencia: el cuervo vino, como de costumbre, pero trayendo esta vez ¡un pan
entero!
"Buscad
primero el reino de Dios y su justicia; y todo lo
demás se os dará por añadidura." Así fue como el Salvador concluyó el discurso
sobre la Providencia. Conclusión consoladora, que encierra una promesa
condicional. De nosotros depende el ser beneficiados por ella. El Señor se
ocupa tanto más de nuestros intereses cuanto más nosotros nos preocupamos con
los suyos.
TOMADO DE PERISCOPIO
(El libro de la Confianza de Fray Thomas
de Saint Laurent)