En su catecismo, el papa Pio X dijo manejaba esto sobre
los Ángeles de la Guarda
172. ¿Cuáles son los ÁNGELES CUSTODIOS? – Los Ángeles Custodios son los que
Dios ha destinado para guardarnos y guiarnos por el camino de la salvación.
173. ¿Cómo sabemos que hay Ángeles
Custodios? – Que hay Ángeles
Custodios lo sabemos por la Sagrada Escritura y por la enseñanza de la Iglesia.
174. ¿Cómo
nos asiste el Ángel de nuestra Guarda? –
El Ángel de nuestra Guarda:
1º, nos asiste con buenas inspiraciones y, trayéndonos a la memoria lo que hemos de hacer, nos va guiando por el camino del bien
2º, ofrece a Dios nuestras súplicas y nos obtiene sus gracias.
1º, nos asiste con buenas inspiraciones y, trayéndonos a la memoria lo que hemos de hacer, nos va guiando por el camino del bien
2º, ofrece a Dios nuestras súplicas y nos obtiene sus gracias.
175. ¿Qué
hemos de sacar de lo que la Iglesia enseña acerca de los Ángeles Custodios? – De lo que enseña la Iglesia acerca
de los Ángeles Custodios hemos de sacar como fruto: estar continuamente muy
reconocidos a la divina bondad, por habernos dado Ángeles Custodios, y a los
mismos Ángeles por el cuidado tan amoroso que por nosotros se toman.
176. ¿En qué ha de consistir nuestro
reconocimiento a los Ángeles de nuestra Guarda? – Nuestro reconocimiento a los Ángeles
de nuestra Guarda ha de consistir en cuatro cosas:
1ª, reverenciar su presencia y no contristarlos con ningún pecado
2ª, seguir con presteza los buenos sentimientos que por ellos despierta Dios en nuestros corazones
3ª, hacer nuestras oraciones con la mayor devoción para que ellos las acojan con agrado y las ofrezcan a Dios
4ª, invocarlos a menudo y con entera confianza en nuestras necesidades, particularmente en las tentaciones.
1ª, reverenciar su presencia y no contristarlos con ningún pecado
2ª, seguir con presteza los buenos sentimientos que por ellos despierta Dios en nuestros corazones
3ª, hacer nuestras oraciones con la mayor devoción para que ellos las acojan con agrado y las ofrezcan a Dios
4ª, invocarlos a menudo y con entera confianza en nuestras necesidades, particularmente en las tentaciones.
Y San Bernardo
en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda,
comentando estas tres frases:
Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar).Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).
Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar).Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).
EL PADRE PIO Y DON BOSCO
Para el Padre Pio decía: “El ángel de la guarda no nos abandona
nunca. Él es nuestro amigo más sincero y fiel”.
El padre Pío le tenía mucha confianza y familiaridad y
con frecuencia le daba encargos especiales. A quien iba a saludarlo antes de
emprender un viaje, le decía: “El
ángel de Dios te acompañe”.
A sus hijos espirituales repetía con frecuencia: “cuando me necesites y no puedas venir a
verme, mándame a tu ángel de la guarda con el mensaje”.
El padre Agustín, su confesor, escribió: “El padre Pío no conoce ni el
griego ni el francés, su ángel de la guarda le explica todo”.
En el libro
Envíame a tu ángel de la guarda, el padre Alejo Parente nos cuenta este hecho
asombroso: “Una vez el padre
Pío estaba en la veranda y parecía estar hablando con alguien, mientras que en
realidad yo no veía a nadie. Me acerqué a él para entregarle algunas cartas. El
padre me dijo bruscamente: “¿No ves que estoy ocupado?”.
Me quedé mortificado y me retiré un poco. Al poco tiempo,
el padre Pío me llamó y me dijo: “¿No has visto estos ángeles de la guarda
que estaban alrededor? Eran los ángeles de la guarda de mis hijos espirituales
que venían a traerme sus mensajes. Debía yo darles las respuestas”.
San Juan Bosco narra
que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en
los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes
obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se
partió la tabla y se vinieron abajo.
Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó: “Ángel de mi guarda!”. Cayeron
sin sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron muerto, y cuando
levantaron al segundo, al que había invocado al Ángel Custodio, este recobró el
sentido y subió corriendo la escalera del andamio como si nada le hubiera
pasado. Preguntado luego exclamó: “Cuando
vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me
pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo
más”.
LOS ANGELES DE
LA GUARDA EN LAS APARICIONES MARIANAS
Una cosa común
entre las apariciones marianas es que antes de las apariciones se presenta un
ángel como antesala de las mismas. Les traigo 3 ejemplos.
CATALINA LABOURÉ, VIDENTE DE LA MEDALLA MILAGROSA, FRANCIA
La noche del 18 de junio del año, 1830, Catalina fue la
escogida por la Virgen Santísima para hacer entrega de sus cartas credenciales
a la Venerable Hermana. Para detalles, nadie como la propia Sor Catalina, quién
así lo describe:
“Era tanto mi deseo de ver a la Virgen, que me acosté con
la confianza de que San Vicente (de Paul) había de conseguírmelo de la Señora.
Serían no más que las once y media de la noche, cuando oí que me llamaban:“Hermana.
Hermana, Hermana“. Desperté;
miré del lado por donde la voz venía. Corrí la cortina; y vi a un niño, como de
cinco años que vestía de blanco; y así me dijo: “Ven a la capilla, que allí te
espera la Virgen”. Tranquilizada
por él, dime prisa en vestirme; y le seguí… No pequeña fue mi sorpresa,
viéndolo todo iluminado; mas esta mi sorpresa creció de punto ante la claridad
de la capilla. Recordábame ésta la misa de Navidad. Sin embargo, por ningún
lado se echaba de ver la presencia de la Virgen.
Arrodillada, hacíaseme largo el tiempo de espera.
Acrecíalo el temor de verme descubierta. Llegó la hora. Y el niño me previno
con estas palabras: “Mira, ahí
tienes a la Virgen Santísima”. Noté
como un roce de sedas que se dirigía al lado del Evangelio, a un sillón que
allí había. Era la Virgen, quien se me ofrecía sentada. Creo imposible
describir cuanto veía y ocurría en mi: algo así como un temor de verme
engañada; y de que aquella a quien yo veía, no fuera la Santísima Virgen. Mas,
el ángel de mi guarda -que no era otro el niño- me increpó un tanto severo y
sin más dudar, me arrodillé junta a Ella y puse mis manos en su regazo.
LOS 3 PASTORCITOS VIDENTES DE
FATIMA, PORTUGAL
La segunda aparición
del Ángel ocurrió a mediados del verano de 1916, cuando llevábamos los rebaños
a casa hacia mediodía para regresar por la tarde. Estábamos a la sombra de los
árboles que rodeaban el pozo de la quinta Arneiro. De pronto vimos al mismo
Ángel junto a nosotros:
- “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los
corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia.
Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!”
- ¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté.
- “De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados por cuales El es ofendido, y de suplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz.
- Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”
- ¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté.
- “De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados por cuales El es ofendido, y de suplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz.
- Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”
Estas palabras hicieron una profunda impresión en
nuestros espíritus como una luz que nos hacía comprender quien es Dios, como
nos ama y desea ser amado, el valor del sacrificio, cuanto le agrada y como
concede en atención a esto la gracia de conversión a los pecadores. Por esta
razón, desde ese momento, comenzamos a ofrecer al Señor cuanto nos mortificaba,
repitiendo siempre la oración que el Ángel nos enseñó.