Si
el entendimiento de los demonios quedo obscurecido por la privación del
conocimiento de la verdad.
Permanece intacto en los
demonios el conocimiento natural, pero, en pena de su pecado y como
consecuencia de el, disminuyó en ellos el conocimiento sobrenatural en el orden
especulativo y fueron privados de el totalmente en el orden afectivo.
Hay dos clases de
conocimientos de la verdad: uno que se obtiene por la gracia y otro por la
naturaleza. El que se obtiene por la gracia se divide, a su vez, en otros dos:
uno que es solamente especulativo, como el de aquel a quien Dios revela un
secreto divino, y otro que es afectivo y produce el amor a Dios, y este es que
pertenece propiamente al don de sabiduría.
Pues bien, de estos tres géneros
de conocimiento, el primero (natural) no fue suprimido ni siquiera atenuado en
los demonios, porque se deriva de la naturaleza del ángel,
(porque iría contra las perfecciones divinas o contra su voluntad creadora por
excelencia que no puede reducir a la nada lo ya creado)
el cual por su naturaleza es entendimiento o mente y esto debido a la
simplicidad de su sustancia, (a diferencia de la nuestra en donde
hombre es un compuesto de alma y cuerpo) nada de ella puede ser
sustraído, es imposible castigarle privándole una porción de su naturaleza,
como se castiga al hombre amputándole una mano, un pie o una parte de su
organismo; y por esto dice Dionisio que en ellos permanecieron íntegros los
dones naturales. Por tanto su conocimiento natural no pudo ser disminuído.
En cuanto al segundo género
de conocimiento, el puramente especulativo, obtenido por la gracia, no fue
totalmente borrado, sino disminuído, porque de estos secretos divinos solamente
les son revelados los convenientes, bien por medio de los Ángeles o también por algunos efectos temporales de
la virtud divina, como dice San Agustín, aunque no como a los ángeles santos, a
quienes en el Verbo les son revelados más secretos y con mayor claridad.
En cuanto a la tercera
clase de conocimiento, están totalmente privados de ellos, como también lo
están de la caridad. Hasta aquí Santo Tomas.
Es de fe, según sabemos,
carecen y carecerán perpetuamente de la eterna bienaventuranza, (que
hoy por hoy hasta esto está en discusión, como si pareciera que Dios, al igual
que quienes apoyan lo contrario a esta verdad de fe, algún día, dicen, Dios se
compadecerá de ellos y los librará de ese lugar llevándolos al cielo. Es una
opinión sentimental que nada tiene que ver con LA VERDAD MISMA y además, va en
contra de la DIVINA JUSTICIA) por tanto, en ellos permanece la pena de daño;
más no ha de entenderse que consista en que se les quita algo que poseyesen.
Pues ya dijimos que no fueron creados en posesión de la gloria y que nunca la
tuvieron (1. p, q. 62, a. 1), sino que consiste en lo que se les dió, como a
los Ángeles buenos, lo que les habría dado si hubieran permanecido fieles.
Pero, además de esta justa
y perene exclusión de la gloria, el pecado produjo en los ángeles
prevaricadores otros males, que pueden considerarse a la vez castigo de su culpa. Estos fueron;
la privación de los dones gratuitos, perdida de la gracia y las virtudes, obsecración
en el entendimiento, obsesión en la voluntad, (estos dos; obsecración y
obsesión por ser dos males que se dan en la parte superior del hombre, la
inteligencia y la voluntad actos propios del alma humana, puede este ser
afectado terriblemente por ellos en esta vida si la gracia y la docilidad a
ella no nos acompaña. Si las consecuencias de estos dos estados en el alma son
de carácter incalculable en los ángeles, ¿cuánto lo serán en el hombre si los
padece ya desde esta vida? Los dos actos principales del alma del hombre son la
inteligencia y la voluntad o como se les llama en teología; acto intelectivo y
volutivo, pero también en su alma tiene la norma de moralidad próxima que es la
RAZON que, por ser infundida por Dios desde dicha creación del alma se
considera parte esencial de la naturaleza humana e inviolable en sí misma a
menos que el mismo hombre le de otro fin diferente del querido por el Creador,
para lo cual se valdrá de su inteligencia y su voluntad, lo cual ya supone una
violación a la misma razón y una desviación de su fin o función principal que
será siempre LA VERDAD SUPREMA.
Un ejemplo nos ilustrará
sobre lo dicho: Es pecado gravísimo matar, porque nos lo dicen los 10
mandamientos, pero porque también la razón como regla moral próxima, también
nos lo recalca, sabiendo eso interviene el intelecto o entendimiento
argumentando que ese crimen merece “justicia” humana lo cual no es otra cosa
que venganza y esta no obra la JUSTICIA DE DIOS, pero la inteligencia insiste y
posteriormente la voluntad la acepta con otros argumentos que, terminan por
doblegar a la razón. En este juego tienen mucha participación tanto la obsesión
como la obsecración que, por desgracia, son las armas que esgrimen la
inteligencia y la voluntad y si ellas no es posible “vencer” a la razón. Quien
obra bajo estas dos nefastas pasiones es imposible que obre en conformidad con
la voluntad divina necesariamente hay una exclusión de la gracia y es
inevitable una ceguera del alma.
Si esto pasa en un acto práctico,
¿qué sucederá si esto sucede en un acto en donde se pone en peligro LA FE Y LA
DOCTRINA, en donde lógicamente se oponen dos autoridades a saber la humana y la
divina? Está claro que para que exista esta disensión entre ambas autoridades
debe haber una conducta totalmente opuesta a la divina tanto en lo práctico
como en lo teórico. Es evidente que el error proviene no de Dios verdad suprema
en la que no cabe el error ni por asomo, sino del hombre “que cree o piensa que
su deseo es acorde con el divino en el menor de los casos, pero quien es
advertido y recontra advertido que tal conducta no es la querida por Dios
Nuestro Señor, la situación cambia porque ya se está bajo la acción de estas
dos nefastas pasiones intransigentes que no admiten mas las advertencias, consejos
u opiniones. Es cuando lamentablemente, las gracias divinas que sobre ellos
caen paran en la tierra sin que estas almas las aprovechen en absoluto. El
Patriarca Sergio de Constantinopla así como Honorio I, uno el creador de la herejía
monotelita y otro por apoyarla son ejemplo claro de lo que hasta ahora vamos
explicando. San Sofronio tomo el consejo del Príncipe de los Apóstoles cuando
interpelado por los sacerdotes de los fariseos, respondió: “Es preciso obedecer
a Dios antes que a los hombres” (Hechos de los Apóstoles) y de aquellas
palabras que en teología moral se enseña: “En confrontación de autoridades se
sigue la mayor”. Así obraron en nuestro tiempo los dos grandes defensores de la
fe católica; Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer quienes, se opusieron
a las “doctrinas” heréticas difundidas por el concilio Vaticano II y difundidas
como “dogmas de fe” por los posteriores pontífices hasta este momento.)
“No puede hablarse en los
demonios de dolor sensible, mas sí del dolor en cuanto simple acto de la
voluntad, aunque no se duelan del mal de culpa” (q. 64 a. 3, c y ad. 3)
El dolor sensible, dolor de
pasión, como la ira, tristeza, temor, desesperación, gozo, etc., suponen
naturaleza sensible, (en este caso del cuerpo o materia de la que se compone el
hombre) de la que los demonios carecen. Pero el dolor y las demás afecciones
nombradas, en cuanto que son actos de la voluntad, trascienden la naturaleza
material y son propias del espíritu. El dolor así entendido “no es otra cosa
que una reacción de la voluntad contra lo que es o no es”, es decir, una repugnancia
de la voluntad a lo que la contraría o le es contrario, bien sea en cuanto
desea vanamente lograr algo conveniente que se le niega o en cuanto que quiere
rehuir algo nocivo que no puede apartar de sí. (ejemp. El ser como Dios
o rehuir los castigos del infierno, para lo cual quieran vivir más en la tierra
que en ese terrible lugar).
Es indudable que los
demonios sienten vehementemente contrariedad en su voluntad de varios modos y
de muchas cosas, como la privación de la bienaventuranza sobrenatural, que es
el bien máximo en sí y debía ser complemento de su felicidad natural, cuya
carencia tiene razón de máxima pena; la cohibición de sus facultades y de su
poder natural; el conocimiento del torpe y misérrimo estado en que se
encuentran y que saben que es irreparable y no tendrá fin; la envidia que
experimentan del bienestar de los ángeles y santos; el verse en sus astucias y
tentaciones vencidos por los hombres, de naturaleza inferior a la suya; la
aplicación de los meritos de Cristo a la Redención del género humano; la
carencia del principado y gobierno del universo; su inclusión en el infierno
como lugar de tormento y las torturas que allí padecen etc.
Sienten así mismo los
demonios dolor de su culpa, mas por la culpa misma, en la cual la voluntad se
complace pertinaz y obstinadamente, aunque no sea con gozo verdadero sino por
la pena a la que se ven sometidos.