Estimados Oblatos, amigos y benefactores:
Me dirijo a ustedes para advertir acerca de la falsa consagración que mañana el Papa Francisco realizará con muchos obispos del mundo. Usará una formula de «consagración» que lleva como propósito la «falsa paz» usando como medio para obtenerla una «consagración» de la Iglesia, de la humanidad, y de manera especial de Rusia y de Ucrania.
Para comenzar, la fórmula es ambigua, utiliza al mismo nivel y sin distinción, la paz humana con la Paz Divina; la unidad humana la fusiona con la unidad Divina. La susodicha consagración para la «unidad humana» la mezcla con la verdadera consagración que no se hará que es la que la Santísima Virgen de Fátima ha estado pidiendo se haga desde hace 93 años, consagración que implica pedir la separación de Rusia del resto del mundo, para entregarla a la unidad Divina. Para que Rusia le pertenezca al Corazón Inmaculado de María; ¡para que a través de Ella le pertenezca a Dios! y ¡NO a la unidad puramente humana! (ONU) que Jesucristo nunca prometió ni buscó.
Esta «consagración» es modernista, blasfema, mentirosa, hipócrita, y ambigua.
Está fórmula implica que la Santísima Virgen María acepta trabajar por un falso ecumenismo de libertad religiosa.
Implica que la Santísima Virgen María busca la paz Masónica.
Implica que La Santísima Virgen se identifica con la Pachamama al aplicarle también a María Santísima el título que se le aplica en Chile a la Pachamama por los mapúas, de ser «Tierra del Cielo» o la «Madre tierra».
El Papa Francisco busca con esta «consagración» alinear a Rusia y Ucrania con el nuevo «Orden» mundial que busca la «paz», ”los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes»(Fin de la ONU).
En otras palabras se busca consagrar a Rusia y a Ucrania al servicio de las nuevas ideologías y a la nueva religión Abrahámica.
En la formula se encuentra la palabra «Fraternidad» con sentido masónico, atribuyendo con blasfemia a la Santísima Virgen Reina la misión de «monstrar a los pueblos la senda de la Fraternidad».
Es la misma «paz» y «Fraternidad» de la ONU a la cual pidió Francisco que nos sometiéramos en diversas ocasiones.
Esta «consagración» al ser humanista y ecumenista, busca necesariamente consagrarnos NO al Dios Vivo, sino a el «dios» universal, «al dios del mundo», a el dios del nuevo orden mundial, a Satanás.
En suma este evento será un prodigio diabólico con apariencias de milagro que querrá «engañar aún a los elegidos».
En vista de tan gran engaño, les hago un llamado a todos ustedes y a todos los Católicos a no unirse a esta «consagración».
Lo que si podemos hacer en reparación y obediencia a la Santísima Siempre Virgen María y a Nuestro Santísimo Redentor es el de ofrecer ayuno, penitencia, oración, y mortificación este mismo 25 de Marzo en desagravio al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María por este ultraje indecible hacia sus amantísimos y Sacratísimos Corazones.
Hagamos éste ofrecimiento tal y como lo pidió la Santísima Virgen María a los niños en Fátima:
«OH JESÚS ESTO ES POR VUESTRO AMOR, POR LA CONVERSIÓN DE LOS PECADORES Y EN REPARACIÓN DE LAS OFENSAS HECHAS AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA»
Todo lo que hagamos en el día ofrecerlo para desagraviar al Corazón de María y repetir durante todo el día esta jaculatoria:
«INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA SED LA SALVACIÓN DEL ALMA MIA»
Es la oración que hacía Jacinta todo el tiempo.
Que La Santísima Siempre Virgen María Mediadora De Todas Las Gracias perdone tamaña ofensa, que convierta nuestros corazones y tenga misericordia de nosotros en el gran castigo inminente anunciado por la apostasía y prevaricación de los católicos que no quisieron escuchar ni obedecer a nuestra Madre del Cielo.
Con la bendición
Rev. Padre Rafael OSB
U.I.O.G.D.
Que En Todo Sea Dios Glorificado.
La Blasfema Consagracion de Francisco:
“Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María” de Rusia y Ucrania:
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes.
Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.
Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.
En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).
Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar. Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz.
Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27).
Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.
El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.
Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.
A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.
Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz.
Amén.