Traducir

viernes, 18 de junio de 2021

“A Luchar” : a todos los católicos y fieles tradicionalistas

 


“A Luchar”

 

A todos los católicos y fieles tradicionalistas

 

El presente escenario mundial, la situación de la Iglesia y las diferentes pruebas que están por venir me hacen querer compartir un pensamiento, una reflexión, un testimonio de la lucha que un católico tradicionalista tiene que vivir día a día. Mi intención no es atacar, ni criticar, ni imponer, simplemente una invitación a reflexionar cómo defendemos nuestra fe.

 

Tuve el gran privilegio y bendición de nacer en una familia católica y tradicionalista. Desde niño fui enseñado en la doctrina y el catecismo de la Iglesia Católica. Asistía todos los fines de semana a un muy bonito priorato de la FSSPX. Catecismo, misa, apostolado, sacramentos, sana convivencia. Todo eso lo tenía. Se podría decir que era una vida de católico tradicionalista fácil, light. Un plan seguro para ir al cielo trazado fácilmente: rezar el Rosario entre semana, ir a catecismo, a misa, a algún apostolado y recibir los sacramentos. Repetir esto todas las semanas. Este camino seguro me permitía tomar ciertas facilidades u oportunidades “¿Pequé? Fácil, me confieso el fin de semana, no importa.” “¿Que si no alcanzo a llegar a misa temprano? Sin problemas, hay misa en la tarde.”

 

Desde pequeño me fueron inculcando que la Iglesia vivía una crisis, que las misas a las que iban mis compañeritos de la escuela no eran las mismas. Al principio no lo entendía mucho pero uno le cree todo a sus padres. Poco a poco me fui dando cuenta de diferencias muy palpables e irreconciliables con la fe: Mis compañeros rezaban el Padre Nuestro de una manera diferente, podían tratarse mal y ofender a la maestra y decir que no pasaba nada, que porque el Padre en la misa del Domingo les había dicho que Dios es muy bueno y que todo lo perdona y todos se van al cielo, un cielo donde había lo que más le gustara a todos, que si te gustaban los Gansitos (un pastelillo), cuando fueras al cielo Dios te recibiría con una dotación infinita de ellos; el Niño Dios era reemplazado por Santa Claus en Navidad, entre otras cosas. Sabía en ese entonces que era muy diferente a los demás. Pero no pasaba nada, ellos podían seguir con su vida, al cabo yo tenía todo en la FSSPX y no tenía que preocuparme por nada.

 

Pasé la niñez y la temprana adolescencia con una indiferencia hacia la situación que vivía el mundo y la Iglesia. Tenía el camino facilito a la salvación con los sacramentos 24/7, misas, coro, catecismos y apostolado.

Inclusive, ni me preocupaba mi vocación porque seguramente de la Fraternidad saldría, ya sea en un seminario o en una marcha nupcial con alguna fiel.

 

A mis 15 años, en una etapa complicada del desarrollo humano, mis padres de la noche a la mañana tomaron la decisión de ya no ir, ni llevarnos a mí y mis hermanos a la Fraternidad. Digo de la noche a la mañana porque así de golpe lo sentí, mis padres ya habían analizado la dura decisión. Ellos ya habían visto algo que yo no. Los seguí más por obediencia que por convicción propia. Me llegó a parecer una decisión radical, exagerada. No tenía argumentos para debatir o discutir esa decisión y francamente me quería ahorrar problemas con mis padres.

 

Las misas dominicales, los sacramentos, los apostolados, la convivencia con fieles que comparten tus mismas ideas y valores...todo eso se acabó. Ahora, vivía con la incertidumbre de si iba a poder confesarme o comulgar alguna otra vez. Los viajes en coche de 20 minutos para llegar a misa se convirtieron en viajes de autobús de 6 horas uno que otro mes. La bella capilla, el altar y la sacristía fueron reemplazados por el comedor o la sala de alguna casa, los confesionarios en un colchón o reclinatorio de alguna habitación, la credencia en una mesa del teléfono, las grandes voces que cantaban la misa en un susurro de voces desafinadas, el acolitar con un rol en la misa a hacer todos los roles posibles con tal de que se pudiera tener una misa cantada; el silencio de la misa interrumpido por camionetas que venden gas, por los panaderos y por los que venden tamales.

 

Pero ¿por qué este giro de 180°? ¿Qué habían visto mis padres que yo no podía ver? ¿Vivir la religión de esta manera no sería un peligro para mi fe? ¿Estaba obedeciendo ciegamente?

 

Pocos años después lo entendí y que mejor que explicarlo que la analogía que utilizaba mi madre. Si pones una manzana podrida en medio de otras manzanas, no esperes que las buenas manzanas hagan de la manzana podrida una buena manzana, por naturaleza propia, la manzana podrida hará que el resto se pudra. (Para ser un poco más explícito, la manzana podrida representa a la Iglesia Conciliar con la cual la Fraternidad lleva años intentando acordar y ser reconocida).

Dejar la Fraternidad no supondría un peligro para mi fe, estar tentando con manzanas podridas sí lo sería. Obedecer tenía sentido, ya que la autoridad con más conocimiento y preparación ordenaba algo para conservar la fe. Y cuando se trata de la fe, hay que ser "radicales". En los mismos sermones de la Fraternidad nos predicaban que nos sintiéramos orgullosos de que los modernistas nos llamaran locos, locos por seguir a Cristo, por ir a la misa de siempre, por mantener la fe, por rechazar al modernismo y a la Iglesia Conciliar. Es curioso que los resistentes terminamos siendo los locos y criticados por seguir la misma palabra que predicaban.

 

Todos estos cambios únicamente reavivaron mi fe, me hicieron estar conscientes de que existía un conflicto que no se podía evitar. Había que estar alertas, en espíritu de lucha; en las catacumbas, siendo perseguidos, como los mártires de los primeros tiempos.

 

¿Por qué comparto este testimonio? Simplemente quiero exhortar a mis hermanos tradicionalistas a que reflexionen y analicen la grave crisis que vive la Iglesia y la Tradición, a que tomen las armas en el combate espiritual y que evitemos la tibieza.

Nuestro Señor y la Virgen Santísima nunca nos dejarán solos y nos van a proporcionar todos los medios necesarios para perseverar. Nuestro Señor nos dice claramente "Buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura". Pienso que muchas veces limitamos estas palabras a que se nos entregarán cosas materiales o superficiales (alimento, vivienda, ropa, transporte, seguridad, etc.) cuando realmente también aplica con los sacramentos, las misas. Si nos mantenemos firmes en la fe y cumplimos los mandamientos, la Divina Providencia nos dará todo lo que necesitemos para sobrevivir espiritual y corporalmente.

 

Los exhorto a seguir la lucha que valientemente inició Mons. Lefebvre y a la que hoy en día se ha sumado Mons. Viganó quien en una de sus cartas publicadas en Septiembre de 2020 destaca acertadamente algunos puntos relevantes al conflicto entre los tradicionalistas y los modernistas:

     Los verdaderos católicos son los fieles tradicionalistas que se adhieren a las verdades enseñadas y reveladas por Cristo no aquellos modernistas que sólo conservan el nombre por una cuestión burocrática.

     El clero y los fieles tienen la obligación de obedecer primero a Dios antes que a los hombres.

     Un Católico tiene la obligación de militar y defender la fe. Levantar las armas de manera espiritual y si es necesario, de manera material.

     Es necesario resistir a los embates modernistas y corregir con caridad a la autoridad cuando se erra, sobre todo en estos tiempos de confusión.

 

Es por eso que no se puede coquetear con la Iglesia Conciliar, buscar un acuerdo es admitir que los usurpadores tienen la Verdad. ¿Colaborar con aquellos que profanan la Iglesia con la Pachamama, con los que besan el Corán, con los que se reúnen a orar en mezquitas, con aquellos que lanzan herejías a diestra y siniestra, con los que participan con la élite mundial para establecer un nuevo orden mundial? Y todo ¿para qué? ¿Para ser reconocidos ante los hombres?

¿Y ante Dios? "El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo, desparrama" dice Nuestro Señor.

 

El conflicto entre tradicionalistas y modernistas está en punto de ebullición, inclusive para aquellos tradicionalistas "en comunión con la Iglesia" (como la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro), tras los recientes amagues de Francisco de eliminar Summorum Pontificum (irrelevante para los verdaderos tradicionalistas ya que solo servía de escudo a muchos para evitar la denotación de "cismáticos"). Esto es esperanzador para que muchos rebeldes se unan a la causa, para que los trabajadores vayan a la Viña del Señor. Es momento de tomar un bando y de orientar y guiar a todas esas personas de buena fe, a la verdadera doctrina. Velad y orad. Estad sobrios y vigilantes que se acerca la Segunda Venida de Cristo.

 

Me gustaría concluir esta reflexión y exhortación recordando un pasaje de la Epístola del apóstol San Pablo a Timoteo. Relevantes hoy en día más que nunca.

"Proclama la Palabra. Insiste a tiempo y a destiempo; reprende, ruega, exhorta, con paciencia siempre y afán de enseñar. Porque vendrá tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que en alas de sus pasiones y con la comezón en sus oídos, se elegirán maestros a granel y desviarán sus oídos de la verdad y se volverán hacia las fábulas. Tú anda sobre ti en todo, soporta el sufrimiento, haz obra de predicador del Evangelio; cumple con tu ministerio. Sé sobrio."

 

Roguémosle a la Santísima Virgen María, Nuestra Protectora y a San José para que nos protejan e iluminen en las batallas que libramos día a día y nos den todas las gracias para perseverar. Oremos también por todos los buenos obispos y sacerdotes resistentes que nos predican la sana doctrina y nos orientan en tiempos de confusión.

Oremos también por todos nuestros familiares, amigos y enemigos para que seamos un solo rebaño, el rebaño de Cristo y que, al momento de nuestra muerte, podamos decir como San Pablo a Timoteo:   Bonum certámen certávi, cursum consumávi, fidem servávi.

(He luchado la buena lucha, he concluido la carrera, he guardado la fe).

 

Que Así Sea

Dios los Bendiga

 

Un fiel tradicionalista

Anónimo