“A Luchar”
A todos los
católicos y fieles tradicionalistas
El presente escenario mundial, la situación de
la Iglesia y las diferentes pruebas que están por venir me hacen querer
compartir un pensamiento, una reflexión, un testimonio de la lucha que un católico
tradicionalista tiene que vivir día a día. Mi intención no es atacar, ni
criticar, ni imponer, simplemente una invitación a reflexionar cómo defendemos
nuestra fe.
Tuve el gran privilegio y bendición
de nacer en una familia católica y tradicionalista. Desde niño fui enseñado en
la doctrina y el catecismo de la Iglesia Católica. Asistía todos los fines de
semana a un muy bonito priorato de la FSSPX. Catecismo, misa, apostolado,
sacramentos, sana convivencia. Todo eso lo tenía. Se podría decir que era una
vida de católico tradicionalista fácil, light. Un plan seguro para ir al cielo trazado fácilmente: rezar el Rosario
entre semana, ir a catecismo, a misa, a algún apostolado y recibir los
sacramentos. Repetir esto todas las semanas. Este camino seguro me permitía
tomar ciertas facilidades u oportunidades “¿Pequé? Fácil, me confieso
el fin de semana, no importa.” “¿Que si no alcanzo a llegar a misa temprano? Sin problemas,
hay misa en la tarde.”
Desde pequeño me fueron inculcando
que la Iglesia vivía una crisis, que
las misas a las que iban mis compañeritos de la
escuela no eran las mismas. Al principio no lo entendía mucho pero uno le cree
todo a sus padres. Poco a poco me fui dando cuenta de diferencias muy palpables
e irreconciliables con la fe: Mis compañeros
rezaban el Padre Nuestro de una manera diferente, podían tratarse mal y ofender
a la maestra y decir que no pasaba nada, que porque el Padre en la misa del
Domingo les había dicho que Dios es muy bueno y que todo lo perdona y todos se
van al cielo, un cielo donde había lo que más
le gustara a todos, que si te gustaban los Gansitos (un pastelillo), cuando fueras al cielo Dios te recibiría con una dotación
infinita de ellos; el Niño Dios era
reemplazado por Santa Claus en Navidad, entre otras cosas. Sabía en ese
entonces que era muy diferente a los demás. Pero no pasaba nada, ellos podían
seguir con su vida, al cabo yo tenía todo en la FSSPX y no tenía que
preocuparme por nada.
Pasé
la niñez y la temprana adolescencia con una indiferencia hacia la situación que
vivía el mundo y la Iglesia. Tenía el camino facilito a la salvación con los
sacramentos 24/7, misas, coro, catecismos y apostolado.
Inclusive,
ni me preocupaba mi vocación porque seguramente de la Fraternidad saldría, ya
sea en un seminario o en una marcha nupcial con alguna fiel.
A mis 15 años, en una etapa
complicada del desarrollo humano, mis padres de la noche a la mañana tomaron la
decisión de ya no ir, ni llevarnos a mí y mis hermanos a la Fraternidad. Digo
de la noche a la mañana porque así de golpe lo sentí, mis padres ya habían
analizado la dura decisión. Ellos ya habían visto algo que yo no. Los seguí más
por obediencia que por convicción propia. Me llegó a parecer una decisión
radical, exagerada. No tenía
argumentos para debatir o discutir esa decisión y
francamente me quería ahorrar problemas con mis padres.
Las misas dominicales, los
sacramentos, los apostolados, la convivencia con fieles que comparten tus
mismas ideas y valores...todo eso se acabó. Ahora, vivía con la incertidumbre
de si iba a poder confesarme o comulgar alguna otra vez. Los viajes en coche de
20 minutos para llegar a misa se convirtieron en viajes de autobús de 6 horas
uno que otro mes. La bella capilla, el altar y la sacristía fueron reemplazados
por el comedor o la sala de alguna casa, los confesionarios en un colchón o
reclinatorio de alguna habitación, la credencia en una mesa del teléfono, las
grandes voces que cantaban la misa en un susurro de voces desafinadas, el
acolitar con un rol en la misa a hacer todos los roles posibles con tal de que
se pudiera tener una misa cantada; el silencio de la
misa interrumpido por camionetas que venden gas, por los panaderos y por los
que venden tamales.
Pero
¿por qué este giro de 180°? ¿Qué habían visto mis padres que yo no podía ver?
¿Vivir la religión de esta manera no sería un peligro para mi fe? ¿Estaba obedeciendo ciegamente?
Pocos años después lo entendí y que
mejor que explicarlo que la analogía que utilizaba mi madre. Si pones una
manzana podrida en medio de otras manzanas, no esperes que las buenas manzanas
hagan de la manzana podrida una buena manzana, por naturaleza propia, la
manzana podrida hará que el resto se pudra. (Para ser un poco más explícito, la
manzana podrida representa a la Iglesia Conciliar con la cual la Fraternidad
lleva años intentando acordar y ser reconocida).
Dejar la Fraternidad no supondría
un peligro para mi fe, estar tentando con manzanas podridas sí lo sería.
Obedecer tenía sentido, ya que la
autoridad con más conocimiento y preparación ordenaba algo para conservar la
fe. Y cuando se trata de la fe, hay que ser
"radicales". En los mismos sermones de la Fraternidad nos predicaban
que nos sintiéramos orgullosos de que los modernistas nos llamaran locos, locos
por seguir a Cristo, por ir a la misa de siempre, por mantener la fe, por
rechazar al modernismo y a la Iglesia Conciliar. Es curioso que los resistentes
terminamos siendo los locos y criticados por seguir
la misma palabra que predicaban.
Todos estos cambios únicamente
reavivaron mi fe, me hicieron estar conscientes de que existía un conflicto que
no se podía evitar. Había que estar alertas, en espíritu de lucha; en las
catacumbas, siendo perseguidos, como los mártires de los primeros tiempos.
¿Por qué comparto este testimonio?
Simplemente quiero exhortar a mis hermanos tradicionalistas a que reflexionen y
analicen la grave crisis que vive la Iglesia y la Tradición, a que tomen las
armas en el combate espiritual y que evitemos la tibieza.
Nuestro Señor y la Virgen Santísima
nunca nos dejarán solos y nos van a proporcionar todos los medios necesarios
para perseverar. Nuestro Señor nos dice claramente "Buscad el reino de
Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura". Pienso que muchas
veces limitamos estas palabras a que se nos entregarán cosas materiales o
superficiales (alimento, vivienda, ropa, transporte, seguridad, etc.) cuando
realmente también aplica con los sacramentos, las misas. Si nos mantenemos
firmes en la fe y cumplimos los mandamientos, la Divina Providencia nos dará
todo lo que necesitemos para sobrevivir espiritual y corporalmente.
Los exhorto a seguir la lucha que
valientemente inició Mons. Lefebvre y a la que hoy en día se ha sumado Mons.
Viganó quien en una de sus cartas publicadas en Septiembre de 2020 destaca
acertadamente algunos puntos relevantes al conflicto entre los tradicionalistas
y los modernistas:
● Los verdaderos católicos son los
fieles tradicionalistas que se adhieren a las verdades enseñadas y reveladas
por Cristo no aquellos modernistas que sólo conservan el nombre por una
cuestión burocrática.
● El clero y los fieles tienen la
obligación de obedecer primero a Dios antes que a los hombres.
● Un Católico tiene la obligación de
militar y defender la fe. Levantar las armas de manera espiritual y si es
necesario, de manera material.
● Es necesario resistir a los embates
modernistas y corregir con caridad a la autoridad cuando se erra, sobre todo en
estos tiempos de confusión.
Es por eso que no se puede
coquetear con la Iglesia Conciliar, buscar un acuerdo es admitir que los
usurpadores tienen la Verdad. ¿Colaborar con aquellos que profanan la Iglesia
con la Pachamama, con los que besan el Corán, con los que se reúnen a orar en
mezquitas, con aquellos que lanzan herejías a diestra y siniestra, con los que
participan con la élite mundial para establecer un nuevo orden mundial? Y todo
¿para qué? ¿Para ser reconocidos ante los hombres?
¿Y ante Dios? "El que no está
conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo, desparrama" dice Nuestro
Señor.
El conflicto entre tradicionalistas
y modernistas está en punto de ebullición, inclusive para aquellos
tradicionalistas "en comunión con la Iglesia" (como la Fraternidad
Sacerdotal de San Pedro), tras los recientes amagues de Francisco de eliminar
Summorum Pontificum (irrelevante para los verdaderos tradicionalistas ya que
solo servía de escudo a muchos para evitar la denotación de
"cismáticos"). Esto es esperanzador para que muchos rebeldes se unan
a la causa, para que los trabajadores vayan a la Viña del Señor. Es momento de
tomar un bando y de orientar y guiar a todas esas personas de buena fe, a la
verdadera doctrina. Velad y orad. Estad sobrios y vigilantes que se acerca la
Segunda Venida de Cristo.
Me
gustaría concluir esta reflexión y exhortación recordando un pasaje de la
Epístola del apóstol San Pablo a Timoteo. Relevantes hoy en día más que nunca.
"Proclama la Palabra. Insiste
a tiempo y a destiempo; reprende, ruega, exhorta, con paciencia siempre y afán
de enseñar. Porque vendrá tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino
que en alas de sus pasiones y con la comezón en sus oídos, se elegirán maestros
a granel y desviarán sus oídos de la verdad y se volverán hacia las fábulas. Tú
anda sobre ti en todo, soporta el sufrimiento, haz obra de predicador del
Evangelio; cumple con tu ministerio. Sé sobrio."
Roguémosle a la Santísima Virgen
María, Nuestra Protectora y a San José para que nos protejan e iluminen en las
batallas que libramos día a día y nos den todas las gracias para perseverar.
Oremos también por todos los buenos obispos y sacerdotes resistentes que nos
predican la sana doctrina y nos orientan en tiempos de confusión.
Oremos también por todos nuestros
familiares, amigos y enemigos para que seamos un solo rebaño, el rebaño de
Cristo y que, al momento de nuestra muerte, podamos decir como San Pablo a
Timoteo: Bonum certámen certávi, cursum consumávi, fidem servávi.
(He luchado la buena lucha, he
concluido la carrera, he guardado la fe).
Que
Así Sea
Dios
los Bendiga
Un fiel tradicionalista
Anónimo