Nunca meditemos que lo que Cristo
sufrió lo sufrió por culpa de Judas, de Caifás, de Herodes, de los que le
azotaron, coronaron de espinas y crucificaron. Ellos le vendieron,
sentenciaron, y escarnecieron y pusieron en la Cruz. Pero Cristo, que lo sufrió
todo por su causa y su provecho, padeció siempre por mí. Por mi culpa y por mi
bien. Por mí padeció la traición de sus
discípulos, por mí las negaciones de Pedro, por mí los desprecios de Herodes,
por mí la sentencia de Caifás, por mí los azotes y la corona de espinas, y la
crucifixión. Todo por mis pecados y todo para salvarme. Todo para mi ejemplo y
mi consuelo.
Por mí sufrió las bofetadas, y los salivazos, y las blasfemias, y las
burlas con que se divirtió toda la noche la canalla servidora de Caifás.
Por mí fue, Salvador mío, por mí.
Ignacianas
Angel Anaya,
S.J.