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martes, 31 de enero de 2017

CONSEJOS DE SAN JUAN BOSCO A LOS CATÓLICOS




 “Oh María: cuán poderosa y buena eres. Es una verdad completamente segura que Tú ayudas a cuantos te invoca en sus penas”.


  “Cuando quiero llevar a cabo una obra difícil, delicada y arriesgada, rezo con fe a María Auxiliadora y me dedico con calma pero con todas mis fuerzas a obtener lo que creo es más agradable a la Voluntad de Dios. Y el éxito llega”.

  “Si la gente comprendiera lo importante que es tener una verdadera devoción a la Madre de Dios, estimarían esto como el más grande tesoro del mundo”.

  “El mejor regalo que le puedes hacer a la Madre Santísima es este: Ofrecerle una buena confesión y una fervorosa comunión; leer algún libro bueno, y empezar con ánimo a combatir ese pecado que más cometes”.

  “¿Quieres ver efectos admirables en tu vida? Rézale cada noche las tres Avemarías a Nuestra Señora y repítele cada día varias veces esta jaculatoria: “María Auxiliadora rogad por nosotros”.

  “No pasemos nunca ante una imagen de la Virgen sin darle algún saludo. Digámosle: “Yo te saludo, llena de gracia… u otra frase de cariño”.

  “Acostúmbrate a rezar esta oración: Oh María, Virgen Poderosa, grande y terrible como un ejército en orden de batalla. Tú has librado y librarás a la Iglesia de las herejías. Oh Madre: en nuestras angustias, en nuestras luchas, en nuestros apuros, líbranos del enemigo, y en la hora de la muerte llévanos al Paraíso. Amén”.

  “En la devoción a María Auxiliadora encontrarás gran fortaleza para progresar en la virtud y para resistir al mal espíritu y a tus pasiones”.

  “María Santísima ha protegido siempre a sus devotos en la vida, pero esencialmente en la hora de la muerte”.

  “Os recomiendo que no dejéis pasar un sábado sin hacer algo en honor de la Virgen”.

     La novena que San Juan Bosco recomendaba era esta:
  Rezar cada día 3 Padrenuestros Avemarías y Gloria, y 3 Salves. Después de cada gloria decir: “Sea alabado y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo Sacramento”, y después de cada Salve decir: “María Auxiliadora rogad por nosotros”.

  “HACE CUARENTA AÑOS QUE VENGO REPITIENDO A LA GENTE QUE INVOQUE A LA MADRE DE DIOS Y QUE ELLA LOS AYUDARÁ. Hasta ahora ni uno solo ha venido a decirme que perdió tu tiempo rezándole a Nuestra Señora. El mismo demonio ha tenido que retirarse, y ha fracasado, cuando las personas empiezan a ser devotas de la Madre Celestial y ha llegado a no poder hacerles cometer pecado mortal".

Palabras de su madre  el día que entró en el Seminario:   “Querido Juan, cuando viniste te consagré a la Santísima Virgen; cuando comenzaste los estudios te recomendé a la devoción a esta nuestra Madre; ahora te digo que seas todo suyo; ama a los compañeros devotos de María; y, si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María”.

Memorias biográficas de San Juan Bosco

Sermón Padre Ruíz 4o Dom desp de Epifanía





FIDELIDAD CATÓLICA MEXICANA

lunes, 30 de enero de 2017

Sermón para el Domingo Cuarto después de Epifanía: San Alfonso María de Ligorio



  Consideremos qué es lo que significa esta nave en medio del mar y qué significan los vientos que levantan la tempestad.
  La nave que está en el mar, significa el hombre que vive en este mundo. Así como la nave que camina por el mar, está sujeta a mil peligros, de corsarios, de incendio, de escollos y de borrascas; así el hombre en esta vida se ve cercado de peligros, por las tentaciones del infierno, por las ocasiones de pecar, por los escándalos y malos ejemplos de los hombres, por los respetos humanos; y especialmente por las pasiones desordenadas, figuradas en los vientos que mueven la tempestad y ponen la nave en peligro de perderse.

  Así es que, como dice San León, nuestra vida está llena de peligros, de emboscadas y de enemigos. El principal enemigo de nuestra salud que todos tenemos, es la propia concupiscencia. Además de los apetitos desarreglados que habitan en nosotros y nos arrastran al  mal, ¡tenemos tantos enemigos exteriores que nos combaten! En primer lugar están los demonios, con los cuales vivimos en continua guerra, y son más fuertes que nosotros. Por esto nos advierte San Pablo, que  nos prevengamos con los auxilios divinos, puesto que tenemos que combatir a enemigos tan poderosos: revestíos de toda la armadura de Dios. El diablo, añade San Pedro, anda girando como león rugiente alrededor de nosotros, en busca de presa que devorar. San Cipriano escribe, “que el enemigo siempre anda en torno nuestro para ver si puede esclavizarnos”.

  También  nos combaten la salvación y los hombres con quienes tenemos que tratar, los cuales o nos persiguen o nos venden, o nos engañan con las adulaciones y los malos consejos. San Agustín dice, que entre los fieles cualquiera que sea su profesión, hay hombres fingidos y engañosos. Si una plaza estuviere por dentro llena de rebeldes y por fuera cerrada de enemigos ¿quién  no la creería perdida? Tal es el estado del hombre mientras vive en este mundo. ¿Quién puede, pues, librarle de tantos males sino solo Dios?

  ¿Cuál será, pues, el medio de salvarnos entre tantos peligros? El que hallaron aquellos santos discípulos de Jesús, cual fue el recurrir a su Maestro divino, diciéndole: Señor, salvadnos, porque si no perecemos sin remedio. Cuando la tempestad es grande, el piloto no separa la vista de la estrella polar o de la brújula que le guía al puerto. Así debemos nosotros tener siempre los ojos fijos en Dios, que es el único que puede salvarnos de los peligros de este mundo borrascoso. Y así lo hacía David cuando se veía asaltado del peligro de pecar. Con este fin dispone el Señor, que mientras estamos en este mundo vivamos en una continua tormenta y estemos rodeados de enemigos, para que continuamente non encomendemos a Él, que es el único que puede salvarnos con su gracia. Las tentaciones del demonio, las persecuciones de los hombres, y todas las adversidades que sufrimos en este mundo, no son un mal para nosotros, sino un bien, si sabemos aprovecharnos del bien que encierran, como quiere Dios que por  nuestra utilidad las permite. Ellas nos apartan del apego que tenemos a los bienes terrenos, y nos inspiran desprecio al mundo, haciéndonos hallar amarguras y espinas en los mismos honores, en las riquezas y delicias de la tierra. Todo esto lo hace Dios para que perdamos el afecto que tenemos a los bienes caducos, en los cuales hallamos tantos peligros de perdernos, y procuremos unirnos con Dios, que es el único que puede hacernos felices.

  Nuestro error y engaño consiste en que cuando  nos vemos maltratados por la enfermedad, la pobreza, las persecuciones y otras varias tribulaciones, en vez de acudir a Dios, recurrimos a los hombres, y ponemos nuestra confianza en la ayuda de estos, atrayéndonos de este modo la maldición del Señor. No nos prohíbe que recurramos a los medios humanos en nuestras aflicciones y peligros, pero maldice a los que ponen su confianza exclusivamente en ellos; y quiere que ante todas las cosas recurramos a Él, y coloquemos en Él nuestras esperanzas, y a Él le amemos sobre todas las cosas de la tierra y el cielo.

  Mientras vivamos en este mundo, debemos procurar conseguir la vida eterna, temiendo y temblando en medio de tantos peligros como los hallamos.

  Hallándose un día en medio de la mar una nave, sobrevino una tempestad, y en la nave una bestia que comía tranquilamente, como si hubiese una gran calma. Preguntaron al capitán, por qué temía tanto, y respondió: Si yo tuviese una alma como la de la bestia, podría estar tranquilo y sin temor, pero porque tengo un alma racional y eterna, temo la muerte, puesto que he de presentarme al juicio de Dios. Temamos también nosotros, se trata del alma, se trata de la eternidad; y el que no tiembla, está en gran peligro de condenarse, como dice San Pablo; porque el que no tiembla, poco se encomienda a Dios, poco procura valerse de los medios que hay para salvarnos, y así se pierde fácilmente. San Cipriano nos advierte que estemos atentos y preparados a la batalla, para combatir por la salud eterna.

  El primer medio, pues, para salvarse, es encomendarse a Dios, para que nos ayude a vencer las tentaciones y no le ofendamos. El segundo es limpiar el alma de todos los pecados cometidos, haciendo una confesión general. Este es un gran remedio para que el pecador enmiende su vida. Cuando la tempestad es grande, se procura aligerar la carga de la nave, y cada cual arroja al mar su equipaje para salvar la vida. ¡Oh necedad de los pecadores, que estando en este mundo en medio de tantos peligros de condenarse para siempre, en vez de aligerar la nave, esto es, de descargar el alma de los pecados cometidos, la cargan todavía con mayor peso! En vez de huir de los peligros de pecar, no temen de meterse voluntariamente en nuevas ocasiones de ofender a Dios. Y en vez de recurrir a la misericordia divina para que les perdone las ofensas que le han hecho, le ofenden más, obligándole de este modo a abandonarlos.

  El segundo medio es, procurar con todo cuidado no dejarse dominar de las pasiones desarregladas. El que está obcecado, no ve lo que hace, y por lo mismo está expuesto a no hacer más que disparates. Por esto se pierden tantos por dejarse dominar de las pasiones. ¡Cuántos se dejan arrastrar de la codicia de las riquezas! Otros se dejan dominar de la pasión de los placeres sensuales, y porque no se contentan con los lícitos, pasan de estos a los prohibidos. A otros domina la pasión de la ira, y por no tener cuidado de sofocarla en un principio cuando la pasión tiene poca fuerza, después va creciendo y se convierte en espíritu de venganza.

  Muchos que salieron vencedores de la persecución pública, quedaron vencidos en la oculta. Si los afectos desordenados no se refrenan al principio, se convierten en nuestros más terribles tiranos. Salomón colmado por Dios de tantos dones, hasta ser inspirado del Espíritu Santo, después se degradó hasta ofrecer incienso a los ídolos, arrastrado de la pasión hacia las mujeres extranjeras. Símbolo de los infelices que se dejan dominar de sus malas pasiones son los bueyes, que después de haber pasado trabajando toda su vida, van a morir al matadero. Lo mismo sucede a los hombres mundanos, que se fatigan toda la vida, gimiendo bajo el peso de sus culpas, y al fin van a parar a los infierno.

  Debemos procurar huir de todas las ocasiones y después acogernos a Dios suplicándole que nos de fuerzas para resistir a la tentación a fin de no ofenderle.

  El que quiere asegurar su salvación, salga del mundo, al menos con el afecto, haga penitencia, no se deje arrastrar de sus pasiones y refrene sus apetitos como nos enseña el Espíritu Santo. Cuando veas que tu voluntad te incita al mal, es necesario que le resistas en lugar de complacerle.

  El tiempo de la vida es corto y es preciso aparejarnos a la muerte que se acerca; reflexionemos que la escena o apariencia de este mundo pasa en un momento. Los que lloran en este mundo vivan como si no lloraran, y los que huelgan como si no holgaran, porque todo lo hemos de abandonar. Este mundo ha de marchitarse con toda su pompa y sus vanidades, y solamente nos ha de quedar, o una eterna gloria, o una condenación eterna. La fe y la experiencia de todos los días nos enseñan que hemos de morir, como han muerto los que nos precedieron, y que todo lo habremos perdido si no sabemos salvarnos ¿en qué consiste que vivimos tan descuidados de una cosa que es la única que nos interesa?             

jueves, 26 de enero de 2017

“Si hay un Infierno y yo estoy en el”






Monseñor Louis Gaston De Segur, un bien conocido apologista y espiritual escritor francés, registró este episodio en el tema del infierno:
Lo siguiente ocurrió en mi propia familia, en Moscú, para ser exacto, un poco después de la terrible campaña de Napoleón de 1812. El padre de mi mamá, el Conde Rostopchin, gobernador militar de la ciudad, era amigo cercano del celebrado General Conde Orloff, famoso por su valor no menos que por su desdén a la religión. A veces Orloff remarcaría “¿Aún crees que hay algo en el otro lado de la tumba?”
En una ocasión, otro general, al quien vamos a llamar General V, respondió: “Bueno, si ahí debe de haber algo, el primero de nosotros que muera regresará a advertir al otro. ¿Estamos de acuerdo?” “De acuerdo” respondió el Conde Orloff. Y ambos se dieron su palabra de honor.
Unas pocas semanas después, una feroz batalla estalló, una de esas guerras temidas por mucho tiempo de la cual Napoleón era capaz de empezar. El ejército ruso se movió al frente y el General V, recibiendo órdenes de tomar un puerto importante, se fue de inmediato.
Temprano, una mañana dos o tres semanas después de que él se fuera de Moscú, mi abuelo se estaba vistiendo cuando la puerta de su habitación se abrió súbitamente y el Conde Orloff entró en ella rápidamente, con ojos salvajes,  cabello despeinado y con su cara blanca.
“¡Orloff! ¿Qué estás haciendo aquí a esta hora y con tal preocupación? ¿Cuál es tu problema? ¿Qué ha pasado?”
“Amigo”, jadeó Orloff, “Creo que estoy perdiendo la cabeza. Vi al General V.” “¿Al General V? Oh, ¿Está de vuelta?”
“¡No!” gritó Orloff, aventándose en un sillón y enterrando sus manos en su cabeza. “No, no ha regresado y por eso estoy tan alterado”.
Mi abuelo no podía entender nada y trató de calmar al hombre. “Ven”, dijo, “Dime qué pasó y qué significa esto”:
Con un esfuerzo obvio para recuperar control de sí mismo, el Conde Orloff contó su historia: “No mucho ha pasado, Rostopchin, desde que el General V y yo juramos el uno al otro que el primero de nosotros que muriera regresaría a decirle al otro si había algo después de la muerte. Esta mañana, mientras yacía pacíficamente en mi cama, sin pensar en él en absoluto, vi al General V delante de mí, sólo a unos pies de distancia. Estaba parado y su rostro era mortalmente blanco. Con su mano derecha sobre su corazón, me dijo. “¡Hay un infierno y yo estoy en él!” Con eso, desapareció. ¡Corrí directo hacia ti, casi fuera de mí! ¡Ah, qué horrible experiencia! No sé qué pensar de ella.
Mi abuelo trató de convencerlo de que había sido una alucinación, un truco de su imaginación. Intentó hacerle creer que había estado soñando; que esas extraordinarias e inexplicables cosas deberían apagarse de su mente. Hizo lo mayor posible para convencerlo con argumentos que en sí mismos eran inútiles, pero que generalmente constituían la consolación de almas fuertes. Finalmente, llevó al Conde de regreso a su propia casa.
Diez o doce días después, un reporte de guerra le trajo a mi abuelo entre otras noticias, la noticia de la muerte del General V.
La misma mañana de aquel memorable día en el que el Conde Orloff lo había visto y escuchado, en el tiempo exacto al que se le había aparecido en Moscú, el desdichado general había sido disparado e instantáneamente asesinado. 

 
De P.J.KellySo High the Price
Boston: St.Paul Editions, 1968, pp. 15-17.
Publicado el 19 de Marzo de 2011

miércoles, 25 de enero de 2017

The new SSPX scatters




Monday, December 19th 2016


Dear family, faithful & friends: R.F. Rafael OSB

Dear family, faithful & friends who fight for the faith “by cover and sword”. In the absence of leadership and to fight the poison of the confusion and ambiguity that makes us lull the weapons, that should be constantly sharpened, for the fight for the defense of Christ the King and His Church and as part of my moral and spiritual responsibility of paternity that I have upon you, I have written you the next lines, that way has wanted the Divine Providence.

You know that in other time, by God’s grace, I was sacristan of the Saint Athanasius church of the FSSPX, day and night for 5 years, and that now I’m monk and priest, so, could it be that Father Rafael no longer wants to serve God nor save souls as he wants to drive us away from the FSSPX?

I want you to reflect about the next fact that you all know. I have, as a religious, perpetual vows of obedience in the Benedictine order, and despite that I had to leave and in conscience I still can’t go back to my monastery.

This only fact should leave you thinking that one of two things is happening: or Father Rafael suffered something extremely serious that caused him to leave the FSSPX or the second option is that Father Rafael is crazy; since he left his monastery with perpetual vows and that can’t be done without putting in great danger the salvation of his soul.

Or one thing or the other is true, and since we’re talking about a serious topic that has to do with the faith and the salvation of the souls, at least Father Rafael’s soul, then you’re oblige to ask yourselves what’s happening and start to investigate or help Father Rafael for charity, so he doesn’t lose his soul.

For my part, I want to give you a little light so you know which direction to take.The righteous shall live by faithOur Lord Jesus Christ says. So, the catholic must move by the light of the faith more than the light of the opinions or people of the FSSPX, or the appearances. The catholic principles must be our guide to follow above everything else. If the opinions, people, appearances or the FSSPX adjust to the faith, the principles, the truth, then we follow them. But if it’s not that way, then it’s clear that we could not follow them as “without the faith, it’s impossible to please God” and because “only the one who believes will be saved”.


Now, you’ll ask me, at what point, dear Father Rafael, the FSSPX is getting away from the faith as for me to decide not to follow it and to get away from it, just like you did when you left your monastery? Answer: Putting in danger the faith is a sin against the first and second commandment of God’s law.

In religion issues whether one is with Christ or against Christ,there’s not a middle line or possible commitment, this is the first commandment of God’s law, in this would be the “radicalism” accusation with which Mons. Lefebvre and his followers were accused from Vatican II, who decided to embrace the ecumenism and religious freedom.

To be with Christ we must reject the Vatican II and its diabolical spirit that has created other religion with the appearance of being catholic. To that religion we must condemn it and fight it, and we can’t take part with it under penalty or threat of being betraying Christ.

Now, the FSSPX since 1996 with the creation of the GREC, has been systematically trying to reincorporate to this false religion in appearance “catholic”. The catholic wins or loses at the level of the faith. At the level of the faith, this attitude of compromise is totally reprehensible, especially because is something habitual and is a politic of law established by the FSSPX. “You will know them by their fruits”.This attitude of adultery with other religion in a systematic way is what forces us to separate ourselves from the FSSPX in a habitual way.

Objections:
But we want to resist internally without leaving the FSSPX
Answer: The head of the FSSPX has changed the course of the ship, you can’t resist inside the ship without fighting with the ship’s general. One could only stay in that ship if the general returned to the original course. For that, the sin of omission exists, when one doesn’t do what he should you. Despite that the ones that go on the ship haven’t changed of direction, enough is that the ship changes direction and they don’t react against the captain of the ship to consider them accomplices of the ship’s deviation at least for omission. If the ship is directed towards the ruin (Vatican’s II acceptation, new mass, etc.) who would not jump only for liking the captain? When the captain followed Jesus Christ’s principles we had the obligation to follow, help and pray for the captain.

But we don’t see any bad change in the practice
Answer: The faith is of the things that can’t be seen. The battle is at the level of the principles. Waiting to react until seeing the consequences of the false principles is like wanting to leave the ship, that already has changed its course, only when it’s sinking; that would be too late to react.}

But the superiors have the graces of state, just pray.
Answer: Our Lord said: “Watch and pray so that you will not fall into temptation”. He didn’t say: “Pray and trust in the superiors”. Rather, he asked to watch as there can be wolves among shepherds and among the sheep. One having the grace of state doesn’t mean that one necessarily will be faithful to that grace.The righteous sins 7 times a daythe Ecclesiastical says.

We have to obey the superiors
Answer: YES, always, except when they order something against the faith or the commandments. The faith is above the obedience. For that the blind obedience is forbidden. And for that Jesus Christ said: “The righteous shall live by faith”.

But we need the sacraments, I’ll only go to the FSSPX for the sacraments
Answer: The living of the faith is the spirit of the sacraments.One communion or spiritual mass can be worth more to one person well-disposed than the sacraments to a bad-disposed person. God is faithful and supplies our necessities with his power, mercy and goodness. “Without the faith is impossible to please God.” One priest without faith, or endangers it, isn’t pleasing to God and should not be followed. The priest’s faith or the lack of faith can foment or put in risk the parishioner’s faith.

It’s a danger against the faith to frequent a priest that is putting his faith in danger himself. And when the priority of the Congregation, to which that priest belongs, it is not anymorethe defense of the faith and the teaching of the truth,it loses its taste and its reason to exist. Or something leads us to Christ or it drives us away. Or the priests lead us to Christ or they drive us away. “Whoever does not gather with Me, scatters,yes it does scatter but it gives valid sacraments then, could I go to receive those sacraments? The answer is NO! Many priests of Saint Peter’s Fraternity give valid sacraments, Mons. Lefebvre prohibited to go with them, he said it, “The ones from Saint Peter’s fraternity betray us in the fight for the defense of the faith.

It’s a sin to put in danger the faith. It is putting in danger the faith frequenting one priest whose religious society has no longer Christ, the faith and the truth as a priority, because he wouldn’t be with Christ, but against Him. And one becomes accomplice of a sin for omission, when in serious matter one doesn’t act or resist when he should.
But we must stay together, we don’t want a division


Answer: Our Lord Jesus Christ just promised the union in the faith, hope and charity. Supernatural union with Jesus Christ. Getting out of the faith or charity, or the fight for the faith and charity is getting out of the fight for Jesus Christ, it’s not fighting under his flag. When the defense of the faith stopped being priority, the FSSPX automatically divided with the sword to the ones that want to keep fighting for the faith in the charity than the ones who want to keep being united by a different link than the faith in the charity.The ones who divide aren’t the resistant of the modernism but the ones who get compromised with the modernism.So, the ones who divide aren’t the true resistant, but the ones who want to keep the unity to the margin of the fight for the faith (Mons. Fellay).
God bless you, you’re in my prayers and masses every day.

Live Christ the King

 

domingo, 22 de enero de 2017

EL AMOR PROPIO: R. P. GROU



   El amor propio sugiere falsos principios de moral, y un plan de conducta que se sigue tanto para sí como para los demás: se condena a cualquiera que se separa de las reglas que uno mismo se ha establecido; entonces viene la terquedad, la obstinación; no se quiere ver la verdad; se ponen de su parte la envidia, los celos, las pasiones más bajas; de la crítica, de los juicios temerarios se pasa a la maledicencia, a la calumnia, a los más odiosos excesos.  Si a esto se juntan miras profanas y criminales, sea de ambición, sea de interés, sea de crédito y de vana reputación, todo se cree lícito para llegar y mantenerse en aquel estado; y todo lo que se dice, todo lo que se hace para elevarse o para deprimir a nuestros rivales en dirección, no se descuida de cubrirlo con el velo de la hipocresía, al paso que se pretende trabajar solamente por la causa de Dios.  

   Jesucristo fue tratado de seductor por los fariseos, los cuales se vanagloriaron de su muerte como de un servicio hecho a Dios, así es que también se han visto obreros evangélicos y misioneros, que después de haberlo dejado todo para consagrarse a la salud de las almas en regiones distantes, levantaban la voz unos contra otros, se injuriaban con calumnias, se delataban ante los tribunales, sin pararse en el enorme escándalo que con esto ocasionaban.

   No se puede llegar a ser interior sin renunciarse, y cuanto más se adelanta en esta renuncia de sí propio, tanto más se progresa en la carrera espiritual. Renunciándonos, destruiremos en nosotros el espíritu propio y no le daremos oídos cuando tratemos de formar planes de santidad y métodos de dirección. Todo nuestro plan, todo nuestro método se reducirá a escuchar y seguir humildemente al Espíritu Santo así para nuestra propia conducta como para la ajena, observar nuestras propias faltas y corregirlas. Renunciarse es sacrificar todas las miras humanas, es quitar a las pasiones todos los objetos que las irritan, es atacar al orgullo en su raíz; y aquel que ha hecho tales sacrificios, el que ha emprendido esta guerra contra sí mismo, el que pone cuidado en mortificarse y humillarse en todo, no es susceptible de envidiar la santidad ni los prósperos resultados de otro. Con tal que Dios sea glorificado, de cualquier modo que lo sea, ya está contento; y si los medios de procurar su gloria estuviesen a su elección, preferiría los más obscuros, los que más se ocultan a las miradas de los hombres, aquellos de quienes les resultaría mayor humillación. Un hombre así nada de común tendrá jamás con el espíritu farisaico; y cuanto más interior sea, más se irá siempre apartando de él.     
El Interior de Jesús y de María

R.P. GROU

Segundo Domingo después de Epifanía





FIDELIDAD CATÓLICA MEXICANA

jueves, 19 de enero de 2017

LOS "TRADIMODERNISTAS" SON COMO LOS SEMIARRIANOS DE AQUELLA ÉPOCA


SAN HILARIO DE POITIERS (MARTILLO DE LOS ARRIANOS)



  San Hilario en su tiempo tuvo que tratar con los semiarrianos. Los semiarrianos querían condenar el arrianismo.


  Esto nos recuerda a los nuevo conservadores que son como el Cardenal Burke, pues cinco Cardenales le escribieron al Papa Francisco recientemente  para corregir sus errores sobre Amoris Laetitia. Ellos están actuando correctamente pero estos cinco Cardenales deben corregirse a sí mismos sus propios errores, pues ellos aceptan el Concilio Vaticano II, dicen la nueva misa, puede que permitan la misa en latín, pero ellos aún creen en la misa nueva; así que sencillamente son tan modernistas y liberales como el Papa Francisco a quien tratan de corregir.

   Nuestro Señor Jesucristo mismo dijo miran: la paja en el ojo ajeno y no ven la viga del propio. Esto aplica mucho a estos cinco Cardenales. Ellos necesitan tomar la posición de Monseñor Lefebvre quien decía que los errores no son los abusos del Vaticano II sino que los errores son las enfermedades y herejías dentro del Vaticano II que deben ser  condenados, y no solo condenados sino que deben proclamar el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo, Quas Primas, Pascendi, Juramento Antimodernista, Mortalium Animos,  que condena el ecumenismo, etc.

  Esto es lo que Roma tiene que hacer, lo que el Papa y sus Obispos tienen que hacer. Ellos también tienen que corregir sus propios errores. Pero son como los semi arrianos del tiempo de San Atanasio y San Hilario de Poitiers, querían condenar el arrianismo extremo, pero permanecer  en un arrianismo moderado.  San Hilario los condenaba a todos y defendía las definiciones del Concilio de Nicea.  Así que nosotros tenemos que defender vehemente  las grandes encíclicas condenando el liberalismo, el Concilio de Trento, Vaticano I, tenemos que defender esto con nuestra sangre, porque defienden el honor de Cristo Rey,  la Iglesia Católica.

  Padre Hewko
  15 de Enero 2017             





miércoles, 18 de enero de 2017

HAGAMOS LO QUE MARÍA SANTÍSIMA NOS DIGA: R. P. HEWKO





  Lo que tenemos que hacer es muy claro.  Nuestra Señora les dijo a los meseros: “Hagan lo que Él les diga. Nosotros tenemos que ser como esos meseros, hacer lo que la Santísima Virgen nos diga. Ella nos habló en Fátima, Ella nos habló en la Salette, en Lourdes y en todas las apariciones aprobadas.

  Lo que tenemos que hacer es muy claro. “Llenen los seis cántaros de agua”. Llenemos nuestras almas con agua pura, la doctrina pura de la Iglesia, con el catecismo puro, con las enseñanzas puras, con una pureza de vida, con pureza en las intenciones, pureza del cuerpo, pureza del corazón, tenemos que rezar y luchar por estas cosas. Hoy en día es muy fácil distraerse, es fácil para las personas perder dos o tres horas en video juegos, jugando futbol, desperdiciando para siempre cuatro, o cinco horas de tiempo. Enfoquémonos en lo único importante: Nuestro Señor Jesucristo.

  Pidámosle a Nuestra Señora que le diga a Nuestro Señor: “No tienen vino” y Ella nos dará un gran amor a Dios, una Fe fuerte, una gran esperanza por el Cielo. Ella convertirá nuestros helados corazones en corazones ardientes.
¡Oh María sin pecado concebida! Rogad por nosotros que recurrimos a Vos             

lunes, 16 de enero de 2017

SE CUMPLEN LOS 100 AÑOS DE FÁTIMA: ¿2017 Año del Gran Castigo?


"Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre Me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz."



Revista Roma N° 99 Mayo de 1987
EL TESTAMENTO DE FÁTIMA: ÚLTIMO RECURSO
Aria Daniele
La reunión de los "representantes de las grandes religiones del mundo", convocados en Asís por Juan Pablo II para rezar por la paz, fue el espectáculo, televisado en toda la Tierra, del congraciamiento de la Iglesia conciliar con las creencias, las logias, las sinagogas y las idolatrías que celebran a los dioses y a los hombres en el Panteón del mundo.
Al acto abominable, que parece haber contado con un consenso general de la Jerarquía y al agrado indiferenciado de un público indefinible, se le puede aplicar el lamento del profeta Jeremías sobre la decadencia y corrupción de la Jerusalén antigua: "Cosas espantosas y extrañas sucedieron en esta tierra: los profetas profetizaban la mentira y los sacerdotes aplaudían con sus manos; y mi pueblo amó esas cosas. ¿Qué castigo no vendrá sobre esta gente al fin de todo esto?"
La gravedad del hecho presente, sin embargo, no puede encontrar un equivalente en el Antiguo Testamento porque aconteció después de la venida de Nuestro Señor, en el recinto de su Iglesia y promovido por Su Vicario. Es un acto extremo en la Historia que, ciertamente, así estaba profetizado. Es la abominación de la desolación puesta en el Lugar Santo de que habló Jesús. Es el culto del hombre y la Apostasía general descrita a los Tesalonicenses.
Nuestra generación entera está envuelta en lo que fue apenas el espectáculo público de un largo y devastante terremoto espiritual que, desde hace mucho, viene destruyendo a nuestra Iglesia. La acumulación de errores y ofensas humanas contra Dios en los últimos siglos fue visible a través de sus resultados en guerras y revoluciones, pero sólo ahora es visible también a través de la destrucción de la Viña espiritual, de la "Religio depopulata".
Jamás fue tan evidente el estado lamentable del hombre decaído como en este siglo, en que pretendió extender su dominio hasta en el espacio cósmico con la soberbia que no entiende ni siquiera el alcance de sus delitos que, ciertamente, no puede reparar. Pero algo podemos hacer. Podemos reconocer la infinita gloria de Dios, cuya Misericordia también en este siglo nos dio una Señal extraordinaria que quedó ignorada.
Debemos entonces reparar y hacer penitencia con todo nuestro corazón, comenzando por un examen de conciencia hecho con toda nuestra mente. Y tratándose de cuestiones que envuelven a la humanidad entera, debemos recurrir al conocimiento histórico, con la certeza moral de que así como en todas las épocas los pueblos recibieron avisos y señales celestes que los ayudaron, nosotros también los recibimos.  No sólp esto, sino que como los avisos deben ser proporcionales a los peligros, nuestra generación recibió señales incomparables.
Si somos incapaces de reconocer esas señales dadas para la preservación de la Fe, la carencia no está ciertamente en ellas sino en nuestra fe miope y anémica. De cualquier modo, siendo los designios divinos inmutables, seremos valorados, temprano o tarde, en función de la ayuda recibida. Veamos entonces rápidamente cómo ésta fue dada desde hace tres siglos, esto es, desde un siglo antes que estallase la Revolución Francesa, para llegar al "Signum Magnum" presente, que todavía espera la atención de nuestra fe.
En 1689, el rey de Francia Luis XIV, en el auge de su poder, recibió a través de su confesor, P. La Chaise S. J. (o de la princesa María Beatriz d'Este), un pedido transmitido por el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, para que Le consagrase su Reino sobre el cual descendería la protección celeste.
En aquellos mismos años, Dios suscitaba la vocación sacerdotal de un joven que sería uno de los mayores apóstoles franceses del yugo suave a Nuestro Señor, en contraposición a la liberación de cuño filosófico y anticatólica que se esparcía por el país. En la contemplación de la Cruz y en la devoción a Nuestra Señora, S. Luis Grignion de Montfort fue un precursor y profeta de la intervención final de María Santísima para la salvación de la Iglesia.
Pues bien, Luis XIV, aunque heredero de una tradicional devoción católica, a la cual es atribuida la gracia de su nacimiento, no correspondió al pedido divino y, exactamente cien años después, en 1789, la Revolución despojaba de sus poderes a la monarquía de los Borbones. Luis XVI y familia intentaban hacer en la prisión la consagración pedida, pero era tarde, las cabezas reales cayeron como la cruz grande del Calvario de Pont-chateau que S. Luis María había levantado con los campesinos, pero que Luis XIV mandó demoler. La única resistencia real contra la Revolución vino de aquellos campesinos de la Vendée donde el gran Santo de la devoción a la Santísima Virgen había evangelizado.
Al recordar estos hechos en nuestro siglo, fue Nuestro Señor diciendo a la Hermana Lucía, la vidente de Fátima: "Haz saber a Mis ministros que como ellos sigan el ejemplo del Rey de Francia en retardar la ejecución de Mi pedido, ellos lo seguirán en la desgracia. Nunca será tarde por demás para recurrir a Jesús y a María." La referencia era al pedido de consagración de Rusia hecho a través de Nuestra Señora de Fátima, ya no a los reyes sino a los papas. Pero veamos la evolución histórica de esa "escalada".
La victoria de la Revolución sobre la Francia católica produjo el caos del terror y a éste sucedió, naturalmente, un gran dictador. Y fue así que, a través de Napoleón, los "ideales revolucionarios" fueron de frente, triunfalmente por el mundo, hasta que las imposiciones liberales encontraron la resistencia de un orden social abatido, pero todavía capaz de defenderse. La Francia volvió entonces a los Borbones con Luis XVIII, seguido de su hermano Carlos X. Con ellos volvía la obra de colonización centrada sobre las misiones católicas, contraria a cualquier revolución. Pero el mundo estaba minado.
En la noche entre los días 18 y 19 de julio de 1830, la joven religiosa Catalina Labouré, que se volvió santa conociendo poco del mundo y de la política, vio en la Capilla de la "Rué du Bac", a Nuestra Señora que, con los ojos llenos de lágrimas, profetizó grandes desgracias que estaban por descender sobre el mundo.

Días después, el 30 de julio, una nueva revolución llevaba al poder a Luis Felipe, duque de Orleáns, que, aunque religiosamente fuese un escéptico, sería conducido por los poderes que lo condicionaban a hacer una política siempre más hostil a la Iglesia y a su acción evangelizadora y misional. No era más la revolución abierta y frontal, sino una larga y sutil demolición de las bases católicas de Europa. La Jerarquía y el Clero, ayudados por los extraordinarios milagros de la Medalla de Nuestra Señora, resistían, aunque diezmados e infiltrados por las nuevas ideas.

El día 19 de septiembre de 1846, en la deshabitada montaña de La Salette, dos pastorcitos que apenas conocían el dialecto local ven y oyen a la Señora que llora. Reciben un gran Mensaje sobre los peligros que amenazan a Francia y al mundo, con el pedido de que lo hicieran pasar a todo Su Pueblo, y revelar el Secreto en 1858.

Era la víspera de acontecimientos históricos que condicionarían las épocas futuras, como ser la publicación del manifiesto de Karl Marx y las revoluciones europeas de 1848, que transformarían la vida de las naciones de casi todo el mundo. Nuestra Señora avisaba contra el poder masónico que, a través de Napoleón III, iría a desencadenar un ataque directo contra Roma católica, preludio de una abertura apocalíptica.

Quien lee el Mensaje de La Salette, cuya mensajera fue perseguida continuamente y murió exiliada en Italia, encontrará allí el aviso del comienzo de las profecías de San Juan, cuando habla de la abertura del pozo del abismo. El Mensaje conmovió al Papa Pío IX y a su sucesor León XIII, que hospedaron a Melania en Roma para que escribiese los pormenores de la Orden de los Apóstoles de los últimos tiempos, dictados por Nuestra Señora.

La ayuda maternal fue acogida, sin embargo, de modo muy limitado. Se puede imaginar qué victoria habría sido para la Religión católica si durante las Apariciones y milagros de Lourdes el fervor católico hubiese sido dirigido, por la Jerarquía y Clero, a la oración y penitencia para reparar a Dios y evitar los males profetizados en La Salette, que Nuestra Señora pedía fuese conocida en aquel mismo año de 1858. Pero el proyecto de muchos obispos y padres era diverso. Aquel mensaje ofendía la frialdad religiosa de tantos y la vidente Melania fue enclaustrada en Inglaterra para asegurar mejor su silencio.

Y he aquí que Roma católica fue duramente atacada durante el Concilio Vaticano I, por dentro y por fuera. Los masones promovían anticoncilios en el campo de las ideas y la toma de Roma en el campo militar. El Papa volvióse un prisionero en su Palacio. Lo que había sido profetizado para la historia de los pueblos había acontecido, pero lo que había sido profetizado para la Iglesia acontecía sólo en el plano material, como ser un ataque externo. Pío IX exigía barreras doctrinales sólidas contra los errores del mundo, así como el Papa León XIII que lo sucedió y que tuvo la visión del ataque demoníaco a la Iglesia, razón por la que estableció que fuesen acrecentadas oraciones y exorcismos después de las misas.

La Misericordia divina se manifestó después de la muerte de este Papa enviando al mundo, a través de la Iglesia, a un santo Pastor que no se cansó de predicar la verdadera paz que consiste en instaurar todo en Cristo. Pero el odio revolucionario que tramara la destrucción de todo poder católico todavía precisaba desmembrar a Austria. Un mundo sordo a los llamados de S. Pío X marchó entonces para la terrible 1* Gran Guerra.
El Papa santo murió en vísperas de ese horrendo conflicto que marcaría el principio del fin de la Civilización cristiana que llevara al mundo toda la Ley revelada.

El año crucial: 1917

Entre las principales maquinaciones actuales, laicas o eclesiásticas, para socavar el sentido cristiano de la historia humana, está la difusión de la idea de que las eventuales señales celestes (hasta que no encuentren otra explicación) sean todas más o menos iguales y fortuitas. Así serían, por ejemplo, las Apariciones marianas, de las cuales mencionamos las principales, ampliamente reconocidas por la Iglesia.
Como se vio a través de los sucesos históricos, justamente lo contrario es verdadero. A los pedidos del Sagrado Corazón de Jesús que quedaron sin atender, dando libre curso a los proyectos revolucionarios, sucediéronse en la escalada de los sucesos anticristianos las intervenciones proféticas y taumatúrgicas de la Virgen Inmaculada. Que éstas estaban en los designios de Dios desde el Génesis nos lo demuestran las Escrituras y la Tradición, además de la constante recordación venida por boca de los Santos, de entre los cuales S. Luis María.
La visión de María Santísima, más terrible para el Demonio y sus secuaces que un poderoso ejército equipado para la guerra, se fue develando a los cristianos, siempre más abatidos y asediados, en una secuencia perfectamente ordenada hasta el acontecimiento de Fátima. Por el conocimiento de la historia podemos verificar esto. No solamente esto, sino que en la profundidad de los mensajes y de sus avisos podemos entender mejor la Historia.
Después de haber visto cómo, en el curso de los acontecimientos mundiales, por haber los hombres ignorado los llamados en nombre de la Verdad y de la Justicia, se llevó a un conflicto enorme y sin salida, precisamos entender cada detalle de la Aparición de Fátima, que nada tiene de fortuita, siendo suscitada por Quien es la Causa de las causas.
Esto puede ser hecho a la luz de la historia reciente, observando la importancia del año 1917 en que Nuestra Señora apareció y habló para preparar acontecimientos insuperables por la importancia esjatológica. Y debe ser hecho en el reconocimiento de la causa próxima de esa intervención celeste, que pasa siempre por la Sede de intervención permanente: la Iglesia,
En la primavera de 1917, la Gran Guerra, que ya había cobrado millones de muertos, parecía no tener fin, tan lejos estaban los hombres de solucionar sus problemas. Sucedió entonces que el Papa Benedicto XV fue llevado a pedir pública y umversalmente la intervención celeste a través de María, dando instrucciones a su Secretario de Estado a fin de que todos los Obispos del mundo hiciesen añadir a una de las más frecuentes oraciones de los fieles, la Letanía lauretana, la imprecación —Regina Pacis, ora pro nobis—. Esa carta es del día 5 de mayo de 1917.
El día 13 de mayo, ocho días después, la Reina de la Paz se aparece a tres pastorcitos, en Fátima, para traer un gran Mensaje conteniendo la causa de las guerras y los medios necesarios para evitarlas, tanto como los males crecientes que estaban por desencadenarse en el mundo. Eran los pedidos y las promesas del Inmaculado Corazón de María que, debido al enfriamiento de la fe y de la caridad en la Iglesia, quedarían hasta hoy olvidados.
El Papa había pedido la ayuda celeste y recibió una pronta respuesta, en mayo de 1917, a través de las Apariciones que se repitieron, por seis veces, hasta el 13 de octubre de 1917, cuando el extraordinario milagro del sol, hecho —para que todos diesen fe— delante de millares de personas, mostró el sello divino del Acontecimiento de Fátima. Para quien precisase de un sello histórico, helo aquí: días después la Revolución bolchevique tomaba el poder en Rusia, condicionando desde entonces la vida social del mundo.
Esa estrecha sucesión de fechas ya podría bastar para mostrar al Acontecimiento de Fátima como la mayor señal profética de la Era cristiana, después de los tiempos apostólicos. Pero aquella fecha fue crucial para otros diversos acontecimientos. La Masonería había conseguido tal poder que sus adeptos fueron a desafiar a la Iglesia en la propia Plaza de S. Pedro, con un pequeño paseo que exaltaba a Satán reivindicándole el trono papal, en el aniversario de Giordano Bruno. Se formaba la Sociedad de las Naciones, basada sobre los derechos humanos masónicos. Se daba la señal verde para la formación del Estado de Israel con la Declaración del ministro inglés Balfour, evocando en esto el fin del tiempo de las naciones, conforme a S. Lucas (21, 24).
La cuestión principal para los católicos, que podrían añadir tantos otros acontecimientos de orden político y social en esa fecha, es saber si a la sólida embestida externa a la Iglesia, de los poderes del mundo, en esa fecha crucial, no correspondía también una subterránea demolición interna. Esto había sido previsto por S. Pío X, quien, años antes, había condenado y combatido el modernismo, sumidero interno de veneno y herejías.
Pues bien, hoy sabemos que también dentro de la Iglesia, desde 1917, si no hubo una revolución radical, hubo una mutación caracterizada por el espíritu de concordato que pronto daría lugar al espíritu de compromiso, precursores del espíritu conciliar. Y esto quedó luego evidenciado por el comportamiento eclesial ante el extraordinario Acontecimiento de Fátima que, desde el comienzo, fue una piedra de tropiezo, una señal de contradicción. Era un aviso salvador de la Iglesia Celeste que la Iglesia militante tenía dificultades de recibir, entender y cumplir. ¿No es ésta una señal premonitoria de tiempos apocalípticos? He aquí que hemos llegado al encuentro ecuménico de Asís. Consideremos la actitud de los Papas, desde 1917, en relación a Fátima. Benedicto XV pidió la intervención de María Santísima por la paz, en modo universal, y fue atendido. No dio señal alguna, sin embargo, de reconocer la respuesta. Pío XI, citado en el Mensaje, apoyó el culto de Fátima e instituyó la fiesta de Cristo Rey, pero no atendió a la consagración pedida. Pío XII, llamado el Papa de Fátima, atendió personalmente a ese pedido, pero sin ordenarlo a los Obispos. Promulgó el Dogma de la Asunción y tuvo cuatro visiones del milagro del sol en los Jardines Vaticanos, pero su consagración de Rusia fue incompleta.
Mientras tanto, el Tercer Secreto del Mensaje de Fátima había sido llevado al Vaticano para ser conocido en 1960. Pío XII murió en 1958, parece, sin conocerlo; Juan XXIII leyó el Secreto, pero debe de haberlo considerado por demás inverosímil o nocivo a sus proyectos conciliares porque mandó archivarlo. Más tarde inauguraría el Concilio Vaticano II diciendo querer apartarse de los profetas de desgracias. Paulo VI continuó y concluyó ese concilio, cuya respuesta a Fátima veremos enseguida.
Este Papa fue a Fátima en 1967 (50 años de las Apariciones), después de haber ido a la ONU, pero les habló de justicia y paz sin mencionar los medios ofrecidos por Nuestra Señora de Fátima para obtenerlas. Fue el Papa que adaptó la Santa Misa a los protestantes, que transfirió la libertad de la Iglesia a las conciencias de los ciudadanos del mundo y, la Tiara, símbolo de la soberanía de Cristo Rey, a los pobres. No escondió que ponía toda su esperanza de paz en la ONU y murió angustiado por el aumento de las matanzas y terrorismos.
Veamos ahora cómo el Concilio de los Papas Juan y Pablo se comportó en relación a Nuestra Señora de Fátima. Había en este sentido cuatro grandes cuestiones: —Las Apariciones venían a evidenciar la verdad siempre acreditada por la Iglesia, acerca de la Mediación de María Santísima. Este era el asunto de un esquema especial preparado sobre Nuestra Señora; —Los Novísimos se tornaban una prioridad pastoral para nuestra época incrédula e indiferente y habían sido recoedados con fuerza en Fátima, por la visión del infierno a los pastorcitos; —El mayor mal de nuestra época es el comunismo "intrínsecamente perverso" que multiplica sus opresiones y persecuciones. Es el gran error esparcido por Rusia, como había avisado Nuestra Señora de Fátima; —La gran promesa y única salida para esos errores impuestos por una potencia militar sin precedentes históricos fue ofrecida en Fátima a través del pedido de la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María hecha por el Papa junto con todos los Obispos católicos.  El Concilio era la ocasión ideal.
Estas cuestiones fueron recordadas también por centenares de Padres Conciliares, lo que agrava todavía más la sistemática censura que recibieron del principio al fin del Concilio. Veamos. Ya desde el comienzo, se levantó la oposición de las fuerzas neo-ecumenistas a todo lo que recordase a la Madre de Dios que los Protestantes no aceptan. —El esquema especial fue reprobado y fundido con el esquema sobre la Iglesia, evitando tratar acerca de la Mediación de María;[1] —El recuerdo de los Novísimos: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria, debe de haber sido considerado por demás infantil para ser repetido en sede tan alta, porque en los documentos conciliares poco o nada se habla de eso, pero especialmente del Infierno, que Nuestra Señora quiso hacer recordar por la Iglesia con las Apariciones de Fátima; —Sobre el comunismo, se supo después que había un veto implícito de discutirlo y, más todavía, de condenarlo, resultado de un compromiso para obtener la presencia de los representantes del Patriarcado de Moscú que, desde hacía mucho, era una "filial religiosa" del gobierno soviético; —Está claro que en esas circunstancias la Consagración pedida era irrealizable. El Mensaje ya había sido dejado de lado y puesto en un cajón antes, mostrando que el espíritu del Concilio es antagónico al espíritu de Fátima, a pesar de todos los engaños y apariencias.
Cuando después se analizaron mejor los documentos de ese Concilio antimariano, quedó clara la acción de un espíritu herético y cismático que estaba contra Fátima como estaba contra la misma doctrina católica. La gravedad del hecho se mostró enteramente por los frutos conciliares que llevaron a la inexorable autodemolición de la Iglesia.
—"Las cosas más espantosas y extrañas sucederán en este siglo —los profetas profetizaban la mentira y los sacerdotes aplaudían con sus manos; y los católicos simpatizaron con esas cosas...". Se completaba el cuadro monstruoso que vivimos: El mundo poseído por una potencia atea, por los poderes masónicos y panteístas, por la Sinagoga anticristiana y por el Islam antitrinitario y todos en contubernio con la Babilonia conciliar. He aquí la dimensión del aviso de Fátima que no supimos ver.
Al fin, el triunfo de María
En la miopía espiritual que envuelve a multitudes de católicos, parece imposible ver que el Acontecimiento de Fátima, que ya demostró su dimensión en la historia de la Iglesia, está apenas en el principio. Las palabras del profeta Daniel, cuando habla de la piedra que se desprende del monte sin intervención de manos humanas y va a abatir al coloso que domina sobre los pueblos, deben parecer inverosímiles hoy, como la conversión del Imperio Romano al Cristianismo debería parecer a los paganos en el tiempo de Constantino. Y con todo, el designio de triunfo del Reino de Dios no sólo fue como es, una realidad viva en la Historia, sino que es la razón misma de la historia de los hombres.
Es la Fe que ilumina esta verdad repetida en el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima.   Pero la verdad se sustenta por sí sola, igualmente sin nuestros sentimientos y devociones. Vamos entonces a preparar un razonamiento sobre la situación presente, para que consideremos mejor lo que los católicos deben pensar, esperar y hacer en relación al mundo, en el momento actual.
La gravedad de la degeneración moral y cultural presente se revela por el desorden, la discordia y la destrucción del ambiente, que nunca fue tan global e insoluble porque los hombres nunca estuvieron tan armados y equipados para la autodestrucción y tan indiferentes o desviados de los valores vitales que sólo la Religión puede dar. De hecho, el meollo de todo problema humano es de orden religioso. Y cuando predomina el desamor por la verdad, se instaura la operación del error que hace que los indiferentes a la verdad crean en la mentira y se complazcan en la iniquidad.
Esa decadencia religiosa lleva al estancamiento final de que habló Nuestro Señor: "Y por la multiplicación de la iniquidad se enfrió la caridad en muchos." Ahora, como sólo la caridad en la verdad puede vencer la iniquidad, cuando falta no hay más salida humana posible. En otras palabras, cuando la sociedad está en crisis moral, sólo la caridad de la Iglesia puede ayudarla, pero si ésta se enfrió, no hay más recursos en la tierra. En el diálogo con el mundo, muchos pastores hoy llegan a justificar sus males y errores.
Esto quedó claro ante el Mensaje de Fátima, donde Nuestra Señora había hablado de los errores esparcidos por Rusia, o sea, del ateísmo y del comunismo soviéticos, que ya habían sido acusados y condenados por la Iglesia antes del Concilio como doctrinas intrínsecamente perversas con las que cualquier forma de cooperación era imposible. Si esos males avanzan en el mundo sin la resistencia de la Fe y de la Caridad, ¿no pueden destruirlo?
Con esas consideraciones, podemos decir que la situación presente es de una gravedad sin precedentes históricos, sea por las dimensiones de los males que amenazan a los hombres, sea por la carencia de las defensas reales de que disponemos. Pero, ¿no es justamente esto lo que fue profetizado por Nuestra Señora de Fátima? ¿Y no fue justamente por esto que nos fueron ofrecidos medios sobrenaturales imprescindibles para salir de ese espantoso estancamiento?
Volvamos a la profecía de los males presentes, dada el día 13 de julio de 1917, después que la Madre de Dios mostró el Infierno a los tres niños para acentuar la gravedad de Sus palabras: "Si hicieren lo que Yo voy a deciros, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios... [El] va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Padre Santo." Notemos en par­ticular: el condicional "si" [repetido más de tres veces]; el castigo del mundo por medio... de persecuciones a la Iglesia y al Padre Santo.
El condicional configura ahí la única salida, que no hace más que confirmar el análisis de la situación objetiva presente, sin mencionar el hecho de que esa ayuda celeste ha sido necesaria y ha entrado en los designios de Dios, tornándola única y suprema. Negarlo sería considerar los consejos divinos como superfluos, coyunturales o mutables. Porque no se supo leer y atender el Mensaje, estalló la Segunda Guerra y Rusia esparció sin obstáculos sus errores por el mundo, como fuera profetizado.
En cuanto al castigo del mundo por medio de persecuciones a la Iglesia y al Papado, sólo puede ser comprendido a la luz de la realidad arriba descrita: esto es, en la doctrina católica y en el testimonio valiente de la verdad por parte del Papa y de los Fieles consagrados están las únicas barreras verdaderas a los males que destruyen las sociedades humanas. Faltando éstas debido a una persecución destructora externa o, peor todavía, interna, los errores y los males avanzarán en el mundo hasta destruirlo. Atacando la verdad, el mundo perece por la mentira. Y con esto tenemos también la confirmación de que los últimos recursos no están más en este mundo.
Pasemos entonces a lo que debemos esperar y hacer para que esa tragedia cese.
Los católicos saben que las puertas del Infierno no prevalecerán Jamás sobre la Iglesia, a pesar del estado decadente de sus miembros jefes, pues Ella fue ordenada por Dios para salvación de los hombres y para testimonio perenne de Su gloria. Pero saben también que serán puestos a prueba, a fin de que la fe, la esperanza y la caridad se libren de todo vínculo de voluntades humanas y busquen solamente hacer la voluntad de Dios.
El auge de esa prueba fue para el Pueblo elegido el dominio extranjero de Jerusalén y la destrucción del Templo. En la reedificación de éste y en la victoria final, cuando todo parecía humanamente perdido, se manifestó para todo el mundo la gloria del Dios de los ejércitos. No será diferente hoy para la Iglesia. Sus victorias no dependen de los hombres, sino del cumplimiento, por parte de éstos, de los designios victoriosos del Salvador.
He aquí, entonces, que la aparente destrucción de la Iglesia por parte de su propia Jerarquía y Clero entra ciertamente en los insondables consejos divinos manifestados en este siglo, en Fátima. Nuestra Señora dijo, el 13 de julio de 1917: "Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará. El Padre Santo Me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz." Y "al fin" evidencia un largo vacío.
Años más tarde, cuando el Mensaje de Fátima continuaba ignorado, el Divino Maestro manifestaba nuevamente Su voluntad a la vidente Lucía, diciendo: "Quiero que toda Mi Iglesia reconozca esa consagración como un triunfo del Corazón Inmaculado de María, para después extender Su culto e introducir, al lado de la devoción de Mi Divino Corazón, la devoción de este Inmaculado Corazón."
Como se ve, el triunfo no consiste en la conversión de Rusia, sino que ésta es la consecuencia de algo que la determina, la consagración, y el reconocimiento del poder de ésta es la condición puesta por la voluntad divina para conceder todo lo demás. Con esto queda claro que el triunfo del Inmaculado Corazón está en una conversión anterior a la de Rusia y que tornará ésta posible por la consagración. ¿Cuál sino la reconversión de la propia Iglesia a la Fe íntegra y pura que puede mover montañas y convertir una potencia atea?
Sabemos que esa consagración ya fue intentada, desde 1942, con Pío XII. Pero, o faltó la mención explícita de Rusia o la participación de todos los Obispos católicos.
No se cumplió el pedido de la Santísima Virgen, y esta situación hizo que la situación de la Fe a la cual debería ser convertida Rusia empeoró con el nefasto ecumenismo conciliar. Y aún así el recurso ofrecido continúa lo mismo: es el primero y será el último. ¿Cómo hacer para recordarlo y testimoniar el poder único de la consagración delante del mundo?
También para esto nos fue dado un medio por el Mensaje de Fátima. Es el Tercer Secreto que está oculto en el Vaticano[2], de cuya existencia se sabe en toda la Tierra. Ese texto es misterioso sólo en los términos, pues tanto por el orden en que está colocado en el Mensaje, después de las palabras "el Dogma de la fe", como por el hecho de haber sido omitido justamente en vísperas del Concilio Vaticano II, como por la devastación eclesial que se desencadenó justamente a partir de los años 60, cuando debería haber venido a la luz, podemos tener la certeza moral de que habla de la persecución interna de la Iglesia, por obra de autoridades decaídas en la Fe. Este es el mayor castigo del mundo.
El acontecimiento de Fátima mostró desde el comienzo su sello divino por el milagro del sol. Lo mismo el Mensaje, por la realización de la profecía sobre los males del mundo actual. Esto, sin embargo, no bastó para un mundo incrédulo y una Religión enfriada. He aquí que el último recurso está en el Secreto que, como un testamento reservado para el fin, mostrará todavía la profecía sobre la devastación religiosa que se operó ignorando Fátima y hará luz sobre todos los desvíos y errores que traspasaron el Corazón de María y de la Iglesia, "para que fuesen develadas las intrigas que muchos disimulaban en sus ánimos".
Debemos, pues, recurrir a Dios para que revele plenamente el Mensaje salvador. Y no puede haber medio mejor para hacerlo que por la Santa Misa, en el venerable Rito en uso en los días de las Apariciones. El reconocimiento y amor por la Señal de la voluntad divina es el comienzo de toda obra de caridad, que sólo así volverá a ser ardiente.
Conmemoremos entonces los setenta años (NDB Ahora 100) del Acontecimiento de Fátima en reparación por la ingratitud con que fue recibido y pidiendo con fuerza que sea plenamente conocido y difundido para la salvación de muchos hombres y para mayor gloria de Dios.

Fuente: Revista "Roma" N° 99, Pg. 8