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miércoles, 27 de abril de 2016

PROTECCIÓN DEL SEÑOR SAN JOSÉ




 

  Los doctores con sus consejos y los santos con sus ejemplos nos convidan a dirigirnos al Patriarca San José en todas las necesidades, en todas las aflicciones y en todas las desgracias, seguros de que seremos socorridos, consolados y favorecidos. Dice San Bernardo que si Cristo Señor nuestro viviendo en la tierra prestó al señor San José obediencia, sumisión y respeto como un hijo a su padre, ahora en el cielo no le niega cosas, sino que las cumple y perfecciona.

  San José está sentado en el cielo gozando de las inefables delicias que sus virtudes le alcanzaron, pero si está seguro por sí, está como inquieto por nosotros. El señor San José nos ama más ahora que antes y nos profesa una afición tan particular que la santa Iglesia lo ha declarado protector de la Iglesia universal.  Y el santo glorioso ¿qué es lo que hace? Continúa dispensando a sus protegidos toda especie de gracias y favores. ¿Quién hay que habiendo acudido a San José en sus necesidades no haya sentido los saludables efectos de su poder? ¡Oh! Nadie.

  Por esto nos creemos autorizados para afirmar, que si el que está triste le pide consuelo, lo obtiene; si el atribulado le pide alivio, le alcanza; si el que está en peligro acude a él, le libra; si el enfermo le suplica salud, se la otorga; si el justo le ruega le conceda la perseverancia en el bien y si el pecador le suplica, alcanza de él también la verdadera penitencia.

  En suma, San José favorece a todos sin distinción de edad, estado, ni condición, porque él es el protector de los niños, el abogado de los casados, el modelo de los sacerdotes, el amparo de las vírgenes y el consuelo de los enfermos.