“Soy yo el acusado quien tendría que juzgaros”
“ … lo que dice San Pío X también lo podemos decir nosotros, hoy más que
nunca. Dios “cierra sus ojos”. Nos sentimos un poco abandonados de Dios. Los
hombres cometen las peores cosas, de las cuales nadie se hubiera atrevido a
pensar siquiera en tiempos de San Pío X… Podemos preguntarnos ¿qué espera Dios
para sacudir al mundo y hacerle temblar un poco?
Dios tiene paciencia. Él ha señalado su hora, aunque nosotros no podemos
saber cuándo va a actuar. Podría suceder de repente; “viene como un ladrón”,
algo así como la muerte.
… pero ante la crisis más grave
que haya conocido jamás la Iglesia desde que fue instituida por Nuestro Señor
Jesucristo, nuestras oraciones, nuestra esperanza y nuestra confianza se dirigen
a Dios, que todo lo puede cuando todo parece perdido.
No tenemos ni que ceder al desánimo
ni frenar nuestro combate para contribuir, en la medida de nuestras
posibilidades y de nuestras fuerzas, al restablecimiento del reinado de Nuestro
Señor Jesucristo, en los corazones, en las almas, en las familias y en las
naciones, de modo que así se restaure la civilización cristiana, puesto que Él
mismo nos lo ha asegurado: “las puertas
del infierno no prevalecerán contra ella”. (Mat. 16, 18).
Finalmente recordemos a la Virgen María, nuestra buena Madre del Cielo,
y pidamos su intercesión para que nos alcance de su divino Hijo que nos conceda
ver el término de la pasión de la Iglesia”.
Monseñor
Lefebvre