Traducir

lunes, 17 de febrero de 2014

El Santo Sacrificio de la Misa

El Santo Sacrificio de la Misa:  Por San Claudio De La Colombiere

   Dios es más honrado por una sola Misa que con todas las acciones de los ángeles y de los  hombres juntos,  por muy fervientes y heroicas que puedan ser. Sin embargo, ¡qué pocos escuchan Misa con la intención de darle a Dios este sublime honor! ¡Cuán pocos se alegran de poseer los medios para honrarlo como se merece! Rara vez agradecemos a Nuestro Señor Jesucristo, quien, aboliendo todos los otros sacrificios, nos ha dejado un sacrificio que no puede fallar para agradar a Dios, una acción de gracias proporcionada a los beneficios que hemos recibido de Él, una Víctima capaz de borrar los pecados del mundo.
   Puede ser que rezando, ayunando y dando limosnas ofenda a Dios por mi mala intención o por la forma en la que actúo, más que glorificarlo a Él. Quizás mis actos de penitencia merezcan castigo en lugar de cancelarlo, y que mis limosnas me hagan aún más deudor con Dios; pero cuando escucho Misa, cuando ofrezco  el Santo Sacrificio como sacerdote o como miembro de la Iglesia, puedo, lleno de coraje y confianza desafiar al cielo haciendo algo que agrada más a Dios. Puedo pedir perdón y estar seguro de obtenerlo sin importar qué tan grandes o innumerables sean mis pecados.
   Cualquier cosa que yo desee, puedo rezar con confianza. Puedo pedir grandes gracias de cualquier clase para mí mismo para mis amigos y enemigos; y lejos de sentirme avergonzado por pedir tanto, sabré que es poco en comparación con lo que ofrezco. Mi único temor será pedir poco y no tener una esperanza firme e inquebrantable de obtener no sólo lo que pido, sino aún más.
   ¡Si solo  conociéramos el tesoro que tenemos en nuestras manos! Mil veces feliz aquellos que saben aprovecharse de la Misa!
   En este adorable Sacrificio pueden encontrar todas las cosas: gracias, riquezas –espirituales y temporales, favores para el cuerpo y mente, para la vida y  para la eternidad.
   Sin embargo, qué tan  frecuente debemos confesar que ni siquiera pensamos en usar el tesoro que poseemos, ni siquiera tratamos de comprender. 

Aprovechemos el insondable tesoro de la  Santa Misa y aprovechemos las gracias derramadas para la salvación propia, de nuestras familias y de la Cristiandad.