NdB: El Concilio Vaticano II ha introducido los errores de la masonería (libertad, igualdad y fraternidad); vaticinados por la logia de la Alta Venta en el siglo XIX:
La Libertad religiosa destruye la fe, permitiendo creer que la religión católica no es la única verdadera, la igualdad se introdujo como colegialidad, que promueve el igualitarismo entre los obispos y el papa; entre los sacerdotes y fieles. Esta colegialidad diabólica, ataca el papado mismo, limitando sus poderes y supeditándolos a las Conferencias Episcopales. La fraternidad de religiones se lleva a cabo mediante el
Ecumenismo que abraza todas las herejías y errores y tiende la mano a todos
los enemigos de la Iglesia. Esta misma fraternidad igualitaria tiende la mano a la Nueva FSSPX de monseñor Fellay, y éstos gustosos la aceptan y buscan su sello de "católicos".
La nueva FSSPX es parte de la revolución en la Iglesia, porque acepta el 95% del Concilio Vaticano II, plagado de herejías. Han hecho amistad con los modernistas dándole la espalda a Nuestro Señor Jesucristo. Hacen creer que se puede ser católico y a la vez amigo de los destructores de la fe. Se han hecho parte del engaño diabólico, algunos dicen que no aceptan el liberalismo pero siguen en sus filas y tienen condescendencia con mons Fellay. Persiguen a quiénes están inconformes con su política acuerdista (hay casos específicos en USA, Francia y México). Muchos de sus fieles siguen asistiendo a sus misas por ignorancia, pusilanimidad y algunos con COMPLICIDAD y por conveniencia.
Recordemos, no podemos servir a dos señores, o estamos con Cristo o estamos contra El, o recogemos con Cristo o desparramamos.
A continuación presentamos extractos del libro el Golpe Maestro de Satanás, esperamos que su lectura ayude a fortalecer su espíritu de lucha. Y Adelante Católicos contrarrevolucionarios!!
Los errores modernos y modernistas penetraron en el Concilio Vaticano II, gracias al padre de la mentira, Satanás. Satanás es homicida en las persecuciones sangrientas, padre de la mentira en
las herejías, en todas las falsas filosofías y en las palabras equívocas que están
en la base de las revoluciones, de las guerras mundiales, de las guerras civiles.
Nuestro Señor Jesucristo dijo: "El diablo es vuestro
padre y vosotros queréis cumplir sus deseos. Desde siempre él es homicida y
permanece fuera de la Verdad, puesto que no hay verdad en él, su palabra es
mentirosa porque miente por naturaleza, ya que es mentiroso y padre de la
mentira..." (Jn 8:44)
No cesa de atacar a Nuestro Señor en su cuerpo místico: la Iglesia. En el curso
de la Historia ha empleado todos los medios, de los cuales uno de los últimos
y más terribles ha sido la apostasía oficial de las sociedades civiles. El
laicismo de los Estados ha sido y es siempre un escándalo inmenso para las
almas de los ciudadanos. Y es por ese subterfugio que ha logrado laicizar poco
a poco y hacer perder la fe a numerosos miembros de la Iglesia, a tal punto
que esos falsos principios de separación de la Iglesia y el Estado, de la libertad
de las religiones, del ateísmo político, de la autoridad que toma su origen de
los individuos, han terminado por invadir los seminarios, los presbiterios, los
obispados y hasta el Concilio Vaticano II.
Para hacer eso, Satanás ha inventado palabras claves que han permitido que
los errores modernos y modernistas penetraran en el Concilio: la libertad se ha
introducido mediante la Libertad religiosa o Libertad de las religiones; la
igualdad, mediante la Colegialidad, que introduce los principios del igualitarismo
democrático en la Iglesia y, finalmente, la fraternidad mediante el
Ecume-nismo que abraza todas las herejías y errores y tiende la mano a todos
los enemigos de la Iglesia. El golpe maestro de Satanás será, por
consiguiente, difundir los principios revolucionarios introducidos en la
Iglesia por la autoridad de la misma Iglesia,, poniendo a esta autoridad en una
situación de incoherencia y de contradicción permanente; mientras que este equívoco no sea disipado, los desastres se multiplicarán en la Iglesia. Al
tomarse equívoca la liturgia, se torna equívoco el sacerdocio, y habiendo
ocurrido lo mismo con el catecismo, la Fe, que no puede mantenerse sino en la
verdad, se disipa. La jerarquía de la Iglesia misma vive en un equívoco
permanente entre la autoridad personal, recibida por el sacramento del Orden
y la Misión de Pedro o del Obispo y los principios democráticos.
Es preciso reconocer que la jugarreta ha sido bien hecha y que la mentira de
Satanás ha sido utilizada maravillosamente. La Iglesia va a destruirse a sí
misma por vía de la obediencia. La Iglesia va a convertirse al mundo hereje,
judío, pagano, por obediencia, mediante una Liturgia equívoca, un catecismo
ambiguo y lleno de omisiones y de instituciones nuevas basadas sobre principios
democráticos.
Las órdenes, las contraórdenes, las circulares, las constituciones, las cartas
pastorales serán tan bien manipuladas, tan bien orquestadas, sostenidas por la
omnipotencia de los medios de comunicación social, por lo que queda de los
movimientos de Acción Católica, todos marxistizados, que todos los fieles
honrados y los buenos sacerdotes repetirán con el corazón roto pero
consintiendo: ¡Hay que obedecer! ¿A quién, a qué? No se sabe exactamente:
¿a la Santa Sede, al Concilio, a las Comisiones, a las Conferencias
Episcopales? Uno aquí se pierde como en los libros litúrgicos, en los ordos
diocesanos, en la inextricable maraña de los catecismos, de las oraciones del
tiempo actual, etcétera. Hay que obedecer, con peligro de volverse protestante,
marxista, ateo, budista, indiferente, ¡poco importa! hay que obedecer a través
de las negaciones de los sacerdotes, la inoperancia de los obispos, salvo para
condenar a quienes quieren conservar la Fe, a través del matrimonio de los
consagrados a Dios, de la comunión a los divorciados, de la intercomunión
con los herejes, etc. ¡hay que obedecer! ¡Los seminarios se vacían y se venden
igual que los noviciados, las casas religiosas y las escuelas; se saquean los tesoros
de la Iglesia, los sacerdotes se secularizan y se profanan en su
vestimenta, en su lenguaje, en su alma!... hay que obedecer. Roma, las
Conferencias Episcopales, el Sínodo presbiteral lo quieren. Es lo que todos los
ecos de las Iglesias, de los diarios, de las revistas repiten: aggiormamento,
apertura al mundo. Desgraciado sea él que no consiente. Tiene derecho a ser
pisoteado, calumniado, privado de todo lo que le permitía vivir. Es un hereje,
es un cismático, que merece únicamente la muerte.
Satanás ha logrado verdaderamente un golpe maestro: logra hacer condenar a
quienes conservan la fe católica por aquéllos mismos que debieran defenderla
y propagarla.
Ya es tiempo de encontrar de nuevo el sentido común de la fe, de reencontrar
la verdadera obediencia a la verdadera Iglesia, oculta bajo esa falsa máscara
del equívoco y la mentira. La verdadera Iglesia, la Santa Sede verdadera, el
Sucesor de Pedro, los Obispos en cuanto sometidos a la Tradición de la
Iglesia, no nos piden y no pueden pedirnos que nos volvamos protestantes,
marxistas o comunistas. Ahora bien, se podría creer al leer ciertos
documentos, ciertas constituciones, ciertas circulares, ciertos catecismos que
se nos pide que abandonemos la verdadera Fe en nombre del Concilio, de
Roma, etcétera.
Debemos negarnos a volvernos protestantes, a perder la Fe y a apostatar como
lo hizo la sociedad política después de los errores difundidos por Satanás en la
Revolución de 1789. Nos rehusamos a apostatar, aunque fuera en nombre del
Concilio, de Roma, de las Conferencias Episcopales.
Permanecemos adheridos, por sobre todo, a todos los Concilios dogmáticos
que han definido a perpetuidad nuestra Fe.
Todo católico digno de este
nombre debe rechazar todo relativismo, toda evolución de su fe en el sentido
de que lo que ha sido definido solemnemente por los Concilios en otros
tiempos dejaría de ser válido hoy y podría ser modificado por otro Concilio,
con mayor razón si es tan sólo pastoral.
La confusión, la imprecisión, las modificaciones de los documentos sobre la
Liturgia, la precipitación en la aplicación, demuestran bien a las claras que no
se trata de una reforma inspirada por el Espíritu Santo. Esta manera de obrar
es de tal modo contraria a las costumbres romanas que obran siempre "cum
consilio et sapientia".
Es imposible que el Espíritu Santo haya inspirado la
definición de la Misa según el artículo VII de la Constitución y aún más
inaudito que se haya sentido la necesidad de corregirla enseguida, lo que es
una confesión de chapucería en la más importante realidad de la Iglesia: el
Santo Sacrificio de la Misa.
La presencia de los protestantes para la reforma litúrgica de la Misa, es preciso
confesarlo, establece un dilema al cual parece difícil escapar. Su presencia
significaba o que estaban invitados a reajustar su culto según los dogmas de la
Santa Misa o que se les preguntaba lo que les desagradaba en la Misa Católica para evitar que se dejara presente una expresión dogmática que ellos no
podían admitir. Es evidente que esta segunda solución es la que fue adoptada,
cosa inconcebible y ciertamente no inspirada por el Espíritu Santo.
Cuando se sabe que esta concepción de la "Misa normativa" es la del Padre
Bugnini y que él la impuso tanto al Sínodo como a la Comisión de Liturgia, se
puede pensar que hay Roma y Roma, la Roma eterna con su fe, sus dogmas,
su concepción del Sacrificio de la Misa y la Roma temporal influenciada por
las ideas del mundo moderno, influencia a la que no ha escapado el propio
Concilio —el cual, a propósito y por la gracia del Espíritu Santo quiso ser
únicamente pastoral.
Santo Tomás se pregunta en la cuestión de la corrección fraterna si conviene
que se la practique a veces con los Superiores. Con todas las distinciones
útiles, el Ángel de la Escuela responde que se la debe practicar cuando se trata
de la Fe.
Ahora bien, ¿quién puede con toda conciencia decir que hoy en día la Fe de
los fieles y de toda la Iglesia no está amenazada gravemente en la Liturgia, en
la enseñanza del catecismo y en las instituciones de la Iglesia?
Léase y reléase a San Francisco de Sales, San Roberto Bellarmino, San Pedro
Canisio y Bossuet y se hallará con asombro que tenían que luchar
contra los mismos falsos procedimientos.
Pero esta vez el drama extraordinario
consiste en que estas desfiguraciones de la Tradición nos vienen
de Roma y de las Conferencias Episcopales; si uno quiere por consiguiente
guardar su Fe tenemos que admitir sí que algo anormal pasa en la
administración romana. Debemos, por cierto, sostener la infalibilidad de la
Iglesia y del Sucesor de Pedro, debemos también admitir la situación trágica
en que se encuentra nuestra Fe católica por las orientaciones y los documentos
que nos vienen de la Iglesia; la conclusión vuelve a lo que decíamos al
comienzo: Satanás reina por el equívoco y la incoherencia, que son sus -
medios de combate y que engañan a los hombres de poca Fe.
Este equívoco debe ser suprimido valientemente para preparar el día elegido
por la Providencia en que será suprimido oficialmente por el Sucesor de
Pedro.
Que no se nos tache de rebeldes u orgullosos, porque no somos nosotros los
que juzgamos, sino es Pedro mismo quien como Sucesor de Pedro condena lo que él por otro lado fomenta, es la Roma eterna la que condena a la roma
temporal. Nosotros preferimos obedecer a la eterna.
Pensamos con plena conciencia que toda la legislación emitida desde el
Concilio es, por lo menos, dudosa y, en consecuencia, apelamos al Canon 23
que trata de este caso y nos pide atenernos a la ley antigua.
Estas palabras parecerán a algunos injuriosas para la autoridad. Por el
contrario, son las únicas que protejen a la autoridad y la reconocen
verdaderamente, porque la autoridad no puede existir sino para lo Verdadero y
lo Bueno y no para el error y el vicio.
El 13 de octubre de 1974, en el aniversario de las apariciones de Fátima.
Que María se digne bendecir estas líneas y haga que produzcan frutos de
Verdad y Santidad.
Mons. MARCEL LEFEBVRE