San Juan Bosco
escribió en un cuadernito que se conserva:
Notas de los ejercicios espirituales que empezaron el 26 de
mayo de 1841:
“Conclusiones sacadas de los ejercicios hechos como preparación a la
celebración de mi primera misa.
El sacerdote no va solo al cielo ni va solo al infierno. Si obra bien,
irá al cielo con las almas que salve con su buen ejemplo. Si obra mal, y da
escándalo, irá a la perdición con las almas condenadas por su escándalo.
Por lo tanto, me empeñaré en guardar
los siguientes propósitos:
1.- No haré paseos sino por necesidad grave: visitas a enfermos, etc.
2.- Ocuparé rigurosamente bien el tiempo.
3.- Padecer, trabajar, humillarme en todo y siempre, cuando se trate de
salvar almas.
4.- La caridad y la dulzura de San Francisco de Sales serán mi norma.
5.- Siempre estaré contento de la comida que se me presente, con tal que
no sea nociva para la salud.
6.- Beberé vino aguado y sólo como medicina, es decir, cuando lo reclame
la salud.
7.- El trabajo es un arma poderosa contra los enemigos del alma; por
ello no daré al cuerpo más de cinco horas de sueño cada noche. Durante el día,
especialmente después de la comida, no tomaré ningún descanso. Haré alguna
excepción en caso de enfermedad.
8.-
Destinaré cada día algún tiempo a la meditación y a la lectura espiritual.
Durante el día haré una breve visita o al menos una oración al Santísimo
Sacramento. Tendré un cuarto de hora, al menos, de preparación y otro cuarto de
hora de acción de gracias al celebrar la santa misa.
9.- No conversaré con mujeres fuera del caso de oírlas en confesión u
otra necesidad espiritual”.
Don Lemoyne oyó decir varias veces a Don Bosco, conmovido, que su madre,
cuando estuvo a solas con él en I Becchi, después de su misa en Castelnuovo, le
dijo: “Ya eres sacerdote, dices misa; de
hoy en adelante estarás más cerca de Jesucristo. Recuerda que empezar a decir
misa quiere decir empezar a sufrir. No te darás cuenta enseguida, pero poco
a poco verás que tu madre te dijo la verdad. Estoy segura de que cada día rezarás
por mí, esté viva o muerta: esto me basta. Tú, de hoy en adelante, piensa sólo en la salvación de las almas, y
no pienses en mí”.