Queridos hijos:
Cuatro domingos tenemos en Adviento, ¡y en tres de ellos se nos habla del Precursor del Señor: San Juan Bautista! Así y todo, en la
Sagrada Escritura y en la Tradición o Revelación Oral, es poco lo que se nos dice de él, es poco lo que sabemos, y no deja de ser entonces
un personaje misterioso, y un santo de primer nivel, símbolo de lo anti-mundano, como es el Catolicismo de verdad, como nosotros no
somos, pero como nosotros deseamos ser.
Veamos algunas cosas de San Juan Bautista:
“En el año 15º del Imperio de Tiberio César… factum est verbum Domini super Ioanem… in deserto: se hizo (algunos traducen: vino)
la palabra del Señor sobre Juan… en el desierto. Et venit in omnem regionem Iordanis, praedicans baptismum poenitentiae in
remissionem peccatorum: y vino a toda la región del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para perdón de los pecados”.
El austero predicador del desierto. El profeta Malaquías habló de él 400 años antes: (Malaquías 3,1) “Ecce ego mitto angelum meum,
et praeparabit víam ante faciem meam: he aquí que yo envío mi ángel, y (él) preparará el camino ante mi faz”.
Cristo mismo en San Mateo (11, 8-10), que fue el Evangelio del Segundo Domingo de Adviento, dice: “Pero ¿qué salisteis a ver?, ¿un
profeta? Os digo sí, ciertamente, y más que profeta. Éste es de quien está escrito: Ecce ego mitto angelum meum ante faciem tuam,
qui praeparabit viam tuam ante te: he aquí que yo envío mi ángel ante tu faz, el cual preparará tu camino antes de ti”.
La cita de Cristo
tiene alguna pequeña diferencia. Se aplica aquí lo que luego diremos sobre las palabras de Isaías.
En esta profecía se llama “ángel” al Bautista, que significa mensajero, es el mensajero de Dios, el que anuncia, el pregonero o
precursor del Señor: Preparará el camino ante mi faz; preparará los caminos que conducen a Dios.
Isaías predicó del Bautista unos 800 años antes. Hoy se hace alusión a ello: (v.4) “predicando un bautismo de penitencia para
remisión de los pecados, sicut scriptum est in libro sermonum Isaiae prophetae: Vox clamantis in deserto: como está escrito en el libro
de las palabras de Isaías profeta:
Voz de uno que clama en el desierto. Parate viam Domini: preparad el camino del Señor. Rectas
fácite semitas eius: haced rectos los senderos de Él. Omnis vallis implébitur: todo valle será llenado. Et omnis mons et collis
humiliábitur: y todo monte y collado será humillado. Et erunt prava in directa: y las cosas depravadas se convertirán en rectas. Et
áspera in vías planas: y las cosas ásperas (escabrosas) se convertirán en vías planas. Et videbit omnis caro salutare Dei: y toda carne
(todo ser humano) verá la salvación de Dios”.
El fragmento de Isaías (Isaías 40,3-5
1
) no habla allí de perdón de los pecados ni de un bautismo (que significa “lavado”) para preparar
el arrepentimiento, y la literalidad difiere un poco con la profecía (en la versión de la Vulgata).
¿Cuál es la relación de las palabras de la
profecía y lo que dice el Evangelio?
La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, el Verbo de Dios: Cristo es su autor, y, por ser Dios, tiene inerrancia (la Sagrada Escritura no
tiene error). Por lo cual, en esas diferencias entre lo que Cristo y los Evangelios nos dicen, y los textos de las profecías de Isaías o de
Malaquías:
O Cristo nos está dando, por ejemplo, la versión de los Setenta en griego. O nos está dando la Revelación Oral que había sobre esos
mismos temas, con más detalles que la Revelación Escrita de la Sagrada Escritura. O Dios nos está dando una nueva Revelación en lo del
bautismo de arrepentimiento (Cristo es Dios) para completar lo antiguo.
En las palabras de Isaías se anuncia un camino ofrecido por “la voz de uno que clama en el desierto”, vox clamantis, para alcanzar
arrepentimiento de los pecados y perdón, y Cristo nos agrega que eso será ayudado por un lavado (“bautismo”) de arrepentimiento, un
rito que ayuda a arrepentirse.
Se ve que en la Revelación Oral de Dios o Tradición había datos de que el Mesías iba a bautizar (lavar). Cristo instituyó nuestro
Sacramento del Bautismo. Pero aquí tenemos al Precursor, el Bautista, que también lava o bautiza, aunque el de Juan no es el
Sacramento del Nuevo Testamento. Y a tal punto se ve, por la Revelación Oral, que relacionaban un bautismo con el Mesías, que el
domingo pasado escuchábamos:
“En aquel tiempo, los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntar a Juan: ¿Tú quién eres? Y confesó y no
negó y confesó: Yo no soy el Mesías… Pues ¿por qué bautizas si no tú no eres el Mesías…? Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Éste es el que había de venir después de mí, el cual ha sido preferido a mí, del cual yo
no soy digno de desatar la correa de su zapato”. Le dicen “¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías?”. Por lo visto, por parte de la
Revelación Oral, pues esto no está en la Sagrada Escritura, los judíos conocían del Mesías que Él iba a bautizar. Mas no lo conocían del
Precursor, y Cristo aquí lo dirá y lo enseñará: Juan también bautiza, pero para empujar al arrepentimiento.
Veamos ahora los elementos que hay en el Evangelio:
“Vox clamantis in deserto”. Se traduce literalmente “voz de uno que clama, o voz del que clama, en el desierto”. Están mal las
traducciones que dicen: “voz que clama”, o “voz clamante”, en ese caso debería decir en latín “clamans” y no “clamantis”. ¿Quién es el
que clama en el desierto? San Juan Bautista dirán todos. Pues no: Según lo que parece la mejor interpretación, el que clama en el
desierto es Cristo, es Dios, y clama en un desierto, en el desierto de las almas, porque su doctrina, su Catolicismo, por nadie es
escuchado; al revés, se escucha y se presta atención y se vive según lo contrario, según lo mundano, según el mundo. Cristo clama en el
desierto por el olvido que tienen las almas de Él. Y la voz del que clama, la voz de Cristo, en el desierto es San Juan Bautista: El heraldo
de Dios, el heraldo o anunciador de Cristo, quien busca con su voz anunciar al Mesías y que el Mesías, Cristo, sea escuchado.
“Parate viam Dómini”, “preparad el camino del Señor”, preparad las almas para que reciban a Dios. ¿De qué manera? Con las
palabras que siguen lo responderá. Pero así como esto tuvo un cumplimiento histórico en la época de Cristo con los que se preparaban
para Él (cambiando de vida, arrepintiéndose), así tiene que tener un cumplimiento hoy entre nosotros, y por eso la Iglesia Católica
ofrece este texto antes de la Navidad, para que recibamos bien el nacimiento del Niño Dios. De lo contrario, estamos en la pura
exterioridad, rezamos la Novena porque sí, por lo social nomás, sin cambiar en nuestro interior, sin ir a confesarnos antes de la Navidad.
“Rectas fácite sémitas eius”, “haced rectos sus senderos”, sus sendas, las sendas que iba a caminar Cristo. Así dice la profecía. ¿Y
cuáles son las sendas que Cristo iba a transitar? Las sendas que Cristo iba a transitar eran las almas, buscar la almas, ir hacia ellas,
salvarlas. ¿Y cómo se hacen rectas esas almas, esas sendas?
“Omnis vallis implébitur”, “todo valle será llenado”. En la profecía, ¿qué son los valles? Los valles son la almas humildes, que son
llanas, son de menor altura que los montes o montañas (que es el siguiente ejemplo). Y las almas que tienen humildad, serán llenadas,
recibirán mucho de Dios. Además, una de las primeras condiciones del arrepentimiento por los pecados es la humildad, porque todo
pecado es soberbia, es querer hacer nuestra voluntad y no la Voluntad de Dios, la cual nos muestra la Verdad y el Bien.
“Et omnis mons et collis humiliábitur”, “y todo monte y collado será humillado”. El collado y el monte, a diferencia de las “almas valle”,
son los soberbios, los que se ubican a sí mismos allá en lo alto, el orgulloso, el engreído, el que se las cree:
“No es varón probado
aquél que a sí mismo se recomienda, sino aquél a quien Dios recomienda” (San Pablo, Carta a los Romanos). Al valle-humilde, Dios lo
levantará, lo llenará. Al monte-soberbio, Dios lo abajará, será “humillado” (viene de “humus”, tierra: será llevado para abajo, puesto en
tierra). Y de hecho, los soberbios de la época, los que se creían gran cosa, no recibieron al Mesías-Dios, y no tuvieron parte en las Bodas
del Cordero, y probablemente muchos de ellos quedaron “excluidos del Reino de Dios”, como Cristo muchas veces les dijo.
“Et erunt prava in directa”, “y las cosas depravadas se convertirán en rectas”. Las cosas, las almas depravadas, en latín “prava”: Tal
vez aquí podemos poner los pecados de la lujuria, las almas “prava”, se convertirán en rectas, tendrán la virtud de la pureza.
“Et áspera in vías planas”, “y las cosas ásperas (escabrosas) se convertirán en vías planas”. Las “almas-áspera”, ¿qué pueden ser? Las
personalidades difíciles, escabrosas, complicadas (todo esto tiene que ver nuevamente con el orgullo), se convertirán en “vías planas”,
en almas sencillas y humildes, como le gusta a Dios.
Y así, haciendo estas cosas: “Et videbit omnis caro salutare Dei”, “y toda carne (todo ser humano) verá la salvación de Dios”, así
conseguirán la salvación, se salvarán, nos convertiremos.
En la Navidad, junto con la Semana Santa, hay gracias muy especiales de conversión, de arrepentimiento, de cambio de vida.
Todos deberían volcarse a la Confesión, para que todos puedan recibir la Comunión el día de la Navidad. Lo piden todos los años en la
Novena, pero no sé si lo consideran o lo cumplen. Si alguno está en estado de pecado mortal, ¡a conseguir la gracia santificante!, ¡a
confesarse! Y que el Niño Dios no los encuentre en pecado mortal, sino como posesión de Dios, en estado de gracia, con el Niño Dios.
AVE MARÍA PURÍSIMA.