Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Punto I.- Considera lo que dice el Evangelista, que subiendo Cristo a
Jerusalén iba tratando con los discípulos de su Pasión, porque por ella subimos
a la Jerusalén celestial, a donde está la verdadera paz y se goza de la visión
de Dios. Pondera cómo Cristo nos allanó este camino por medio de su Pasión, y
nos abrió la puerta del cielo a costa de su sangre por la grandeza de su amor.
Dale gracias por este incomparable beneficio y por el amor que te tuvo, y lo
mucho que padeció por ti, y pídele gracia para seguirle y padecer por su amor.
Punto II.- Pondera que habla el Evangelista en plural cuando dice que
todos subían a Jerusalén, y en singular al padecer, diciendo que sólo Cristo
había de ser entregado a los príncipes de los sacerdotes, y mofado, azotado,
crucificado y muerto, porque tomó las penas para sí solo, y nos dejó el
descanso y la gloria. ¡Oh, alma mía! Contempla la fineza del amor de tu
Redentor, y cuán diferente eres tú para con tus prójimos, procediendo tan al
contrario, que tomas para ti los descansos y les echas a ellos la cruz sobre
sus hombros. A ejemplo de tu Maestro toma para ti la cruz y lo penoso, para que
ellos tengan alivio y consuelo, y no dejes de dar gracias a tu Dios por la
caridad tan encendida con que te amó.
Punto III.- Considera lo mucho que Cristo padeció y que tus pecados
fueron la causa de su Pasión: tú le labraste la cruz con tus ofensas, y le
coronaste de espinas con tus vanas locuras y le llagaste de pies a cabeza con
tus sensualidades, y le deshonraste y escupiste con tus honras vanas y
desprecios de tus prójimos. Llora amargamente tus pecados y arrójate a sus pies
y pídele perdón y gracia para enmendarte y hacer penitencia de ellos, para no
volverle a crucificar otra vez, sino antes servirle con finísima caridad.
Punto IV.- Considera la grandeza de este beneficio, y que Cristo sube a
Jerusalén con su cruz y te dice que tomes la tuya, y que le sigas con ella, si
quieres entrar con Él. No te hagas sordo a su voz, sino toma tu cruz y sigue a
Jesús; y pues Él trata en el camino de su Pasión, imítale tú tratando de ella
en tus conversaciones: por este camino has de subir al cielo, hablando de su
muerte, meditando su Pasión y sufriendo con paciencia los trabajos por su amor.
Ofrécete de corazón a imitarle y seguirle, si quieres alcanzar la corona.