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domingo, 8 de febrero de 2015

MEDITACIONES: Domingo de Sexagésima



Meditación  por el P. Alonso de Andrade
Para el domingo de Sexagésima  

El Evangelio es de San Lucas y contiene la parábola del sembrador, de cuya semilla se malograron las tres partes, y la cuarta se logró y dio  tal fruto, que recuperó en ella lo perdido, lo cual declaró Cristo en su parábola que en unos se malogra, y en otros se logra y da copioso fruto.

   Punto I.- Considera que, como dicen San Crisóstomo y Beda, el sembrador de quien se habla aquí es el Hijo de Dios, que bajó del cielo a la tierra, no a castigarla como cuando buscó a Adán, sino a sembrarla y a enriquecerla con sus dones. Mira a la tierra seca, árida y sin fruto, y al Hijo de Dios que la trueca en paraíso con la semilla de su divina palabra: y dale muchas gracias porque se ha dignado de hacer al mundo esta merced, y pídele que no se olvide de ti, ni deje seco y sin fruto tu corazón, sino que le riegue con el agua de su gracia, y le siembre y haga fructífero con la semilla de su divina palabra.

   Punto II.- Considera lo que dice el Salvador, que la palabra de Dios es semilla, no solo por el fruto que da a las almas, sino porque la semilla se siembra en el otoño y da fruto en el verano: no te acongojes si no sintieres luego el fruto de la palabra de Dios, mas guárdala y abrígala en tu corazón, que a su tiempo le dará cuando Dios fuere servido; ni desesperes tampoco de tus prójimos, si no los vieres tan aprovechados con los sermones como debieran; mas espera con paciencia en la bondad del Señor, y ruégale que envíe sobre todos el riego de su divina gracia, con el cual fructifique en ti y en todos la semilla de su palabra.

   Punto III.- Considera lo que dice Cristo, que la palabra de Dios es semilla propia suya, porque como dice San Gregorio, ahora se siembre por mano de los profetas, ahora por mano de los apóstoles o predicadores, confesores o superiores, siempre es suya, y se ha de oír y recibir como si saliera de su boca, en que aprenderás la estima que debes tener de la palabra de Dios y de los que la predican, y cómo la debes oír y obedecer. Considera y piensa despacio con qué atención y respeto oirías a Cristo, y cómo le obedecerías en lo que te mandara, y piensa que de la misma manera debes oír a los predicadores y padres espirituales, pues son suyas las palabras que te dicen, y el mismo Salvador te habla por su boca. Dale gracias por esta gracia, y pídesela de nuevo para lograr en tu alma su divina palabra.

   Punto IV.- Pondera lo que advierte el sagrado Evangelista: conviene a saber, que predicando este sermón Cristo clamaba con vivo sentimiento, porque de cuatro partes de la semilla se malograban las tres, y sola una daba fruto. Entra dentro de ti mismo, y mira cuántas partes se han perdido de la semilla que Dios ha sembrado e tu alma ya de sermones, ya de inspiraciones, ya de buenos consejos, ya de ejemplos santos de tus prójimos, y hallarás que de cien partes apenas se ha logrado una. Pues, ¿qué sentimiento será el del Señor viendo en ti perdida tan grande parte de la semilla de su palabra? Mira qué cuenta darás a Dios de estas perlas preciosas, con que otros han granjeado en poco tiempo grandes colmos de merecimientos, y tú en tantos años te hayas más pobre que al principio. Clama al Señor, y pídele que te perdone, y que pues Él da la semilla, el logro y el fruto, que tenga piedad de ti, y te dé su santo espíritu para lograr su divina palabra, obrando con ella sin que se pierda en ti el fruto que su Divina Majestad desea.