INTRODUCCIÓN AL CICLO DE NAVIDAD SEGÚN SAN BUENAVENTURA
Hemos dejado el ciclo litúrgico del tiempo después
de Pentecostés, con todas las gracias que, en el mismo, derramó Nuestro divino
Salvador en nuestras almas, más, si fue generosa la misericordia divina en
derramar sus gracias, ¿cuántas de ellas aprovechó nuestra alma?
Tal
respuesta solo queda en el arcano divino y en las almas, que más generosas
fueron durante este tiempo. Ahora en el primer domingo de Adviento, cuyo
significado ya lo conocen, me refiero a la palabra ADVIENTO, no me detendré en
los siguientes discursos en explicar lo que dice el Evangelio o las epístolas
durante este tiempo, tal trabajo lo realizaran mis cofrades. Mi deseo es dar
una serie de discursos que no son míos sino del seráfico doctor San Buenaventura contemporáneo de Santo Tomas de
Aquino. Espero le saquen el provecho espiritual que, a vuestro servidor en su
momento le fue de mucho beneficio y para que el día de la natividad de nuestro
Señor Jesucristo, sus corazones lleguen llenos de fervor al pesebre no solo
para adorarlo sino también para recibir de El sus gracias propias de este
tiempo. Que el Espíritu Santo ilumine vuestras mentes para que puedan
comprender y entender lo que el seráfico doctor quiere trasmitirles por medio
de estos discursos dados en la catedral de donde él era maestro.
R.P. Arturo Vargas
PRIMER
DISCURSO
"Pues
lo que en ella ha nacido del Espíritu Santo es"
Estas
palabras son evangélicas y angélicas a la vez; evangélicas por haberlas escrito
el evangelista San Mateo, al describir el nacimiento del Señor; y angélicas
porque fueron dichas por el ángel cuando anunció el misterio quién las dijo
así; "José, hijo de David,
no temas recibir a María, tu mujer, pues lo que en ella ha nacido, del Espíritu
Santo es." Que como si
dijera: no te pasmes ante la novedad del milagro; no te pasmes, digo, de que
María aparezca en cinta antes de haber convivido contigo, porque su concepción
es del Espíritu Santo, y lejos de ti toda sospecha de adulterio, porque María
ha concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo para quien no hay cosa
imposible. Donde es de advertir que del Espíritu Santo no puede proceder sino
lo santo, según dijo el Ángel a María: “Y por eso lo que de ti nacerá santo,
será llamado Hijo de Dios”.
“Lo que
en ella ha nacido…,”
En estas
palabras hay tres cosas que reclaman nuestra consideración: primeramente quien nace en ella, después quien es
ella y, por último, quien coopera al concebir ella. Y es de saber que quien en
ella se concibe es Cristo, Dios y Hombre; la que concibe es María, madre y
virgen y aquel, por cuya obra concibe ella, es el Espíritu Santo. Tenemos, por
lo tanto, acerca de este nacimiento tres misterios para admirarlos, alabarlos y
bendecirlos: el niño que nace, la madre que pare, y el Espíritu Santo que
santifica. Santificación que debe entenderse rectamente, pues la referimos al
Espíritu Santo, no como si hiciera santo al Hijo de Dios, sino en cuanto le
hace santo respecto de ella.
Empecemos
considerando QUIEN NACE EN ELLA., y sobre esto debemos considerar tres
nacimientos: El primero en efecto fue antes de ella; el segundo en ella; el
tercero de ella.
En cuanto
al nacimiento antes de ella o más bien antes de toda criatura, decimos que consiste en la
generación eterna, sobre la cual se dice en el Eclesiástico: “Salí de la boca del Altísimo,
engendrada primero que ninguna criatura”. He
aquí indicado quien nace y como nace.
LO
PRIMERO. Quien nace antes que ella es la sabiduría, la cual expresándose en
primera persona dice: Yo=la sabiduría de Dios que en la carta a los corintios es el
mismo Cristo. Después se nos indica que el principio del que nace la Sabiduría
es el Padre: “Salí del altísimo”. Y por último, se nos da a entender del
modo como nace cuando dice: “Salí
de la boca del Altísimo”, “es
decir, como la palabra sale del que la dice” o como dice San Agustín: “El
Espíritu Santo procede del Padre como dado, y el Hijo como nacido”
En
cuanto a lo segundo se dice que nació en ella porque el Verbo eterno fue
concebido en el seno virginal de la Sma. Virgen María, es concepción porque así
lo dice el Ángel: “Pues lo nacido
lo que en ella ha nacido del espíritu santo es…” y en el salmo se dice: “Hombre nació en ella” . Tal es el nacimiento o concepción,
cuya inefable realización viene significada a dichas palabras del salmo se
interponen: “¿Porque ventura se
dirá hombre a Sión? Que es
como si dije no. Entonces, porque se dice: “Hombre nació en ella” no corresponde al hombre investigarlo,
sino pertenece al Espíritu Santo revelarlo. Pues solo sabe revelarlo aquel que
solo él sabe hacerlo.
Por
último, en cuanto al NACIMIENTO DE ELLA, tenemos que es externo, pues implica
salida del seno virginal al exterior, en conformidad con lo cual dice San
Lucas: “El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Y por eso el niño
que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios” (Lc.,
c. 1) Así lo confirma el
evangelista cuando dice:”Cuando se cumplieron en María los días de su parto,
dio a luz a su hijo primogénito”. Este
es no interno como en el caso anterior sino externo pues implica salida del
seno virginal, según lo dicho por el Ángel: "...y
darás un hijo a quien pondrás por nombre Jesús." por donde queda claro las tres maneras
de nacimiento de Cristo.
Para
comprender mejor lo que hemos expuesto hasta el momento tomaremos un ejemplo de
la naturaleza aunque ella no nos suministre semejanzas adecuadas que expresen
realidades sobrenaturales. En lo tocante a nuestro tema nos ofrece tres
Similitudes; el resplandor que nace de la luz, el germen que nace en la vid y
la flor que nace brotando del ramo o del árbol.
1) En cuanto al primera _ “El esplendor nace de la luz, existe
naturalmente con la luz y dice sin embargo distinción respecto de la luz, la
cual a su vez se distingue del esplendor. Cosa análoga ocurre entre el Padre y
el Hijo”. El Hijo en efecto, nace
del Padre, es consustancial al Padre, se distingue del Padre; y distinguiéndose
Padre e Hijo realmente entre sí como personas, son, sin embargo, una misma cosa
en cuanto a la naturaleza divina. Y por esta razón, la Iglesia recordando
nacimiento tan glorioso, canta alborozada: "¡Oh oriente, esplendor de la
luz eterna."
2) En cuanto a la segunda._ el germen en la vid nace
fecundándola y llenándola de follaje vistoso. Pero
semejante vitalidad germinativa en el tronco de la vid ni lo abre, ni lo
mancilla, ni lo quebranta en cuanto a su integridad. Algo así ocurre en la Sma.
Virgen cuando concibe. Nace Dios en ella. Y Dios, al ser concebido, la llena,
la fecunda, y la santifica, pero sin quebrantar ni violar ni contaminar su
claustro virginal. De ahí que Dios, comparando al que nace en ella con el
germen, diga por el profeta: "Suscitaré
a David, vástago o germen de justicia" Y por Isaías: "Enviad, ¡oh
cielos!, rocío de lo alto, y lluevan las nubes al justo; abrase la tierra y
brote al Salvador." Y nótese
que por tierra humilde, estable y fértil se entiende de la Virgen María, la
cual se abrió, no corporalmente para corromperse, sino espiritualmente para
creer al ángel, y así creyendo produjo al Salvador.
3) Por último, en cuanto a la
tercera. Se saca de la flor. Nace esta brotando de la rama. Pero debe notarse
que, la flor al brotar de la rama, no la menoscaba, sino la mejora; no la
resquebraja, sino todo lo contrario la embellece. Es lo mismo que sucede en
esta tercera forma de nacimiento. Dios nace de la virgen, pero nace
fecundándola y hermoseándola sin horadar ni corromper su integridad virginal,
según aquello de Ezequiel: "Esta puerta ha de estar cerrada por siempre y
no se abrirá ni pasara por ella hombre alguno” (Ez., c. 44) Por eso tal nacimiento se compara con
la salida de la flor, como es de ver en Is. C. 11: “Y saldrá una vara de la
raíz de Jesé, y de su raíz subirá una flor, y reposara sobre la flor del
Espíritu del Señor”. Donde es de
advertir que por vara se entiende la virgen, Madre de Dios; por flor, su divino
Hijo; por salida de la vara, el nacimiento de la Virgen; por subida de la flor,
el nacimiento del Salvador. Como se ve, todo se sustenta en la raíz de Jesé, la
raíz de Jesé, en efecto, produce la vara; la vara produce la flor, y sobre la
flor descansa el Espíritu Santo.
Por lo tanto, el que así nace
tiene tres maneras de nacimiento. Nace, en efecto, antes de su generación
temporal, del Padre, como el esplendor de la luz; nace en la Virgen, como el germen de la vid;
y, por último, nace saliendo del seno virginal, como la flor de la vara, rama o
árbol. Por razón del primer nacimiento, el Hijo nació y nace del Dios Padre,
según la naturaleza divina, y por razón del segundo nacimiento y tercero, nace
de la Virgen Madre, según su naturaleza humana. Además en cuanto al nacimiento
primero, debe decirse que no dimana del Espíritu Santo, pues, según la doctrina
de las originaciones trinitarias, el Hijo no procede del Espíritu Santo, sino
el Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Y en cuanto al nacimiento segundo y
tercero, es cosa indubitable que deben atribuirse al Espíritu Santo.