SANTA
CATALINA DE GÉNOVA
TRATADO
SOBRE EL PURGATORIO
CAPÍTULO
I.
El
estado de las almas que están en el Purgatorio; como están exentas de todo amor
propio.
CAPÍTULO
II.
En qué
consiste el disfrute de las almas del Purgatorio. Una comparación podría
mostrar cómo ellas ven cada vez más a Dios. Es difícil verbalizar ese estado.
CAPÍTULO
III.
La
separación de Dios es el principal castigo del Purgatorio. Pero éste es diferente del Infierno.
CAPÍTULO
IV.
Acerca
del estado de las almas en el Infierno y su diferencia con las que se hallan en
el Purgatorio. Reflexiones de la santa sobre aquellos que descuidan su
salvación.
CAPÍTULO
V.
De la
paz y disfrute que hay en el Purgatorio.
CAPÍTULO
VI.
Una
comparación para mostrar con qué empuje y qué amor las almas en el Purgatorio
desean disfrutar a Dios.
CAPÍTULO
VII.
Sobre la
admirable Sabiduría de Dios al hacer el Purgatorio y el Infierno.
CAPÍTULO
VIII.
Sobre la
necesidad del Purgatorio, y cuán terrible es.
CAPÍTULO
IX.
De cómo
Dios y las almas en el Purgatorio se miran mutuamente. La santa entiende que su
descripción no expresa cabalmente este asunto.
CAPÍTULO
X.
De cómo
Dios utiliza el Purgatorio para hacer al alma íntegramente pura. El alma
adquiere ahí una pureza tan grande que estaría bien para ella permanecer allí
aún después de purgada de pecado, y ya no tuviera que sufrir.
CAPÍTULO
XI.
Sobre el
deseo de las almas en el Purgatorio de ser completamente lavadas de sus pecados.
La sabiduría de Dios en ocultar, de pronto, sus faltas a estas almas.
CAPÍTULO
XII.
De cómo
el sufrimiento en el Purgatorio va acoplado a la alegría.
CAPÍTULO
XIII.
Las
almas en el purgatorio ya no están en condiciones de hacer méritos. Cómo ven estas
almas la caridad hacia ellas en el mundo.
CAPÍTULO
XIV.
Sobre la
sumisión de las almas del Purgatorio a la voluntad de Dios.
CAPÍTULO
XV.
Reproches
que las almas del Purgatorio hacen a la gente del mundo.
CAPÍTULO
XVI.
Las
almas mostraron nuevamente cómo los sufrimientos de las almas en el Purgatorio
no son obstáculo en absoluto para su paz y alegría.
CAPÍTULO
XVII.
Ella
concluye aplicando todo lo que ha dicho de las almas en el Purgatorio a lo que
ella siente, y ha probado en su propia alma.
CAPÍTULO
I
El
estado de las almas que están en el Purgatorio;
como
están exentas de todo amor propio.
Esta
alma consagrada se encontró a sí misma, estando aún encarnada, colocada por el
ardiente amor de Dios, en el Purgatorio, que la quemaba, limpiando en ella todo
lo que necesitaba ser limpiado, hasta que al dejar esta vida pudiera ella
presentarse a la vista de Dios, su amado Amor.
Por
medio de este fuego amoroso, ella comprendió en su propia alma el estado de las
almas de los fieles que van al Purgatorio al purgar su suciedad y manchas de
pecado, que no pudieron expiar durante sus vidas.
Y desde
esta Alma, colocada por el ardiente fuego divino en este amoroso Purgatorio, se
unió a ese amor divino con todos, y comprendió el estado de las almas que están
en el Purgatorio. Y ella dijo:
Las
almas que están en el Purgatorio no pueden, comprendo, elegir sino estar ahí,
esto es por orden divina para hacer justicia. Ellos no pueden cambiar sus
pensamientos sobre sí mismos ni decir: “Por haber cometido tales pecados
merezco estar aquí”, ni “no los he cometido, y entonces tengo que estar en el
Paraíso”, ni “ese se irá más pronto que yo”, ni “yo me iré antes que él”. Ellos
no tienen memoria ni sobre sí mismos ni sobre otros, ni lo bueno o lo malo, de
ahí que ellos sufran un dolor mayor del que ordinariamente sufrirían. Tan
felices están de encontrarse dentro de la voluntad divina, y de que Él pueda
hacer todo lo que le place, como le place que sufran este dolor sin pensar en
sí mismas, ven solamente la obra de la bondad divina, que conduce al hombre a
su misericordia, para no tener que recaer. No pueden ver que están penando por
causa de sus pecados, esa visión no puede mantenerse en sus mentes, debido a
que estarían en una imperfección activa, en donde ningún pecado actual puede
haber.
Solo una
vez, al dejar el mundo, pueden ver la causa del Purgatorio, pero no la volverán
a tener. Ellos ya no pueden tener voluntad ni deseos salvo la voluntad de la
caridad. Estando en el fuego del Purgatorio ellos están dentro de la ordenanza
divina, que es pura compasión y nadie puede apartarse de ello porque ha sido
privado del poder del pecado, del mérito y del demérito.
CAPÍTULO
II.
En
qué consiste el disfrute de las almas del Purgatorio.
Una
comparación podría mostrar cómo ellas ven cada vez más a Dios.
Es
difícil verbalizar ese estado.
Creo que
ninguna felicidad puede hallarse valiosa al ser comparada con ese estado de las
almas del Purgatorio, exceptuando el de los santos en el Paraíso; y es una
felicidad que crece día tras día al fluir Dios dentro de esas almas, más y más,
a medida que se consumen los obstáculos puestos a Su entrada. Las manchas de
pecado van siendo consumidas, y el fuego elimina la suciedad más y más hasta
que las almas se abren al influjo de la Divinidad. Un objeto que estuviese
cubierto, no podría recibir los rayos del sol, pero no por un defecto del sol,
el cual brilla siempre, sino por causa de que la cobertura pone un obstáculo;
se quita éste y, entonces, se abre al sol; cada vez más el obstáculo es
consumido, y entonces, más y más recibe los rayos del sol.
Esta es
la forma en que las manchas del pecado cubren a las almas, y en el Purgatorio
esas manchas son quemadas. Cuanto más sean consumidas, mayor es el acercamiento
de las almas a Dios, su verdadero sol. La suciedad del pecado decrece y el alma
se abre al rayo divino, crece así la felicidad, hasta que se cumple el plazo
necesario para ello.
El dolor no disminuye hasta entonces. Y
en cuanto a la voluntad, nunca pueden decir las almas que el dolor es dolor,
pues están contenidas en la ordenanza divina, con la cual, en pura caridad, su
voluntad está unida.
Pero,
por otro lado, ellas soportan un dolor tan extremo, que ninguna lengua lo
podría describir, ni mente comprender si Dios por medio de su gracia especial
no nos lo mostrara. Eso tampoco puede verbalizarse. La visión que tuve, la
revelación que Dios me hizo nunca abandonó mi mente, y yo contaré lo que pueda
sobre ello. Comprenderán aquellos cuya mente Dios se ha dignado abrir.
CAPÍTULO
III.
La
separación de Dios es el principal castigo del Purgatorio.
Pero éste es diferente del Infierno.
Todas las penas del Purgatorio se relacionan con el
pecado original y el actual. Dios creó al alma pura, simple y limpia de toda
mancha de pecado, con un cierto instinto beatífico hacia Él desde el pecado
original, que el alma encuentra en sí misma, quita de sí, y cuando agrega otros
pecados a ese original se aleja más y más de Dios.
No puede
haber ningún bien salvo por la participación de Dios, que va al encuentro de
las necesidades de sus criaturas irracionales como quiere y ha ordenado, no
fallándoles nunca, y responde al alma racional en la medida en que la encuentra
limpia y sin el obstáculo de pecados. Por consiguiente, cuando un alma se
acerca al estado puro y claro en que fue creada, su instinto beatífico se
descubre a sí mismo y crece sin cesar, tan impetuosamente hasta el final que
cualquier obstáculo le parece a esta alma algo del pasado. Y cuanto más ve, más
extremo es su dolor.
Debido a
que las almas en el Purgatorio no sienten culpa de pecado, no hay obstáculo
entre ellas y Dios, excepto su dolor, que las lleva hacia atrás y así no pueden
alcanzar la perfección. Ven claramente la gravedad de cada obstáculo en su
camino, y ven también que su instinto es obstaculizado por una necesidad de
justicia: de ahí nace un rugiente fuego, como el del infierno, pero carente de
culpabilidad. La culpa es lo que las hace condenadas en el infierno, en donde
Dios no concede Su Bondad, y por eso permanecen allí, en desesperada mala
voluntad, opuesta a la voluntad de Dios.
CAPÍTULO
IV.
Acerca
del estado de las almas en el Infierno
y
su diferencia con las que se hallan en el Purgatorio.
Reflexiones
de la santa sobre aquellos que descuidan su salvación.
Es
manifiesto que hay perversidad en la voluntad contraria a la voluntad de Dios,
donde la culpa es conocida y la mala voluntad persiste; y es que la culpa de
aquellos que han pasado de esta vida al Infierno, no es remitida. No puede
serlo, dado que ya no hay cambio de voluntad; en el pasaje al otro mundo el
bien o el mal se estabilizó en concordancia con su deliberada voluntad. Como se
ha escrito: “Ubi te invenero”, es en la hora de la muerte que prevalece la
voluntad de pecar, o el arrepentimiento, “Ibi te judicabo”. Según se incline la
balanza hacia un lado u otro, después no hay remisión, según se me ha mostrado.
Después
de la muerte el libre albedrío ya no puede retornar, pues la voluntad ha
quedado fijada en el momento de la muerte. Y, dado que las almas en el Infierno
han tenido en el momento de la muerte la voluntad hacia el pecado, deben
soportar la culpa a través de la eternidad, sin mérito por sus penas, solo
soportarlas, sin final.
En
cambio, las almas del Purgatorio solo soportan el dolor, no ya la culpa, por
haberse arrepentido de los pecados en el momento de la muerte, y de sus ofensas
a la bondad divina.
Por lo
tanto, su dolor es finito, y su tiempo se va acortando, como ha sido dicho.
¡Oh,
miseria más allá de toda miseria, tan grande que la ceguera humana no puede
verla!
El dolor
del condenado no es infinito en cantidad debido a que la bondad de Dios arroja
su rayo de misericordia aún en el Infierno. Porque el hombre que muere en
pecado merecería pena infinita por un tiempo infinito, mas la misericordia de
Dios le ha puesto infinitud solo al tiempo. En justicia, Dios podría haber dado
al hombre más pena.
¡Oh! Cuán peligroso es el pecado cometido
con malicia. Sin arrepentimiento, el hombre soportará la culpa mientras
persevere y desee pecar nuevamente.
CAPÍTULO
V.
De
la paz y disfrute que hay en el Purgatorio.
Las
almas en el Purgatorio tienen la voluntad, los deseos, en concordancia con la
Voluntad de Dios, Quien arroja sobre ellos Su bondad, y ellos, hasta donde
pueden, son felices y se limpian de todos sus pecados. En cuanto a la culpa, estas
almas llegan a estar limpias como lo estaban cuando Dios las creó. Dios perdona
sus culpas inmediatamente al dejar este mundo si ha habido confesión de los
pecados y arrepentimiento o voluntad de no cometerlos más. Solo las manchas que
han dejado los pecados es lo que deberá limpiarse mediante el fuego. Y una vez
limpias de toda culpa y unidas a la voluntad de Dios, ellas ven con claridad el
grado en el cual Él se les revela y ven cuán importante es disfrutarlo a Él, y
que estas almas han sido creadas para este fin.
Además,
son llevadas a unirse con Dios y movidas hacia Él en tal sabiduría, con Su
natural instinto hacia las almas funcionando en ellas, que ni argumentos ni
figuras ni ejemplos podrían hacerlo claro cuando la mente conoce esto por medio
de su sentimiento interno y lo comprende.
Deseo,
no obstante, hacer una comparación que viene a mi mente. Continuará..
Tomado de Radio Cristiandad
Martes 1 noviembre 2011