Quienes tuvieron la desgracia de dar escándalo, durante su vida, sufren mucho en el Purgatorio, si es que no van al Infierno.
Es muy doloroso sufrir por las propias faltas; pero somos tratados mucho más duramente por aquellos a quienes hemos obligado a cometer pecado. Ahora bien, ¡cuántas almas sufren en el purgatorio a causa de sus escándalos!
Un pintor, muy estimado por su vida piadosa, se encontraba pintando un cuadro en una de las casas carmelitas cuando allí murió. Pocos días después de su muerte, se apareció a un monje, todo llorando y luchando en medio de las llamas, y le suplicó que tuviera piedad de él en sus insoportables tormentos. El monje le preguntó cómo podía ser castigado así él, que había vivido tan piadosamente. Él respondió que, tan pronto como había entregado su alma, había sido llevado al tribunal del Juez Supremo, y había visto a varias personas quejándose de haber tenido malos pensamientos y haber sucumbido a deseos impuros, mientras contemplaban una imagen inmodesta, que él había hecho; lo que les había hecho ser condenados a un terrible purgatorio, en expiación por los restos de estos pecados.
Otros, lo que fue mucho peor, gemían en el infierno, en la tortura eterna, en la misma ocasión. Todos estos desdichados declararon que él era al menos digno de las mismas torturas, por haberles proporcionado esta piedra del escándalo, contra la cual se habían quebrantado.
Entonces, vinieron del cielo, varios santos, que tomaron su defensa, explicando que esta mala imagen era obra de la juventud, expiada por penitencia y muchas otras imágenes santas, que había pintado para gloria de Dios y de los santos. Estos santos en el cielo eran a quienes había honrado. Pidieron su perdón en consideración también de las limosnas que había dado.
El Juez soberano, conmovido por sus oraciones, lo había eximido del infierno; pero lo había condenado al purgatorio, hasta que esa mala imagen fuera reducida a cenizas, para no escandalizar a nadie más. Le imploró al monje que fuera y pidiera a la persona que tenía esta imagen que la quemara lo antes posible, ya que este instrumento de pecado debía ser destruido.
“Al decirle en qué triste estado me encuentro, no me negará esta gracia. En fe de que me he aparecido a ti y de que todo esto no es una ilusión, dile que dentro de poco perderá a dos de sus hijos, como castigo por haber conservado esta imagen durante tanto tiempo, y que se niega a aniquilarla, No pasará mucho tiempo antes de que él mismo pierda la vida, por una muerte prematura. "
Al enterarse de estas cosas, el dueño de esta imagen la agarró y la arrojó al fuego.
En menos de un mes vio morir a sus dos hijos e hizo una dura penitencia por la falta que había cometido. Para repararlo hizo pintar hermosas y piadosas imágenes de los santos, a quienes quería tener como protectores en el cielo.
Nunca miremos malas imágenes, nunca las guardemos, ya que esto atrae castigos tan crueles, en el infierno o en el purgatorio.