Leemos en el Salmo 134, 15: “Los
ídolos de los gentiles son plata y oro, hechura de manos de hombre: tienen boca
y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen”.
En el Capítulo XIV de Daniel leemos que se niega a adorar al ídolo Bel.
“… y se gastaba para él cada día doce artabas de flor de harina (670 litros),
cuarenta ovejas y seis cántaros de vino (220 litros más o menos). Tributábale
culto también el rey e iba todos los días a adorarlo. Daniel empero, adoraba a
su Dios. Y díjole el rey: ¿Por qué no adoras a Bel? A lo que respondió,
diciendo: “Porque no adoro a los ídolos hechos de mano, sino al Dios vivo que
creó el cielo y la tierra, y es Señor de toda carne”. Replicóle el rey: “¿Crees
tú acaso que Bel no es un dios vivo? ¿No ves cuánto come y bebe cada día? A
esto contestó Daniel riendo: “No te dejes engañar, oh rey; porque él por dentro
es de barro y por fuera de bronce, y nunca come”. Montó el rey en cólera y llamó a los
sacerdotes del ídolo, a los cuales dijo: “Si no me decís quién come todo eso
que se gasta, moriréis. Pero si me hacéis ver que todo eso lo come Bel, morirá
Daniel por haber blasfemado contra Bel”. Y dijo Daniel al rey: “Sea como has
dicho”.
Eran los sacerdotes de Bel setenta, sin contar las mujeres, los párvulos
y los hijos. Fue pues, el rey con Daniel al templo de Bel, y dijeron los
sacerdotes de Bel: “He aquí que nosotros nos salimos fuera; y tú, oh rey, pues
cierra la puerta y séllala con tu anillo. Y si mañana temprano, al entrar no hallares que todo se lo ha comido Bel, moriremos nosotros sin remedio, o morirá
Daniel, que ha mentido contra nosotros”. Ellos no tenían miedo pues habían
hecho debajo de la mesa una comunicación secreta, y siempre entraban por ahí y
se lo comían (todo).
Levantóse el rey muy de mañana, y del mismo modo Daniel; y preguntó el
rey: “¿Están intactos los sellos, Daniel?” Respondió éste: “Intactos están, oh
rey”. Abrió luego el rey la puerta y miró a la mesa y exclamó en alta voz:
Grande eres oh Bel, y no hay en ti engaño alguno”. Mas Daniel se rió y detuvo
al rey para que no entrase dentro, y dijo: “Mira al pavimento, y ve de quién
son esas pisadas”. Veo, dijo el rey, pisadas de hombres, de mujeres y de niños”. Con esto irritóse el rey e hizo
prender a los sacerdotes y a sus mujeres e hijos; y le mostraron el postigo
secreto por donde entraban a comer cuanto había sobre la mesa. El rey los hizo
morir y entregó a Bel en poder de Daniel quien lo destruyó juntamente con el
templo.
(Bel era el ídolo principal de
los babilonios. Los paganos creían que los dioses comían los manjares colocados
delante de sus estatuas).