San Pío X es uno de los grandes santos que Dios
Nuestro señor nos ha dejado para estos tiempos confusos como calamitosos. Su
encíclica es un faro de luz en medio de este mar bravío modernista que quiere
hundir en sus profundidades oscuras y satánicas a la Iglesia que Jesucristo
fundo con su sangre.
En el presente trabajo trata el Santo del
pensamiento modernista del “filosofo” y es quizá la parte más difícil de
entender, para lo cual recomiendo la oración al Espíritu Santo o acudir a quien
esto escribe para aclarar lo que no entiendan es importante entender esto para
la defensa de nuestra sacrosanta religión.
Lo encerrado en el color azul es mía no de San Pío
X con el fin de aclarar la terminología usada por el enemigo
EL "FILOSOFO" MODERNISTA
4. Comencemos ya por el filósofo. Los
modernistas establecen, como base de su filosofía religiosa, la doctrina
comúnmente llamada agnosticismo. (Los
agnosticistas, negando la Objetividad del principio de causalidad, es decir
Dios, rechazan lógicamente todo nexo y dependencia entre Dios y el mundo, y, en
consecuencia, colocan a la razón humana en una, condición de absoluta
impotencia para demostrar la existencia de Dios por las cosas creadas. Muy al
contrario de lo dicho por Santo Tomas de Aquino y lo que dice el Concilio del
Concilio Vaticano) Ellos dicen razón humana, encerrada rigurosamente
en el círculo de los fenómenos, es decir, de las cosas que
aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho
de franquear los límites de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse
hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algún modo, por medio de las
criaturas: tal es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no
puede ser objeto directo de la ciencia; y, por lo que a la historia pertenece,
que Dios de ningún modo puede ser sujeto de la historia. (Rechazan
en absoluto las cinco vías de Santo Tomas de Aquino como principio de la
existencia de Dios al alcance de la razón humana, por ejemplo: el movimiento,
la subordinación de las causas eficientes, por la contingencia de los seres
etc.) Después de esto, ¿qué será de la teología natural, de los motivos de
credibilidad, de la revelación externa? No es difícil comprenderlo. Suprimen
pura y simplemente todo esto para reservarlo al intelectualismo, sistema que,
según ellos, excita compasiva sonrisa y está sepultado hace largo tiempo.
Nada les detiene, ni aun las condenaciones de la
Iglesia contra errores tan monstruosos. Porque el concilio Vaticano decretó lo
que sigue: «Si alguno dijere que la luz
natural de la razón humana es incapaz de conocer con certeza, por medio de las
cosas creadas, el único y verdadera Dios, nuestro Creador y Señor, sea
excomulgado»(4). Igualmente: «Si alguno dijere no ser posible o conveniente que el
hombre sea instruido, mediante la revelación divina, sobre Dios y sobre el
culto a él debido, sea excomulgado»(5).
Y por último: «Si alguno dijere que la
revelación divina no puede hacerse creíble por signos exteriores, y que, en
consecuencia, sólo por la experiencia individual o por una inspiración privada
deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado»(6).
Ahora, de qué manera los modernistas pasan del
agnosticismo, que no es sino ignorancia, al ateísmo científico e
histórico (Los ateístas van aún más
lejos, al negar no sólo la cognoscíbilidad, sino la misma existencia de Dios.) , cuyo carácter total es, por lo contrario, la
negación; y, en consecuencia, por qué derecho de raciocinio, desde ignorar si
Dios ha intervenido en la historia del género humano hacen el tránsito a
explicar esa misma historia con independencia de Dios, de quien se juzga que no
ha tenido, en efecto, parte en el proceso histórico de la humanidad, conózcalo
quien pueda. Y es indudable que los modernistas tienen como ya establecida y
fija una cosa, a saber: que la ciencia debe ser atea, y lo mismo la
historia; en la esfera de una y otra no admiten sino fenómenos: Dios y lo
divino quedan desterrados.
Pronto veremos las consecuencias de doctrina tan
absurda fluyen con respecto a la sagrada persona del Salvador, a los misterios
de su vida y muerte, de su resurrección y ascensión gloriosa.
5. Agnosticismo este que no es sino el aspecto
negativo de la doctrina de los modernistas; el positivo está constituido
por la llamada inmanencia vital (pasan del objetivismo al
subjetivismo). El tránsito del uno al otro es como sigue: natural o
sobrenatural, la religión, como todo hecho, exige una explicación. Pues bien:
una vez repudiada la teología natural y cerrado, en consecuencia, todo acceso a
la revelación al desechar los motivos de credibilidad; más aún, abolida por
completo toda revelación externa, resulta claro que no puede buscarse fuera del
hombre la explicación apetecida, y debe
hallarse en lo interior del hombre; pero como la religión es
una forma de la vida, la explicación ha de hallarse exclusivamente en la vida misma del hombre. Por
tal procedimiento se llega a establecer el
principio de la inmanencia religiosa. En efecto, todo fenómeno
vital —y ya queda dicho que tal es la religión— reconoce por primer estimulante
cierto impulso o indigencia, y por primera manifestación, ese movimiento del
corazón que llamamos sentimiento. Por esta razón, siendo Dios el objeto de la
religión, síguese de lo expuesto que la fe, principio y fundamento de toda
religión, reside en un sentimiento íntimo engendrado por la indigencia de lo
divino. Por otra parte, como esa indigencia de lo divino no se siente sino en
conjuntos determinados y favorables, no puede pertenecer de suyo a la esfera de
la conciencia; al principio yace sepultada bajo la conciencia, o, para emplear
un vocablo tomado de la filosofía moderna, en la subconsciencia, donde también su raíz permanece escondida e
inaccesible.
¿Quiere ahora saberse en qué forma esa indigencia
de lo divino, cuando el hombre llegue a sentirla, logra por fin convertirse en
religión? Responden los modernistas: la ciencia y la historia están
encerradas entre dos límites: uno exterior, el mundo visible; otro interior, la
conciencia. Llegadas a uno de éstos, imposible es que pasen adelante la
ciencia y la historia; más allá está lo incognoscible. Frente ya a este
incognoscible, tanto al que está fuera del hombre (el objeto por
ejemplo un árbol o el viento), más allá de la naturaleza visible, como al
que está en el hombre mismo, en las profundidades de la subconsciencia (Alude
a un antiguo término utilizado en psicología y en psicoanálisis para referirse
a lo inconsciente o a lo débilmente consciente a lo que, por encontrarse “por
debajo del umbral de la conciencia”, resulta difícilmente alcanzable por esta o
definitivamente inaccesible, Sigmund Freud lo utilizo un tiempo luego lo dejo
de lado. Por donde se ve que esta palabra subconsciente no es una palabra
católica sino modernista), la indigencia de lo divino, sin juicio
alguno previo (lo cual es puro fideísmo) (doctrina filosófica según la
cual solamente a través de la fe y la revelación divina es posible conocer los
principios metafísico, éticos y religiosos que son inaccesibles a la razón) suscita
en el alma, naturalmente inclinada a la religión, cierto sentimiento
especial (paso muy peligroso de lo objetivo a lo subjetivo, pero a
nivel del alma en donde la fe no es la enseñada por Nuestro señor Jesucristo
sino un fruto del sentimiento puramente humano
sujeto a los vaivenes del ánimo de la persona alejado totalmente de la realidad
que es Dios mismo, que tiene por distintivo el envolver en sí mismo la propia
realidad de Dios, error grosero e inaceptable reducir la fe a un puro sentimiento. De aquí que la gente
diga; no siento a Dios en mi o yo voy a
misa cuando me nace ir), bajo el doble concepto de objeto y de
causa íntima del sentimiento, y el unir en cierta manera al hombre con
Dios. A este sentimiento llaman fe los modernistas: tal es
para ellos el principio de la religión.