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miércoles, 7 de diciembre de 2016

MARÍA INMACULADA.- LA REDENCIÓN





  Veamos a la Santísima Virgen tomando parte en la Obra de la Redención humana con Cristo Jesús y cómo tomó parte en esa obra, precisamente por ser Inmaculada.

  1.- La Obra de la Redención.- La más importante de Dios –mucho más que la creación-.
  Para crear bastó una palabra, para redimirnos fue necesario que el Hijo de Dios en persona bajase a efectuarla. Y, ¿de qué modo? Del más humillante para Dios y más ventajoso para nosotros. Porque Dios al humillarse en la Redención, no sólo nos redimió, sino que acortó la distancia que separaba al hombre de Dios, y se hizo igual a nosotros para que nosotros fuéramos iguales a Él. ¡Qué bondad! ¡Qué amor! Pues bien, en esta obra tan grandiosa de Dios, tan verdaderamente divina, de tal modo quiso el Señor asociar a la Santísima Virgen, que viniera a ser la solución de los “dos conflictos divinos”, como los llama San Agustín, que parecían insolubles a la sabiduría humana.

  2.- Primer conflicto divino.- La ofensa del hombre había sido de alguna manera infinita en su malicia, porque el ofendido era infinito y la ofensa depende de la persona ofendida. Por tanto, sólo una obra infinita podía dar debida satisfacción y reparación justa a este pecado. Obras infinitas nadie puede hacer sino Dios, luego Él solo podía redimir al mundo. Pero la Redención había de efectuarse por medio del sacrificio que es la destrucción de una cosa en honor de Dios, y por tanto, si Dios no puede sufrir, ni padecer, ni morir, ni destruirse, Dios no podía ser la víctima o la hostia de este sacrificio. Conflicto divino. Imposibilidad absoluta, por una parte la víctima no puede ser sino Dios, por otra, Dios no puede ser víctima, ¿qué hacer?, ¿dónde encontrar la solución? Fue necesario todo el poder y la sabiduría de Dios, toda la santidad y amor del Espíritu Santo, para que por su medio se llevara a cabo la magnífica solución, y en efecto, “en las purísimas entrañas de la Santísima Virgen formó el Espíritu Santo de la purísima sangre de esta Señora un cuerpo perfectísimo”. La solución de todo fue la Santísima Virgen Madre de Dios, en cuyo seno el Verbo se hizo carne. Ya tiene Dios una Madre; ya tiene cuerpo que Ella le ha dado, y sangre para ofrecer por la redención del mundo, ya puede ser víctima, la puede efectuarse la Redención, gracias a María.

  3.- Segundo conflicto.- Pero esa víctima tenía que ser sin pecado, porque iba a redimir al mundo y pagar por el pecado. Mas si esa víctima había tomado su carne y sangre de María, sería una víctima humana, como nosotros, y nosotros nacemos en pecado. ¿También aquella víctima nacería como nosotros en pecado? No puede ser, eso es un absurdo. Entonces, ¿cómo solucionar esta dificultad? No hay más que una solución, la que supone un milagro inaudito, un prodigio extraordinario, un privilegio único y como para Dios no hay imposibles, Él lo quiso y se hizo. Y María Inmaculada, sin pecado concebida, es la solución que da a Dios la carne pura y la sangre limpia que puede ser víctima santa del sacrificio de la cruz. Por Cristo  somos redimidos, pero Cristo nos redime por medio de María Inmaculada. ¡Gloria al Redentor! ¡Gloria a la Corredentora!
  Por eso, María que tanta parte tuvo en esta obra de la Redención, no podía faltar cuando se llevó a cabo en la Cruz. Y si no estuvo presente con su Hijo en sus predicaciones apostólicas, ni fue testigo de todos sus milagros, ni le acompañó en sus horas de triunfo, pero a la hora del sacrificio apareció junto a su Hijo y tan unida con Él que mientras su Hijo sufría las punzadas de las espinas, las sacudidas de los azotes, el golpe de la muerte, allí estaba Ella, sufriendo todo eso en su corazón, bebiendo con Jesús hasta las heces el cáliz de la Pasión, uniéndose con Él en el ara de la Cruz, como dos víctimas de un mismo sacrificio, como dos hostias que se inmolan en un mismo Altar, pero Hostias y víctimas agradables a Dios por ser santas, puras, inmaculadas.

  Da gracias a la Santísima Virgen al verla así cooperando tan eficazmente  a nuestra salvación.  Al ver cómo la solución de todo, es su pureza inmaculada, enamórate cada vez más de esta preciosa virtud tan del agrado de Dios y tan querida de la Santísima Virgen.

Meditaciones sobre la Santísima Virgen María
Rodríguez Villar
Presbítero