Estimados hermanos en Jesucristo Nuestro Señor:
La Divina Providencia nos ha elegido para vivir en estos tiempos difíciles. Debemos preparar nuestras
almas para fuertes acontecimientos que se avecinan (persecución religiosa, catástrofes naturales, enfermedades, muerte de seres queridos, falta de Sacramentos verdaderos, falta de sana doctrina... etc.
¿Qué tenemos que hacer?
Nada nuevo. Hagamos lo que han hecho todos los santos a lo largo de la historia de la Cristiandad. Seamos hombres y mujeres
de oración. ¡A mayores pruebas, mayores gracias! Nuestro Señor Jesucristo nunca abandona a los
hijos que le imploran su ayuda.
Recordemos lo que nos dice San
Buenaventura: “Si quieres sufrir con paciencia las adversidades y miserias de
esta vida, sé hombre de oración. –Si quieres obtener el valor y las fuerzas
necesarias para vencer las tentaciones del demonio, sé hombre de oración. –Si
quieres mortificar tu propia voluntad con todas sus inclinaciones y apetitos,
sé hombre de oración. –Si quieres conocer las astucias de Satán y descubrir sus
engaños, sé hombre de oración. –Si quieres vivir alegre y andar con facilidad
por las sendas de la penitencia, sé hombre de oración. –Si quieres arrojar de
tu alma las moscas importunas de los pensamientos y cuidados vanos, sé hombre
de oración. –Si quieres llenar tu alma de la mejor devoción y tenerla siempre
ocupada de buenos pensamientos y buenos deseos, sé hombre de oración. –Si
quieres afirmarte y fortificarte en los caminos de Dios, sé hombre de oración.
–Por último, si quieres arrancar de tu alma todos los vicios y plantar en ella
todas las virtudes, sé hombre de oración. En la oración es donde se recibe la
unión y la gracia del Espíritu Santo que nos lo enseña todo; digo más, si
quieres elevarte a las alturas de la contemplación y gozar los dulces abrazos
del Esposo, ejercítate en la oración. Ella es la senda por la cual llega el
alma a contemplar y gustar las cosas celestiales.”
San Pedro de Alcántara nos dice:
“En la oración, el alma se purifica de sus pecados, se alimenta de la caridad,
se afirma en la fe, se fortifica en la esperanza; el espíritu se ensancha, el
corazón se purifica, la verdad aparece, la tentación se vence, la tristeza se
disipa, los sentidos se renuevan, las fuerzas perdidas se recobran, la tibieza
cesa, el orín de los vicios desaparece. De la oración salen como vivas
centellas los deseos del cielo. En ella se descubren los secretos y Dios
siempre está atento para escucharla…”.
(Tomado del libro Los Caminos de la Oración Mental por Don Vital Lehodey)