San Pío X al hablar de la necesidad de la pureza de la doctrina, expone: “Muchos no comprenden los cuidados celosos y la prudencia que debemos tener para conservar la pureza de la doctrina. Les parece natural y casi necesario que la Iglesia abandone alguna cosa de esta integridad; y les parece intolerable que en medio de los progresos de la ciencia, la Iglesia pretenda sola permanecer inmóvil en sus principios. Éstos olvidan el mandamiento del Apóstol: ‘Te ordeno, en presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y delante de Jesucristo quien dio testimonio bajo Poncio Pilato, te ordeno observar este mandato (la doctrina que Él ha enseñado) inmaculado, intacto, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo’. (I Tim. 6,13-14). Cuando esta doctrina no pueda guardarse incorruptible, y que el imperio de la verdad no pueda ser posible en este mundo, entonces el Hijo de Dios aparecerá una segunda vez. Pero hasta este último día debemos mantener intacto el depósito sagrado y repetir la gloriosa declaración de San Hilario: 'Más vale morir en este siglo que corromper la castidad de la verdad’”. (Pie X, Jérôme Dal-Gal O.M. Conv. 1953, p.107-108).