“Sólo el amor es capaz de
hacernos agradables a Dios. ¡Ah! Si todas las almas débiles e imperfectas como
la mía sintieran lo que yo siento, ninguna desesperaría de llegar a la cumbre
de la montaña del amor, puesto que Jesús no pide acciones extraordinarias; se
contenta con que le demostremos confianza y gratitud.
“Si tuviera hambre, no os lo diría a vosotros, pues la tierra y todo
cuanto encierra me pertenece. ¿Por ventura he de comer la carne de los toros y
beber la sangre de los machos cabríos? INMOLAD A DIOS SACRIFICIOS DE ALABANZA Y DE ACCIONES DE GRACIAS”
Salmo XLIX, 9-14
¡Sólo esto reclama Jesús de nosotros! No tiene necesidad de nuestras
obras, sino únicamente de nuestro amor. Este mismo Dios, que declara que no necesita
decirnos si tiene hambre, no se desdeña de mendigar
un poco de agua a la Samaritana… ¡Tenía sed! Mas al decir: “Dame de beber”,
reclamaba el Creador del Universo el amor de su pobre criatura. ¡Tenía sed de
amor!
Sí, más que nunca está sediento Jesús. Sólo encuentra ingratos e
indiferentes entre los discípulos del mundo; y entre los discípulos suyos, desgraciadamente no encuentra muchos que
entreguen el corazón sin reserva a la ternura de su Amor infinito.
…sobre todo quisiera el martirio. Como Vos quisiera ser azotada,
crucificada… Si pienso en los tormentos atroces que padecerán los cristianos en
tiempo del Anticristo, se estremece mi corazón; quisiera que se reservaran para
mí aquellos tormentos.
¡Mi vocación es el amor! Sé, Dios mío, “que el amor sólo con amor se
paga”. Pero, ¿Cómo demostraré mi amor ya que el amor se prueba con obras? No
tengo otro medio para demostraros mi amor que echar flores; es decir, no
escatimar el menor sacrificio, no dejar perder ninguna palabra, ninguna mirada,
aprovechar las menores acciones y ejecutarlas todas por amor. Quiero sufrir y
hasta gozar por amor. ¡Oh Jesús mío, os amo!