Dios en su infinita sabiduría dispuso que nos tocara vivir en una época donde la gente no tiene tiempo
para pensar en las cosas eternas. Las diversiones, las vacaciones, las fiestas,
las compras, la música, los restaurantes, el nuevo look, llenan los días de la gran mayoría. La gente
está aturdida.
Si nos detenemos un poco a reflexionar cuál fue el común denominador de
todos los santos, veremos que fue el sufrimiento, las pruebas, las
tribulaciones enfrentadas con espíritu católico, y lo más importante, por amor
a Dios.
En la medida que cada uno de nosotros estemos convencidos de que esta
vida es para ganar o perder el cielo, emplearemos el valioso tiempo que Dios no
da en aquello que verdaderamente valga la pena, finalmente sabemos que cualquier cosa que Dios permita en nuestra
vida será nada comparado con la recompensa eterna y que no se mueve una sola
hoja del árbol sin Su voluntad. Dios quiere que cooperemos con Él en la salvación
de las almas. Somos peregrinos y vamos de paso. El ejemplo del Padre Pro,
sacerdote mexicano nos animará a hacer otro tanto, entre los nuestros, en
nuestro pequeño ámbito. Con la gracia de Dios todo es posible.
Plegaria escrita por el Padre Pro el 13 de
noviembre de 1927:
“¡Déjame pasar la vida a tu lado,
Madre mía, acompañado de tu soledad amarga y tu dolor profundo…! ¡Déjame sentir
en mi alma el triste llanto de tus ojos y el desamparo de tu corazón!
No quiero en el camino de mi vida saborear las alegrías de Belén,
adorando entre tus brazos virginales al niño Dios. No quiero gozar en la casita
humilde de Nazaret de la amable presencia de Jesucristo. ¡No quiero acompañarte
en tu Asunción gloriosa entre los coros de los ángeles!
Quiero en mi vida las burlas y mofas del Calvario; quiero la agonía
lenta de tu Hijo, el desprecio, la ignominia, la infamia de su Cruz. Quiero
estar a tu lado, Virgen dolorosísima, de pie, fortaleciendo mi espíritu con tus
lágrimas, consumando mi sacrificio con tu martirio, sosteniendo mi corazón con
tu soledad, amando a mi Dios y a tu Dios con la inmolación de mi ser”.
El 23 de noviembre de 1927 el Padre Pro se coloca en el lugar que se le
designa, de frente al pelotón. El mayor Torres le pregunta si desea alguna
cosa: -Que me permitan rezar –responde.
Se postra de rodillas, se santigua lentamente, cruza los brazos sobre el
pecho, ofrece a Dios el sacrificio de su vida, besa devotamente el pequeño
crucifijo que tiene en la mano y se levanta.
Rehúsa ser vendado y se vuelve de cara a los espectadores y soldados, y
los deja atónitos con su serenidad.
En una mano aprieta el crucifijo, en otra el rosario. Extiende los
brazos en forma de cruz, levanta los ojos al cielo.
-¡Viva Cristo Rey!
Hace la señal a los soldados de que está dispuesto. Resuena una descarga
cerrada y cae con los brazos extendidos. Un soldado se le acerca y le da el
tiro de gracia en la sien. Eran las 10:38.
A las 4:00 sale el cadáver del
Padre Pro, en hombros de varios sacerdotes. Por todas partes resonaban aplausos
y gritos de ¡Viva Cristo Rey! De los balcones caía copiosísima lluvia de
flores. En las calles las gentes de arrodillaban.
Espontáneamente la multitud se puso a rezar el rosario. Más de 20,000
personas esperaban en el panteón. Se depositó el cadáver del Padre Pro en su
nicho y, entretanto, todos los asistentes guardaron respetuoso silencio.
A lo lejos se oyó una voz firme que entonaba el conocido cántico:
Tú reinarás, ¡oh Rey Bendito!
Pues Tú dijiste reinaré.
Y toda aquella multitud
derramando lágrimas respondió:
Reine Jesús por siempre,
Reine su Corazón,
En nuestra patria, en nuestro suelo,
Que es de María la nación.
La multitud emprende el camino de regreso hacia la ciudad. Los cánticos
y vivas llenan el espacio. Desde las ventanas de su Castillo, pudo ver el
presidente Calles desfilar a sus enemigos vencedores, que cantaban:
-¡Viva Cristo Rey!
De la misma manera, hace diecinueve siglos, pasaban delante de Nerón los
primeros cristianos, que venían de ver morir a sus hermanos.
“Dios quiere que aceptemos todo lo que nos pasa como venido de Su
Santísima mano. La mayor santidad consiste en cumplir su voluntad”. Padre Pro
“Una cosa que le dará mucha alegría, es saber que, mientras más
desolados y solos nos encontramos, más cerca de nosotros está Cristo Jesús”. Padre Pro
“Óyeme. Los últimos escalones de una subida difícil son los más
costosos, el último esfuerzo de un corredor para llegar a la meta es el más
arduo… y tú que estás a punto de coronar la obra, emprendida con tanta
abnegación ¿desfallecerás? ¡Hijitos míos, nos dice Jesús, no los dejará huérfanos!
¡Yo estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos! Si esta promesa es
siempre verdadera, dime: ¿no será cierta en el momento más difícil de nuestra
vida? Escucha a Nuestro Señor que te dice: Yo estoy contigo porque me amas. Sigue
esa calle de la amargura; sube al Gólgota del vencimiento, muere conmigo en la
cruz del amor, porque la blanquísima luz de la resurrección va a brillar muy
pronto en tu alma…” Padre Pro