Hay actos benéficos y asombrosos que las autoridades, tanto
eclesiásticas como civiles, en el momento determinado por Dios y
en las circunstancias más difíciles y contrapuestas, se han llevado a
cabo. Aún teniendo en contra, a los enemigos más poderosos de la
Religión Católica.
Uno de esos raros actos fue la Consagración de nuestro país a
Cristo Rey en el aciago año de 1914. Justo al inicio de la mayor
revolución social sufrida por México, planeada, azuzada, sostenida
por los sucesivos gobiernos y los grandes financieros de los Estados
Unidos de América en complicidad con las sectas masónicas
mexicanas. Cuyo fin inmediato era quedarse con el petróleo y la red
de ferrocarriles propiedad de capitales europeos. Aunado a este fin,
estaba otro más importante; destruir también, la religión católica y
la cultura hispana de México.
La Revolución planeada y preparada para nuestro país por la cúpula
política y financiera de los Estados Unidos, desde la ciudad de
Nueva York, seguía un plan perfectamente planeado desde el
anterior siglo XIX. El plan secreto era imponer al pueblo mexicano
la anarquía, previa a la introducción del Nuevo Orden Mundial de
esa época. Se intentaba implantar el Comunismo en todo el mundo
comenzando por México de manera experimental.
El primer paso para ello era la destrucción de la religión del pueblo
mexicano, la Religión Católica, y de toda autoridad civil, de la
influencia cultural europea, y de toda la riqueza material
acumulada en 30 años de paz porfiriana, así como el robo de los
capitales privados.
Después, seguiría la uniformidad de sus
habitantes en las doctrinas socialistas ateas.
México había sido escogido por esa cúpula plutocrática de los
EE.UU. para servir de experimento a la revolución posterior, de
1917, aplicada en Rusia por los bolcheviques y en España entre
1933 y 1939 con la llamada Guerra Civil, que produjo, como en
México, un millón de muertos.
Estas revoluciones y prácticamente todas, desde la Revolución
protestante del siglo XVI contra el papado y la Religión Católica,
hasta las guerras del Medio Oriente, pasando por las devastadoras
destrucciones del continente asiático, han sido ejecutadas por los agentes del Anticristo para instaurar su reino materialista en todo el
mundo; llamado “Novus Ordo Seclorum”.
“Las Revoluciones de México son impulsadas por dos agentes que
operan sobre él mancomunadamente: la masonería y el gobierno
de los Estados Unidos de Norteamérica…..” A. Gibaja y Patrón,
“Revoluciones Sociales de México”, cap. XX tomo V….
Don Francisco I. Madero pasó la frontera del norte con el “Plan de
San Luis” en la mano, lo proclamó el 5 0ctubre de 1910, para
derrocar al Gral. Porfirio Díaz después de casi 30 años de un
gobierno fuerte, aunque masónico, que había traído la paz anhelada
al pueblo mexicano…. Fco. I. Madero, masón y espiritista, era el ariete para comenzar la
Revolución que destruiría la riqueza y el prestigio internacional de
México, duramente adquirido después de 70 años de desorden
nacional.
Francisco I. Madero, como el cura Miguel Hidalgo cien
años antes, estaba imbuido por las utopías de los filósofos del siglo
XVIII. Pero, era el hombre de paja de la política yanqui que lo
quemaría en el momento adecuado.
A principios de 1911 los revolucionarios de Madero tomaron
posiciones en lugares cercanos a la frontera norte apoyados por
asesores extranjeros entre ellos el revolucionario italiano José
Garibaldi, nieto de Guissepe Garibaldi el unificador de Italia. La
Revolución tomó fuerza con las contribuciones de Francisco Villa y
Emiliano Zapata, armados con pertrechos y asesores yanquis.
El 8 de junio de 1911 Madero entró en la ciudad de México como
jefe de la Revolución que predicaba un gobierno democrático
establecido por el pueblo y para el pueblo. Se convocaron
elecciones para Presidente y Vicepresidente, pero la gran mayoría
de la gente de razón no votó. Por lo que se contabilizaron los votos
de la plebe más ignorante que no tenía idea de lo que era la
Democracia, y con ese bagaje espurio, se reconoció como
presidente de México a Madero y vicepresidente a Pino Suárez.
Madero y su gobierno comenzaron con una política de estabilidad
nacional ajena a las intenciones aceleradas de los financieros
yanquis que deseaban la destrucción rápida del antiguo régimen
para, que en aguas tormentosas, hacerse de las riquezas naturales
del suelo y subsuelo mexicanos.
Por tanto, deseaban que el nuevo gobierno maderista hiciera las
reformas necesarias para tal fin. Sin embargo Francisco I. Madero
no se mostraba diligente. Ya había pasado un año de la toma del
poder y su gobierno no desbarataba los tratados con las potencias
europeas.
Entonces era necesario moverle el tapete para que
retomara los postulados revolucionarios.
El inquieto caballerango Emiliano Zapata desconoció a Madero y
proclamó el Plan de Ayala en el sur del país, ayudado por sus
asesores yanquis, su propósito oficial era reivindicar a la raza
indígena. Esto, aunado a la división de los maderistas en dos
tendencias de logias: unos acelerados y otros más calmados en las
reformas y expropiaciones que pretendían de la riqueza del país en
beneficio de los capitalistas judeoyanquis, y que comandaba sin
embozo el embajador de USA. Henry Lane Wilson, debilitaron el
gobierno de Madero quien retardaba unas veces, y otras se oponía
francamente, a las ordenes impertinentes del Departamento de
Estado yanqui por medio de su embajador.
A parte de esta lamentable situación, el general Félix Díaz masón
de alto grado, pariente del depuesto presidente Porfirio Díaz, y
otros masones, se pronunciaron en Veracruz desconociendo a
Madero, para supuestamente, restablecer el régimen anterior.
Gibaja y Patrón, cap. XXI, “Revoluciones Sociales de México.”
El general Félix Díaz y su gente se hicieron fuertes en la Ciudadela
de la capital; con la defección y ayuda del general maderista
Huerta, tomaron prisioneros a Francisco I. Madero, a su hermano
Ernesto y a José Ma. Pino Suárez el 19 de febrero de 1913, por
presiones renunciaron a sus cargos, siendo trasladados a la
Penitenciaría. Mientras tanto, a instancias del embajador H. L.
Wilson se reunieron en la Embajada norteamericana los militares
golpistas, acordando dar el gobierno provisional al general Huerta.
El presidente Madero y su vicepresidente Pino Suárez renunciaron a
sus puestos quedando prisioneros del general Victoriano Huerta.
Trasladados a la Penitenciaría, el 22 de febrero en la madrugada se
hallaron sus cadáveres.
Después de esa acción viene una serie de conjeturas que los
historiadores no han podido aclarar porque la masonería
internacional siempre se empeña en oscurecer los acontecimientos
donde ella interviene de manera relevante. Existen muchas
versiones para dilucidar la responsabilidad directa en esos
asesinatos, pero ninguna ha resultado convincente.
Sin embargo, la historia oficial de los sucesivos gobiernos
masónicos mexicanos ha declarado, al general Huerta católico y
antimasónico, como el único responsable, eximiendo de ello, a
todos los participantes revolucionarios. Los verdaderos culpables
han quedado en la sombra, resguardados por el secreto de las logias.
De esos acontecimientos ha pasado un siglo, hoy son muchos los
historiadores que han investigado y sacado conjeturas que han
deslindado los tejemanejes de los revolucionarios mexicanos. Pero,
los hechos de los protagonistas son los que cuentan. En los
doscientos años que han pasado desde que el cura Hidalgo dio el grito de la Revolución, los gobiernos liberales mexicanos han
cometido miles de horrendos crímenes contra los mexicanos que
no han aceptado su ideología anticristiana, y sin embargo, la
historia oficial de México ha ocultado y mantenido a cubierto, las
traiciones, los asesinatos, robos y todo tipo de fechorías de sus
llamados héroes y próceres.
Mientras la historia oficial mexicana ha llenado de anatemas,
injurias y soeces mentiras al militar que apoyó con energía al
pueblo católico mexicano para efectuar la Consagración de
México a Cristo Rey. Nosotros nos apoyaremos en los hechos que
demostraron la buena voluntad del general Victoriano Huerta y su
gobierno de diez y siete meses luchando contra la prepotencia de la
república angloamericana y de los enemigos interiores del pueblo
mexicano.
Entre los documentos que pueden esclarecer en parte este
lamentable episodio nacional está la carta que escribió el Gran
Maestre de la Gran Logia de México don Luis Manuel Rojas,
masón, al presidente masón William H. Taft de los Estados
Unidos dirigida a varios diarios de ese país; pidiendo su
intervención para salvar la vida de los prisioneros masones de las
manos de militares mexicanos también masones…..
Además de la carta telegrama que el Gran Maestre de la Masonería
mexicana Luis Manuel Rojas envió al presidente de los Estados
Unidos William H. Taft….
Remitió otra carta que publicaron los
periódicos El País y La Tribuna el 15 de abril de 1913 en la cual
acusa en 14 párrafos consecutivos al embajador, Henry Lane
Wilson de haber urdido el asesinato de Madero y Pino
Suárez…..“Mi cablegrama transcrito comprueba que no me dirigí
al gobierno de los Estados Unidos, sino al señor William H. Taft
como hermano masón”… También fueron varios los diarios de
los Estados Unidos que publicaron esa carta…
En la repuesta pública del Departamento de Estado de los Estados
Unidos a la carta del Gran Maestre Lic. Rojas, ese gobierno, no se
da por enterado de la culpabilidad de su embajador en la acusación
que se le hizo. Se deduce, entonces, que el embajador Henry Lane
Wilson cumplió órdenes secretas del presidente de los Estados
Unidos para eliminar a Madero y su gobierno, por no haberles
convenido la actitud personal de éste, manipulando al mismo
tiempo en la propia Embajada, a los enemigos de Francisco
Madero.
El general Félix Díaz y sus adláteres eran masones
también, pero sometidos a las Logias norteamericanas y no al Gran
Maestre mexicano.
En cuanto se constató las muertes de Francisco I. Madero y José
Ma. Pino Suárez, la facción ganadora depositó el gobierno del país
en la persona del secretario de Gobernación don Pedro Lascuráin,
quien a su vez de acuerdo a los planes de la masonería, nombró en
su propio lugar al general católico don Victoriano Huerta, éste, en
consecuencia, quedó como presidente provisional de México, con
“una papa caliente entre sus manos”.
El general Huerta era un militar de carrera, que había pertenecido al
ejército del presidente Porfirio Díaz y tenía prestigio de valentía,
honestidad y de católico practicante, siempre se declaró así, por lo
que suponemos que no era masón, pero si lo era, no pasaba del 3er.
grado; ignorante de las maquinaciones de la secta, se unió y
obedeció a los enemigos del presidente revolucionario, anticatólico
y masón Francisco I. Madero…..
Ya como Presidente, Victoriano Huerta, integró su gabinete con
personas respetables dentro de la sociedad mexicana, salidos del
llamado porfirismo, es decir; de nacionalistas y católicos, ajenos a
toda componenda con la Revolución Mundial. Actitud incompatible
con el Plan formulado desde la Casa Blanca.
El pueblo católico mexicano apoyó a Huerta, los gobiernos de los
Estados también, menos el de Coahuila, lo reconocieron y el
ejército le obedeció para combatir los focos revolucionarios en
distintos puntos del país. “Su espíritu se sobrepuso a todo cuanto
perjudicara a su patria para su libertad y engrandecimiento”
escribió el historiador Gibaja y Patrón…. Sin embargo los enemigos de México no perdieron el tiempo y a
poco más de un mes del nuevo gobierno levantaron con el “Plan de
Guadalupe” al gobernador del Estado de Coahuila Venustiano
Carranza. Como cabeza de la nueva revolución, desconociendo el
gobierno del general Victoriano Huerta…..
El gobierno huertista logró estabilizarse a pesar de todo, los
revolucionarios vencidos en todas partes comenzaron a doblegarse,
en México, parecía que volvían los tiempos de paz, y corrió el año
de 1913.
Por lo que respecta a nuestro país, el plan del gobierno
norteamericano y de su rapaz camarilla de financieros, estaba
completo y acabado cuando Francisco I. Madero subió al poder,
pero ni Madero, ni mucho menos Huerta deseaba aumentar la
dependencia de México a los Estados Unidos con algún tratado,
como los habían hecho los gobiernos liberales del siglo XIX.
El General Victoriano Huerta insistía, junto a sus consejeros, en
no doblegarse ante la prepotencia yanqui. Tampoco quería acordar
ningún otro tratado internacional que aumentara la dependencia a
los Estados Unidos. Pero nada de esto estaba en los planes del
gobierno yanqui, así que solamente esperaba una coyuntura para
expulsarlo del gobierno mexicano.
El nuevo presidente norteamericano Woodrow Wilson envió a un
agente confidencial para entrevistarse con Huerta, ofreciendo sus
“buenos servicios” para terminar los focos de rebelión y para que
se eligiera “democráticamente” a otra persona para ocupar la
presidencia de México.
“Porque complacería al gobierno de los Estados Unidos
desempeñar cualquier papel en este arreglo.…. Siempre que se
halle honorablemente de acuerdo con el derecho internacional.”
“Una solución satisfactoria nos parece requerir las siguientes
condiciones:
a) El cese inmediato de hostilidades en todo México; un armisticio
definitivo solemnemente concertado y observado escrupulosamente.
b) Dar seguridades de pronta y libre elección, en la que todos
tomen parte por mutuo consentimiento.
c) El consentimiento del general Huerta de comprometerse a no ser
candidato en las elecciones de Presidente de la República en las
presentes elecciones.
d) El compromiso general de someterse al resultado de las
elecciones y de cooperar de la manera más leal a la organización y
sostén de la nueva administración.
“Tomando todas las actuales condiciones en consideración el
gobierno de los Estados Unidos no concibe que haya razones
suficientes a justificar a los que en la actualidad tratan de dar
forma o ejercitan la autoridad en México, a rechazar los servicios
amistosos que de esta manera se les ofrecen”
Los anteriores párrafos nos muestran la forma usual en que los
gobiernos protestantes y masones de los Estados Unidos trataban y
siguen tratando, a los gobernantes de México desde que se instauró
la República en 1824, con el pomposo nombre de: “República
Federal Democrática Representativa y Popular de los Estados
Unidos Mexicanos”
Mientras en diferentes puntos de la geografía mexicana se
levantaban los revolucionarios para destruir al país, con el apoyo
encubierto de los Estados Unidos. Las Asociaciones Católicas
preocupadas sobremanera por el futuro de México se acogieron a
sus obispos, quienes a su vez solicitaron a Su Santidad el Papa Pío
X la idea de hacer una proclamación solemne del reinado de Cristo
en México; de coronar la Imagen del Sagrado Corazón en señal de
sumisión y humilde vasallaje a Cristo Rey.
Su Santidad Pío X -canonizado Santo, por Pío XII en 1954- acogió
benignamente la súplica de los obispos mexicanos y les contestó
con el Breve “Consilum Aperuistis” en el cual, respecto a las
insignias, de la realeza con que habían de decorar las imágenes del
Corazón de Jesús, les advierte lo siguiente:
“Que la Corona y el Cetro habían de ponerse a los pies de la
imagen y no en la cabeza y manos de la misma, para que así se
expresara la idea de Cristo Rey y Señor de los que dominan.
Desde hace mucho tiempo, con grande solicitud hemos considerado
a vuestra nación y vuestros asuntos, perturbados por grandes
desórdenes, y bien sabemos que, para conservar y sostener la salud
y la paz de los pueblos, es de todo necesario conducir a los
hombres a este puerto de salvación, a este sagrario de la paz que
Dios, por su infinita benignidad se dignó abrir al humano linaje, en
el corazón augusto de Cristo Su Hijo, que de ese corazón brote
para vosotros, venerables hermanos, y para vuestra nación entera,
agitada rudamente por incesantes discordias, La Gracia que habéis
menester para la salvación eterna, y la paz, que como fuente
inagotable de todos los bienes , anhelan a una voz vuestros
conciudadanos”
La carta estaba firmada el 12 de noviembre de
1913, en el Vaticano…. “Esta es la primera vez en la Historia que se hace esta petición a la
Santa Sede, por lo que constituye para México, un timbre de
gloria.” Escribió el Padre Roberto Ornelas en: “Bosquejo histórico
de la devoción a Cristo Rey en México” Cuautla, Mor. 1939. P.G.
El eminente historiador Monseñor Emilio Silva de Castro, en su
libro: “La Virgen María de Guadalupe Reina de México y
Emperatriz de América” escribió refiriéndose al gran acto ignorado
por la mayoría de los católicos del siglo XXI.
“Los males terribles que amenazaban a la Patria y que los fieles
católicos trataban de evitar con esta proclamación, y eran
evidentes en las acciones de la Revolución Satánica, judaica y
masónica mundial, en México encarnada en la revolución
carrancista de 1913”…. Ese fin del año 1913 se recrudecieron los ataques revolucionarios
para tratar de derrocar al presidente Victoriano Huerta, pero la
mano de la Providencia conducía los notables acontecimientos que
se concretaron al iniciarse el año de 1914.
Una vez recibida en México la carta pontificia, todas las
Asociaciones Católicas en consonancia con el Arzobispo de México
José Ma. Mora del Río y todas las autoridades de la Iglesia de
México pusieron manos a la obra para consagrar a nuestra nación a
Cristo Rey.
Se convino la fecha de la Consagración al Sagrado Corazón de
Jesús para el día de la fiesta de la Epifanía, 6 de enero de 1914 y la
solemne Consagración a Cristo Rey para el 11 de ese mismo mes
de enero.
El historiador don Pedro Sánchez Ruiz escribe en la pag. 765 del
segundo tomo de su obra: “Nacimiento, grandeza, decadencia y
ruina de la nación mejicana”
“Cuando desde los cuatro puntos cardinales irrumpían las hordas constitucionalistas que amenazaban no solo con la destrucción
material de la Patria, sino con la destrucción de su misma
identidad nacional, surgió una sorprendente reacción de la
adormecida sociedad, proclamando públicamente, en tumultuosas
manifestaciones en la Capital y principales ciudades la Realeza
temporal de Cristo en México, lanzando a los cuatro vientos el
entusiasta y unánime grito de ¡Cristo vive!, ¡Cristo reina!, Cristo
impera! Como repudio al laicismo liberal y socialista
revolucionario.”
En el editorial del diario La Nación del mes de enero de 1914
apareció este llamado al pueblo católico:
“Es necesario proclamar a Jesucristo por nuestro Rey,
públicamente. Y esto lo haremos en imponente manifestación, Os
convidamos, católicos mejicanos, a que forméis parte de la gran
manifestación pública que se prepara en nombre de Dios y para
Su honra. Acudid todos con banderas, y sobre todo con valor.
Sepa el mundo que no nos avergonzamos de Dios, y que lo
tenemos por nuestro Dios; la paz, el bienestar, la honra volverán
a reinar en este pueblo escogido, en este pueblo todo de la Virgen
María”
Previamente, el Episcopado Mejicano había acordado que el 6 de
enero de 1914 se hiciera una solemne renovación de la
Consagración de Méjico al Sagrado Corazón de Jesús, en señal de
reparación, sumisión y humilde vasallaje. Los generales don Ángel
Ortiz Monasterio y don Eduardo Paz, en uniforme de gran gala,
llevaron en regios cojines de seda la Corona y el Cetro que el Ilmo,
Arzobispo de Méjico don José María Mora y del Río, pondría a
los pies de Jesucristo Rey.
Fue natural que el presidente de México, general Victoriano
Huerta, quien públicamente había proclamado su fe en Jesucristo
en pleno recinto parlamentario, en un acto en que actuaba con su
investidura oficial y que se había negado a ingresar a la
masonería y además combatía a la revolución satánica; haya
enviado a dos de sus divisionarios al acto solemne en la iglesia de
San Francisco el 6 de enero de 1914.
Nunca antes ningún
gobernante del sufrido México había dado tan decidido apoyo a la
Fe de su pueblo como el general Victoriano Huerta, sabiendo de
antemano las represalias que el Liberalismo internacional tomaría
en su contra. Lo que así sucedió, como veremos más adelante.
El general Huerta cuando tomó posesión del gobierno de la
República, en la sesión XXVI del Congreso, después de la
ceremonia oficial, tomando la palabra y con vibrante emoción
dirigió a los congresistas estas palabras:
“Voy a dirigiros dos palabras y espero que si traspaso ese límite
me perdonéis; no os titulo senadores y diputados sino hermanos
míos; estamos en presencia de la República, en presencia de….
Que digo, en presencia de la Humanidad, estamos en presencia de
Dios, declaro que soy liberal por convicción, pero soy también
extraordinariamente religioso y por ello creo que Dios es un
poderoso elemento para darnos no solo fuerzas morales, sino
fuerzas físicas….” Del libro: “Cristo Rey de México” Andrés
Barquín
Siendo Huerta presidente de una nación cuyos gobiernos se habían
titulado no creyentes significaba su discurso un acto de repudio
oficial al laicismo liberal del Estado. Muchos congresistas, sino la
mayoría eran masones que reprobaron sus palabras mientras el
pueblo aplaudió.
Pocos días después de tal acto, los masones mexicanos y yanquis se
presentaron al presidente Victoriano Huerta para ofrecerle su
ingreso a la Masonería. Pero Huerta les respondió: que no aceptaba
pues él era católico mostrándoles su escapulario de la Virgen del
Carmen que no cambiaría por ninguna otra insignia, pues estaba
dispuesto a vivir y morir católico…
Pues bien, continuando con los actos de la Consagración a Cristo
Rey ese mes de enero de 1914 relataremos que:
El siguiente 11 de enero de 1914 el la Catedral Metropolitana y
reunidos los poderes, religioso, político y social, con
manifestaciones de júbilo en toda la nación, se coronó a Cristo
Rey de México proclamando Su realeza temporal.
La Fe del pueblo mexicano recurría a Dios y a la Virgen María
antes que sucumbir bajo los embates de la Revolución,
entregándose en los brazos de Cristo Rey de México.
La fórmula recomendada por San Pío X al pueblo mexicano se
concretó en esta oración recitada en todas las catedrales del país:
“Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos
humildemente postrados delante de vuestro altar, vuestros
somos y vuestros queremos ser” Transcribió el P. Valdés en su
obra: “Sangre por Cristo Rey”.
Tras la fecha del 12 de diciembre de 1531, luego la Consagración
de la Nueva España y todas su provincias a la Virgen de Guadalupe
el 12 de diciembre de de 1747, y con las consagraciones del 6 y 11
de enero de 1914, México sería también el pueblo de Cristo Rey.
Y para que nada faltase, el Presidente de la República asintió
participar en el homenaje dando instrucciones al Gobernador del
Distrito Federal para sin obstáculo alguno se llevasen a cabo
aquellos actos.
“Si México había de ser porción escogida de Jesucristo, era justo
también para su mayor mérito, que 10 años después, (con la Guerra
Cristera) lo acompañase en su Pasión”. ….
Las fuerzas enemigas de nuestro país, tanto las interiores; masones,
liberales y revolucionarios de toda laya, como las exteriores
representadas por sus cómplices los gobiernos yanquis arremetieron
a los pocos meses con su plan de destrucción de la civilización
católica.
Mons. Emilio Silva de Castro escribe en el capítulo XXV del libro
mencionado antes:
“México fue elegido por designio providencial a un Destino
Manifiesto en tríptica forma cronológica y en íntima correlación
causal, aunque no perceptible a una mirada superficial:
Primero: Elegido por la Madre de Dios para ser destinatario de su
preciosa imagen, sin par en el mundo.
Segundo: “Ser el hijo pequeño y delicado de Santa María de
Guadalupe”
Tercero: “Destino providencial de México fue dar un notabilísimo
testimonio de fidelidad a Jesucristo. Dar al mundo de una multitud
de mártires y héroes de la Fe católica y nacional en tan breve
tiempo (1926-1929), que solo se encuentra paralelo en la heroica
cruzada anticomunista de España (1936-1939), la cual había
recibido impulso de la anterior de México” ….
Mientras tanto, el nuevo gobierno demócrata norteamericano con su
presidente Woodrow Wilson declaró públicamente al gobierno de
Huerta como indeseable, por haber rechazado dignamente el Plan
de cuatro puntos propuesto y firmado por el nuevo presidente de
los Estados Unidos de América y presentado al general Huerta por
su enviado confidencial John Lind.
El historiador don Antonio Gibaja y Patrón escribe al respecto:
“La respuesta del general Huerta repeló de una manera digna la
injusta intromisión de los Estados Unidos en los asuntos muy
privados de México, entendiéndose los que son respecto de la
verdadera nación mexicana; pero no así en lo que se refiere a la
provincia masónica (mexicana), con la que tiene mucho que ver el
gobierno de los Estados Unidos, y el agente confidencial Lind,
quien no solo vino a desempeñar una misión diplomática, sino a
intrigar descaradamente entre los mexicanos, haciéndose amigo
íntimo de los jefes de la revolución y expresando ideas ofensivas
contra la sociedad mexicana, por su religión, sus usos y
costumbres. El cinismo de Lind no tenía límites pues visiblemente
se mofaba de los mexicanos, porque contaba con el apoyo de
Woodrow Wilson en los Estados Unidos, y del Partido Liberal y de
las sociedades secretas en México, que fraternizaban con él por
considerarse todos hermanos”
“Woodrow Wilson menospreciando a la mayoría de los mexicanos,
habló de esta manera: Los que controlan el gobierno de Huerta
deben ser desposeídos de ese control. Ellos quieren el orden del
viejo régimen; pero yo aseguro que ese viejo orden ha muerto para
siempre. Es mi deber, según lo comprendo, ayudar en cuanto yo
pueda, para que prevalezca el nuevo orden que ha de tener sus
fundamentos en la libertad y los derechos humanos” Saturday
Evening Post. May 23 1914. … Un tal John Lind enviado confidencial de Wilson, emprendió una
guerra canallesca contra México.
El eminente historiador P. Regis Planchet, en su obra: “Persecución
a las Religiosas y Señoras en la Era Carrancista” escribe: “El
mismo Lind decía: “Lo malo en México es la Iglesia Católica. Se
deberían clausurar las escuelas y los templos católicos para así deshacerse de aquella Iglesia” y su mujer añadía: “Hemos de barrer
de México a los sacerdotes y a las religiosas”.
Mismas palabras que se escucharían diez años después de la boca de
Plutarco E. Calles cuando implantó su ofensiva criminal contra el
pueblo católico mexicano y sus obispos al iniciarse la Guerra
Cristera.
La Casa Blanca comenzó por hostilizar a Huerta y su gobierno, con
presiones a otros grupos para aislarlo, interiormente ayudando a los
revolucionarios, e internacionalmente, para romper tratados con
países de Europa. Ante la oposición huertista, siguieron los ataques
que entonces sufrieron su gobierno y la nación entera, el mayor de
todos, se concretó en el bloqueo, y posteriormente, el bombardeo del
puerto de Veracruz el 21 de abril de 1914.
Después de meses de heroica resistencia contra la primera potencia
mundial, sus agentes los revolucionarios y los malos mexicanos; el
general Huerta presentó su renuncia en 15 de julio de 1914.
Viniendo, entonces lo peor; los jefes aparentes de la revolución
Carranza, Villa y Zapata, siempre asesorados por los yanquis se
dedicaron a la destrucción de la religión católica, la riqueza y la
civilización en México cometiendo los horribles crímenes que la
historia oficial oculta, pero que el Obispo norteamericano de
Oklahoma, Mons.Francis Clement Kelley denuncia en su libro:
“México, El País de los Altares Ensangrentados”. Ed. Polis, México,
1945.
Por supuesto, que la historia oficial masónica, cumpliendo con la
consigna de no escribir la verdad, ha deformado los hechos de esos
años (1913-1914). Ha silenciado de tal manera esa gesta de los
católicos de entonces que las nuevas generaciones no se han enterado
muy bien, de que nuestro país, ha sido consagrado y puesto a los pies
de Cristo Rey. Que Jesucristo nos sostiene, sobre la sangre de
tantos mártires que causaron la Revolución y la Guerra Cristera
de los años veinte.
Y el presidente que apoyó con toda la fuerza de su fe católica, la
Consagración a Cristo Rey ha sido infamado con todos los defectos
que la Masonería, en la historia oficial mexicana, es capaz de arrojar
sobre quienes ella odia por no plegarse a sus designios, entre otros, el
Gral. Huerta que se negó a aplicar al país la llamada Reforma
Agraria de corte francamente comunista, y que desgraciadamente
fue aplicada por los revolucionarios después de 1914; que ha hecho a
México más dependiente de los Estados Unidos.
El periodista e historiador don Luis Reed Torres en su obra:
“Episodios desconocidos de México” cita la obra de don Ángel
Lascuráin y Osio: “La segunda intervención americana” donde este
autor relata algo del carácter del presidente Woodrow Wilson autor
de la agresión a México con el desembarco de tropas yanquis en
Veracruz el 21de abril de 1914, para derrocar a un presidente
mexicano legítimamente constituido por la Cámara de Diputados;
nada más por no querer plegarse a los designios del Destino
Manifiesto angloamericano.
El historiador Lascuráin y Osio relata:
“Wilson tenía muchas ideas falsas respecto de México desde que
había sido profesor en Princeton, adquiridas paulatinamente en sus
lecturas respecto de la conquista española en Latinoamérica, de
autores empeñados en denigrar esa obra y poner a México como un
país de esclavos. En suma, Wilson se formó acerca de nuestro país
un concepto completamente equivocado….
Además era un protestante fanático (puritano) y odiaba todo lo que habían hecho
los misioneros en México, y olvidando que en su país se había
exterminado a los indios, se fingió constituirse en defensor de ellos
para tener pretexto de intervenir en nuestro país”
Para terminar este breve texto, voy a transcribir parte de la carta que
el general Victoriano Huerta antes de su dimisión, escribió al
presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, perteneciente al
Partido Demócrata y que transcribe el historiador Luis Reed.
Carta dirigida al Congreso y a toda la nación el 15 de julio de 1914.
“……Se consiguió, como ustedes saben, arreglar decorosamente por
nuestros comisionados en Niagara Falls el fútil incidente de
Tampico, y la Revolución queda en pie sostenida por quien todos
sabemos…… Hay más; después de la labor altamente patriótica de
nuestros representantes en Niagara Falls, hay quien diga que yo, a
todo trance, busco mi personal interés y no el de la República; y
como este dicho necesito destruirlo con hechos, hago formal
renuncia de la Presidencia de la República.” “Debe saber la
representación nacional que la República, por conducto de su
gobierno, ha laborado con toda buena fe a la vez que con toda
energía, puesto que ha conseguido acabar con un partido que se
llama demócrata en los Estados Unidos y ha enseñado a defender un
derecho”
“Para ser más explícito diré a ustedes que la gestión del gobierno de
la República, durante su corta vida (17 meses), ha dado golpes de
muerte a un poder injusto” “Para concluir, digo que dejo la Presidencia de la República
llevándome la mayor de las riquezas humanas, pues declaro que he
depositado en el Banco que se llama Conciencia Universal, la honra
de un puritano, al que yo, como caballero, le exhorto a que me quite
esa mi propiedad.”
“Dios los bendiga y a mi también”. “México, julio 15 de 1914.”
“V. Huerta” ….
He aquí, en unos cuantos párrafos, el pensamiento de un hombre
patriota, enérgico y valiente, militar de carrera, sin ninguna
improvisación, quien siendo secretario de Gobernación de don Pedro
Lascuráin y que por renuncia de éste, ocupó interinamente la
Presidencia. Poco mas tarde con la aceptación de la Cámara de
Diputados de acuerdo a la facultad que le daba el artículo 82 de la
Constitución vigente entonces; “El Poder Judicial, el Ejército y los
gobernadores de los Estados, excepto dos (Coahuila y Sonora),
reconocieron que el régimen nuevo continuaba sin interrupción el
sistema de legalidad”
Con la renuncia forzada del General Huerta se desató la violencia de
los revolucionarios Carranza, Zapata y Villa, ahora sí, ya
pertrechados con las armas que facilitó el gobierno yanqui, para
destrozar y acabar con la riqueza que entonces habían acumulado los
mexicanos en los 30 años de gobierno fuerte del General Porfirio
Díaz, revolución con que ellos creían, acabar la Iglesia Católica y
quitarle al Pueblo mexicano su religión.
Tendrían que pasar otros 12 años de cruenta guerra civil para que el
gobierno masónico y espurio de Elías Calles provocara con su
persecución, a la Iglesia de Jesucristo, la siguiente y sangrienta
Guerra Cristera contra el pueblo mexicano que produjo tantos
mártires quienes antes de ser fusilados gritaban:
¡VIVA CRISTO REY!
LUIS OZDEN
Año 2012.
El general Victoriano Huerta nació en el poblado, de Colotlán,
Jalisco en 1845. De una familia profundamente católica, muy joven
emigró a la ciudad de México donde fue inscrito en el Colegio
Militar, alumno destacado en matemáticas y astronomía. En 1894
ascendió a coronel durante el gobierno de Porfirio Díaz. Participó
en diversas campañas en Quintana Roo, Monterrey y el Edo. de
Morelos contra Zapata. En 1911 escoltó a Porfirio Díaz a Veracruz.
Cuando Madero subió a la Presidencia lo llamó para combatir al
rebelde Pascual Orozco a quien derrotó. Entró en relaciones con los
generales Bernardo Reyes y Félix Díaz para derrocar a Madero, a
quien sucedió en la Presidencia el 18 de febrero de 1913.
Apoyó a los católicos en la Consagración del país a Cristo Rey
del 6 al 11 de enero de 1914, lo que le costó la guerra contra él de
las Logias Masónicas y del presidente W. Wilson de los Estados
Unidos.
Después de una heroica resistencia de seis meses Huerta
renunció a la Presidencia el 15 de julio de 1914 saliendo de país
para exiliarse en Londres, de donde pasó a Barcelona, donde
estuvo hasta marzo de 1915, pero por el llamado de sus partidarios
residentes en Estados Unidos, viajó a ese país donde entró en contacto con agentes del gobierno alemán para recibir ayuda con
que pacificar a México
Detenido por el servicio de inteligencia yanqui en Nuevo México,
finalmente fue llevado a la prisión militar de Fort Bliss cerca del
Paso Texas. Allí fue maltratado enfermando gravemente. Tras una
operación vesicular mal hecha falleció el 13 de enero de 1916. No
sin antes recibir todos los auxilios espirituales de un sacerdote
norteamericano, dejando testimonio de perdón para sus enemigos y
pidiendo perdón a quienes había hecho agravios.
Rodeado de su
familia, les pidió que sus escasos bienes personales fueran
repartidos entre los pobres. Sus restos descansan en una capilla
lateral de la Catedral Metropolitana, en la ciudad de México, y por
deseo de su esposa no se colocó ninguna placa alusiva.