Padre Nicholas Gruner incansable estudioso de las apariciones y mensajes de Fátima, nos informan fuentes cercanas a él que ha fallecido. Rezamos por el descanso eterno de su alma.
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miércoles, 29 de abril de 2015
martes, 28 de abril de 2015
MEDITACIONES: De la brevedad de esta vida y eternidad de la futura que esperamos
Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la brevedad de esta vida y eternidad de la futura que
esperamos
Punto I.- Considera lo que enseña San Agustín, que el módico y poco
tiempo de que habla Cristo en el Evangelio, es el tiempo de esta vida, la cual comparada con la eterna es un soplo, y
tan corto su plazo que parece un momento; y si no, pon en una balanza la vida más larga de cien
años, y en otra aquel tiempo sin tiempo, ni término, ni fin, y verás que se
desvanece la de acá por larga que sea, y que es nada respecto de la futura y
eterna. Saca resoluciones firmes de menospreciar lo presente, caduco y
perecedero, y codiciar lo eterno, que nunca se ha de acabar; no pierdas lo que
tanto vale por lo que tan poco dura. Y si haces tan apretadas diligencias para
vivir unos pocos días en este mundo, ¿cómo
no las haces mayores para vivir eternamente en el otro, siendo estos
pocos y malos y aquellos innumerables y buenos? Resuélvete también a padecer
por Cristo en esta breve vida, para gozarte con Él eternamente en la otra. Poco
es todo lo que aquí se padece, y como dice San Pablo, un momento de padecer en
esta vida obra en nosotros un peso de eterna gloria en la otra.
Punto II.- Considera lo que dice Cristo, que el mundo se holgará y sus
siervos llorarán en esta vida, pero, pasada esta breve farsa, se trocarán las
suertes, y ellos llorarán eternamente y los buenos se alegrarán sin fin.
Acuérdate que no hay dos glorias, y que como dice San Bernardo, es casi
imposible tener gloria aquí y allá, los que la tienen en esta vida, carecen de
ella en la otra, y los que aquí hacen penitencia y se mortifican, se gozan en la otra vida. Mira
despacio cuál de estas dos quieres tener. Si te dieres acá a delicias, gustos,
honras y aplausos del mundo, perderás la gloria futura; y si, despreciados
estos, abrazares la cruz y la penitencia, y vivieres en silencio y humildad,
alcanzarás la felicidad eterna: por tanto escoge ahora lo que quisieras haber
hecho después, y pide gracia al Señor para dejar los vicios y abrazar las
virtudes, y para resolverte firmemente a seguirle por el camino de su cruz.
Punto III.- Considera cuán engañados viven los que, por pasar en
deleites este soplo de vida, pierden las delicias eternas, y cuán burlados se
hallarán en la hora de la muerte y en el juicio de Dios, cuando vean pasados
como el viento todos sus gustos y pasatiempos, y se hallen condenados a padecer
para siempre; al contrario, cuán gustosos estarán los justos, viendo pasadas
sus penitencias y trabajos, y que entonces empieza su gloria y su descanso; la
sirena canta toda la vida y muere llorando amargamente; y al contrario, el
cisne llora mientras vive y canta en la
hora de su muerte, porque a vida alegre se sigue triste muerte, y a vida
llorosa alegre fin. La sirena es símbolo de los malos y el cisne de los buenos.
Una de estas dos suertes te ha de caber
forzosamente, mira ahora que tienes tiempo, de cuál de las dos gustarás
en la muerte, no te ciegue lo presente, mas como sabio y prudente prevente para
lo porvenir, y pide al Señor que te de luz y esfuerzo para escoger desde luego
lo mejor, y lo que ha de ser de mayor gloria suya y provecho de tu alma.
Punto IV.- Considera lo que dice Cristo, que así como la mujer cuando
pare padece dolores, pero el gozo de haber dado un hijo al mundo es tan grande,
que le hace olvidar los dolores pasados; así el gozo de los justos en la gloria
es tan grande, que borra la memoria de los trabajos pasados. Pon los ojos en
los santos que están en la bienaventuranza, y contempla sus glorias y cuán
olvidados tienen los trabajos y penitencias que pasaron en esta vida, y cómo se
gozan en la otra y se gozarán eternamente; y cómo no hay interés imaginable por
el cual volvieran a este siglo, o trocaran su dichosa suerte, y esfuérzate con
su ejemplo a vivir santamente, a seguir sus pisadas y las de tu Redentor y
Maestro, que si fueres su consorte en la pelea, lo serás también en la corona
de la gloria.
sábado, 25 de abril de 2015
MEDITACIONES: Ahora me veis pero dentro de poco ya no me vereis porque voy al Padre
Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la doctrina del Evangelio (Juan.16)
El Evangelio contiene una breve plática que hizo Cristo a sus discípulos
antes de ir a padecer, en que les dijo que dentro de poco no le verían, y
dentro de poco le volverían a ver; y conociendo que le querían preguntar lo que
decía, se declaró con ellos, y les dijo que hablaba de su partida al cielo, por
la cual se entristecían; pero que dentro de poco les volvería a ver, y llenaría
su corazón de un gozo, que ninguno les podría quitar.
Punto I.- Considera el sentimiento que tenía Cristo de hallarse obligado
a dejar a sus discípulos, y las palabras con que los consuela, diciendo que les
volvería a ver dentro de poco tiempo, y con su vista bañaría sus corazones de
gozo. Considera aquel amoroso pecho, contempla las llamas de caridad que en él
arden, y gózate de tener tan dulce y amoroso Padre. Mira cómo has de
corresponder a tan grande amor, y pídele una centella de su fuego que abrase tu
corazón.
Punto II.- Considera cuán breves son las ausencias de Dios, y cuán
ciertas son sus consolaciones, pues si se retira es por poco tiempo, y luego
viene con presteza con doblada consolación. No desfallezcas si alguna vez se
retirare, o se escondiere de tu alma; mas espera en su piedad que pronto te
visitará como visitó a sus Apóstoles, y
bañará tu alma de un gozo inefable y una consolación celestial.
Punto III.- Considera cómo los discípulos no entendieron al principio
las palabras de Cristo, porque tal vez aunque nos habla, no alcanzamos lo que
nos enseña. Mas el Señor respondió a su duda antes que le preguntasen. ¡Oh
Señor! Y qué prevenido sois en vuestras mercedes, pues las concedéis antes de
que os las pidan. Bendito seas mil veces por vuestra gran misericordia; dadme
una gran confianza en Vos.
Punto IV.- Considera lo que dice Cristo, que los Apóstoles se iban a
entristecer por su partida, aunque era por poco tiempo, y alegrarse por su
vuelta. Porque no hay cosa más triste que la ausencia de Dios, ni más alegre
que su visita. ¡Oh alma mía! No pierdas a tu Dios; porque aunque tengas todo el
mundo, quedarás en tristísimas tinieblas, y si le posees y visita tu casa, su
sola presencia la bañará de alegría. ¡Oh Señor! No me castigues tan
rigurosamente, que os apartéis de mí por sólo un instante. Pierda yo todo el
mundo antes que perderos a Vos; estad Vos conmigo y que me dejen todas las
criaturas, que mejor es un día en vuestra casa que millares y millares en la
del mundo.
viernes, 24 de abril de 2015
LOS DICHOS DE FRANCISCO ( II ) Y MONSEÑOR FELLAY (Bogotá, domingo 19 de abril de 2015) R.P. Altamira
Queridos hijos:
Hace poco habíamos hecho un sermón sobre “los dichos” de Francisco. Hoy haremos el segundo. Pues no podemos tener una verdadera dimensión de lo mal que estamos los católicos en esta crisis, causada por el Concilio Vaticano II y por la falsa religión que han creado, si uno se “abstrae”, o no considera, o no quiere considerar, cómo los dichos, enseñanzas y acciones de Francisco, agravan y profundizan al extremo estos males.
Si nosotros no decimos nada, o casi nada, a fuerza de hacer así, indirectamente se crea la imagen de que la cosa, o “no está mal”, o
por lo menos “no están tan mal”. Y la realidad es que la cosa está muy mal.
Por eso también lamentamos que algún sitio de internet o sacerdotes no digan ni publiquen nada o casi nada sobre Francisco. El que sale beneficiado con ello es el propio Francisco y la falsa Iglesia del Vaticano II.
También les hablaremos sobre una noticia importante en relación a Mons. Fellay. Lo haremos al final.
En el sermón anterior dimos seis ejemplos. Dijimos de lo que ha sido la peor manifestación de Francisco1: “io credo in Dio. Non in
un Dio cattolico, non esiste un Dio cattolico: yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico”. “Linda” manifestación para un supuesto Papa.
Dijimos también de su peor insinuación: Insinuar que Cristo no es Dios. Otra que no le va en menos: Insinuar que las religiones
falsas y la única verdadera, el Catolicismo, tenemos el mismo Dios. La oferta para crear la Religión Mundial del planeta, o como dijo
Shimon Peres, “la Onu de las Religiones”, y que Francisco sea el líder, como el Falso Profeta de las profecías del Apocalipsis.
También: El desprecio hacia el fin principal del Matrimonio: la procreación (tener niños), y por lo mismo desprecio hacia los pocos
católicos que en el mundo de hoy siguen teniendo muchos hijos, desprecio hacia las poquísimas Familias Numerosas que van
quedando: Eso es “reproducirse como conejos”; nos enseñó Francisco.
Dimos entonces seis ejemplos, hoy daremos seis más (contando esta reseña). Pero es tanto lo de Francisco, que deberemos dar en
algún momento otro sermón más.
En esta reciente Semana Santa, por lo menos tres nuevas noticias de Francisco.
El Jueves Santo visitó una cárcel de la zona romana de Rebibbia, y allí en la supuesta misa del Jueves Santo lavó los pies a un
transexual. Lindo detalle de Francisco para lo sagrado de la Semana Santa.
¿Y qué es un transexual?
Es una persona que quiere ser del sexo opuesto al propio y que desea que su cuerpo tenga el aspecto del sexo contrario,
adquiriendo entonces en su cuerpo las características físicas de las personas del otro sexo por medio de hormonas y operaciones
quirúrgicas2. Otra vez: Lindo detalle “papal” para lo sagrado de la Semana Santa.
Luego de la “misa”, este transexual dio una entrevista hablando de esa “misa” con Francisco. Allí dijo llamarse “Isabel de Lisboa”,
se declaró públicamente “transexual”, dijo que ésa es su Fe, que es católico, que estaba emocionado con lo ocurrido junto a Francisco, etc.
Evidentemente, cualquier persona puede ser perdonada en la Confesión, todo pecado se perdona, pero ¡hay que arrepentirse y
tener propósito de enmienda, de cambiar, de dejar esa mala conducta, y hasta hacer reparación de los pecados públicos!
Pues bien, aquí el transexual sale vestido de mujer y con aspecto de mujer, nada muestra que se haya arrepentido (pues, entre
otras cosas, no se mostraría como mujer), ni sabemos que se haya confesado, ni que tenga intención de cambiar o propósito de
enmienda, pues en la entrevista (que es posterior a la “misa”) reafirma su transexualidad, etc, etc.
Y lo más grave de todo: Se le dio públicamente la comunión… con su aspecto de mujer y todo.
Nos preguntamos: ¿Cómo le va a ir a Francisco cuando se presente ante Dios después de la muerte?
Todo esto es, en definitiva, ese movimiento de Francisco en pro de la homosexualidad y temas relacionados.
Recordemos el texto sobre la homosexualidad, en la “Relatio post disceptationem” del último Sínodo de la Familia que organizó y
presidió Francisco hace escasos meses (párrafo n° 50): “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la
comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras
comunidades?”.
El Viernes Santo ahora.
Leemos información del mismo Vaticano: “Oficina para las celebraciones litúrgicas… Vía Crucis presidido por el Santo Padre
Francisco… meditaciones de S. E. Mons. Renato Corti…
SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas… (…) A la luz de este testimonio, oremos: Señor Jesús, conforta interiormente a los perseguidos. Que se extienda por todo el mundo el derecho
fundamental a la libertad religiosa…”.
¡Qué curioso! La libertad religiosa, como el derecho a seguir cualquier religión falsa, ha sido condenada por la Iglesia Católica,
desde el Iluminismo francés, y durante 200 años ininterrumpidos.
La libertad religiosa ha sido condenada: Por el Papa PÍO VI, luego por el Papa Pío VII, luego por el Papa Gregorio XVI, por el Papa Pío IX, por León XIII, por el Papa San Pío X, por el Papa Benedicto XV (ojo: no confundir con el reciente Benedicto XVI, éste no condenaba la libertad religiosa sino que la defendía), por el Papa Pío XI, y por Pío XII.
Estas condenas no significan que se quiera obligar a las personas a convertirse al Catolicismo, como burdamente han dicho
algunos. La Doctrina Católica nos enseña que la conversión es algo libre.
Pero estas condenas “sí significan” que no hay ni puede haber un derecho a estar en el error (una religión falsa).
Una persona podrá estar equivocada (por estar en una religión falsa, por ejemplo), pero no hay un derecho a ello, sería tan sólo una
cuestión fáctica, que en todo caso los católicos debemos tratar de revertir –si podemos- por medio de la Fe, de la Caridad y del
apostolado, para lograr su conversión hacia el Catolicismo.
Y así tenemos que: La libertad religiosa, algo tan erróneo, y condenado de esa manera por todos los Papas, es tomado como
oración para la Segunda Estación, el Viernes Santo, en el Vía Crucis presidido por Francisco. Otra vez: ¡Qué gran detalle de Francisco para la sacralidad de la Semana Santa!
Seguimos con la Semana Santa: Ahora el Domingo de Ramos. Les leemos una noticia:
“(…) “PARA QUE TODOS SEAN UNO”, el nuevo Himno por la Paz del Papa Francisco. La canción fue estrenada en la Celebración
Eucarística del Domingo de Ramos… Odino Faccia, cantautor ítalo-argentino, este 29 de marzo cantó para el Papa el nuevo himno
por la Paz Mundial… cuya letra corresponde a diversos discursos y homilías de Francisco… (Odino) fue elegido precisamente por el
Papa Francisco, quien por medio de su portavoz Mons. Guillermo Karcher… le hizo llegar la noticia autorizándolo a usar sus homilías y discursos, para componer texto y música de la canción… (Odino) fue galardonado en el 2009, como “La Voz por la Paz en el Mundo” por Adolfo Pérez Esquivel -Premio Nobel por la Paz-… (nota: ese año Odino fue elegido como “La Voz por la Paz en el Mundo" por 23 organismos internacionales). Su misión con la música la quiere proyectar para realizar puentes de encuentro con las distintas religiones y países… El nuevo Himno por la Paz… está promocionado por la compañía Sony Music y editado en cuatro idiomas…”.
Leemos parte de la letra del nuevo himno PARA QUE TODOS SEAN UNO:
“Este mensaje es de luz y esperanza…
PARA QUE TODOS SEAN UNO. YA NO EXISTEN LOS MUROS, SÓLO EL VALOR DEL ENCUENTRO, QUE ES EL PUENTE HACIA LA PAZ.
PARA QUE TODOS SEAN UNO. LA UNIDAD ES EL CAMINO, UNA ALIANZA SIEMPRE ABIERTA, AL AMOR Y A LA VERDAD…
No renuncies a la identidad, para vivir en armonía…”, etcétera.
Además de ser muy “curioso” que un himno así no nombre ni una sola vez a Dios (Naturalismo), nos hace acordar, el título y la
insistencia, a la famosa encíclica de Juan Pablo II sobre el Ecumenismo, “Ut unum sint”, i.e. “Para que sean uno”.
De paso recordemos que el Ecumenismo lleva 100 años de condenas (desde el año 1846, si damos el inicio del pontificado de Pío IX).
Fue condenado por el Papa Pío IX, por el Papa León XIII, por el Papa San Pío X, por el Papa Pío XI, y por el Papa Pío XII.
El Ecumenismo es ese intento de mezclar todas las religiones de la tierra, o por lo menos las más importantes, y sacar de allí “la
Religión Mundial”, la cual será para el ya cercano Gobierno Mundial del Anticristo, como nos enseñan las profecías.
Relacionado con el Ecumenismo veamos qué otras cosas ha dicho Francisco.
Todos iremos al Cielo, ¡todos! Les leo una información del Vaticano5: “FRANCISCO, AUDIENCIA GENERAL (Plaza de San Pedro, Miércoles 26 de noviembre de 2014): Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!... El Concilio Vaticano II, al presentar la Iglesia a los hombres de nuestro tiempo, tenía bien presente una verdad fundamental, que jamás hay que olvidar: la Iglesia no es una realidad estática, inmóvil, con un fin en sí misma, sino que está continuamente en camino en la historia, hacia la meta última… (El Cielo:) Más que de un lugar, se trata de un «estado» del alma… Es hermoso pensar esto, PENSAR EN EL CIELO.
Todos nosotros nos encontraremos allá arriba, todos. (…)”.
No entramos en “el proceso evolutivo de la Iglesia en la historia”, ni en la insinuación de que el Cielo no es un lugar. Nos quedamos
con ello de que “todos” nos vamos al Cielo. Es la misma falsa enseñanza de Juan Pablo II.
Siempre dentro de las cosas “curiosas”, tontamente nosotros pensábamos lo que siempre enseñó el Catecismo Católico, “Jesucristo Dios juzgará a todos los hombres y sentenciará: a los buenos a gozar sin fin en el Cielo y a los malos a padecer eternamente terribles tormentos en el Infierno”. No entendemos para qué esta enseñanza, si “todos” nos iremos al Cielo, todos.
Sobre el Big Bang y la Evolución, les leemos:
“Francisco acepta la teoría del Big Bang… además, aseguró que la teoría de la evolución no es incompatible con las idea católicas”… Los comentarios fueron bien recibidos por los expertos… (Francisco dijo:) "Cuando leemos sobre la creación en el Génesis, corremos el riesgo de imaginar a Dios como un mago con una varita mágica capaz de hacerlo todo, pero eso no es así"... Asimismo, señaló que "la naturaleza de la Evolución no es inconsistente con la noción de la creación, porque la evolución requiere la creación de seres que evolucionen". (…) (Como) las declaraciones realizadas en 1996 por el papa Juan Pablo II, quien dijo que la evolución fue "más que una hipótesis" un "hecho efectivo y probado”.
Otra vez hemos sido unos tontos: Con el Catolicismo habíamos aprendido que la Evolución y “compañía” es algo falso, y que Dios había creado al primer hombre, que fue Adán, del barro, y a la primera mujer, que fue Eva, de la costilla de Adán, y que todos descendemos de ellos dos.
Habíamos aprendido con el Concilio Vaticano PRIMERO (ojo: Vaticano Primero, no Vaticano Segundo que es el malo, un anti-magisterio): “Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada, según toda su sustancia…: sea anatema” ( D 1805). Sabido es que la fórmula sea anatema es la que emplea la Iglesia para declarar herética una doctrina y proclamar como dogma de fe la doctrina opuesta.
Nosotros habíamos aprendido con el Papa San Pío X y la Comisión Bíblica de su época (año 1909) lo siguiente: “Pregunta 3: Si puede ponerse especialmente en duda el sentido literal histórico donde se trata de hechos narrados en los mismos capítulos (nota: los tres primeros del Génesis) que tocan a… la creación de todas las cosas hechas por Dios al principio del tiempo; la peculiar creación del hombre; la formación de la primera mujer ex primo homine -del primer hombre-; la unidad del linaje humano… Respuesta: No”. Es decir que no se puede poner en duda la especial creación del hombre ni de la mujer, ni la creación de todas las cosas por Dios.
En fin, gracias a Francisco ahora podemos salir de estos errores.
Para concluir:
Mons. Fellay ha dicho que quiere obtener la estampilla de católico. Y esa estampilla le sería dada por Francisco (y su falsa Iglesia). Sabemos que es Francisco quien necesita esa estampilla de católico, es Francisco quien debe volver al Catolicismo y dejar la falsa Religión del Concilio, dejar el Modernismo.
Y Mons. Fellay ya obtenido una primera estampilla. Supongo sabrán de lo ocurrido en Argentina. Les damos un resumen de lo resuelto por el gobierno de Cristina Kirchner (!!!) sobre la Fraternidad San Pío X:
“SECRETARÍA DE CULTO… Bs. As., 17/3/2015. (…) CONSIDERANDO: Que conforme al Protocolo… de fecha 23 de febrero de 2015, el Arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Cardenal POLI, solicita que la… FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X sea tenida, hasta que encuentre el definitivo encuadramiento jurídico en la Iglesia Universal, como una Asociación de Derecho Diocesano… Que dicha fraternidad, encuentra acreditada su carácter de persona jurídica pública dentro de la IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ROMANA… EL SECRETARIO DE CULTO RESUELVE: ARTÍCULO 1: Reconócese como persona jurídica a la… FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X… ARTÍCULO 2: Otórgase a dicha entidad el carácter de entidad de bien público…”.
Finalmente, como decíamos, Mons. Fellay ha obtenido una de sus famosas estampillas de parte de Francisco (vía Cardenal Poli), mas se olvida que son estampillas o avales dados por la falsa Iglesia, por la Religión del Concilio, máxime considerando los dichos y hechos de Francisco. Y quisiéramos saber si Mons. Fellay, y “otros”, van a decir públicamente algo contra tantos hechos tan graves y escandalosos de Francisco. Ya hace tiempo no los oíamos, menos ahora que obtuvieron esa estampilla. Y creemos que esto será cada vez peor. “Pero no importa, en la Fraternidad no pasa nada, todo está igual, todo está bien”.
Por eso sería bueno escuchar otra vez a nuestro fundador, Mons. Marcel Lefebvre, hablando de lo que han creado con este famoso Concilio:
“ES INCREÍBLE QUE SE PUEDA HABLAR DE IGLESIA VISIBLE EN LA RELACIÓN A LA IGLESIA CONCILIAR”. “Yo soy quien los interrogaría para decirles: ¿A qué iglesia pertenecen ustedes?¿A qué iglesia nos referimos, quisiera saber si nos referimos a la Iglesia Católica o a otra iglesia, a UNA CONTRA-IGLESIA, a UNA FALSIFICACIÓN DE LA IGLESIA?... YO CREO SINCERAMENTE QUE SE TRATA DE UNA FALSIFICACIÓN DE LA IGLESIA Y YA NO LA IGLESIA CATÓLICA… ELLOS HAN CONVERTIDO A LA IGLESIA EN OTRA COSA QUE NO ES LA IGLESIA CATÓLICA. Ya no es la Iglesia Católica. (…)”.
AVE MARÍA PURÍSIMA.
martes, 21 de abril de 2015
SYLLABUS Y ANTI-SYLLABUS: CONFERENCIA DE MONS. MARCEL LEFEBVRE (ECONE SEP 1990)
Fideliter N° 87.
Mayo-Junio 1992
El problema se mantiene muy grave, no hay que minimizarlo.
Esto es lo que hay que responder a todos los laicos que preguntan si la crisis
terminará, si no habría otro medio de tener una autorización para nuestra
liturgia, para nuestros sacramentos…
Ciertamente la cuestión de la liturgia y de los sacramentos
es muy importante, pero es más importante todavía la cuestión de la fe. Para
nosotros esta cuestión está resuelta porque nosotros tenemos la fe de siempre,
la del concilio de Trento, la del catecismo de San Pio X, de todos los
concilios y de todos los papas anteriores al Vaticano II; en una palabra, la fe
de la Iglesia.
¿Y en Roma? La perseverancia y la pertinacia de las ideas
falsas y de los graves errores del Vaticano II continúan. Esto está claro.
El Padre Tam nos ha enviado recortes del Osservatore Romano:
discursos del Santo Padre, del cardenal Casaroli, del cardenal Ratzinger. Son
documentos oficiales de la Iglesia de los cuales no se puede dudar de su
autenticidad, y estamos estupefactos.
En este tiempo (ya que estoy un poco en descanso) he releído
el libro que ustedes conocen bien, de Barbier, acerca del catolicismo liberal.
Es asombroso ver que nuestro combate es exactamente el de los grandes católicos
del siglo XIX desde la Revolución, y el combate de los papas Pio VI, Pio VIII,
Gregorio XVI, Pio IX, León XIII, san Pio X hasta Pio XII. Ahora bien, ¿en qué
se resume este combate? En Quanta Cura y el Syllabus de Pio IX, y Pascendi
domini gregis de san Pio X. Son documentos sensacionales, que por otro lado
causaron conmoción en su tiempo y que opusieron la doctrina de la Santa Sede a
los errores modernos. Es la doctrina de la Iglesia que se ha opuesto a los
errores que se han manifestado en el transcurso de la Revolución,
particularmente en la Declaración de los derechos del hombre.
Este es el combate que libramos hoy en día: Existen los
pro-Syllabus, los pro-Quanta Cura, los pro-Pascendi y existen aquellos que son
contrarios. Esto es muy simple.
Los que están contra estos documentos adoptan los principios
de la Revolución, los errores modernos. Los que están a favor permanecen en la
verdadera fe católica.
Ahora bien, ustedes saben muy bien que el cardenal Ratzinger
ha dicho oficialmente que para él el Vaticano II era el anti-Syllabus. Si él
está claramente colocado contra el Syllabus, es porque él ha adoptado el
principio de la Revolución. De allí que ha dicho claramente: “La Iglesia está
abierta a las doctrinas que no son nuestras sino que vienen de la sociedad,
etc.” Todo el mundo ha comprendido: los principios del 89, los derechos del
hombre.
Nosotros estamos exactamente en la situación del cardenal
Pie, de Mgr. Freppel, de Louis Veuillot, del diputado Keller en Alsacia, de
Ketler en Alemania, del cardinal Mermillod en Suiza, quienes han combatido el
buen combate con la gran mayoría de los obispos, porque en esa época ellos
tenían la oportunidad de tener la gran mayoría de los obispos con ellos.
Ciertos, Mgr. Dupanloup y algunos obispos franceses han sido la excepción.
Igualmente algunos en Alemania y en Italia han estado abiertamente en contra
del Syllabus y de Pio IX, pero éstos fueron casos extraordinarios.
Había esta fuerza revolucionaria de los herederos de la
Revolución y, para tenderles la mano, los Dupanloup, Montalembert, Lamennais,
que no quisieron jamás invocar los derechos de Dios en contra de los derechos
del hombre.
« Nosotros pedimos el derecho común” es decir, lo que
conviene a todos los hombres, a todas las religiones, a todo el mundo. El
derecho común, no los derechos de Dios.
Nosotros nos encontramos en el presente en la misma
situación, no hay que hacerse ilusiones: nosotros dirigimos un combate muy
fuerte. Pero como está asegurado por toda la línea del Pontificado, no debemos
dudar o tener miedo.
Algunos quisieran cambiar esto o aquello, unirse a Roma, al
Papa… Nosotros lo haríamos, por supuesto, si ellos estuvieran en la Tradición y
continuaran el trabajo de todos los papas del siglo XIX y de la primera mitad
del XX. Pero ellos mismos reconocen que han tomado un camino nuevo, que el
Concilio Vaticano II ha abierto una nueva era, y que la Iglesia recorre una
nueva etapa.
Pienso que debemos inculcar esto a nuestros fieles, de tal
manera que ellos se sientan solidarios de toda la historia de la Iglesia.
Porque finalmente ella se remonta incluso hasta antes de la Revolución: es el
combate de Satán contra la Ciudad de Dios. ¿Cómo va a resolverse? Este es un
secreto de Dios, un misterio. Pero no hay que preocuparse, hay que tener
confianza en la gracia del Buen Dios.
Que vayamos a combatir contra las ideas actualmente en boga
en Roma, las que el Papa expresa, así como Ratzinger, Casaroli, Willebrands y
tantos otros, es claro. Nosotros los combatimos porque ellos no hacen más que
repetir lo contrario de los que los papas han dicho y afirmado solemnemente
durante un siglo y medio.
Tenemos que escoger.
No dudaremos ni un minuto si no queremos encontrarnos con
aquellos que nos están traicionando. Hay quien desea mirar del otro lado de la
barrera. Ellos no miran del lado de los amigos, de los que se defienden en el
mismo terreno de combate, ellos miran un poco del lado del enemigo.
Ellos dicen que hay que tener caridad, tener buenos
sentimientos, que hay que evitar las divisiones. Después de todo, estas
personas dicen cuando menos la misa buena, no son tan malos como se dice…
Pero ellos nos traicionan. Dan la mano a los que demuelen la
Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales y por lo tanto
condenadas por la Iglesia. Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo del
diablo, ellos que trabajan con nosotros por el reino de Nuestro Señor y por la
salvación de las almas.
« Oh, siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos dar
la mano a Roma, no hay problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un
callejón sin salida porque no se puede a la vez dar la mano a los modernistas y
querer conservar la Tradición.
Que se tenga contacto con ellos para traerlos a la
Tradición, para convertirlos, en último extremo. Este es el buen ecumenismo.
Pero dar la impresión casi como si nos arrepintiéramos, y que después de todo
estaría bien hablar con ellos, esto no es posible. ¿Cómo hablar con los que
ahora nos dicen que estamos inmóviles como cadáveres? Según ellos, nosotros ya
no somos la Tradición viva, somos gentes tristes “sin vida y sin alegría”. ¡Se
creería que ellos jamás han formado parte de la Tradición! Es inverosímil.
¿Cómo quieren que se pueda tener relaciones con ellos?
Es lo que nos plantea a veces problemas con algunos muy
buenos laicos, que nos son favorables y han aceptado las Consagraciones, pero
que tienen un cierto pesar íntimo de no estar con los que estaban antes, con los
que no aceptaron las Consagraciones y que ahora están en nuestra contra. “Es
una lástima, quisiera irlos a encontrar, tomar una copa con ellos, tenderles la
mano”. Esto es traición, porque a la menor ocasión se irán con ellos. Hay que
saber lo que queremos.
Esto es lo que ha asesinado a la Cristiandad de Europa, no
solamente a la Iglesia de Francia sino también a la de Alemania, de Suiza… Son
los liberales que han permitido a la Revolución instalarse, precisamente porque
les han tendido la mano a aquellos que no tenían sus mismos principios.
La pregunta es si queremos colaborar también a la
destrucción de la Iglesia, a la ruina del reino social de Nuestro Señor, o si
nos hemos comprometido a trabajar por el reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todos los que quieran venir con nosotros, para trabajar con
nosotros, Deo gratias, les damos la bienvenida, poco importa de dónde vienen,
pero que no nos pidan dejar nuestro camino para ir a colaborar con los otros.
Esto no es posible.
A lo largo del siglo XIX, los católicos se han literalmente
destrozado a propósito del documento del Syllabus, a favor, en contra, a favor,
en contra…
Ustedes recordarán en particular al conde de Cambord que fue
criticado de haber rehusado la realeza por una cuestión de bandera. Pero no fue
solamente una cuestión de bandera, el conde de Chambord se rehusó ser sometido
a los principios de la Revolución. El dijo: “No consentiría jamás ser el rey
legítimo de la Revolución”. Y tenía razón, ya que hubiera sido plebiscitado pro
el país y la Asamblea, pero a condición de aceptar el parlamentarismo, es
decir, los principios de la Revolución. También dijo: “No, si yo debo ser rey,
lo sería según mis ancestros de antes de la Revolución”.
Tenía razón. Hay que escoger. Con el Papa, el escogió los
principios anteriores a la Revolución, principios católicos y
contrarrevolucionarios. Y nosotros también escogimos ser
contrarrevolucionarios, con el Syllabus, contra los errores modernos, estar en
la verdad católica y defenderla.
Este combate entre la Iglesia y los liberales modernistas es
el del concilio Vaticano II. No hay que buscarle tres pies al gato. Y va más
lejos. Entre más se analizan los documentos del Vaticano II y la interpretación
que le han dado las autoridades de la Iglesia, más nos apercibimos que se trata
no solamente de algunos errores, el ecumenismo, la libertad religiosa, la
colegialidad, un cierto liberalismo, sino de una perversión del espíritu. Es
toda una nueva filosofía basada en la filosofía moderna del subjetivismo.
El libro que acaba de aparecer de un teólogo alemán y el
cual espero que sea traducido al francés a fin de que lo puedan tener entre sus
manos, es muy instructivo de este punto de vista. Comenta el pensamiento del
Papa, especialmente un retiro que predicó en el Vaticano siendo simple Obispo.
Demuestra que en el Papa todo es subjetivo. Cuando enseguida leemos su
discurso, nos apercibimos que ése es su pensamiento. A pesar de las
apariencias, no es católico. El pensamiento del Papa en cuanto a Dios, en
cuanto a Nuestro Señor, viene del fondo de su conciencia y no de una Revelación
objetiva a la cual se adhiere con su inteligencia. El construye la idea de
Dios. Últimamente dijo en un documento inverosímil, que la idea de la Trinidad
no ha podido llegar sino muy tarde, porque es necesario que la psicología del
hombre interior pueda ser capaz de llegar a la Santísima Trinidad. Entonces la
idea de la Trinidad no viene de una Revelación, sino del fondo de la
conciencia.
Estos no son pequeños errores. Nos encontramos delante de
toda una corriente filosófica que remonta a Descartes, a Kant, a toda la línea
de filósofos modernos que han preparado la Revolución.
He aquí algunas citas del Papa sobre el ecumenismo
publicadas en el Osservatore Romano del 2 de junio de 1989:
« Mi visita a los países nórdicos es una confirmación del
interés de la Iglesia católica en la obra del ecumenismo que es el de promover
la unidad entre todos los cristianos. Hace 25 años que el concilio Vaticano II
ha insistido claramente en la urgencia de este desafío en la Iglesia. Mis
predecesores han buscado alcanzar este objetivo con una perseverante atención a
la gracia del Espíritu Santo quien es la fuente divina y el garante del
movimiento ecuménico. Desde el inicio de mi pontificado, he hecho del ecumenismo
la prioridad de mi solicitud para la acción pastoral”.
Está claro.
Y el papa, sin detenerse, hace discursos sobre el ecumenismo
porque él recibe constantemente a delegaciones de ortodoxos, de todas las
religiones, de todas las sectas.
Se podría decir que éste ecumenismo no hizo el mínimo
progreso en la Iglesia. No condujo a nada sino a confortar a los demás en sus
errores, sin buscar convertirlos. Todo lo que ha sido dicho son galimatías: la
comunión, el acercamiento, desearíamos muy pronto estar en una comunidad
perfecta, esperamos en poco tiempo poder comulgar en los sacramentos de la
unidad… Y así sucesivamente. Pero ellos no avanzan, es imposible que avancen
jamás.
Todavía en el Osservatore Romano, se encuentra un discurso
de Casaroli dirigiéndose a la Comisión de los derechos del hombre de las
Naciones Unidas:
« Respondiendo con mucho placer a la invitación que me ha
sido dirigida de venir hasta ustedes aportándoles el apoyo de la Santa Sede,
deseo centrarme un poco –y todos lo comprenderán- en un aspecto específico de
la libertad de pensar y de actuar según su conciencia, luego la libertad
religiosa”. (¡Escuchar cosas como éstas de boca de un arzobispo!). “Juan Pablo
II no dudaba en afirmar el año pasado en un mensaje para la Jornada mundial de
la paz, que la libertad religiosa constituye la piedra angular en el edificio
de los derechos del hombre.
La Iglesia Católica y su Pastor supremo, que ha hecho de los
derechos del hombre uno de los grandes temas de su predicación, no han dejado
de recordar que en el mundo hecho por el hombre y para el hombre (dixit
Casaroli!)”Toda organización de la sociedad no tiene sentido más que en la
medida en que ella haga de la dimensión humana su preocupación central”. (Dios,
no se habla más de la dimensión de Dios en el hombre, es horrible, es el
paganismo). Entonces el continúa: “Todo hombre y todo el hombre, esa es la
preocupación de la Santa Sede, tal es sin duda la vuestra también”.
No tenemos nada que ver con esta gente, porque no tenemos
nada en común con ellos.
Entonces nuestro famoso Ratzinger se encuentra ahora molesto
de haber dicho que el Vaticano era un contra-Syllabus, porque se lo reprochamos
a menudo. Es por eso que él ha encontrado una explicación que ha dado el 27 de
junio de 1990.
Ustedes saben que Roma ha publicado un río de documentos
para explicar las relaciones entre el Magisterio y los teólogos. Como no saben
cómo salir de los apuros que tienen en todas partes, tratan de recuperar a los
teólogos sin condenarlos mucho. Hay páginas y páginas, es para perderse
completamente.
Es en la presentación de este documento que el cardenal
Ratzinger ofrece su opinión sobre la posibilidad de poder decir lo contrario de
lo que los papas han siempre afirmado desde el siglo pasado.
« El documento, dice el Cardenal (Ratzinger), afirma quizá
por primera vez con claridad (en efecto, pienso que esto es cierto), que hay
decisiones del Magisterio que no pueden ser la última palabra sobre un asunto
como tal, sino que son un anclaje substancial en el problema (¡el maligno!) Y
antes que todo una expresión de prudencia pastoral. Una especie de disposición
provisoria. (¡Las decisiones oficiales de la Santa Sede, disposiciones
provisorias!) El núcleo se mantiene estable pero los aspectos particulares
sobre los que tienen una influencia las circunstancias del tiempo, pueden tener
necesidad de rectificaciones ulteriores. A este respecto se pueden señalar las
declaraciones de los papas del siglo pasado sobre la libertad religiosa (¡por
favor!) como también las decisiones anti modernistas de principios de siglo.
(¡Va fuerte!) Y sobre todo las decisiones de la Comisión bíblica de la misma
época” (Entonces no puede digerirlas).
He aquí tres decisiones del Magisterio que se pueden dejar
de lado. Pueden cambiar. A este respecto se puede señalar las declaraciones de
los papas del siglo pasado que necesitan rectificaciones ulteriores “Las
decisiones anti modernistas han hecho un gran servicio, pero después de haber
rendido su servicio pastoral en su tiempo, en sus determinaciones particulares,
actualmente son obsoletos”. (Ahora damos la vuelta a la página del modernismo.
Se terminó, no hablemos más).
Se libra de la acusación que se le hace de estar contra el
Syllabus, contra decisiones pontificales y el Magisterio: queda el núcleo (¿qué
núcleo? ¡No lo sabemos!) Pero los aspectos particulares sobre los cuales tienen
una influencia particular las circunstancias del tiempo pueden necesitar
rectificaciones posteriores. Voila! Está hecho, es increíble.
Cómo quieren que se les tenga confianza a personas como
éstas, que justifican la negación de Quanta Cura, de Pascendi, de las
decisiones de la Comisión Bíblica, etc…
O bien nosotros somos los herederos de la Iglesia Católica,
es decir, de Quanta Cura, de Pascendi, con todos los papas hasta antes del
concilio, y la gran mayoría de los obispos de entonces, por el reino de Nuestro
Señor Jesucristo y la salud de las almas, o bien somos herederos de aquellos
que se esfuerzan, incluso al precio de una ruptura con la Iglesia y su
doctrina, de admitir los principios de los derechos del hombre, basados en una
verdadera apostasía, con vista a obtener una presencia de servidores en el
gobierno mundial revolucionario. Porque eso es el fondo: a fuerza de estar en
pro de los derechos del hombre, de la libertad religiosa, la democracia y la
igualdad de los hombres, tendrán un sitio en el gobierno mundial, pero será un
sitio de servidores.
Si yo les digo estas cosas, es porque me parece que hay que
retomar nuestro combate con quien lo ha precedido. Porque no ha comenzado con
el Concilio, este combate tan duro, tan penoso en el cual la sangre se ha
derramado. La separación de la Iglesia y el Estado, los religiosos y religiosas
perseguidos, el dominio sobre todos los bienes de la Iglesia, han constituido
una verdadera persecución, no solamente aquí sino en Suiza, en Alemania, en
Italia. Fue desde el momento de la ocupación de los Estados Pontificios que el
Papa se encontró relegado en el Vaticano, presa de cosas abominables. Entonces
¿estaremos con todo el mundo contra la doctrina de los papas sin ocuparnos de
las protestas que ellos han elevado para defender los derechos de la Iglesia y
de Nuestro Señor, para defender las almas?
Creo verdaderamente que tenemos unos cimientos y una fuerza
que no provienen de nosotros. No es nuestro combate el que libramos, es el de
Nuestro Señor, continuado por la Iglesia. No podemos dudar: O bien estamos con
la Iglesia o contra ella, nosotros no estamos con esta Iglesia conciliar que
cada vez es menos la Iglesia Católica, prácticamente no queda nada.
Antes, cuando el Papa hablaba de los derechos del hombre,
frecuentemente hacía alusión a los deberes del hombre igualmente. Ahora ya no
más: todo es por el hombre, para el hombre. Quise hacerles estas
consideraciones para que ustedes se fortifiquen también, y que tengan
conciencia de continuar el combate con la gracia del Buen Dios.
Porque es evidente que ya no existiríamos si el Buen Dios no
estuviera con nosotros. Ha habido al menos cuatro o cinco ocasiones en el curso
de las cuales la Fraternidad hubiera desaparecido. Y gracias a Dios, estamos
aquí todavía para continuar. Ella debió desaparecer en particular en la ocasión
de las consagraciones, ¡nos lo predijeron tanto! Todos los profetas de desgracias
e incluso algunos cercanos nos dijeron: “Monseñor, no lo haga nunca, será el
fin de la Fraternidad”. Pero no, el Buen Dios no quiere que su combate termine.
Es todo.
Este combate ha tenido sus mártires: los mártires de la
Revolución y todos aquellos que han sido martirizados moralmente en el curso de
todas las persecuciones de los siglos XIX y XX. San Pio X ha sufrido el
martirio a causa de tantos obispos perseguidos, de conventos expropiados, de
religiosos cazados más allá de las fronteras entre otras cosas. ¿Y todo eso por
nada? Este sería un falso combate, inútil, un combate que condenarían las
víctimas y los mártires. Esto no es posible.
Nosotros estamos inmersos en esta corriente, en esta
continuidad, agradezcamos al Buen Dios. Somos perseguidos, es evidente,
nosotros somos los únicos excomulgados, los únicos perseguidos, pero no podemos
no serlo.
¿Entonces qué pasará? No lo se. ¿Elías? Apenas esta mañana
leía en la Escritura: “El regresará y pondrá todo en su lugar”, Omnia
restituet. Que venga rápido!
Humanamente hablando, no veo la posibilidad de un acuerdo
actualmente. Me decían ayer: “si Roma aceptara sus Obispos y que usted
estuviera completamente exento de la jurisdicción de los obispos…” Por
principio ellos están lejos de aceptar una como esa, además es necesario que
ellos nos hagan la oferte y yo no pienso que estén listos porque la dificultad
de fondo, que es el darnos un obispo tradicionalista. Ellos no quieren más que
un obispo con el perfil de la Santa Sede. El perfil, ustedes comprenden lo que
quiere decir. Ellos saben muy bien que dándonos un obispo tradicional,
construirían una ciudadela tradicionalista. Ellos no lo quieren y tampoco se lo
han dado a los otros. Cuando los otros dicen que han firmado el mismo protocolo
que nosotros, no es verdad. Nuestro protocolo preveía un obispo y dos miembros
en la Comisión romana. Pues bien, ellos no tienen ni el obispo ni los miembros
en la Comisión romana. Roma ha retirado esto del protocolo, pues no lo quería a
ningún precio.
El primero de noviembre próximo festejaremos el vigésimo
aniversario de la Fraternidad, y yo estoy íntimamente convencido que es ella
quien representa lo que el Buen Dios quiere para guardar y conservar la fe, la
verdad de la Iglesia y lo que todavía pueda ser salvado de la Iglesia. Esto se
hará gracias también a los obispos que rodean al Superior general, cumpliendo
su rol indispensable de mantenedores de la fe, predicando, dando las gracias
del sacerdocio y de la confirmación. Estas son cosas irremplazables de las cuales
tenemos absoluta necesidad.
Todo esto es muy consolador, y pienso que nosotros podemos
agradecer al Buen Dios, y obrar en la perseverancia, a fin de que un día se
reconozca lo que hacemos. Aunque la visita del cardenal Gagnon no haya dado
muchos resultados, cuando menos muestra que estamos presentes y que en la
fraternidad se hace el bien. Aunque ellos no hayan querido decirlo
expresamente, están obligados de reconocer que la Fraternidad representa una
fuerza espiritual irremplazable para la fe, donde ellos, espero, tendrán la
alegría y la satisfacción de servirse cuando hayan regresado a la fe
tradicional.
Roguemos a la Santísima Virgen, pidamos a Nuestra Señora de
Fátima, en todas las peregrinaciones respectivas en todos los países, de venir
en la ayuda de la Fraternidad para que tenga muchas vocaciones. Deberíamos
tener un poco más de vocaciones, nuestros seminarios no están llenos. Pero
pienso que con la gracia de Dios, eso vendrá. Gracias por haberme escuchado.
Les pido orar para que yo tenga una buena y santa muerte, porque ahora es lo
que me queda por hacer.
¿COMO HAN DE SER LAS OVEJAS DEL REBAÑO DE CRISTO?: R. P. ALONSO ANDRADE
Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De las cualidades que han de tener las ovejas escogidas del
rebaño de Cristo
Punto I.- La primera cualidad es la que Cristo pone en su Evangelio, que
así como Él conoce todas las ovejas de su rebaño, así ellas le conocen como a
su propio Pastor. Pon la mano en tu pecho y mira si le conoces y amas como
debes, y si se emplea tu corazón en Él, o si se derrama en las cosas caducas de
este mundo, y humíllate en su presencia
y pídele luz para conocerle y gracia para amarle, como tienes obligación,
apartando tu corazón de todo lo terreno para ponerle en tu Creador.
Punto II.- La segunda cualidad, dice Cristo, es la obediencia de sus
ovejas a su voz, mis ovejas (dice) oyen mi voz: esto es, la siguen y
obedecen, caminando a donde yo las guío con cualquier silbo o señal que les doy.
Considera cuántas voces te da el Divino Pastor para salud de tu alma, y cuántas
veces toca a tu corazón llamándote a lo más perfecto y a que dejes los vicios y
sigas las virtudes, y tú te haces sordo y no respondes a su voz. Llora la
ceguedad pasada, pídele perdón con lágrimas y disponte a oírle y obedecerle en
todo cuanto te ordenare, para que no caigas en las manos de los lobos
infernales y en la eterna condenación
Punto III.- Considera cómo las ovejas no son suyas sino de su Pastor, al
cual como a su propio dueño rinden y dan cuanto tienen, la leche, las crías, la
lana, y a sí mismas. Así que tú no debes tener nada tuyo que no sea de tu dueño,
que es Dios; cuanto hicieres y poseyeres, tu hacienda, tus bienes, tus fuerzas,
tu sabiduría, tu ingenio, entendimiento, memoria y voluntad, y tu vida, como
oveja de su rebaño alimentada con Su Sangre, todo es suyo, ríndete a Sus pies y
dile muy de corazón, aquí os ofrezco, Pastor y dueño mío, cuanto tengo y cuanto
soy, mi alma, mi cuerpo, mi vida y todas
mis potencias, obras, palabras y pensamientos, todo soy vuestro,
disponed de mí como de oveja de vuestro rebaño, y dadme gracia para que yo
merezca ser de él no teniendo cosa mía, sino todo vuestro, dedicado y pronto
para vuestro santo servicio.
Punto IV.- La última cualidad de las ovejas es que no dejan al Pastor
sino que le siguen aunque las lleve a la muerte sin resistencia o contradicción,
sino con suma mansedumbre y paciencia. De la misma manera las ovejas del rebaño
de Cristo, y los que son fieles siervos suyos le siguen con mansedumbre y
llevan su cruz en pos de Él, caminando con igualdad de ánimo a la muerte si
fuere necesario dar la vida por su amor. A este grado de caridad conviene que llegues
si quieres ser del rebaño escogido del Señor. Hazte el ánimo a padecer, toma tu
cruz y síguele por los trabajos que te llegaren, ofrécete a llevarla con valor,
que si eres su compañero en este camino lo serás también en la corona del
cielo.
lunes, 20 de abril de 2015
sábado, 18 de abril de 2015
MEDITACIONES: Domingo del Buen Pastor
Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Del buen Pastor (Juan.10)
Punto I.- Considera cómo Cristo, Hijo de Dios vivo Unigénito del Eterno
Padre, bajó del cielo a ser pastor de
las almas y de la tuya, y pudiendo hacer este ministerio un ángel, u otra
criatura racional, no quiso sino tomarla a su cargo, y cuidar de tu bien, y
apacentarte por su propia persona. Pondera quién es Dios y quién eres tú, y lo
que debes a tan grande Señor: dale mil gracias por este beneficio, y disponte
cuánto pudieres para servirle eternamente.
Punto II.- Considera que el oficio de buen Pastor es apacentar sus
ovejas, y Cristo le cumplió tan abundantemente, que les dio en pasto su propio
Cuerpo, y por bebida su propia Sangre. Gózate de tener tal Pastor, y dale infinitas gracias por tan
incomparable merced, y aprende a cuidar de las tuyas y a sustentarlas a costa
de tu sudor, y si fuere necesario de tu sangre, a ejemplo de Cristo.
Punto III.- Considera lo que dice Cristo,
que es bueno y verdadero pastor, que defiende sus ovejas del lobo hasta poner
su vida por ellas; y el jornalero, que no las tiene por suyas, huye y las deja
sin defenderlas, y perecen a manos de sus enemigos. Cristo es el verdadero
Pastor que dio la vida pos sus ovejas, y las defiende siempre de los lobos
carniceros, por lo que tienes grande motivo para agradecer a Dios tan señalado
beneficio, menos importará que tú perdieras la vida a mano de tus enemigos, que
no el Señor de la vida a manos de los suyos, y fue tan crecido su amor que la
dio en la Cruz por ti. ¡Oh Señor! ¿Con qué os agradeceré tan insigne merced?
¡Oh, quién diera la vida por Vos, como Vos la disteis por mí! Aprende a no ser
mercenario, ni servir a Dios y a tus prójimos por sólo el interés, sino por la
gloria de Dios y el bien de sus almas, por las cuales has de poner tu vida, si
fuere necesario, a ejemplo de Cristo nuestro Señor que la puso por ti.
Punto IV.- Considera que así como Cristo es
el buen Pastor, así por el contrario el mal pastor es el demonio, que en todo
procura la emulación del Salvador. Fíjate cómo cuida y apacienta cada uno de
estos pastores sus ovejas y la diferencia tan grande que hay del bueno al malo
y de las ovejas del uno a las del otro, y mira a cuál de los dos rebaños
quieres pertenecer. Mira cómo trata Cristo a los suyos, dándoles hasta su
propia Sangre y llevándolos sobre Sus hombros, y el premio que al último les da,
y el que hace Satanás al rebaño de sus seguidores, teniéndolos por esclavos y
tratándolos con suma tiranía, y por último los despeña en el abismo del
infierno, a donde los apacienta, como dice David con muerte eterna. Ruega al
Señor que te reciba en su rebaño y que no te deje de su mano, ni te permita
caer en la tiranía de Satanás; resolviéndote firmemente a ser una de sus ovejas
y ofreciéndote a servirle eternamente.
MEDITACIONES: De cómo dio Cristo a San Pedro las llaves de Su Iglesia antes de subir al Cielo
Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De cómo dio Cristo a San Pedro las llaves de Su Iglesia
antes de subir al Cielo (Juan,21.)
Punto I.- Estando los discípulos
pescando en el mar con gran trabajo, se les apareció Cristo en la ribera y les
habló, llamó y dio gran pesca, y se sentó con ellos con mucha afabilidad, y les
dio de comer, repartiéndoles el pan y los peces con muestras de mucho amor.
Contempla la benignidad del Señor, y las caricias con que trata a los suyos,
aún después de glorioso, y gózate de tener tal Padre y Señor tan amoroso y
benigno; y mira las caricias que te hace cada día en la mesa del altar, dándote
su propio Cuerpo y Sangre en manjar con infinito amor y deseo de tu bien, y
dale gracias por ello, y pídele su auxilio para imitarle con tus prójimos,
tratándolos con caricias y humildad.
Punto II.- Considera cómo acabada la comida le preguntó Cristo a San
Pedro tres veces si le amaba, y no como quiera sino más que los demás; y
respondiendo que Él lo sabía, luego le encomendó su rebaño diciendo: apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas;
de lo cual has de sacar el amor que debe tener a Dios el que ha de apacentar su
rebaño, para mirar por su aumento y no
por el suyo propio, porque esto fuera amarse a sí mismo y no a Cristo, por cuyo
amor debe apacentar sus ovejas, sin tener otro fin o interés más que servirle;
haz cuenta que te pregunta a ti lo que a San Pedro, si le amas, y mira qué responderás al Señor, que sabe y
penetra lo secreto de tu corazón; mira
si te amas a ti mismo, buscando tu interés solamente, y cómo te encargará el
Señor su rebaño, para que en lugar de ser pastor no vayas a ser lobo que lo consuma. Llora tu frialdad y lo
poco que amas a Dios, y pídele que te de alguna parte del encendido amor que
dio a San Pedro, para emplearte en su servicio y en el bien de tus prójimos.
Punto III.- Considera que le preguntó Cristo a San Pedro tres veces si le amaba para satisfacer a las tres
negaciones que cometió la noche de Su
Pasión, de lo cual has de sacar, que la satisfacción ha de ser correspondiente
a la culpa, y que a muchas culpas se debe dar mucha satisfacción. Pon la mano
en tu pecho y considera las que has cometido en tu vida, y la poca satisfacción
que has dado de ellas, y por eso Dios no te hace mercedes como las hizo a San
Pedro, en dando satisfacción de sus pecados. Resuélvete en Su presencia a hacer
debida penitencia de los tuyos, y pídele su gracia para satisfacer por ellos
como debes.
Punto IV.- Considera cómo en diciendo San Pedro a Cristo que le amaba,
le dio el cargo de Su Iglesia, haciéndole Sumo Pastor de su rebaño. Bien sabía
el Señor si le amaba Pedro o no; pero quiso preguntarle para que él lo
confesase por su boca, y para darle a entender que había de mostrar el amor que
le tenía en apacentar su rebaño, mirando y procurando por el bien de sus
hermanos, a quien llamó ovejas suyas por el amor que tiene a todos, de lo cual
has de sacar el amor que han de tener los prelados a sus súbditos, mirándolos
como a rebaño querido de Dios, y a quien han de mostrar el que tienen en
apacentar a los suyos. Considera que Dios está a la mira del amor que le tienes,
en el que muestras a tus prójimos, y que te los ha encomendado, para que los
apacientes, especialmente a los pobres y pequeños que son sus corderos, como
más necesitados.
jueves, 16 de abril de 2015
Encíclica Quanta cura y Syllabus de errores: Pío Papa IX
"Ahora bien, ustedes saben muy bien que el cardenal Ratzinger ha dicho oficialmente que para él el Vaticano II era el anti-Syllabus. Si él está claramente colocado contra el Syllabus, es porque él ha adoptado el principio de la Revolución. De allí que ha dicho claramente: “La Iglesia está abierta a las doctrinas que no son nuestras sino que vienen de la sociedad, etc.” Todo el mundo ha comprendido: los principios de 1789, los derechos del hombre.": Arch. Marcel Lefebvre
Encíclica Quanta cura y Syllabus de errores
(8 diciembre 1864)
(8 diciembre 1864)
Muy Ilustre y Reverendo Señor:
Nuestro Santísimo Señor Pío IX, Pontífice Máximo,
no ha cesado nunca, movido de su grande solicitud por la salud de las almas, y
por la pureza de la doctrina, de proscribir y condenar desde los primeros días
de su Pontificado, los principales errores y las falsas doctrinas que corren
particularmente en nuestros miserables tiempos, así en sus cartas Encíclicas y
Alocuciones Consistoriales, como en otras Cartas Apostólicas dadas al intento.
Pero pudiendo tal vez ocurrir que todos estos actos pontificios no lleguen a
noticia de cada uno de los reverendos Obispos, determinó Su Santidad que se
compilase un Sílabo de los mismos errores, para ser comunicado a todos los
Obispos del mundo católico, a fin de que los mismos Prelados tuviese a la vista
todos los errores y perniciosas doctrinas reprobados y condenados por Su
Santidad; previniéndome luego a mi que hiciese que este Sílabo impreso fuese
remitido a vuestra reverencia al propio tiempo y ocasión en que el mismo
Pontífice Máximo, movido de su gran solicitud por la salud y bien de la Iglesia
católica y de toda la grey del Señor divinamente confiada a su cuidado, creyó
deber escribir una carta Encíclica a todos los Obispos católicos. Para cumplir,
por tanto, como es debido, con toda diligencia y rendimiento las órdenes del
Sumo Pontífice, remito a vuestra reverencia el mismo Sílabo, junto con esta
carta; aprovechando la presente coyuntura para daros testimonio de los
sentimientos de mi gran reverencia y adhesión, y repetirme, besando
humildemente su mano, por su muy humilde y afectísimo siervo,
G. Cardenal Antonelli. Roma 8 de diciembre de 1864
* * *
Encíclica de Nuestro Santísimo P. Pío IX, a todos nuestros Venerables
Hermanos Patriarcas, Primados, Arzobispos y Obispos que están en gracia y
comunión con la Sede Apostólica.
Pío Papa IX
Venerables Hermanos,
Salud y apostólica Bendición.
Venerables Hermanos,
Salud y apostólica Bendición.
Con cuanto cuidado y vigilancia los Romanos
Pontífices, Nuestros Predecesores, cumpliendo con el oficio que les fue dado
del mismo Cristo Señor en la persona del muy bienaventurado Pedro, Príncipe de
los Apóstoles, y con el cargo que les puso de apacentar los corderos y las
ovejas, no han cesado jamás de nutrir diligentemente a toda la grey del Señor
con las palabras de la fe, y de imbuirla en la doctrina saludable, y de
apartarla de los pastos venenosos, es cosa a todos y muy singularmente a
Vosotros, Venerables Hermanos, bien clara y patente. Y a la verdad, los ya
dichos Predecesores Nuestros, que tan a pechos tomaron en todo tiempo el
defender y vindicar con la augusta Religión católica los fueros de la verdad y
de la justicia, solícitos por extremo de la salud de las almas, en ninguna cosa
pusieron más empeño que en patentizar y condenar en sus Epístolas y
Constituciones todas las herejías y errores, que oponiéndose a nuestra Divina
Fe, a la doctrina de la Iglesia católica, a la honestidad de las costumbres y a
la salud eterna de los hombres, han levantado a menudo grandes tempestades y
cubierto de luto a la república cristiana y civil. Por lo cual, los mismos
Predecesores Nuestros se han opuesto constantemente con apostólica firmeza a
las nefandas maquinaciones de los hombres inicuos, que arrojando la espuma de
sus confusiones, semejantes a las olas del mar tempestuoso, y prometiendo
libertad, siendo ellos, como son, esclavos de la corrupción, han intentado con
sus opiniones falaces y perniciosísimos escritos transformar los fundamentos de
la Religión católica y de la sociedad civil, acabar con toda virtud y justicia,
depravar los corazones y los entendimientos, apartar de la recta disciplina
moral a las personas incautas, y muy especialmente a la inexperta juventud, y
corromperla miserablemente, y hacer porque caiga en los lazos del error, y
arrancarla por último del gremio de la Iglesia católica.
Bien sabéis asimismo Vosotros, Venerables Hermanos,
que en el punto mismo que por escondido designio de la Divina Providencia, y
sin merecimiento alguno de Nuestra parte, fuimos sublimados a esta Cátedra de
Pedro, como viésemos con sumo dolor de Nuestro corazón la horrible tempestad
excitada por tan perversas opiniones, y los daños gravísimos nunca bastante
deplorados, que de tan grande cúmulo de errores se derivan y caen sobre el
pueblo cristiano, ejercitando el oficio de Nuestro Apostólico Ministerio y
siguiendo las ilustres huellas de Nuestros Predecesores, levantamos Nuestra
voz, y en muchas Encíclicas y en Alocuciones pronunciadas en el Consistorio, y
en otras Letras Apostólicas que hemos publicado, hemos condenado los
principales errores de esta nuestra triste edad, hemos procurado excitar
vuestra eximia vigilancia episcopal, y una vez y otra vez hemos amonestado con
todo nuestro poder y exhortado a todos Nuestros muy amados los hijos de la
Iglesia católica, a que abominasen y huyesen enteramente horrorizados del
contagio de tan cruel pestilencia. Mas principalmente en nuestra primera
Encíclica, escrita a Vosotros el día 9 de noviembre del año 1846, y en las dos
Alocuciones pronunciadas por Nos en el Consistorio, la primera el día 9 de
Diciembre del año 1854, y la otra el 9 de Junio de 1862, condenamos los
monstruosos delirios de las opiniones que principalmente en esta nuestra época
con grandísimo daño de las almas y detrimento de la misma sociedad dominan, las
cuales se oponen no sólo a la Iglesia católica y su saludable doctrina y
venerandos derechos, pero también a la ley natural, grabada por Dios en todos los
corazones, y son la fuente de donde se derivan casi todos los demás errores.
Aunque no hayamos, pues, dejado de proscribir y
reprobar muchas veces los principales errores de este jaez, sin embargo, la
salud de las almas encomendadas por Dios a nuestro cuidado, y el bien de la
misma sociedad humana, piden absolutamente que de nuevo excitemos vuestra
pastoral solicitud para destruir otras dañadas opiniones que de los mismos
errores, como de sus propias fuentes, se originan. Las cuales opiniones, falsas
y perversas, son tanto más abominables, cuanto miran principalmente a que sea
impedida y removida aquella fuerza saludable que la Iglesia católica, por
institución y mandamiento de su Divino Autor, debe ejercitar libremente hasta
la consumación de los siglos, no menos sobre cada hombre en particular, que
sobre las naciones, los pueblos y sus príncipes supremos; y por cuanto asimismo
conspiran a que desaparezca aquella mutua sociedad y concordia entre el
Sacerdocio y el Imperio, que fue siempre fausta y saludable, tanto a la
república cristiana como a la civil (Gregorio XVI, Epístola Encíclica Mirari
15 agosto 1832).
Pues sabéis muy bien, Venerables Hermanos, se hallan no pocos
que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo,
se atreven a enseñar «que el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso
civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin
relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer
alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas.» Y contra la
doctrina de las sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan
afirmar: «que es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le
reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a
los infractores de la Religión católica, sino en cuanto lo pida la paz
pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar
aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia católica y a la salud de
las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de
gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la
libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho
que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien
constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de
manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales
fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por
parte de la autoridad eclesiástica o civil.» Pero cuando esto afirman
temerariamente, no piensan ni consideran que predican la libertad de la
perdición (San Agustín, Epístola 105 al. 166), y que «si se deja a la
humana persuasión entera libertad de disputar, nunca faltará quien se oponga a
la verdad, y ponga su confianza en la locuacidad de la humana sabiduría,
debiendo por el contrario conocer por la misma doctrina de Nuestro Señor
Jesucristo, cuan obligada está a evitar esta dañosísima vanidad la fe y la
sabiduría cristiana» (San León, Epístola 164 al. 133, parte 2, edición Vall).
Y porque luego en el punto que es desterrada de la
sociedad civil la Religión, y repudiada la doctrina y autoridad de la divina
revelación, queda oscurecida y aun perdida hasta la misma legítima noción de
justicia y del humano derecho, y en lugar de la verdadera justicia y derecho
legítimo se sustituye la fuerza material, vese por aquí claramente que movidos
de tamaño error, algunos despreciando y dejando totalmente a un lado los
certísimos principios de la sana razón, se atreven a proclamar «que la voluntad
del pueblo manifestada por la opinión pública, que dicen, o por de otro modo,
constituye la suprema ley independiente de todo derecho divino y humano; y que
en el orden público los hechos consumados, por la sola consideración de haber
sido consumados, tienen fuerza de derecho.» Mas, ¿quién no ve y siente
claramente que la sociedad humana, libre de los vínculos de la religión y de la
verdadera justicia, no puede proponerse otro objeto que adquirir y acumular
riquezas, ni seguir en sus acciones otra ley que el indómito apetito de servir
a sus propios placeres y comodidades? Por estos motivos, semejantes hombres
persiguen con encarnizado odio a los instintos religiosos, aunque sumamente
beneméritos de la república cristiana, civil y literaria, y neciamente
vociferan que tales institutos no tienen razón alguna legítima de existir, y
con esto aprueban con aplauso las calumnias y ficciones de los herejes, pues
como enseñaba sapientísimamente nuestro predecesor Pío VI, de gloriosa memoria:
«La abolición de los Regulares daña al estado de la pública profesión de los
consejos evangélicos, injuria un modo de vivir recomendado en la Iglesia como
conforme a la doctrina Apostólica, y ofende injuriosamente a los mismos
insignes fundadores, a quienes veneramos sobre los altares, los cuales, nos
inspirados sino de Dios, establecieron estas sociedades» (Epístola al Cardenal
De la Rochefoucault 10 marzo 1791). Y también dicen impiamente que debe
quitarse a los ciudadanos y a la Iglesia la facultad de dar «públicamente
limosna, movidos de la caridad cristiana, y que debe abolirse la ley que
prohíbe en ciertos días las obras serviles para dar culto a Dios,» dando
falacísimamente por pretexto que la mencionada facultad y ley se oponen a los
principios de la mejor economía pública. Y no contentos con apartar la Religión
de la pública sociedad, quieren quitarla aun a las mismas familias
particulares; pues enseñando y profesando el funestísimo error del comunismo
y socialismo, afirman «que la sociedad doméstica toma solamente del
derecho civil toda la razón de su existencia, y por tanto que solamente de la
ley civil dimanan y dependen todos los derechos de los padres sobre los hijos,
y principalmente el de cuidar de su instrucción y educación.» Con cuyas
opiniones y maquinaciones impías intentan principalmente estos hombres
falacísimos que sea eliminada totalmente de la instrucción y educación de la
juventud la saludable doctrina e influjo de la Iglesia católica, para que así
queden miserablemente aficionados y depravados con toda clase de errores y
vicios los tiernos y flexibles corazones de los jóvenes. Pues todos los que han
intentado perturbar la República sagrada o civil, derribar el orden de la sociedad
rectamente establecido, y destruir todos los derechos divinos y humanos, han
dirigido siempre, como lo indicamos antes, todos sus nefandos proyectos,
conatos y esfuerzos a engañar y corromper principalmente a la incauta juventud,
y toda su esperanza la han colocado en la perversión y depravación de la misma
juventud. Por lo cual jamás cesan de perseguir y calumniar por todos los medios
más abominables a uno y otro clero, del cual, como prueban los testimonios más
brillantes de la historia, han redundado tan grandes provechos a la república
cristiana, civil y literaria; y propalan «que debe ser separado de todo cuidado
y oficio de instruir y educar la juventud el mismo clero, como enemigo del
verdadero progreso de la ciencia y de la civilización.»
Pero otros, renovando los perversos y tantas veces
condenados errores de los novadores, se atreven con insigne impudencia a
sujetar al arbitrio de la potestad civil la suprema autoridad de la Iglesia y
de esta Sede Apostólica, concedida a ella por Cristo Señor nuestro, y a negar
todos los derechos de la misma Iglesia y Santa Sede sobre aquellas cosas que
pertenecen al orden exterior. Pues no se avergüenzan de afirmar «que las leyes
de la Iglesia no obligan en conciencia sino cuando son promulgadas por la potestad
civil; que los actos y decretos de los Romanos pontífices pertenecientes a la
Religión y a la Iglesia necesitan de la sanción y aprobación, o al menos del
ascenso de la potestad civil; que las Constituciones Apostólicas (Clemente XII In
eminenti, Benedicto XIV Providas Romanorum, Pío VII Ecclesiam,
León XII Quo graviora) por las que se condenan las sociedades secretas
(exíjase en ellas o no juramento de guardar secreto), y sus secuaces y fautores
son anatematizados, no tienen alguna fuerza en aquellos países donde son
toleradas por el gobierno civil semejantes sociedades; que la excomunión
fulminada por el Concilio Tridentino y por los Romanos Pontífices contra
aquellos que invaden y usurpan los derechos y posesiones de la Iglesia, se
funda en la confusión del orden espiritual con el civil y político, sólo con el
fin de conseguir los bienes mundanos: que la Iglesia nada debe decretar o
determinar que pueda ligar las conciencias de los fieles, en orden al uso de
las cosas temporales: que la Iglesia no tiene derecho a reprimir y castigar con
penas temporales a los violadores de sus leyes: que es conforme a los
principios de la sagrada teología y del derecho público atribuir y vindicar al
Gobierno civil la propiedad de los bienes que poseen las Iglesias, las órdenes
religiosas y otros lugares píos.» Tampoco se ruborizan de profesar pública y
solemnemente el axioma y principio de los herejes de donde nacen tantos errores
y máximas perversas; a saber, repiten a menudo «que la potestad eclesiástica no
es por derecho divino distinta e independiente de la potestad civil, y que no
se puede conservar esta distinción e independencia sin que sean invadidos y
usurpados por la Iglesia los derechos esenciales de la potestad civil.»
Asimismo no podemos pasar en silencio la audacia de los que no sufriendo la
sana doctrina sostienen, que «a aquellos juicios y decretos de la Silla
Apostólica, cuyo objeto se declara pertenecer al bien general de la Iglesia y a
sus derechos y disciplina, con tal empero que no toque a los dogmas de la Fe y
de la moral, puede negárseles el asenso y obediencia sin cometer pecado, y sin
detrimento alguno de la profesión católica.» Lo cual nadie deja de conocer y
entender clara y distintamente, cuan contrario sea al dogma católico acerca de
la plena potestad conferida divinamente al Romano Pontífice por el mismo Cristo
Señor nuestro, de apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal.
En medio de tanta perversidad de opiniones
depravadas, teniendo Nos muy presente nuestro apostólico ministerio, y solícitos
en extremo por nuestra santísima Religión, por la sana doctrina y por la salud
de las almas encargada divinamente a nuestro cuidado, y por el bien de la misma
sociedad humana, hemos creído conveniente levantar de nuevo nuestra voz
Apostólica. Así pues en virtud de nuestra autoridad Apostólica reprobamos,
proscribimos y condenamos todas y cada una de las perversas opiniones y
doctrinas singularmente mencionadas en estas Letras, y queremos y mandamos que
por todos los hijos de la Iglesia católica sean absolutamente tenidas por
reprobadas, proscritas y condenadas.
Fuera de esto, sabéis muy bien, Venerables
Hermanos, que en estos tiempos los adversarios de toda verdad y justicia, y los
acérrimos enemigos de nuestra Religión, engañando a los pueblos y mintiendo
maliciosamente andan diseminando otras impías doctrinas de todo género por
medio de pestíferos libros, folletos y diarios esparcidos por todo el orbe: y
no ignoráis tampoco, que también en esta nuestra época se hallan algunos que
movidos o incitados por el espíritu de Satanás han llegado a tal punto de
impiedad, que no han temido negar a nuestro Soberano Señor Jesucristo, y con
criminal procacidad impugnar su Divinidad. Pero aquí no podemos menos de dar
las mayores y más merecidas alabanzas a vosotros, Venerables Hermanos, que
estimulados de vuestro celo no habéis omitido levantar vuestra voz episcopal
contra tamaña impiedad.
Así pues por medio de estas nuestras Letras os
dirigimos de nuevo amantísimamente la palabra a vosotros, que llamados a
participar de nuestra solicitud, nos estáis sirviendo en medio de nuestras
grandísimas penas de muchísimo alivio, alegría y consuelo por la excelente
religiosidad y piedad que brilla en vosotros, y por aquel admirable amor, fe y
piedad con que sujetos y ligados con los lazos de la más estrecha concordia a
Nos y a esta Silla Apostólica, os esforzáis en cumplir con valor y solicitud
vuestro gravísimo ministerio episcopal. Como fruto, pues, de vuestro eximio
celo esperamos de vosotros, que manejando la espada del espíritu, que es la
palabra de Dios, y confortados con la gracia de nuestro Señor Jesucristo,
procuraréis cada día con mayor esfuerzo proveer a que los fieles encomendados a
vuestro cuidado, «se abstengan de las yerbas venenosas que no cultiva
Jesucristo, porque no son plantadas por su Padre» (San Ignacio M. ad
Philadelph. 3). Y al mismo tiempo no dejéis jamas de inculcar a los mismos
fieles, que toda la verdadera felicidad viene a los hombres de nuestra augusta
Religión y de su doctrina y ejercicio, y que es feliz aquel pueblo que tiene al
Señor por su Dios (Salmo 143). Enseñad «que los reinos subsisten teniendo por
fundamento la fe católica» (San Celestino, Epístola 22 ad Synod. Ephes. apud
Const. pág. 1200) y «que nada es tan mortífero, nada tan próximo a la ruina, y
tan expuesto a todos los peligros, como el persuadirnos que nos puede bastar el
libre albedrío que recibimos al nacer, y el no buscar ni pedir otra cosa al
Señor; lo cual es en resolución olvidarnos de nuestro Criador, y abjurar por el
deseo de mostrarnos libres, de su divino poder» (San Inocencio, I Epístola 29
ad Episc. conc. Carthag. apud Const. pág. 891). Y no dejéis tampoco de enseñar
«que la regia potestad no se ha conferido sólo para el gobierno del mundo, sino
principalmente para defensa de la Iglesia» (San León, Epístola 156 al 125) y
«que nada puede ser más útil y glorioso a los príncipes y reyes del mundo,
según escribía al Emperador Zenón nuestro sapientísimo y fortísimo Predecesor
San Félix, que el dejar a la Iglesia católica regirse por sus leyes, y no
permitir a nadie que se oponga a su libertad...» «pues cierto les será útil,
tratándose de las cosas divinas, que procuren, conforme a lo dispuesto por
Dios, subordinar, no preferir, su voluntad a la de los Sacerdotes de Cristo»
(Pío VII, Epístola Encíclica Diu satis 15 mayo 1800).
Ahora bien, Venerables Hermanos, si siempre ha sido
y es necesario acudir con confianza al trono de la gracia a fin de alcanzar
misericordia y hallar el auxilio de la gracia para ser socorridos en tiempo
oportuno, principalmente debemos hacerlo ahora en medio de tantas calamidades
de la Iglesia y de la sociedad civil y de tan terrible conspiración de los
enemigos contra la Iglesia Católica y esta Silla Apostólica, y del diluvio tan
espantoso de errores que nos inunda. Por lo cual hemos creído conveniente
excitar la piedad de todos los fieles para que unidos con Nos y con Vosotros
rueguen y supliquen sin cesar con las más humildes y fervorosas oraciones al
clementísimo Padre de las luces y de las misericordias, y llenos de fe acudan
también siempre a nuestro Señor Jesucristo, que con su sangre nos redimió para
Dios, y con mucho empeño y constancia pidan a su dulcísimo Corazón, víctima de
su ardentísima caridad para con nosotros, el que con los lazos de su amor atraiga
a sí todas las cosas a fin de que inflamados los hombres con su santísimo amor,
sigan, imitando su Santísimo Corazón, una conducta digna de Dios, agradándole
en todo, y produciendo frutos de toda especie de obras buenas. Mas como sin
duda sean más agradables a Dios las oraciones de los hombres cuando se llegan a
él con el corazón limpio de toda mancha, hemos tenido a bien abrir con
Apostólica liberalidad a los fieles cristianos, los celestiales tesoros de la
Iglesia encomendados a nuestra dispensación, para que los mismos fieles
excitados con más vehemencia a la verdadera piedad, y purificados por medio del
Sacramento de la Penitencia de las manchas de los pecados, dirijan con más
confianza sus preces a Dios y consigan su misericordia y su gracia.
Concedemos, pues, por estas Letras y en virtud de
nuestra autoridad Apostólica, una indulgencia plenaria a manera de jubileo a
todos y a cada uno de los fieles de ambos sexos del orbe católico, la cual
habrá de durar y ganarse sólo dentro del espacio de un mes, que habrá de
señalarse por Vosotros, Venerables Hermanos, y por los otros legítimos
ordinarios locales dentro de todo el año venidero de 1865 y no más allá; y este
jubileo lo concedemos y habrá de publicarse en el modo y forma con que lo
concedimos desde el principio de nuestro Supremo Pontificado por medio de
nuestras Letras Apostólicas dadas en forma de Breve el día 20 de Noviembre del
año de 1846 y dirigidas a todo vuestro Orden episcopal, cuyo principio es Arcano
Divinae Providentiae consilio, y con todas las mismas facultades que por
las mencionadas Letras fueron por Nos concedidas, queriendo sin embargo que se
observen todas aquellas cosas que se prescribieron en las expresadas Letras y
se tengan por exceptuadas las que allí por tales declaramos. Estas cosas
concedemos sin que obste ninguna de las cosas que pueda haber contrarias, por
más que sean dignas de especial mención y derogación. Para quitar toda duda y
dificultad hemos dispuesto se os remita un ejemplar de las mismas Letras.
«Roguemos, Venerables Hermanos, de lo íntimo de
nuestro corazón y con toda nuestra mente a la misericordia de Dios, porque Él
mismo nos ha asegurado diciendo: No apartaré de ellos mi misericordia. Pidamos,
y recibiremos, y si tardare en dársenos lo que pedimos, porque hemos ofendido
gravemente al Señor, llamemos a la puerta, porque al que llama se le abrirá,
con tal que llamen a la puerta nuestras preces, gemidos y lágrimas, en las que
debemos insistir y detenernos, y sin perjuicio de que sea unánime y común la
oración... cada uno sin embargo ruegue a Dios no sólo para sí mismo sino
también por todos los hermanos, así como el Señor nos enseñó a orar» (San
Cipriano, Epístola 11). Mas para que Dios más fácilmente acceda a nuestras
oraciones y votos, y a los vuestros y de todos los fieles, pongamos con toda
confianza por medianera para con Él a la inmaculada y Santísima Madre de Dios
la Virgen María, la cual ha destruido todas las herejías en todo el mundo, y
siendo amantísima madre de todos nosotros, «toda es suave y llena de misericordia...
a todos se muestra afable, a todos clementísima, y se compadece con ternísimo
afecto de las necesidades de todos» (San Bernardo, Serm. de duodecim
praerogativis B.M.V. ex verbis Apocalypsis) y como Reina que asiste a la
derecha de su Unigénito Hijo Nuestro Señor Jesucristo con vestido bordado de
oro, y engalanada con varios adornos, nada hay que no pueda impetrar de él.
Imploremos también las oraciones del Beatísimo Príncipe de los Apóstoles San
Pedro, y de su compañero en el Apostolado San Pablo, y de los Santos de la
corte celestial, que siendo ya amigos de Dios han llegado a los reinos
celestiales, y coronados poseen la palma de la victoria, y estando seguros de
su inmortalidad, están solícitos de nuestra salvación.
En fin, deseando y pidiendo a Dios para vosotros de
toda nuestra alma la abundancia de todos los dones celestiales, os damos
amantísimamente, y como prenda de nuestro singular amor para con vosotros,
nuestra Apostólica Bendición, nacida de lo íntimo de nuestro corazón para
vosotros mismos, Venerables Hermanos, y para todos los clérigos y fieles legos
encomendados a vuestro cuidado.
Dado en Roma en San Pedro el día 8 de Diciembre del
año de 1864, décimo después de la definición dogmática de la Inmaculada
Concepción de la Madre de Dios la Virgen María, y decimonono de nuestro
Pontificado.
Pío Papa IX
* * *
Indice de los principales errores de nuestro siglo
Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores
Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores
ya
notados en las Alocuciones Consistoriales y otras Letras Apostólicas de Nuestro
Santísimo Padre Pío IX
§ I.
Panteísmo, Naturalismo y Racionalismo absoluto
I. No
existe ningún Ser divino, supremo, sapientísimo, providentísimo, distinto de
este universo, y Dios no es más que la naturaleza misma de las cosas, sujeto
por lo tanto a mudanzas, y Dios realmente se hace en el hombre y en el mundo, y
todas las cosas son Dios, y tienen la misma idéntica sustancia que Dios; y Dios
es una sola y misma cosa con el mundo, y de aquí que sean también una sola y
misma cosa el espíritu y la materia, la necesidad y la libertad, lo verdadero y
lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
II. Dios
no ejerce ninguna manera de acción sobre los hombres ni sobre el mundo.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
III. La
razón humana es el único juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del
mal, con absoluta independencia de Dios; es la ley de sí misma, y le bastan sus
solas fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
IV. Todas
las verdades religiosas dimanan de la fuerza nativa de la razón humana; por
donde la razón es la norma primera por medio de la cual puede y debe el hombre
alcanzar todas las verdades, de cualquier especie que estas sean.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Encíclica Singulari quidem,
17 Marzo 1856)
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
V. La
revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso
continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
VI. La fe
de Cristo se opone a la humana razón; y la revelación divina no solamente no
aprovecha nada, pero también daña a la perfección del hombre.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
VII. Las
profecías y los milagros expuestos y narrados en la Sagrada Escritura son
ficciones poéticas, y los misterios de la fe cristiana resultado de
investigaciones filosóficas; y en los libros del antiguo y del nuevo Testamento
se encierran mitos; y el mismo Jesucristo es una invención de esta especie.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
§ II.
Racionalismo moderado
VIII.
Equiparándose la razón humana a la misma religión, síguese que la ciencias
teológicas deben de ser tratadas exactamente lo mismo que las filosóficas.
(Alocución Singulari quadam
perfusi, 9 diciembre 1854)
IX. Todos
los dogmas de la religión cristiana sin distinción alguna son objeto del saber
natural, o sea de la filosofía, y la razón humana históricamente sólo cultivada
puede llegar con sus solas fuerzas y principios a la verdadera ciencia de todos
los dogmas, aun los más recónditos, con tal que hayan sido propuestos a la
misma razón.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Gravissimas,
11 diciembre 1863)
(Carta al mismo Tuas libenter,
21 diciembre 1863)
X. Siendo
una cosa el filósofo y otra cosa distinta la filosofía, aquel tiene el derecho
y la obligación de someterse a la autoridad que él mismo ha probado ser la
verdadera; pero la filosofía no puede ni debe someterse a ninguna autoridad.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Gravissimas,
11 diciembre 1863)
(Carta al mismo Tuas libenter,
21 diciembre 1863)
XI. La
Iglesia no sólo debe corregir jamas a la filosofía, pero también debe tolerar
sus errores y dejar que ella se corrija a sí propia.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Gravissimas,
11 diciembre 1863)
XII. Los
decretos de la Sede apostólica y de las Congregaciones romanas impiden el libre
progreso de la ciencia.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas
libenter, 21 diciembre 1863)
XIII. El
método y los principios con que los antiguos doctores escolásticos cultivaron
la Teología, no están de ningún modo en armonía con las necesidades de nuestros
tiempos ni con el progreso de las ciencias.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas
libenter, 21 diciembre 1863)
XIV. La
filosofía debe tratarse sin mirar a la sobrenatural revelación.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas
libenter, 21 diciembre 1863)
N.B. Con
el sistema del racionalismo están unidos en gran parte los errores de Antonio
Günter, condenados en la carta al Cardenal Arzobispo de Colonia Eximiam tuam
de 15 de junio de 1847, y en la carta al Obispo de Breslau Dolore haud
mediocri, 30 de abril de 1860.
§ III.
Indiferentismo. Latitudinarismo
XV. Todo
hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la
razón juzgare por verdadera.
(Letras Apostólicas Multiplices
inter, 10 junio 1851)
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
XVI. En
el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud
eterna y conseguir la eterna salvación.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Alocución Ubi primum, 17
diciembre 1847)
(Encíclica Singulari quidem,
17 Marzo 1856)
XVII. Es
bien por lo menos esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en
la verdadera Iglesia de Cristo.
(Alocución Singulari quadam,
9 diciembre 1854)
(Encíclica Quanto conficiamur
17 agosto 1863)
XVIII. El
protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión
cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios.
(Encíclica Noscitis et
Nobiscum 8 diciembre 1849)
§ IV.
Socialismo, Comunismo, Sociedades secretas, Sociedades bíblicas, Sociedades
clérico-liberales
Tales
pestilencias han sido muchas veces y con gravísimas sentencias reprobadas en la
Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846; en la Alocución Quibus
quantisque, 20 de abril de 1849; en la Encíclica Noscitis et Nobiscum,
8 de diciembre de 1849; en la Alocución Singulari quadam, 9 de diciembre
de 1854; en la Encíclica Quanto conficiamur maerore, 10 de agosto de
1863.
§ V.
Errores acerca de la Iglesia y sus derechos
XIX. La
Iglesia no es una verdadera y perfecta sociedad, completamente libre, ni está
provista de sus propios y constantes derechos que le confirió su divino
fundador, antes bien corresponde a la potestad civil definir cuales sean los
derechos de la Iglesia y los límites dentro de los cuales pueda ejercitarlos.
(Alocución Singulari quadam,
9 diciembre 1854)
(Alocución Multis gravibusque,
17 diciembre 1860)
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
XX. La
potestad eclesiástica no debe ejercer su autoridad sin la venia y
consentimiento del gobierno civil.
(Alocución Meminit
unusquisque, 30 septiembre 1861)
XXI. La
Iglesia carece de la potestad de definir dogmáticamente que la Religión de la
Iglesia católica sea únicamente la verdadera Religión.
(Letras Apostólicas Multiplices
inter, 10 junio 1851)
XXII. La
obligación de los maestros y de los escritores católicos se refiere sólo a
aquellas materias que por el juicio infalible de la Iglesia son propuestas a
todos como dogma de fe para que todos los crean.
(Carta al Arzobispo de Frisinga Tuas
libenter, 21 diciembre 1863)
XXIII.
Los Romanos Pontífices y los Concilios ecuménicos se salieron de los límites de
su potestad, usurparon los derechos de los Príncipes, y aun erraron también en
definir las cosas tocantes a la fe y a las costumbres.
(Letras Apostólicas Multiplices
inter, 10 junio 1851)
XXIV. La
Iglesia no tiene la potestad de emplear la fuerza, ni potestad ninguna temporal
directa ni indirecta.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXV.
Fuera de la potestad inherente al Episcopado, hay otra temporal, concedida a
los Obispos expresa o tácitamente por el poder civil, el cual puede por
consiguiente revocarla cuando sea de su agrado.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXVI. La
Iglesia no tiene derecho nativo legítimo de adquirir y poseer.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
(Encíclica Incredibile, 17 septiembre 1863)
(Encíclica Incredibile, 17 septiembre 1863)
XXVII.
Los sagrados ministros de la Iglesia y el Romano Pontífice deben ser
enteramente excluidos de todo cuidado y dominio de cosas temporales.
(Alocución Maxima quidem,
9 de junio de 1862)
XXVIII.
No es lícito a los Obispos, sin licencia del Gobierno, ni siquiera promulgar
las Letras apostólicas.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
XXIX.
Deben ser tenidas por írritas las gracias otorgadas por el Romano Pontífice
cuando no han sido impetradas por medio del Gobierno.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
XXX. La
inmunidad de la Iglesia y de las personas eclesiásticas trae su origen del
derecho civil.
(Letras Apostólicas Multiplices
inter, 10 junio 1851)
XXXI. El
fuero eclesiástico en las causas temporales de los clérigos, ahora sean estas
civiles, ahora criminales, debe ser completamente abolido aun sin necesidad de
consultar a la Sede Apostólica, y a pesar de sus reclamaciones.
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
XXXII. La
inmunidad personal, en virtud de la cual los clérigos están libres de quintas y
de los ejercicios de la milicia, puede ser abrogada sin violar en ninguna
manera el derecho natural ni la equidad; antes el progreso civil reclama esta
abrogación, singularmente en las sociedades constituidas según la forma de más
libre gobierno.
(Carta al Obispo de Monreale Singularis
Nobisque, 27 septiembre 1864)
XXXIII.
No pertenece únicamente a la potestad de jurisdicción eclesiástica dirigir en
virtud de un derecho propio y nativo la enseñanza de la Teología.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXIV. La
doctrina de los que comparan al Romano Pontífice a un Príncipe libre que
ejercita su acción en toda la Iglesia, es doctrina que prevaleció en la edad
media.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXV.
Nada impide que por sentencia de algún Concilio general, o por obra de todos
los pueblos, el sumo Pontificado sea trasladado del Obispo romano y de Roma a
otro Obispo y a otra ciudad.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXVI. La
definición de un Concilio nacional no puede someterse a ningún examen, y la
administración civil puede tomarla como norma irreformable de su conducta.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XXXVII.
Pueden ser instituidas Iglesias nacionales no sujetas a la autoridad del Romano
Pontífice, y enteramente separadas.
(Alocución Multis gravibusque,
17 diciembre 1860)
(Alocución Jamdudum cernimus,
18 marzo 1861)
XXXVIII.
La conducta excesivamente arbitraria de los Romanos Pontífices contribuyó a la
división de la Iglesia en oriental y occidental.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
§ VI.
Errores tocantes a la sociedad civil considerada en sí misma o en sus
relaciones con la Iglesia
XXXIX. El
Estado, como origen y fuente de todos los derechos, goza de cierto derecho completamente
ilimitado.
(Alocución Maxima quidem,
9 de junio de 1862)
XL. La
doctrina de la Iglesia católica es contraria al bien y a los intereses de la
sociedad humana.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Alocución Quibus quantisque,
20 abril 1849)
XLI.
Corresponde a la potestad civil, aunque la ejercite un Señor infiel, la
potestad indirecta negativa sobre las cosas sagradas; y de aquí no sólo el
derecho que dicen del Exequatur, sino el derecho que llaman de apelación
ab abusu.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XLII. En
caso de colisión entre las leyes de una y otra potestad debe prevalecer el
derecho civil.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
XLIII. La
potestad secular tiene el derecho de rescindir, declarar nulos y anular sin
consentimiento de la Sede Apostólica y aun contra sus mismas reclamaciones los
tratados solemnes (por nombre Concordatos) concluidos con la Sede
Apostólica en orden al uso de los derechos concernientes a la inmunidad
eclesiástica.
(Alocución In consistoriali,
1º noviembre 1850)
(Alocución Multis gravibusque,
17 diciembre 1860)
XLIV. La
autoridad civil puede inmiscuirse en las cosas que tocan a la Religión,
costumbres y régimen espiritual; y así puede juzgar de las instrucciones que
los Pastores de la Iglesia suelen dar para dirigir las conciencias, según lo
pide su mismo cargo, y puede asimismo hacer reglamentos para la administración
de los sacramentos, y sobre las disposiciones necesarias para recibirlos.
(Alocución In consistoriali,
1º noviembre 1850)
(Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862)
(Alocución Maxima quidem, 9 de junio de 1862)
XLV. Todo
el régimen de las escuelas públicas, en donde se forma la juventud de algún
estado cristiano, a excepción en algunos puntos de los seminarios episcopales,
puede y debe ser de la atribución de la autoridad civil; y de tal manera puede
y debe ser de ella, que en ninguna otra autoridad se reconozca el derecho de
inmiscuirse en la disciplina de las escuelas, en el régimen de los estudios, en
la colación de los grados, ni en la elección y aprobación de los maestros.
(Alocución In consistoriali,
1º noviembre 1850)
(Alocución Quibus
luctuosissimis, 5 septiembre 1851)
XLVI. Aun
en los mismos seminarios del clero depende de la autoridad civil el orden de
los estudios.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
XLVII. La
óptima constitución de la sociedad civil exige que las escuelas populares,
concurridas de los niños de cualquiera clase del pueblo, y en general los
institutos públicos, destinados a la enseñanza de las letras y a otros estudios
superiores, y a la educación de la juventud, estén exentos de toda autoridad,
acción moderadora e ingerencia de la Iglesia, y que se sometan al pleno
arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los gobernantes, y según
la norma de las opiniones corrientes del siglo.
(Carta al Arzobispo de Friburgo Quum
non sine, 14 julio 1864)
XLVIII.
Los católicos pueden aprobar aquella forma de educar a la juventud, que esté
separada, disociada de la fe católica y de la potestad de la Iglesia, y mire
solamente a la ciencia de las cosas naturales, y de un modo exclusivo, o por lo
menos primario, los fines de la vida civil y terrena.
(Carta al Arzobispo de Friburgo Quum
non sine, 14 julio 1864)
XLIX. La
autoridad civil puede impedir a los Obispos y a los pueblos fieles la libre y
mutua comunicación con el Romano Pontífice.
(Alocución Maxima quidem,
9 de junio de 1862)
L. La
autoridad secular tiene por sí el derecho de presentar los Obispos, y puede
exigirles que comiencen a administrar la diócesis antes que reciban de la Santa
Sede la institución canónica y las letras apostólicas.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
LI. Más
aún, el Gobierno laical tiene el derecho de deponer a los Obispos del ejercicio
del ministerio pastoral, y no está obligado a obedecer al Romano Pontífice en
las cosas tocantes a la institución de los Obispados y de los Obispos.
(Letras Apostólicas Multiplices
inter, 10 junio 1851)
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
LII. El
Gobierno puede, usando de su derecho, variar la edad prescrita por la Iglesia
para la profesión religiosa, tanto de las mujeres como de los hombres, e
intimar a las comunidades religiosas que no admitan a nadie a los votos
solemnes sin su permiso.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
LIII.
Deben abrogarse las leyes que pertenecen a la defensa del estado de las
comunidades religiosas, y de sus derechos y obligaciones; y aun el Gobierno
civil puede venir en auxilio de todos los que quieran dejar la manera de vida
religiosa que hubiesen comenzado, y romper sus votos solemnes; y puede
igualmente extinguir completamente las mismas comunidades religiosas, como
asimismo las Iglesias colegiatas y los beneficios simples, aun los de derecho
de patronato, y sujetar y reivindicar sus bienes y rentas a la administración y
arbitrio de la potestad civil.
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
(Alocución Probe memineritis,
22 enero 1855)
(Alocución Cum saepe, 26
julio 1855)
LIV. Los
Reyes y los Príncipes no sólo están exentos de la jurisdicción de la Iglesia,
pero también son superiores a la Iglesia en dirimir las cuestiones de
jurisdicción.
(Letras Apostólicas Multiplices
inter, 10 junio 1851)
LV. Es
bien que la Iglesia sea separada del Estado y el Estado de la Iglesia.
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
§ VII.
Errores acerca de la moral natural y cristiana
LVI. Las
leyes de las costumbres no necesitan de la sanción divina, y de ningún modo es
preciso que las leyes humanas se conformen con el derecho natural, o reciban de
Dios su fuerza de obligar.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
LVII. La
ciencia de las cosas filosóficas y de las costumbres puede y debe declinar o
desviarse de la autoridad divina y eclesiástica.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
LVIII. El
derecho consiste en el hecho material; y todos los deberes de los hombres son
un nombre vano, y todos los hechos humanos tienen fuerza de derecho.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
LIX. No
se deben de reconocer más fuerzas que las que están puestas en la materia, y
toda disciplina y honestidad de costumbres debe colocarse en acumular y
aumentar por cualquier medio las riquezas y en satisfacer las pasiones.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
(Encíclica Quanto conficiamur,
10 agosto 1863)
LX. La
autoridad no es otra cosa que la suma del número y de las fuerzas materiales.
(Alocución Maxima quidem,
9 junio 1862)
LXI. La
afortunada injusticia del hecho no trae ningún detrimento a la santidad del
derecho.
(Alocución Jamdudum cernimus
18 marzo 1861)
LXII. Es
razón proclamar y observar el principio que llamamos de no intervención.
(Alocución Novos et ante,
28 septiembre 1860)
LXIII.
Negar la obediencia a los Príncipes legítimos, y lo que es más, rebelarse
contra ellos, es cosa lícita.
(Encíclica Qui pluribus, 9
noviembre 1846)
(Alocución Quisque vestrum,
4 octubre 1847)
(Encíclica Noscitis et
Nobiscum, 8 diciembre 1849)
(Letras Apostólicas Cum catholica, 26 marzo 1860)
(Letras Apostólicas Cum catholica, 26 marzo 1860)
LXIV. Así
la violación de cualquier santísimo juramento, como cualquiera otra acción
criminal e infame, no solamente no es de reprobar, pero también es razón reputarla
por enteramente lícita, y alabarla sumamente cuando se hace por amor a la
patria.
(Alocución Quibus quantisque,
20 abril 1849)
§ VIII.
Errores sobre el matrimonio cristiano
LXV. No
se puede en ninguna manera sufrir se diga que Cristo haya elevado el matrimonio
a la dignidad de sacramento.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXVI. El
sacramento del matrimonio no es sino una cosa accesoria al contrato y separable
de este, y el mismo sacramento consiste en la sola bendición nupcial.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXVII. El
vínculo del matrimonio no es indisoluble por derecho natural, y en varios casos
puede sancionarse por la autoridad civil el divorcio propiamente dicho.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
LXVIII.
La Iglesia no tiene la potestad de introducir impedimentos dirimentes del
matrimonio, sino a la autoridad civil compete esta facultad, por la cual deben
ser quitados los impedimentos existentes.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXIX. La
Iglesia comenzó en los siglos posteriores a introducir los impedimentos
dirimentes, no por derecho propio, sino usando el que había recibido de la
potestad civil.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae,
22 agosto 1851)
LXX. Los
canones tridentinos en que se impone excomunión a los que se atrevan a negar a
la Iglesia la facultad de establecer los impedimentos dirimentes, o no son
dogmáticos o han de entenderse de esta potestad recibida.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXI. La
forma del Concilio Tridentino no obliga bajo pena de nulidad en aquellos
lugares donde la ley civil prescriba otra forma y quiera que sea válido el
matrimonio celebrado en esta nueva forma.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXII.
Bonifacio VIII fue el primero que aseguró que el voto de castidad emitido en la
ordenación hace nulo el matrimonio.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXIII.
Por virtud de contrato meramente civil puede tener lugar entre los cristianos
el verdadero matrimonio; y es falso que, o el contrato de matrimonio entre los
cristianos es siempre sacramento, o que el contrato es nulo si se excluye el
sacramento.
(Letras Apostólicas Ad Apostolicae,
22 agosto 1851)
(Carta de S.S. Pío IX al Rey de
Cerdeña, 9 septiembre 1852)
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
(Alocución Multis gravibusque,
17 diciembre 1860)
LXXIV.
Las causas matrimoniales y los esponsales por su naturaleza pertenecen al fuero
civil.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
N.B. Aquí
se pueden dar por puestos los otros dos errores de la abolición del celibato de
los clérigos, y de la preferencia del estado de matrimonio al estado de
virginidad. Ambos han sido condenados, el primero de ellos en la Epístola
Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846, y el segundo en las
Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 de junio de 1851.
§ IX.
Errores acerca del principado civil del Romano Pontífice
LXXV. En
punto a la compatibilidad del reino espiritual con el temporal disputan entre
sí los hijos de la cristiana y católica Iglesia.
(Letras Apostólicas Ad
Apostolicae, 22 agosto 1851)
LXXVI. La
abolición del civil imperio, que la Sede Apostólica posee, ayudaría muchísimo a
la libertad y a la prosperidad de la Iglesia.
(Alocución Quibus quantisque,
20 abril 1849)
§ X. Errores
relativos al liberalismo de nuestros días
LXXVII.
En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la
única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos.
(Alocución Nemo vestrum,
26 julio 1855)
LXXVIII.
De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países
católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público
ejercicio del culto propio de cada uno.
(Alocución Acerbissimum,
27 septiembre 1852)
LXXIX. Es
sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia
facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera
opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y
los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo.
(Alocución Nunquam fore,
15 diciembre 1856)
LXXX. El
Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el
liberalismo y con la moderna civilización.
(Alocución Jamdudum, 18
marzo 1861)
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