Los pecadores son para el Señor San José el objeto de su amor y aun podemos asegurar que ama más a aquellos que son más endurecidos, desde el momento que quieren reconciliarse con Dios. Como Jesucristo no vino por los justos, sino para convertir a los pecadores, así podemos decir lo mismo con relación al señor San José.
San José aprendió en la escuela de Cristo cuánto vale un redimido con el precio de su Sangre Preciosísima. San José entrevió todas las dificultades de Jesús, sus sermones, sus trabajos, su paciencia, sus milagros, los golpes extraordinarios de la gracia para convertir a los obstinados y rebeldes.
San José se ha declarado el refugio de los necesitados y está siempre pronto a obrar los mayores milagros de la gracia para su eterna salvación. Les hace aborrecer el pecado, les comunica el arrepentimiento y justificándolos los deja de nuevo amigos de Dios y herederos de su gloria.
San José recibe todas las plegarias de los pecadores, no desprecia ni las más tibias de los más obstinados, una oración la premia con la gracia de otra oración, él mismo dirige la súplica, él mismo la conduce al trono del Eterno, él mismo la junta con su misma oración, expone los méritos suyos, los de su virginal esposa, los de Jesús y no desciende del trono de las divinas misericordias, sino con la justificación del antes obstinado y rebelde pecador.
San José ama a los pecadores y convierte aun a los más obstinados y rebeldes.
R.P. José María Vilaseca