NDB: En este capítulo el R.P. Tam expone las intenciones revolucionarias del entonces Cardenal Ratzinger, ejecutadas durante el pontificado de Juan Pablo II y por él mismo en su pontificado. El entonces teólogo Ratzinger fue ideólogo del Concilio Vaticano II junto con Karl Rahner y otros pseudo-teólogos de triste memoria.
El mismo Cardenal Ratzinger es autor intelectual de la macabra estrategia de poner una cuña entre los fieles que sólo quieren la misa tradicional y sus mieles [*], contra los que quieren conservar todos los ideales de la Iglesia Católica y el reinado social de NSJ. A éste tipo de católicos fueron llamados integristas o radicales.
[*La misa católica tradicional no es el único baluarte del catolicismo en juego. Lo es primordialmente la defensa de la fe y defender los sacrosantos derechos de Dios y de la Iglesia].
De la misma forma siguen siendo así llamados, integristas, radicales etc.. por los adeptos de la nueva FSSPX y por los adeptos de la falsa resistencia [adeptos de Mons. Williamson]. Respecto, a ésta falsa resistencia, no se sabe exactamente a que resisten pues no sostienen, sus obispos posturas doctrinales públicas, recomiendan las misas de la FSSPX [critican pero recomiendan sus misas, vaya contradicción], favorecen indirectamente la misa nueva etc..; eso sí, son enemigos públicos y no recomiendan a los católicos integristas, radicales o tradifariseos, neologismo acuñado por ellos mismos.
Las únicas posturas públicas que se pueden encontrar son la de sus adeptos por medio de sus sitios de internet, ellos mismos se erigieron como defensores oficiosos de la falsa resistencia.
Por último en este capítulo el padre Tam expone las principales ideas de la Conferencia dictada por el entonces cardenal Ratzinger a los obispos de CHILE. Discurso muy poco conocido y menos publicitado, es evidente que entre revolucionarios se entienden bien. (Discurso del Cardenal Ratzinger a los Obispos de Chile, “Concilium”, 1988).
Cardenal Ratzinger, separándose de sus compañeros de ruta, asume y se convierte en el porta-estandarte de la reacción -previsible tras la Revolución liberal del Concilio- intentando atraer hacia sí a todos los descontentos, cediendo en todo lo que puede ser cedido, pero conservando fielmente los principios de la libertad religiosa
Estudiando las doctrinas del Cardenal Ratzinger en el Concilio, y que no han sido nunca desmentidas, y que son las mismas de toda la corriente progresista, tiene uno la tentación de pensar que mientras la corriente progresista sigue poniendo en práctica las conclusiones lógicas y los más radicales de los principios de libertad, igualdad y fraternidad, el Cardenal Ratzinger, con los conservadores, se ocupa de dirigir la fase conservadora de la Revolución en la Iglesia con el fin de recuperar y eliminar toda reacción.
Actualmente, después del Papa, el Cardenal Ratzinger es la persona más importante en esta operación, porque se ven con más claridad en el Cardenal que en el Papa, los fundamentos teóricos de la Seudo-Restauración.
Durante el Concilio, era (y sigue siéndolo) uno de los representantes del progresismo: “Ratzinger.... aparece como un de los fundadores de la Revista internacional "Concilium" que reunía lo que entonces se llamaba “ala progresista” de la teología” (“Jesus” noviembre 1984. pg.69).
Su progresismo es visible en sus escritos, contra el centralismo romano, sobre la infalibilidad del pueblo cristiano, contra el “constantinismo” en particular sobre el Syllabus y las deformaciones de las doctrinas de Pío IX y San Pío X, sobre los peligros del “fariseismo” en la Iglesia, en los discursos sobre la colegialidad, sobre “El Papa que no es Pedro”, sobre la crítica de la teología que se limita al Magisterio que él denomina “teología de las Encíclicas” que “nacen del miedo” o de “la poca fe” o de “la teología de la conservación” y sobre los errores del “papismo” (31).
Aún reconociendo a cada persona el derecho a cambiar de idea, el mismo Cardenal en el libro “Entretien sur la foi”, afirma explÍcitamente: “No soy yo el que ha cambiado, son ellos (los de “Concilium”), [...] Siempre he querido permanecer fiel al Vaticano II, este hoy de la Iglesia, sin nostalgia por un ayer irremediablemente pasado, sin impaciencia por un futuro que no nos pertenece.” (32)
Siguiendo un paralelismo histórico podríamos decir, a riesgo de ser repetitivos, que si los demás teólogos progresistas siguen extrayendo las consecuencias lógicas de su jacobinismo, el Cardenal Ratzinger, separándose de sus compañeros de ruta, asume y se convierte en el porta-estandarte de la reacción -previsible tras la Revolución liberal del Concilio- intentando atraer hacia sí a todos los descontentos, cediendo en todo lo que puede ser cedido, pero conservando fielmente los principios de la libertad religiosa, la colegialidad y el ecumenismo, a ejemplo de los girondinos con Napoleón durante la Revolución Francesa.
1.- Las ideas del Cardenal Ratzinger.
A) “Entretien sur la foi”
En el libro Entretien sur la foi, el Cardenal Ratzinger se declara favorable a una vía intermedia, entre la posición católica tradicional y el progresismo. (cf. cap. 2. p. 27,“Dos errores opuestos”).
“La cuestión clave [...] no consiste en “volver hacia atrás”, sino más bien en “volver a los textos auténticos del auténtico Vaticano II”. Defender hoy la verdadera Tradición de la Iglesia significa defender el Concilio” (cf. p. 32).
Según el Cardenal, no hay ninguna ruptura con la Tradición. “Es también culpa nuestra si hemos dado excusa, tanto a la “derecha” como a la “izquierda” para que puedan pensar que el Vaticano II constituye una “ruptura”, un abandono de la Tradición. Por el contrario, hay una continuidad, que no permite ni regreso al pasado
ni huida hacia adelante... Es el hoy de la Iglesia al que debemos permanecer fieles,no al ayer ni al mañana.” (cf .p. 32).
El Cardenal manifiesta su intención de terminar con el caso Lefebvre: “Su receta para eliminar toda razón de ser al caso Lefebvre [...] mostrar la verdadera faz del Concilio: así se podrá privar de fundamento a estas falsas protestas.” (cf. p. 35, “Un remedio contra el anacronismo”).
“Vaticano II, tenía razón al desear una revisión de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. Porque hay unos valores que, incluso si han nacido fuera de la Iglesia, pueden, una vez corregidos, encontrar su lugar dentro de la visión de la Iglesia.
En aquellos años se ha trabajado en este sentido, pero quien piense que estas dos realidades pueden unirse o incluso identificarse sin conficto, demostraría no conocer ni la Iglesia ni el mundo. (cf .p. 38, “Ruptura no, sino continuidad”).
“He aquí la respuesta textual del Cardenal: Si por restauración se entiende una marcha atrás, entonces ninguna restauración es posible. La Iglesia camina hacia el cumplimiento de la historia, mira hacia adelante, hacia el Señor que viene.
No, no se da marcha atrás, y no es posible dar la vuelta: ninguna restauración en este sentido será posible. Pero, si por restauración se entiende la búsqueda de un nuevo equilibrio, después de las exageraciones de una apertura indiscriminada al mundo, después de las interpretaciones demasiado positivas de un mundo agnóstico y ateo, bien, entonces una restauración, entendida en ese sentido, es decir, un equilibrio renovado de las orientaciones y de los valores en el interior de la catolicidad, sería deseable e incluso ya ha comenzado en la Iglesia. En ese sentido, se puede decir que la primera fase, después del Vaticano II ya ha concluido.” (cf. p. 40,
“Restauracion”)
El Cardenal Ratzinger pone sus esperanzas en los movimientos, sin mencionar al Opus Dei -que, según nosotros, es el más importante en la fase de la Seudo-Restauración- porque ello le hubiera causado todavía más problemas y hubiese, posiblemente, puesto al desnudo el plan.
“En ellos se dibuja -aunque sin hacer ruido- lo que nos haría soñar con una aurora o un nuevo Pentecostés en la Iglesia. Me refiero, por ejemplo, al Movimiento Carismático, o Camino Neocatecumenal, los Cursillos, los Focolari, Comunión y Liberación, etc.” (cf. p. 47, “La Esperanza de los Movimientos”)
El Cardenal también ve a los descontentos a los que hay que recuperar para impedir que caigan en manos de los integristas: “Ante ciertas aplicaciones concretas de la reforma litúrgica, y sobre todo, ante las opiniones de ciertos liturgistas, la dimensión del descontento es más amplia que en el integrismo” (cf. cap .IX, “Riquezas a salvar”, pág. 141).
B) El Cardenal Ratzinger al presentar el documento “Instructio”, manifiesta:
(1).- “Este (el texto) afirma, tal vez por primera vez con tanta claridad el que existen decisiones del Magisterio, que no pueden, como tales, ser la última palabra en la materia.
(2).- Pero son un enganche sustancial en el problema.
(3).- Son también, ante todo, una expresión de prudencia pastoral, una especie de disposición provisional.
(4).- El núcleo permanece válido.
(5).- Pero las partes, tomadas por separado, y sobre las cuales han influido las circunstancias de los tiempos, pueden tener necesidad de rectificaciones posteriores.
(6).- Esto podemos pensar, ya sea en las declaraciones de los Papas sobre la libertad religiosa, ya sea en las decisiones antimodernistas de comienzos de siglo, sobre todo en los decretos de la Comisión Bíblica de esa época. (Por lo tanto el “núcleo válido” no se refiere a la condena de la libertad religiosa, del anti-modernismo y lo que condenan los decretos de la Comisión bíblica.)
(7).- Como grito de alarma [...] permanecen plenamente justificados....
(8).- ...pero en determinados detalles de su contenido han sido rebasados, después de haber cumplido, en su momento, su misión pastoral.”(Ratzinger O.R. 27-6-1990)
C) “El nuevo pueblo de Dios”.
En su libro “Il nuovo popolo di Dio” (El nuevo pueblo de Dios) cuyo original en alemán fue publicado en 1969, entre otras ideas, en relación con el espiritu laicista, el Cardenal Ratzinger manifiesta: “Cristo, en el plano de la ley de la religión, no fue sacerdote sino laíco” (cf. pág.119) (33).
El constantinismo: el profesor Ratzinger no se limita a criticar el constantinismo antiguo y medieval, sino que descubre además las desviaciones más cercanas a nosotros:
“Convendría que recordásemos, además de los hechos de la Edad Media y de la Antiguedad, los que están más próximos a nosotros en el tiempo, aquellos que podemos percibir de forma inmediata como una deformación: en particular, la reacción cristiana experimentada en el siglo XIX y comienzos del XX, en el Syllabus de Pío IX y durante el pontificado de Pío X.
Harnack ha dicho, exagerando por supuesto, pero no sin razón, que de esta forma la Iglesia ha condenado la cultura y la ciencia modernas, cerrándoles la puerta; y aquí podemos añadir: la Iglesia ha descartado la posibilidad de vivir la vocación cristiana como algo actual, por estar demasiado interesada y apegada al pasado” (cf.pág.296-197).
Ratzinger, con su mentalidad moderna, cree ver un peligro de neoconstantinismo en una especie de “fariseísmo” y de "qumranismo".
“¿Quién podría poner en duda que hoy también existe en la Iglesia el peligro del fariseísmo y del qumranismo? ¿En efecto, no ha intentado la Iglesia construir su pequeño mundo, perdiendo definitivamente la posibilidad de ser "sal de la tierra y luz del mundo", durante su movimiento de evasión del mundo que se vio acentuado en el reinado de Pío IX?
El aislamiento en su pequeño mundo -una clausura que ha durado demasiado tiempo-....
Está claro que ésa no es la forma ideal de renovar la Iglesia. Con el celo de Pablo IV, ya el intento naufragó, porque quiso suspender el Concilio de Trento, para renovar la Iglesia con el fanatismo de los zelotes” (cf. 298-299).
Nueva Teología: Como profesor de teología, ya lo era entonces, Joseph Ratzinger definía con gran lucidez la esencia y los límites de lo que debe ser una teología correcta después del Concilio Vaticano II. Para empezar critica asperamente lo que él denomina “teología de las Encíclicas”:
“Teología de las Encíclicas” significa una forma de teología en la cual la tradición parece debilitarse en cada declaración del Magisterio Papal (Cf. pág. 310).
Finalmente, la nueva teología se reconcilia plenamente con el mundo, reconociéndole su total autonomía, en armonía con la transparencia del discurso de apertura de Juan XXIII en el Concilio:
...hasta aquí era habitual [el Cardenal Ratzinger que ama hablar de “continuidad” confiesa que rompe con el pasado, n.d.l.r.] considerar a la Edad Media como la época cristiana ideal y aspirara a la plena identificación entre la Iglesia y el mundo como un único fin; y al contrario la era moderna era vista como una gran caída, comparada con el relato del hijo pródigo que sale de la casa paterna llevando consigo todos sus bienes y deseando después -en la Segunda Guerra Mundial- el pienso de los cerdos; en estas comparaciones aparecía ya el deseo de un pronto regreso [.....] Es en Juan XXIII, posiblemente, en donde podemos hallar la más fuerte crítica al romanismo medieval, esta mirada hacia atrás que ve un patinazo de las cosas hacia lo peor [...] es lo que condujo al Papa del Concilio hacia una teología de la esperanza, que nos parece el límite del optimismo ingenuo. (Cf. pág. 341).
Por el contrario, el Concilio también manifestó y concretó su voluntad de desarrollar la teología a la luz de todas las fuentes, en su integridad, de mirar estas fuentes no desde el filtro del Magisterio de estos últimos cien años, sino de leerlos y comprenderlos a partir de ellos mismos: el Concilio ha manifestado su voluntad de escuchar no sólo a la tradición católica, sino de profundizar y asumir de forma crítica el desarrollo teológico de las demás iglesias y confesiones cristianas” (cf. pág. 310-311).
Sobre la unidad de la Iglesia: “Unidad de la Iglesia no significa necesariamente iglesia unitaria....
Incluso se podría pensar, sin duda, en una forma especial de cristiandad, reformada en la unidad de la única Iglesia; en fin, habrá que reflexionar sobre la forma de dar a la Iglesia de Asia y de Africa, así como a las de Oriente, una forma que les sea propia, como los “patriarcados” o “grandes iglesias” autónomas, o el nombre que se les quiera dar a tales iglesias en la Iglesia del futuro” (cf. pág. 155-156) (34).
Acerca de la critica del Magisterio papal: “...una crítica del discurso del Magisterio papal sería posible, incluso necesaria, en la medida en que faltare suficiente cobertura en la Escritura, fundamentos en el Credo, en la fe de la Iglesia universal. Allí donde la unanimidad de la Iglesia universal o un testimonio claro de las fuentes no existiera, una decisión comprometida no sería posible.
Si debiese producirse formalmente, le faltarían las condiciones indispensables y habría, entonces, que pasar por alto la cuestión de su legitimidad” (cf. pág. 158).
D) “Resultado y perspectivas en la iglesia conciliar”
En el libro “Resultado y perspectivas en la iglesia conciliar” (35), leemos:
“Estos últimos ciento cincuenta años, pocas cosas han causado tantos daños a la Iglesia como la defensa a ultranza de las posturas propias de “Iglesia de Estado” y superadas ya por las corrientes de la historia. (36).
El intento de defender la fe -amenazada por la ciencia moderna- con medios propios de protección del Estado, produce el resultado contrario, vaciando esta misma fe de su contenido intrínseco, y al mismo tiempo, impidiendo desde diversos aspectos, la necesaria regeneración espiritual.
Este intento ha dado lugar a una visión de la Iglesia como enemiga de la libertad, temerosa de la ciencia y del progreso, productos de la libertad del espíritu humano, dando así lugar al nacimiento de unas de las raíces más profundas de anticlericalismo.
Después de Constantino -con su apogeo en la Edad Media- y en la España absolutista de comienzos de la era moderna, el hecho de que la Iglesia haya recurrido a la ayuda del Estado, constituye para Ella -en el mundo de hoy- una de las más pesadas hipotecas, es un hecho al que nadie, capaz de pensar de forma histórica, puede evadirse.” (cf. pág. 25-26).
E) Los principios de la teología católica.
“Hoy nadie niega que los Concordatos español e italiano intentan conservar demasiadas cosas de una concepción del mundo que, desde hace mucho tiempo, no se corresponden con las circunstancias reales. Casi nadie podrá tampoco negar que este apego a una concepción trasnochada -las relaciones entre la Iglesia y el Estado- corresponden a un anacronismo similar en el dominio de la educación.” (37).
2.- El Cardenal Ratzinger y el intento de dividir a los tradicionalistas.
El Cardenal Ratzinger quiere meter una “cuña” entre los tradicionalistas que sólo quieren la Misa tradicional, que frecuentan nuestras capillas y los tradicionalistas que quieren además, el Reinado Social de Cristo, es decir, la dependencia de la sociedad temporal de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y que son llamados “integristas”.
¿Lo conseguirá?
Entre los textos más importantes, están los prólogos del Cardenal Ratzinger a los libros de Monseñor Gamber: “La Reforme liturgique en question” y “Tournés vers le Seigneur”, así como la entrevista en el semanario “Il Sábato” del 24 de Abril 1993 donde insinúa que hay que dar la vuelta a los altares, y añade: “No es por hoy [...] ciertamente para mañana, pero hay que dejar esto a la Providencia, hemos también de prever una reforma de la reforma...”
He aquí lo que declara a la revista “Il Regno”:
“El fenómeno lefebvrista está en expansión, incluso aunque no se hable mucho de ello”
En cuanto a las perspectivas del futuro, por un lado veo un endurecimiento creciente de los responsables -pienso por ejemplo, en su crítica muy ácida al catecismo- así como otros fenómenos que dejan poco lugar a la esperanza de un nuevo diálogo; por otro lado veo también que numerosos laicos, frecuentemente con cierta formación cultural, participan en su liturgia sin identificarse con el movimiento. Por tanto hay que distinguir entre los responsables, muy seguros de sí mismos, que dicen: esta vez no será Roma quién ponga las condiciones, sino nosotros, que muestran una dureza sorprendente y preocupante, y por otro lado, un número de personas que participan en su liturgia, sin identificación, con la convicción de permanecer en plena comunión con el Papa y de no alejarse de la comunión de la Iglesia. Esta ambigüedad de situaciones hace difícil una acción futura.
Siempre se puede intentar ayudar a aquellos que quieren ser católicos, en comunión con los obispos y con el Papa, a integrarse en la Iglesia, a hallar su hábitat en el interior de la Iglesia sin tener necesidad de recurrir a otras, y por otro lado, clarificar las condiciones reales de pertenencia a la Iglesia católica....
....Sólo construyendo puentes para favorecer el diálogo es como se podrán definir con más precisión también los límites” (Il Regno, abril 1994).
El discurso a los Obispos de Chile; texto para meditar.
1.- En primer lugar tranquiliza a los obispos al garantizarles que en el intento de alcanzar un acuerdo con Monseñor Lefebvre, se mantuvieron firmes en los principios de la Revolución liberal: “En este diálogo difícil, Roma ha unido la generosidad en todo aquello que es negociable, con la firmeza en lo esencial”.
2.- Su objetivo era recuperar la “reacción”. Defendiéndose de la críticas de los progresistas, el Cardenal Ratzinger cita el reproche de Monseñor Lefebvre según el cual el acuerdo que había firmado no tenía otro objetivo que integrar su Fundación en “la Iglesia del Concilio”.
3.- Monseñor Lefebvre escapó de su trampa: “De todas formas, el problema planteado por Monseñor Lefebvre no ha terminado con la ruptura del 30 de Junio de 1988.... Nuestro deber es preguntarnos que error hemos cometido y cuales podemos cometer aún.”
4.- El Cardenal Ratzinger se lamenta de que la reacción ha cristalizado, está ahí, es más importante de lo que parecía: “El hecho de que un número nada desdeñable de personas, más allá del circulo reducido de la Hermandad de Monseñor Lefebvre, vean en este hombre una especie de guía, debe hacernos reflexionar.”
5.- Hay que hacer un examen de conciencia. La Revolución se ha llevado a cabo de forma demasiado estrecha, sin dejar espacio suficiente a lo que no contradice a la Revolución misma. “El fenómeno (lefebvrista).... hubiera sido impensable sin los elementos positivos que no han encontrado espacio vital suficiente en la Iglesia de hoy.”
6.- Por tanto, hay que hacer inútil la reacción católica, concediendo suficiente espacio en las cosas menos importantes: “Así, podemos abrir un espacio a aquellos que buscan y piden desde el interior de la Iglesia, de este modo alcanzaremos a convertir el cisma en el interior de la Iglesia y a hacerlo superfluo.”
7.- Quitar a los tradicionalistas el mayor número posible de argumentos: “Mencionaré aquí tres aspectos que, a mi juicio, juegan un papel capital"
8.- Hacer la restauración litúrgica suprimiendo las diversas liturgias desacralizadoras:
“Un número elevado de fieles buscan refugio en la antigua liturgia [...] sacar la conclusión inmediata: hay que recuperar la dimensión sagrada de la liturgia.”
9.- Manifiesta su intención de mantenerse firme e inflexible en el postulado de la Revolución liberal en la Iglesia: “Hay que defender el Concilio Vaticano II contra Monseñor Lefebvre, como un deber que obliga cara a la Iglesia y como una necesidad permanente.”
10.- Para aquellos que aún no hayan comprendido, el Cardenal Ratzinger muestra en fin, donde se sitúa el centro del combate: “Ahora, dejando de lado la cuestión litúrgica, el punto central del conflicto se halla en el ataque a la libertad religiosa y contra el pretendido espíritu de Asís.”
11.- Sin embargo, los fieles parecen no caer en la trampa [NDB:ALGUNOS]: “Todo esto lleva a muchas personas a preguntarse si la Iglesia de hoy es realmente, en verdad, la misma
de ayer, o si no se la habrán cambiado por otra sin haberlo prevenido a nadie” (Discurso del Cardenal Ratzinger a los Obispos de Chile, “Concilium”, 1988).
(31) Adista, 19-1-1987. pág. 3
(32) Cardenal Joseph Ratzinger, “Entretien sur la foi”, cap.I.p.17: “Teologien et pasteur”, Ed.
Fayard. Paris 1985.
(33) J. Ratzinger, “Il nuovo popolo di Dio”, Edc. Queriniana, Brescia, 1971.
(34) La creación de iglesias nacionales, cismáticas, fué siempre el sueño dorado de la Franc-
masonería.
(35) J. Ratzinger, “Resultado y prospectivas en la Iglesia Conciliar”, Buenos Aires, 1965, págs.
25, 26 y 42.
(36) Encontramos aquí también el error del Cardenal Ratzinger que concede, a priori, crédito a
la “corriente de la historia”, sin tomar en consideración que el mundo moderno es el fruto del relati-
vismo relgioso y de la política masónica.
Ratzinger afirma que estas proposiciones han quedado obsoletas, pero se cuida muy bien de
darnos las pruebas.
(37) J. Ratzinger, “Les principés de la theologie católique”, Ed. Tequi, Paris. l985. pág. 427-437