Un llamamiento al amor
Sor Josefa Menéndez
Jesús se le aparece y le dice:
“Josefa, Esposa y víctima de mi
Corazón, vamos a hablar de mi Pasión.
“… ahora Josefa, voy a empezar
por descubrirte los sentimientos que embargaban mi Corazón cuando lavé los pies
de mis Apóstoles.
“Fíjate bien que reuní a los doce. No quise excluir a ninguno. Allí se
encontraba Juan, el discípulo amado, y Judas el que, dentro de poco, había de
entregarme a mis enemigos.
“Te diré por qué quise reunirlos
a todos y por qué empecé por lavarles los pies.
“Los reuní a todos, porque era el momento en que mi Iglesia iba a
presentarse en el mundo y pronto no habría más que un solo Pastor para todas
las ovejas.
“Quería también enseñar a las almas que aun cuando estén cargadas de los
pecados más atroces, no las excluyo de las gracias, ni las separo de mis almas
más amadas; es decir, que a unas y a otras, las reúno en mi Corazón y les doy
las gracias que necesitan.
“¡Qué congoja sentí en aquel momento, sabiendo que en el infortunado
Judas estaban representadas tantas almas, que reunidas a mis pies y lavadas
muchas veces con mi Sangre, habían de perderse…!
“¡Sí, en aquel momento quise enseñar a los pecadores que, no porque
estén en pecado deben alejarse de Mí, pensando que ya no tienen remedio y que
nunca serán amados como antes de pecar. No, ¡pobres almas! No son estos los
sentimientos de un Dios que ha derramado toda su Sangre por vosotras…
“¡Venid a Mí todos! Y no temáis, porque os amo; lavaré vuestros pecados
en el agua de mi misericordia y nada será capaz de arrancar de mi Corazón el
amor que os tengo…
“Josefa, déjate penetrar del más ardiente deseo de que todas las almas,
y sobre todo los pecadores, vengan a purificarse en el agua de la penitencia…
que se penetren de sentimientos de confianza y no de temor, porque soy Dios de
misericordia y siempre estoy dispuesto a recibirlas en mi Corazón”.
Aquí termina la
primera expansión del Maestro acerca de su Sagrada Pasión. Josefa ha estado
escribiendo rápido durante veinte minutos. El Señor no le dicta en el sentido
estricto de esta palabra. Habla “con mucho ardor”, según expresión de Sor
Josefa, tanto que parece desahogar su Corazón y dilatarse en la intimidad de la
confidencia; y ella recoge al vuelo sus ardorosas palabras, y las transcribe,
sin esperar a que acabe, aprovechándose de algunas pausas que hace de vez en
cuando el Señor. Con tiernas palabras se despide de ella y desaparece. Sin
volverlo a leer, entrega el cuaderno a sus Superioras, que están siempre
presentes. Luego, como si nada hubiera pasado, vuelve al taller y reanuda su
trabajo. Al exterior, nada se transparenta pero en el fondo del alma, el
recuerdo de aquella dolorosa confidencia, la absorbe y la domina sin cesar.