martes, 20 de junio de 2023

VENDRA A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

 


“Vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”

Hoy en día hay mucha ignorancia entre los mismos católicos. Muchos se dejan engañar por las sectas, que rondan por todas partes, ante los anuncios de la inminencia del fin del mundo o de la venida de Cristo a este mundo. Ya nos advirtió Nuestro Señor que vendrían muchos falsos profetas(S.Mat.24,5y11) que engañarían a muchos.

 Nada hay tan misterioso como el fin del mundo, pero Nuestro Señor nos ha querido dejar ciertos indicios en el Evangelio. Vamos a tratar de explicarlos. Jesús nos dice en el Evangelio que antes de que suceda este fin del mundo habrá ciertos signos sensibles por los que podremos darnos cuenta de su cercanía. De este modo, nos proponemos mostrar lo que nos enseña la Iglesia sobre:

 ● Elfindelmundo. ● Eljuiciofinal.

Por lo que dicen los libros sagrados, podemosdecirqueprimero sucederánciertossignos,despuésseguirálaresurreccióngeneralde todosloshombres,laseparacióndebuenosymalos,yfinalmentela sentenciafinal.

EL FIN DEL MUNDO

Nuestro Señor nos habla de estos signos en el Evangelio: “Ved la higuera y todos los árboles: cuando echan ya brotes,viéndolos, conocéis por ellos que se acerca el verano. Asítambién vosotros, cuando veáis estas cosas, conoced que está cerca el reino de Dios”.(S.Luc.21, 29-31).

Habrá dos tipos de signos: 

● Unos REMOTOS: sólo indicarán el fin del mundo de un modelo negativo: es decir, que no podrá venir el fin del mundo sin que primero hayan ocurrido. Estos signos se llaman remotos porque aun que sabemos con certeza que tienen que ocurrir antes del fin, no sabemos cuánto tiempo transcurrirá entre su realización y el fin del mundo. Estos signos son: 

1)Lapredicación del Evangelio a todo el mundo. 

2) La apostasía general. 

3) La venida del Anticristo. 

4) La aparición de Elías y Enoc. 

5) La conversión de los judíos.

● Otros PRÓXIMOS: Indicarán con certeza los acontecimientos futuros: los cambios en el sol, en la luna y en las estrellas.

SIGNOS REMOTOS

1) PREDICACIÓN DEL EVANGELIO A TODO EL MUNDO.

Cristo predijo en el Evangelio: “Este evangelio del reino se predicará por todo el mundo, como testimonio para los pueblos, y después vendrá el fin”(Mat.24,14). Acerca de esto se pregunta SanAgustín: “Dice Jesús que entonces vendrá el fin, lo que quiere decir que antes no vendrá. Pero no sabemos cuánto tiempo vendrá después. Lo único que sabemos es que novendrá antes” (Epist.194,n°4).

2) APOSTASÍA UNIVERSAL.

Jesús insinuó que en su segunda venida no habrá fe en la tierra. “Cuando venga el Hijo del hombre,¿encontrará fe en la tierra?”(Luc.18,8).

Y san Pablo anunció que en los últimos días vendrá una apostasía y una defección en la fe:“Que nadie os engañe, porque antes ha de venir la apostasía”(2Tes.2,3). Antes de esos días, cuando haya muchos falsos profetas enlatierra, mucha gente abandonará la verdadera fe, pero no toda, porque si no se diría que la Iglesia se habría extinguido. De modo que siempre quedarán por lo menos algunos hombres que guarden la verdadera fe.

Por apostasía algunos autores explican que hay que entender la defección de las naciones y los pueblos, es decir, que dejarán de reconocer públicamente a Cristo y a la Iglesia. Las naciones que antes eran católicas -porque profesaban como única religión del estado la católica- dejarán deserlo. Eso no significa que en esas naciones no siga habiendo hombres que guarden la verdadera fe.

 Otros dijeron que todos los países abandonarían la fe, de modo que tanto los principios, las leyes, las familias y la vida privada se opondrían a Nuestro Señor y a la Iglesia, aunque sigan habiendo algunos hombres que guarden la verdadera fe.

3) VENIDA DEL ANTICRISTO.

Después de esto, vendrá aquel “hombre inquino que el Señor matará con el soplo de su boca y con la luz de su venida lo destruirá. Su venida será según la obra del demonio, con muchos prodigios y signos de mentira y en todo engaño de mentira” (2Tes.2,8yss.). San Pablo nos habla del Anticristo, pero sabemos poco con certeza. San Juan también habla del Anticristo, pero en el sentido de todo el que se opone a Cristo (1Juan2,18).En sentido estricto, como habla San Pablo,significa el hombre seductor y mentiroso que vendrá en los últimos tiempos y se opondrá a Cristo. 

Del Anticristo sabemos que: 

a) vendrá en los últimos tiempos. 

b) será un hombre, no un demonio ni una sociedad de hombres. 

c) que con su predicación, prodigios y mentiras engañará a muchos. d) que Cristo mismo acabará con él: “el Señor lo matará con el soplo de su boca”. Lo demás que se pueda decir del Anticristo no se puede decir con seguridad.



4) APARICIÓN DE ELÍAS Y ENOC.

De Elías nos dice el profeta Malaquías en su libro: “Yo enviaré al profeta Elías antes de que venga el día grande y terrible del Señor” (Mal.4,5).Y de Enoc nos habla el libro del Eclesiástico: “Enoc agradó a Dios yf ue llevado al paraíso para que anuncie a los pueblos el arrepentimiento”(Eccli.44,26).Generalmente los teólogos dicen que estos dos son los testigos de los que habla el Apocalipsis(11,3): “Mandaré a mis dos testigos para que profeticen, durante mil doscientos sesenta días,vestidos de saco. Estos son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Señor de la tierra…”

5) LA CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS.

Que los judíos se han de convertir un día, lo dice claramente el profeta Oseas: “Y después de esto, volverán los hijos de Israel” (Os.3,5).Esta conversión no será universal de tal modo que no quede ningún judío en la impiedad, sino que bastará con que se pueda decir que el pueblo de Israel se ha hecho cristiano.

Del mismo modo habla San Pablo en su epístola a los Romanos (11,12y15): “Si su caída es la riqueza del mundo,¿qué será su plenitud?...y si su reprobación es reconciliación del mundo,¿qué será su reintegración?”.

San Pablo en esta epístola compara al pueblo de Israel con la rama natural del olivo, que fue arrancada y en su lugar se injertó la gentilidad: y que luego, la rama natural volverá a ser injertada en su tronco: “el endurecimiento vino a una parte de Israel hasta que entrase la plenitud de las naciones,y entonces todo Israel será salvo”.(ibid.v.25). Y el mismo Jesús le dijo a su pueblo:“Vuestra casa quedará desierta, porque en verdad os digo que no me veréis más hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor”(S.Mat.23,38-39).



SIGNOS PRÓXIMOS (LA PARUSIA)

De ellos nos habla Nuestro Señor tanto en el Evangelio de San Mateo (cap.24)como en el Evangelio de San Lucas (cap.21). Son los prodigios que aparecerán en el cielo y en la tierra. “Después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol y la luna no dará su luz, y las estrellas del cielo se caerán y los poderes del cielo se conmoverán…”(S.Mat.24,29). “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación en las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitación de las olas, exhalando los hombres sus almas por terror y ansia de lo que viene sobre la tierra, pues los poderes celestes se conmoverán…”(S.Luc.21,25-26).

Estossignossetienenqueentenderdeunmodoestricto,demodo quedespuésdequeelsolylasestrellasseapaguenyseapartendesus órbitas,todoquedaráenlaoscuridadaunqueéstasearelativa,puesasí losastrosseñalaránlaproximidaddeljuicio. “...Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo…y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande”(S.Mat.24,30). “...Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes”(S.Luc.cap.21,27).

El Reino de Dios es el reino terrestre de Nuestro Señor Jesucristo, es la Parusía, es la bienaventurada esperanza, como dice San Pablo: “Vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo actual, aguardando la dichosa esperanza y la aparición de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. (Tit. 2, 13). Y Mons Straubinger comenta dicho pasaje en la nota 13: “La dichosa esperanza; así se llama segundo advenimiento de Cristo en gloria y majestad”. 

La Parusía (Comentarios R. P. Méramo)

Y es por eso que en la Segunda carta a Timoteo dice San Pablo: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, el cual juzgará a vivos y a muertos, tanto en su aparición como en su reino”.  (II Tim. 4,1) Y dice Mons, Straubinger en su nota 1 a este pasaje: “Este es el Juez de los vivos y de los muertos, es decir, no de los justos y de los pecadores, sino de los hombres que estarán aún vivos en el día de su venida y de los que habrán muerto”.   

Por eso se nos dice de tener paciencia hasta la Parusía: “Tened, pues, paciencia hermanos, hasta la Parusía del Señor”.  (Sant.5, 7). Y vuelve el Apóstol Santiago (5, 8) a decir: “Tened paciencia: confirmad vuestros corazones, porque la Parusía del Señor está cerca”.  

Mons. Straubinger en la nota 8 de este pasaje dice: “Los discípulos vivían con los ojos puestos en el cielo velando para no ser sorprendidos por la llegada del Señor, revelando su condición ante el temor de su juicio… y de esta intensidad de su esperanza vino su heroísmo en la santidad, su generosidad en el sacrificio, su celo en difundir por doquiera la vida nueva, según el evangelio”. Esto es justamente lo que falta hoy, por eso prácticamente es nula la santidad, el heroísmo y el sacrificio, porque no tenemos en cuenta la Parusía. (1) [El reino de Dios y la Parusia. R.P. Basilio Méramo]

La restitución de todas las cosas a su estado prístino o primigenio: la apocatástasis, la palingenesia, regeneración o renovación, es algo que ha quedado volatilizado por no tener claro el Reino terrestre de Cristo como hombre que por el hecho de encarnarse en esta tierra el Verbo Eterno, es verdadero Dios y verdadero hombre, y verdadero rey de esta tierra y de todo el cosmos o universo, esto es la restauración de todas las cosas en Cristo (Omnia Instaurare in Christo), la cual era la divisa de San Pío X y que Mons, Lefebvre comentaba como la recapitulación de todo en Cristo, “Reunirlo todo en Cristo, las cosas de los cielos y de la tierra”. (Ef. 1, 10). 

La restauración de todas las cosas es universal y espiritual,  como lo escito por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: “Arrepentíos, pues, y convertíos, para que se borren vuestros pecados, de modo que vengan los tiempos del refrigerio de parte del Señor y que Él envíe a Jesús, el Cristo, el cual ha sido predestinado para vosotros. A Éste es necesario que lo reciba el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las que Dios ha hablado desde antiguo por boca de sus santos profetas”. (Hech. 3. 19-21). 

San Pedro se refiere a lo mismo, la restauración: “Pues esperamos también conforme a su promesa cielos nuevos y tierra nueva en los cuales habite la justicia”. (II Ped. 3, 13). 

Y sobre este pasaje comenta Mons, Straubinger en su nota 13: “Esto mismo es lo que Jesucristo poco antes (Mt. 19, 28) había expresado con el expresivo nombre de palingenesia (Vulgata, restauratio), el nuevo nacimiento, la regeneración, la renovación del mundo presente”.  

Y en otra nota, la 5 al Apoc. 21, complementaria a esta, se lee: “Es una renovación de este mundo donde vivió la humanidad caída, el cual desembarazado al fin de toda mancha será restablecido por Dios en un estado igual y aun superior a aquel en que fuera creado; renovación que la Escritura llama en otros lugares palingenesia, o sea regeneración (Mt. 3, 21)”.  (1)

Derrota y destrucción del Anticristo  (Padre Juan Rovira Orlandis SJ)

Efecto de la Venida de Cristo será también la destrucción del Anticristo y en general de todas las potestades antiteocráticas, que se oponen al gobierno de Dios. Vimos ya que el Anticristo ha de reunir sus reyes y sus ejércitos en Armagedón para pelear contra el Cordero. Entonces, pues, vendrá Cristo a destruirle y a salvar y librar a los suyos. 

Así lo dijo ya Zacarías, según vimos, que: saldrá el Señor y peleará contra aquellas gentes enemigas de Jerusalén, y se afirmarán sus pies en el Monte de los Olivos (Zac. 14, 3-4). Y más claramente San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses. “Y entonces se manifestará aquel inicuo, al cual el Señor matará con el soplo de su rostro y lo destruirá con el resplandor de su venida” (2 Tes. 2, 8). 

Y San Juan en el Apocalipsis dice lo mismo. Después de describir a Cristo Rey de reyes y Señor de señores montado sobre un caballo blanco, sus ojos como llama de fuego, en su cabeza muchas coronas, saliendo de su boca una espada aguda para herir con ella a las gentes, y seguido de los ejércitos y escuadrones celestiales, dice:  

“Y vi a la bestia (el Anticristo) y a los reyes de la tierra congregados para hacer guerra contra el que estaba sentado sobre el caballo y contra su ejército. Y fue presa la bestia y con ella el pseudoprofeta, el que hacía delante de ella las señales con que engañó a los que recibieron la señal de la bestia y adoraron su imagen. Ambos fueron echados vivos en un lago de fuego ardiendo en azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, y todas las aves se hartaron de las carnes de ellos” (Ap. 19, 19-21). 

Junto con esta derrota y destrucción del Anticristo y de las potestades antiteocráticas terrenas, parece probable, según veremos luego, que ha de ponerse también la atadura y encarcelamiento del diablo y de las potestades infernales que San Juan pone a continuación: 

“Y vi bajar del cielo un ángel, que tenía la llave del abismo, y una gran cadena en su mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua (la del paraíso), que es el diablo y Satanás y lo ató por mil años. Y lo arrojó al abismo, y cerró y selló sobre él para que no engañe más a las gentes, hasta que se cumplan mil años: y después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo” (Ap. 20, 1-3). 

Y a esto mismo parece que se refiere Isaías en su profecía cuando dice: “Ese día Yahvé pedirá cuentas al ejército de los cielos, allá en lo alto (esto es, al diablo y a sus ángeles), y aquí abajo, a los reyes de la tierra (esto es, el Anticristo y los otros reyes sus partidarios); los juntará a todos y los meterá en un calabozo, y serán encerrados en la cárcel, y después de muchos días (los mil años de san Juan), recibirán su sentencia.” 


Reino de los santos 

Destruidas las potestades antiteocráticas y encadenado y encarcelado el demonio, seguiráse luego el reino de Cristo y de los Santos. Este reino predícelo el profeta Daniel en el capítulo séptimo de su profecía, en el cual, después de describir aquellas cuatro bestias que simbolizan cuatro imperios, después de describir los diez cuernos que proceden de la cuarta bestia, que son diez reyes y el undécimo cuerno (el Anticristo) que hablará palabras contra el Altísimo y quebrantará a los santos del Altísimo y pensará que puede mudar los tiempos y las leyes y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos y medio tiempo (esto es, tres años y medio) añade que se sentará el juez y le quitarán su señorío para que sea arruinado y destruido hasta el fin y para que el reino y el señorío y la majestad de los reinos de debajo de todo el cielo sea dada al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino sempiterno, y todos los reyes le servirán y obedecerán (al pueblo de los santos). 

En este texto se predice claramente que a la destrucción del Anticristo y de las otras potestades antiteocráticas seguirá no sólo un triunfo, sino un reino de Cristo y de los santos, un reino, que será sobre la tierra o debajo del cielo, como dice Daniel, un reino en que el poder será del pueblo de los santos del Altísimo, al cual pueblo todos los reyes servirán y obedecerán. 

Es, por consiguiente, muy probable que, inmediatamente después de la muerte del Anticristo, no se acabará el mundo, sino que se seguirá todavía la Santa Iglesia, el Reino de los Santos que ejercerá la soberanía sobre toda la tierra. Y en este sentido interpretan el texto de Daniel los mejores y más renombrados intérpretes, Maldonado, Mariana, Menoquio Tírini, Gaspar Sánchez, Cornelio a Lapide y Kabenbauer. Véase, por ejemplo, lo que dice Cornelio a Lapide: “Entonces, destruido el reino del Anticristo, la Iglesia reinará en toda la tierra y de los judíos y de los gentiles se hará un solo redil con un solo pastor.” 3 

Resurrección Universal y Juicio Final  

Seguiráse después la sublevación o rebelión de Gog y Magog contra la ciudad de los santos, que es probablemente, según veremos, diversa de la persecución del Anticristo. Luego, más tarde, el fuego de la conflagración, con el cual serán encendidos y abrasados los cielos y los elementos, según dice el apóstol San Pedro en su segunda carta (3, 7-12). Y, por fin, terminará todo con la resurrección última y el juicio final. 

Esta resurrección y juicio lo describió Cristo a sus discípulos, según se refiere en el Evangelio de San Mateo (25, 31-46): “Cuando viniere el Hijo del hombre, en su gloria y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria. Y se juntarán delante de Él todas las gentes y las separará unas de otras como el pastor separa las ovejas de los cabritos: y pondrá las ovejas a la mano derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces dirá el rey a los que estarán a su diestra: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino preparado para vosotros desde el principio del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber. Y le responderán los justos diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? Y respondiendo el rey les dirá: En verdad os digo, que cuantas veces lo hicisteis con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. Entonces dirá el rey a los que estén a su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está preparado para el diablo y para sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber.” Y ellos le harán también la misma pregunta que los buenos y Él les dará la misma respuesta: “En verdad os digo, que cuantas veces no lo hicisteis con uno de estos pequeñuelos, tampoco conmigo lo hicisteis. E irán estos al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna.” 

Se contiene, pues, en esta descripción, el tribunal del juez, la congregación de las gentes, la separación de buenos y malos, el examen de la causa, la sentencia del juez y sus efectos, vida eterna y suplicio eterno. Más el examen de la causa, que se ciñe y circunscribe a las obras de misericordia. 

Otra descripción del juicio final hallamos en el Apocalipsis (20, 11-15): “Y vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo, y no fue hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios, y los libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto el cual es el de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar dio los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fue hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron echados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue echado en el lago de fuego.” 

Y San Pablo (1 Cor. 15, 24-28) dice también que Cristo reinará hasta que ponga bajo sus pies a todos sus enemigos, y la última de todas será destruida la muerte: después de esto Cristo entregará su reino al Padre y entonces será Dios todo en todos. 

Por último, como remate y complemento de todo, sucederán los cielos nuevos y la tierra nueva de que habla San Pedro (2 Pe. 3, 13), en los cuales habita la justicia, los nuevos cielos y tierra, que vio San Juan en el Apocalipsis y la nueva ciudad de Jerusalén, que allí describe, que bajaba del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido, el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios con ellos será su Dios (Ap. 21, 1-27).