viernes, 6 de febrero de 2015

MEDITACIONES: Viernes de Septuagésima



   Meditación del Libro del P. Alonso de Andrade

   De la elección de estado para toda la vida.

   Punto I.- Considera que todo el acierto de la buena elección consiste en tomar los medios proporcionados para el fin que se pretende, como el que desea ser gran letrado o gran soldado en elegir los medios que más le han de ayudar para alcanzar este intento; y si la elección de los medios no fuese proporcionada al fin que pretende, sería frustrado todo su trabajo: y así te has de poner indiferente en la elección de estado, como en cosa tan importante para tomar aquel, sin respeto ni pasión humana, que más te ha de ayudar al fin que pretendes, y pedirle a Dios luz para conocerle y abrazarle con todo afecto, resolución y voluntad.

   Punto II.- Considera el fin para que Dios te crió, y al que has de enderezar tu estado, que es para servirle en esta vida y gozarle en la otra. Este es el blanco a que debes mirar en esta elección desapasionadamente, y conforme a él mirar delante de Dios tu condición, inclinación, fuerzas, pasiones y vocación, y en cuál estado tendrás más aptitud para servir a Dios y menos ocasiones de ofenderle, y más medios proporcionados a tus fuerzas para agradarle y alcanzar la perfección: y piensa con cristiana prudencia el estado que más te conviene, y aunque parezca áspero y difícil, elígele con valor y confianza en Dios, que te dará su gracia para él, posponiendo todos los respetos humanos de comodidad, regalo, hacienda y honra de este siglo, que no ayudan sino impiden para servir a Dios.

   Punto III.- Para tener más luz en esta elección y vocación divina, piensa delante de Dios qué estado quisieras haber tenido en la hora de la muerte, cuando estés para salir de este mundo, a dónde has de dejar todo lo que hubieres adquirido: ponte en el tribunal de Cristo, dando cuenta de tu vida, y acabada esta mortal y empezando la eterna, mira en aquel trance qué estado eligieras si te fuere concedido, y cuál quisieras haber tenido entonces, y no desprecies la luz que Dios te diere, ni te hagas sordo a sus voces, para que Dios no se haga sordo a las tuyas.

   Punto IV.- Ponderadas, pensadas y pesadas todas estas razones con justísimas balanzas, has de hacer la elección con toda resolución de morir en el estado que eligieres, y luego postrado delante de la Divina Majestad ofrécele tu elección y el estado que tomares para su santo servicio; y pídele afectuosamente gracia para cumplir tu propósito y las obligaciones de tu estado, y luego con la divina gracia procede a la ejecución y entra con fervor a trabajar en la viña del Señor.