miércoles, 26 de marzo de 2014

TRATADO DE LA CONFIANZA CRISTIANA CONTRA EL ESPIRITU DE PESIMISMO Y DESCONFIANZA Y CONTRA EL TEMOR EXCESIVO (6a)

TRATADO DE LA CONFIANZA CRISTIANA CONTRA EL ESPÍRITU DE  PESIMISMO Y DESCONFIANZA Y CONTRA EL TEMOR EXCESIVO 




III Creer sin esperar no es propiamente creer como cristiano, sino creer como demonio.

   1. La fe y la esperanza son dos virtudes tan estrechamente unidas entre si, que en la Santa Escritura la fe muchas veces se toma por esperanza y la esperanza por la fe; y el defecto o falta de esperanza se llama incredulidad. De aquel numero infinito de miserables que recurrirán a la bondad de Jesucristo para pedirle el remedio de sus males, no leemos en la historia del Evangelio, que ni a uno solo haya negado lo que deseaba. Mas antes de conceder estas gracias, vemos que acostumbraba a exigir de ellos la fe como disposición necesaria; o después de haberles concedido lo que deseaban, declaraba que su fe los había salvado. Pero Jesucristo no quería dar a entender, que aquella fe que les pedía y escuchaba, solo era una simple persuasión de su poder infinito, sino que también entendía o comprendía la confianza en su bondad omnipotente.

   2. Entonces no se debe separar le esperanza de la fe cristiana: porque Dios no se da a conocer por la fe, sino con el fin de que esperemos en su Majestad. "Señor todos aquellos que conocen vuestro nombre, esperan en vos[1]" ¿Qué de cosas admirables no ha hecho el Señor conocer a nuestros padres, mandándoles la noticia de ellas a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza[2]"?

   3. En el símbolo, que tantas veces rezamos los cristianos y la mayor parte tan mal, con precipitación, sin devoción afectuosa y aún muchas veces sin atención, aunque todas las palabras sean otros tantos actos de fe sobre los principales misterios de la religión; en el Símbolo, repito, no decimos: Yo creo en un Dios, tampoco decimos: Yo creo a Dios; sino: Creo en Dios. Y esta expresión significa, según la explicación que dan los teólogos después de los SS. Padres, el movimiento de un alma que camina y se eleva a Dios, como al soberano bien al que desean unirse, en el cual esperan encontrar su descanso perpetuo; y que dice por las disposiciones secretas e íntimas de su corazón, como el profeta: Mi felicidad es estar unida con Dios, poner mi esperanza en él, que es el Señor[3], el Dios de mi corazón y mi herencia por toda la eternidad[4]" Esta es propiamente la fe de los cristianos. Esto es creer como tales; creer esperando. Esto es por lo que el Símbolo es llamado por los Padres el Símbolo de nuestra esperanza. No podemos pronunciar las primeras palabras del credo, sin hacer una profesión solemne de que confiamos en Dios, como que es nuestra primera y mas esencial obligación.

   4. Mas creer sin esperar, es fe de demonios. Creer que hay un solo Dios, un solo Jesucristo y todos los demás misterios, también los demonios lo creen; y no creen sino que se estremecen. Pero lo que distingue la fe de los verdaderos cristianos de la fe de estos espíritus malignos es la esperanza; pues creyendo los demonios que Dios ha enviado a Jesucristo al mundo para atormentarlos y perderlos, los cristianos creemos que ha venido para salvarnos.

IV. Faltar a la confianza en Dios, según los Padres, es una especie de idolatría.

   1. Mucho tiempo ha que los ídolos de madera, de piedra o metal se destruyeron en el mundo y se demolieron los templos de los falsos dioses de paganismo; pero en lugar de estos ídolos materiales, el diablo ha sustituido otros mas espirituales. Según S. Agustín y S. Bernardo, los cristianos que se representan a Dios de otro modo que es y forman de Él una falsa idea, se forman un ídolo en el corazón y se hacen un dios falso en vez del Dios verdadero: formant sibi idolum pro Deo. Aquellos que en medio de sus pecados se figuran a Dios como si no tuviese mas que bondad sin justicia y esperan que continuando en vivir violando sus mandamientos y los de la Iglesia, Dios no los dejará de salvar y no castigará sus excesos, se forjan un ídolo y hacen en su corazón un Dios falso en lugar del verdadero, pues es muy diferente de lo que se figuran. Si es infinitamente bueno, es infinitamente justo. Si nos hace experimentar cuan rico es en misericordia con aquellos que sinceramente se convierten dejando sus delitos, también deja sentir su rigor de su justicia a los que no los dejan.

   2. Mas los que están siempre agitados por la desconfianza y las inquietudes, mirando a Dios como un juez severo que solo tiene rigor y justicia y es inexorable en las menores faltas (como que si no buscase nadamás ocasiones para perder a los hombres), se forjan también otro ídolo en si mismos por la falsa idea que se forman del Dios verdadero, porque Él es muy diferente a como ellos se lo imaginan. Si es infinitamente justo, es también infinitamente bueno. Castiga, si, a los que perseveran en sus pecados, porque es justo; pero perdona a todos aquellos que se convierten, porque es bueno. Castiga y tiene misericordia; pero con esta diferencia, que castiga con repugnancia y porque le obligan a ello, y perdona, a nuestro modo de hablar, por su propio genio: De nostro justus, dice un Padre de la Iglesia, de suo misericors. 
No encuentra en sí, sino en nosotros, el porque de su justicia; pero encuentra sino en sí y en fondo infinito de su bondad los motivos que le hacen ejercitar su misericordia: porque perdonando y teniendo misericordia es como luce de manera particular su omnipotencia. "Deus, qui omniptenctiam tuam parcendo maxime, et miserando manifestas[5]"

 ¡"Oh, cuan grande es la misericordia del Señor! Y su bondad en perdonar a los que se convierten a él, porque no todo se puede encontrar en los hombres[6]": Porque los hombres no son perfectos y, por lo tanto están llenos de defectos y pecados. "Tanto como el cielo se eleva sobre la tierra, otro tanto afirma su misericordia sobre los que le temen. Tanto como el oriente está separado del occidente, tanto ha alejado de nuestras iniquidades. Así como un padre tiene una tierna compasión de sus hijos, así el Señor se compadece de los que le temen; porque él mismo conoce la fragilidad de nuestro origen, y se ha acordado que nosotros somos polvo, pero la misericordia del Señor es ab aeterno, y se mantendrá eternamente sobre los que le temen[7]"

   3. Luego los que le temen y se esfuerzan en testificar su fidelidad, huyendo de todos aquellos pecados que matan al alma de un golpe, y que no obstante por los pecados, que los mas justos no pueden enteramente evitar entre las tentaciones de esta vida, están con turbación, con espanto, con desconfianzas perpetuas; ¿no deben temer el forjarse un ídolo por la falsa idea que se forman del Dios verdadero? San Juan dice[8]: "que el que no ama, no conoce a Dios: es igualmente cierto decir, que el que no espera, no conoce a Dios. "Todos aquellos que no quieren convertirse a Dios, o que no estando ya convertidos no esperan en su misericordia, no le conocen: porque sin duda no permanecen en esta desconfianza, sino porque se representan a Dios como duro y severo, siendo a mi misma piedad, como duro e inexorable, el que está lleno de misericordia; como cruel y terrible, el que es infinitamente amable: y en esto la iniquidad, según la expresión del profeta, se miente a sí misma y se forma en lugar de Dios un ídolo que no es el mismo Dios[9]"


  
continuará


[1] Psalm.,9
[2] Ibid., 77
[3] Ibidem., 72
[4] Ibid., 72
[5] In offic. Dom. 10 post Pentec.
[6] Eccles.,XVII, 28-29
[7] Psalm. 102
[8] Joann., IV, 8
[9] S. Bern., Serm. 58 in Cant.