jueves, 7 de diciembre de 2017

María Inmaculada: Su Santidad


                                                   
  
   La santidad en la tierra es gracia. ¿Y quién la ha tenido mayor que María? ¿De quién se ha dicho que la ha poseído en su  plenitud? Un alma en gracia es el espectáculo más bello que podemos imaginar en la tierra. Es la imagen de la hermosura del mismo Dios. ¡Qué santidad la de Santa Mónica que supo formar a un San Agustín!, la de Santa Isabel que convirtió todo su reino a Dios, la de Santa Teresa de Jesús a quien le dijo el Señor, que sólo por ella hubiera creado el mundo con todas sus maravillas, y así miles y miles de santos y santas que perfuman a diario el jardín de la Iglesia. Junta toda esa santidad y toda esa belleza y hermosura de esas almas y compárala con la de María.  Ella en su Concepción tuvo más santidad y gracia que todos juntos. ¿Qué será María?

   El alma de María nunca se manchó lo más mínimo. Sólo María es la flor de pétalos blancos, sin polvo y sin espinas, rosa de huerto cerrado, pura más que el mismo sol, que también tiene manchas, por eso de Ella, dice la Iglesia, que “comparada con la luz, es más pura y brillante”.   ¡Qué hermosísima el alma de María!

   Por eso se encuentra en su grado perfecto en el Cielo. María Inmaculada participa de Dios, tiene más fuego de amor que todos  los ángeles juntos, porque al fin ellos son siervos y esclavos de Dios. María es la Madre del Señor y la Reina del Cielo y de los ángeles todos. ¿Qué será María?

   Mírala cual la pintó Murillo después de mucho orar y comulgar. ¡Qué retrato tan bellísimo! Pero el pintor de la realidad no fue Murillo, ni pudo ser otro que el mismo Dios. Dios con todo su poder pintó y hermoseó el alma de María.  ¿Qué será la Inmaculada?

   Toda hermosa eres Madre mía…
   Y todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
   Que de esta belleza de pureza y virginidad me enamore para así imitarte en algo, y para ello te doy desde ahora alma, vida y corazón.

   ¡Mírame con compasión, no me dejes Madre mía!  Y si no me dejas en tus brazos de Madre participaré de tu belleza y contigo iré a gozar de ella en el Cielo.

   Meditaciones sobre la Santísima Virgen María
   Rodríguez Villar