miércoles, 20 de noviembre de 2024

Los Angeles veían el trono y corona de la Santísima Virgen antes de ser creada

 


Tomado del Sermón Angélico de las Revelaciones Celestiales a Santa Brígida

Llévenos la Reina de los ángeles a la sociedad de los cuidadanos del cielo. Amén.

Sabiendo, pues, Dios, que para su completo gozo eternamente le bastaban en sí mismo todas las cosas, fué movido a crear algo por su vehemente amor, a fin de que pudiesen otros ser partícipes de su inefable alegría. Creó, por tanto, innumerable muchedumbre de ángeles, dándoles el libre arbitrio de hacer según su capacidad lo que les agradase, para que así como el mismo Señor, solamente por su inflamado amor, los había creado para eternos goces; igualmente ellos, no obligados, sino movidos por su libre voluntad, dieran constantemente a su Creador amor por amor y reverencia por los goces perpetuos.

Mas, a poco de haber sido creados, algunos de ellos, abusando pésimamente del munificentísimo don del libre arbitrio, comenzaron maliciosamente a tener envidia a su Creador, a quien por su extremado amor hubieran debido amar en gran manera; por lo que al punto cayeron justamente con su malicia desde la felicidad eterna a la perpetua miseria. Pero en la gloria que les estaba preparada permanecieron con su amor otros ángeles, los cuales amaban ardientemente a Dios por su amor, contemplando en el Señor toda hermosura, todo poder y toda virtud.

Por la contemplación también de Dios supieron los ángeles que solamente este Señor existía sin principio ni fin, que los había creado a ellos y que lo bueno que poseían, lo tenían por poder y bondad del mismo Señor. Con su visión beatífica conocían además, que por la sabiduría de Dios eran ellos tan sabios, que, según la norma del permiso divino, veían claramente todo lo futuro, con lo cual se congratulaban extremadamente, porque conocían que Dios, por su humildad y caridad, quería llenar otra vez para su gloria y consuelo de su ejército aquellas moradas celestiales, de que por soberbia y envidia habían caído miserablemente los inobedientes ángeles.

Por la contemplación también de Dios supieron los ángeles que solamente este Señor existía sin principio ni fin, que los había creado a ellos y que lo bueno que poseían, lo tenían por poder y bondad del mismo Señor. Con su visión beatífica conocían además, que por la sabiduría de Dios eran ellos tan sabios, que, según la norma del permiso divino, veían claramente todo lo futuro, con lo cual se congratulaban extremadamente, porque conocían que Dios, por su humildad y caridad, quería llenar otra vez para su gloria y consuelo de su ejército aquellas moradas celestiales, de que por soberbia y envidia habían caído miserablemente los inobedientes ángeles.

En aquel bendito espejo, a saber, en Dios su Creador, veían un respetable asiento, tan inmediato al mismo Dios, que parecía imposible que otro alguno estuviese más próximo a Él, y sabían que estaba por crear el ser a quien desde la eternidad se hallaba preparado aquel asiento. A causa de la vista de la claridad de Dios, inflamábalos al punto a todos ellos el amor divino, de suerte que cada uno amaba al otro como a sí mismo. Amaban, sin embargo, principalmente y sobre todas las cosas a Dios, y más que a ellos mismos a ese ser increado que había de colocarse en el asiento más inmediato a Dios, pues veían que el Señor amaba en gran manera a ese ser increado y se alegraba muy principalmente por su causa.


¡Oh Virgen María, consoladora de todos! Vos sois ese ser a quien desde el principio de su creación amaron los ángeles con tan gran amor, que aun cuando se alegraban inefablemente por la dulzura y claridad que tenían en la vista y cercanía de Dios, alegráronse, además, muchísimo de que Vos debíais estar más inmediata a Dios que ellos, y porque conocieron que os estaba reservado mayor amor y mayor dulzura de la que ellos tenían. Sobre aquel asiento veían también una corona de tan gran hermosura y dignidad, que ninguna majestad debía excederla, a no ser la del mismo Dios.


Por tanto, a pesar de conocer que tenía Dios gran honor y gozo por haberlos creado, veían no obstante que recibía Dios mayor honor y gozo, porque debíais Vos ser creada para ceñir tan sublime corona. Así, pues, alegrábanse más los mismos ángeles, porque Dios quería crearos, que porque a ellos los había creado. Y de este modo, oh santísima Virgen, servisteis de gozo a los ángeles desde el momento de haber sido creados, y fuisteis también, sin principio, el supremo deleite del mismo Dios. Y así, antes de ser creada, oh Virgen la más digna de todas las criaturas, alegrábanse entrañablemente por Vos Dios con los ángeles, y estos con Dios.